Tomado de Visiones de Cuba.
Por Félix Manuel Calvo Araújo.
Decir Fidel es pensar en pruebas, adversidades y victorias. Su nombre
ha entrado a la historia mundial por haber convertido en potencia moral
a un pequeño país de apenas 110 922 kilómetros cuadrados. Mencionar su
nombre es pensar en voluntad férrea, en carácter indoblegable e
inteligencia profunda; su defensa de los países en desarrollo, lo han
hecho líder de los humildes, de los que añoran y creen en que un mundo
mejor, de paz, sí es posible.
Decir Fidel es decir Cuba, Martí, Moncada, Sierra Maestra,
Revolución. Su mayor reto es estar vivo y haber desafiado a la muerte en
667 oportunidades, cifra idéntica a los intentos de atentados
“conocidos”, planificados por el imperialismo para intentar desaparecer
al hombre, desconociendo que “las ideas no se matan”. Nuestros enemigos
históricos han ayudado a convertirlo en leyenda, desde aquel día en que
en la Sierra, frente a un bohío destruido por bombas “Made in USA”, le
hicieron jurar que los yanquis pagarían por lo que habían hecho. La vida
le ha dado la razón a sus 88 años.
Fidel le pertenece a cada país saqueado, agredido, a cada niño con
hambre, pero con esperanza en un futuro diferente; Fidel es nuestro, de
todos, incluso de quienes siendo sus enemigos, le admiran y enaltecen.
“Fidel, ve del otro lado de la esquina, Fidel escucha la hierba crecer”;
Fidel es su pueblo rebelde, estoico y creador. Su humildad y sencillez,
únicas e inequívocas virtudes sinónimos de grandeza pura y real, que le
llevan a creer, como Martí, que la gloria toda, cabe en un grano de
maíz.
Fidel para los cubanos y cubanas se ha convertido en un estado del
alma, parte intrínseca de quienes pertenecemos al bando de los dignos.
Su altura de hombre de ideas, padre, constructor de pueblos, impulsan el
sol junto a otro Comandante solar y volcánico, “que sintió como sienten
las entrañas de la tierra, la inmensidad continental y lo alto de las
montañas”, Chávez, su amigo, hijo, hermano… que a su lado lucha y
luchará mientras haya un hombre y una mujer de bien, enfrentados a
quienes pretenden cubrir a la América nuestra, de miseria en nombre de
la libertad.
Fidel ha sabido, tan grande como el Turquino, hacer realidad la frase
martiana allí anclada para la eternidad: “Escaso como los montes, son
los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de
nación y humanidad”. Fidel ha sabido alzarse y mirar desde una altura
que le ha permitido desde el presente “acudir al futuro y regresar para
contárnoslo”. Él, Martí y todos los héroes y heroínas de una Revolución
victoriosa a pesar de los pesares, iluminarán nuestro camino de tierra
irredenta hasta la victoria siempre.
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