Ferguson aglutina los problemas de toda la comunidad negra de Estados
Unidos, como la brutalidad policial y el desempleo, advirtió Ethelbert
Miller, director del Centro Afroamericano de Howard.
La afirmación aflora a propósito de las tensiones raciales desatadas
en ese suburbio de San Luis, en Missouri tras el asesinato a tiros de un
joven negro por un policía blanco el 9 de agosto.
Según Miller, ahora hay elementos inexistentes hace una década que han amplificado las manifestaciones.
“Hay un presidente (Barack Obama) y un fiscal general negro (Eric
Holder), están las redes sociales y todo se agranda”, dijo Miller en
declaraciones que circulan en medios digitales.
Esa municipalidad tiene una población que supera los 21 mil
habitantes, 65 por ciento son negros, de ellos 21 por ciento vive por
debajo del umbral de la pobreza y la generalidad de los cargos políticos
y policiales son copados por blancos.
El centro de estudios The Brookings Institution reveló que la tasa de
desempleo pasó allí de menos de cinco por ciento en el año 2000 a más
de 13 por ciento entre 2010-2012.
Mientras el número de hogares que usó la ayuda social para arriendos
del gobierno federal subió de 300 en el 2000 a más de 800 a finales de
esa década.
Además, datos de la Oficina del Censo argumentan que la demografía de la localidad ha variado con rapidez.
Por ejemplo, en 1990, el 74 por ciento de la población era blanca y
el 25 por ciento, negra, pero 10 años después, los blancos eran 45 por
ciento y los negros representaban el 52.
En 2010, la situación se había invertido, porque los negros eran el 65 por ciento y los blancos el 29 por ciento.
Otros datos que han salido a la luz en medio de lo sucedido en
Ferguson es que en las 100 zonas urbanas más grandes de Estados Unidos,
las localidades suburbanas con más de un 20 por ciento de su población
por debajo del umbral de la pobreza se han duplicado en el mismo lapso
de tiempo.
Al término de 2012, el 38 por ciento de la población de escasos
recursos residía en barrios con índices de pobreza superiores al 20 por
ciento y en el caso de los ciudadanos negros pobres esta cantidad
ascendía al 53 por ciento.
Para el diario local St. Louis Post-Dispatch las autoridades se han
negado a invertir en las comunidades con mayoría de ciudadanos
afroamericanos.
Diversos analistas han señalado que lo acontecido allí recuerda que
aquella historia de décadas de esclavitud, segregación, discriminación,
marginalidad, violencia e intimidación policial no quedó en el pasado.
La prohibición por ley en 1964 de la discriminación racial, no
significa que estas heridas se hayan cerrado, aunque Obama, el primer
presidente afroamericano esté en la Casa Blanca.
El gobernante demócrata se ha visto obligado a intervenir ante los
recurrentes problemas raciales durante su presidencia, en particular
después del homicidio en el estado de Florida de Trayvon Martin, un
adolescente que -dijo- pudo ser su hijo.
Martin fue asesinado de un balazo por George Zimermman, un vigilante
voluntario que finalmente fue absuelto, hecho que también desató
múltiples protestas a lo largo del país.
El asesinato de Brown ocurrió apenas unos meses después que Obama
conmemorara los 60 años del fin de la segregación racial en el
territorio estadounidense.
“En momentos en que conmemoramos este aniversario, nos volvemos a
comprometer en la larga lucha para erradicar la intolerancia y el
racismo en todas sus formas”, expresó en un discurso en mayo.
Sin embargo, imágenes de policías con equipos militares que desde
vehículos blindados lanzaron gases lacrimógenos, balas de goma y
granadas de mano, y que apuntaban con armas automáticas contra
manifestantes captaron el interés nacional e internacional.
Algunos observadores aseguran que estas protestas en Ferguson son las
más importantes desde las ocurridas en Los Angeles, en 1992, cuando
allí la absolución de cuatro policías que habían apaleado a un taxista
negro provocó la indignación generalizada.
El saldo entonces fue de 55 muertos, más de dos mil heridos y mil millones de dólares en pérdidas materiales.
Después tuvieron relevancia los disturbios raciales de 2001 en Cincinnati (Ohio) y de 2009, en Oakland (California).
En ambas ciudades, entre 15 y 20 veces más grandes que el suburbio de
San Luis, la chispa que encendió la llama en las calles fue la misma:
el asesinato de un afroamericano a manos de un policía blanco con un
trasfondo de tensión racial enquistado.
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