Fragmentos del discurso pronunciado durante la
conmemoración del X aniversario del ataque al Moncada, en la Plaza de la Revolución,
La Habana, 26 de julio de 1963.
(Tomada del libro Fidel Castro: el Moncada y La Historia Me Absolverá (selección
temática 1953-2003), compiladoras Dolores
Guerra López, María Elena Peláez Rodríguez, Margarita Concepción LLano y Amparo
Hernández Denis, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2009, pp.
96-97).
[...] La importancia que
tiene esta fecha radica en que aquel día inició nuestro pueblo, en escala modesta
si se quiere, el camino que lo condujo a la revolución. Cruzarse de brazos ante
aquella situación habría significado la continuidad indefinida de la camarilla
militar, la continuidad indefinida en el poder de los partidos reaccionarios de
las clases explotadoras, habría significado la continuidad de la politiquería,
de la corrupción y del saqueo sistemático de nuestro país.
La importancia de aquella
fecha consiste en que abrió un nuevo camino al pueblo, la importancia de
aquella fecha radica en que marcó el inicio de una nueva concepción de la
lucha, que en un tiempo no lejano hizo trizas la dictadura militar y creó las
condiciones para el desarrollo de la Revolución.
El ataque al cuartel
Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de Marzo, fue la réplica decidida
a aquel gobierno instaurado a fuerza de bayonetas, fue la respuesta que, una
vez superados los primeros reveses, una vez superadas las deficiencias, una vez
superada la inexperiencia, se desarrolló plenamente e hizo posible lo que antes
parecía imposible: hizo posible la destrucción de un ejército moderno, en
contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía luchar
contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue por un
milagro; lo que ha tenido lugar en Cuba no es un milagro.
Nuestros visitantes se
preguntarán: “¿Qué ocurrió en Cuba y cómo pudo ocurrir esto en Cuba?” Nuestros
visitantes de todas partes del mundo, pero sobre todo los visitantes de América
Latina, se preguntarán cómo ha sido posible.
Es posible que la presencia
de una multitud tan gigantesca, que la presencia de tantos cientos y cientos de
miles de personas ante sus ojos –y no sólo la presencia: el vigor y el
entusiasmo de esta muchedumbre– les haga creer tal vez que es cosa de milagro lo que ha
ocurrido en Cuba. Mas, lo que ha ocurrido en Cuba no tiene nada de milagro, ¡y lo
que ha ocurrido en Cuba puede ocurrir exactamente igual en muchos otros países
de América Latina!
Todo lo que en Cuba se ha
hecho y aún más y mejor de lo que en Cuba se ha hecho, es posible hacerlo también
en muchos otros pueblos de América Latina.
Para nosotros, los cubanos,
no tendría tanta trascendencia conmemorar con júbilo, con entusiasmo, con
fervor revolucionario esta fecha, si esta fecha ante nuestros ojos no tuviera
el valor de una lección útil, utilísima, para decenas y decenas de millones de
hermanos de América Latina.
No tendría tanta
transcendencia esta fecha y lo que ella simboliza si no entrañara un sólido aliento,
una firme esperanza de que hay remedio a los males de los explotados y
hambrientos de este continente, de los millones de trabajadores, de campesinos
y de indios esquilmados en este continente, sino entrañara una esperanza y un aliento a la posibilidad de
resolver de una vez y para siempre los trágicos males sociales de este continente,
donde los porcentajes de muerte entre la
población infantil se cuenta entre los más altos del mundo, donde el promedio
de vida es bajísimo, y donde minorías oligárquicas –en complicidad con los
monopolios yanquis– saquean despiadadamente.
¡Esta fecha tiene valor no como hecho
que se proyecta hacia el pasado, sino como hecho que se proyecta hacia el
porvenir. [...] Y, sin embargo en aquellas condiciones difíciles para la
Revolución, en el esfuerzo realizado como ocurre siempre con los
acontecimientos históricos en que el esfuerzo y la idea surgen de unos pocos– pero que si es un esfuerzo bien
dirigido y si las ideas son justas, van convirtiéndose poco a poco en el
esfuerzo y en la idea de las masas–, nuestro pueblo encontró una salida.
El cuartel Moncada no cayó. Factores
imprevistos hicieron fallar el intento de ocupar la fortaleza, factores imponderables.
Aquello pudo haber sido un duro golpe para nosotros, pero no ocurrió así por nuestra
convicción y nuestra fe de que aquél era el camino. Aquello pudo, circunstancialmente,
fortalecer la opinión de quienes afirmaban que no era posible luchar contra el
ejército de Batista, pudo circunstancialmente, fortalecer la opinión de los politiqueros
y los argumentos de los politiqueros en favor de las componendas electoreras,
donde jamás el pueblo obtiene nada. Sin embargo, nuestra fe se mantuvo firme,
inconmovible, en cuanto a que aquél era el camino. Y nos dimos de nuevo a la tarea,
ya con más experiencia, ya con más elaboración de llevar adelante aquella
lucha. [...]
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