Concentración de jóvenes en el día de la Defensa, 2011. Foto: Gustavo de la Torre Morales |
“Haremos el
hombre del siglo XXI: nosotros mismos.”
Nos forjaremos
en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica. (…) La
arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos nuestra
esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera.”
Ernesto
Che Guevara.
Limitando
con el norte del Golfo de Batabanó, hay una isla que fue condenada
a ser llamada de muchas maneras: Ahao, Siguanea, Camaraco, La Evangelista, Isla
de los Piratas, Isla de las Cotorras, Isla de los 500 asesinatos o Isla de
Pinos.
Un
territorio que sufrió del castigo de la piratería, de la colonización española,
de ser usada como cónclave de confinamiento, de soportar el peso de una prisión
“modelo”
al estilo imperialista que ayudó a engrosar bolsillos de políticos corruptos y
enmascarar barbáricos métodos presidiarios… un territorio que no dejó morir la sangre rebelde por la libertad y
unió a jóvenes que navegaron en el Balandro “Margarita” para seguir en la lucha
junto a Maceo, … una Isla donde también hubo un alzamiento un 26 de julio por
mambises, casi robada por el imperialismo con su intervención militar en 1898, donde
los moncadistas le dieron la bienvenida al dictador Fulgencio Batista con La
Marcha del 26 de Julio (letra de Agustín Díaz Cartaya), desde donde el
Párroco Guillermo Isaías Sardiñas Menéndez saltó de
la Iglesia de Nueva Gerona a la Sierra Maestra para llevar la sotana verde
olivo.
Un territorio que vio con alegría el triunfo
revolucionario, la visita de Fidel y la nueva proyección de desarrollo en manos
jóvenes bien cubanas.
Una Isla que se libró de la condena de todos
sus anteriores nombres y la ignominia de tiranías neocoloniales, para ganarse,
con mucho gusto, una nueva “condena”: renovadora, libertaria y humanista, como parte
importante en la construcción de una Revolución… ser llamada Isla de la
Juventud.
Una Isla "condenada" a ser eternamente joven
Tomada del blog El Pinero.Por Sergio Rivero Carrasco.
No todas las condenas son motivadas por una sanción, puede ser
también una obstinación, un compromiso, una suerte de lucha por renovar lo
existente para hacer valer lo bueno y perdurable. Ese es el caso de esta ínsula,
que por varios años fue asaltada por
jóvenes de toda Cuba que llegaron hasta aquí llenos de entusiasmo y deseos de
hacer, de recuperarla de los destrozos provocados a mediados de junio de 1966
por el huracán Alma bajo la consigna de “A recuperar lo perdido y a avanzar
mucho más”.
Así comenzó la transformación y las tierras se llenaron de
sembradíos, floreció la ganadería, crecían viviendas, edificaciones y escuelas.
Ya en agosto del siguiente año se iniciaba la Revolución Hidráulica y
comenzaron a aparecer los espejos de agua por toda la geografía, guardando ese
preciado recurso para el consumo humano y de las grandes inversiones que se
desarrollaban sobre todo en la agricultura, la ganadería y después la
Industria, la salud, la educación.
Un día caluroso, en medio de tanto hacer, la sorpresa de la
visita de Fidel para inaugurar la presa Viet Nam Heroico incentivó la alegría,
la pasión, el compromiso y el pedido de llamar a esta joya de la geografía
cubana Isla de la Juventud, como reconocimiento a los miles de jóvenes que en
ella habían encontrado el placer de transformarla, de construirla… Y como
siempre, el Comandante en Jefe tuvo las palabras precisas… “Entendemos que será un trabajo fundamentalmente de nuestra juventud. Y por eso nuestra juventud, más que una isla
suya, tiene delante la posibilidad de hacer suya esta isla. Y si nuestros jóvenes están en esa actitud,
podemos provisionalmente llamarla “Isla de la Juventud”; pero Isla de la
Juventud con un gran contenido ideológico, con un gran contenido técnico, con
un gran contenido social, y en prueba de la confianza que realmente tenemos de
que nuestros jóvenes serán acreedores al derecho —ya no provisional sino
definitivo— de llamar a esta región de nuestro país Isla de la Juventud”.
Acto de Proclamación de la Isla de la Juventud en la escalinata del otrora Presidio Modelo |
Y fue entonces el 30 de junio de 1978 que la Asamblea
Nacional del Poder Popular aprobó que en ocasión de celebrarse en Cuba el XI
Festival de la Juventud y los Estudiantes, se le otorgara a la Isla de Pinos,
el honroso nombre de Isla de la Juventud el 2 de agosto de ese año. Los bisoños
que un día vistieron de grande y emprendieron proa al futuro, fueron los
crecidos artífices de una de las obras más hermosas realizadas por la
Revolución, que abrazó también a más de 36 000 jóvenes procedentes de África, Asia
y Latinoamérica en un proyecto educacional sin precedente en el mundo.
A la par del sacrificio, en el fragor del batallar diario,
también creció el amor. Ese amor sin fronteras que se desata y echa a andar a
la par de las realizaciones. Jóvenes que nunca habían cruzado una mirada, aquí
encontraron el atractivo y el placer de sus vidas. De sus uniones crecieron
nuevas generaciones orgullosas de sus progenitores y de sus abuelos, bisabuelos
y hoy, casi después de tres o cuatro generaciones, quedan impactados por tanto
derroche de pasión y de estoicismo.
A 35 años de ese acontecimiento, los que hoy tienen el honor
de continuar la obra, se mantienen empecinados en condenar a esta Isla a que
continúe siendo eternamente de la JUVENTUD.
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