Por Guillermo Rodríguez Rivera.
Hace muy poco, cuando se estrenaba como secretario de Estado, John Kerry decía que los Estados Unidos debían poner atención a lo que ocurría en América Latina, porque ella era el patio trasero de la potencia norteña.
La expresión era hondamente ofensiva para nuestros países. Kerry la usaba con la desvergonzada prepotencia que ha caracterizado a muchos políticos estadounidenses o -- ¿será peor? – con la ignorancia de quien subestima tanto a su vecino que no se preocupa por las implicaciones que puedan tener sus palabras.
La expresión ha estado justificada no sólo por la posición geográfica de la América Latina con respecto a los Estados Unidos, sino porque la gran potencia fue subordinándola minuciosamente a sus intereses: derrocando los gobiernos que no le han sido obedientes; imponiéndole sangrientas tiranías que, eso sí, han ensangrentado a sus pueblos a la vez que han velado exhaustivamente por los intereses yankis. Incluso, creando una organización – la OEA – para manejarla mejor.
Pero eso ha cambiado. Ahora los Estados Unidos pueden – con Canadá -- oponerse a una resolución de la OEA condenando la lacayuna postura de los gobiernos de Portugal, España, Francia e Italia, cuando fueron capaces de negarle al avión del presidente Evo Morales, el derecho a sobrevolar sus países, obedeciendo la orden de los Estados Unidos que temía que en el avión presidencial boliviano, volara Edward Snowden, el ex agente de la Inteligencia norteamericana que ha denunciado el programa norteamericano que viola todas las leyes internacionales espiando al mundo entero.
John Kerry debía corregir sus criterios: el patio trasero de los Estados Unidos, se ha vuelto trasatlántico: es la culta Europa, que le niega el trabajo a sus jóvenes y le recorta las pensiones a sus viejos, esa Europa que no le cobra impuestos a sus millonarios – la que ahora administra Angela Merkel – la que se ha convertido en el lujoso patio trasero norteamericano, porque los latinoamericanos se han hastiado de seguir desempeñando ese vergonzoso papel.
Ya no será Somoza, sino Rajoy; no Trujillo sino Hollande. Que triste destino el que le imponen al viejo continente.
La expresión era hondamente ofensiva para nuestros países. Kerry la usaba con la desvergonzada prepotencia que ha caracterizado a muchos políticos estadounidenses o -- ¿será peor? – con la ignorancia de quien subestima tanto a su vecino que no se preocupa por las implicaciones que puedan tener sus palabras.
La expresión ha estado justificada no sólo por la posición geográfica de la América Latina con respecto a los Estados Unidos, sino porque la gran potencia fue subordinándola minuciosamente a sus intereses: derrocando los gobiernos que no le han sido obedientes; imponiéndole sangrientas tiranías que, eso sí, han ensangrentado a sus pueblos a la vez que han velado exhaustivamente por los intereses yankis. Incluso, creando una organización – la OEA – para manejarla mejor.
Pero eso ha cambiado. Ahora los Estados Unidos pueden – con Canadá -- oponerse a una resolución de la OEA condenando la lacayuna postura de los gobiernos de Portugal, España, Francia e Italia, cuando fueron capaces de negarle al avión del presidente Evo Morales, el derecho a sobrevolar sus países, obedeciendo la orden de los Estados Unidos que temía que en el avión presidencial boliviano, volara Edward Snowden, el ex agente de la Inteligencia norteamericana que ha denunciado el programa norteamericano que viola todas las leyes internacionales espiando al mundo entero.
John Kerry debía corregir sus criterios: el patio trasero de los Estados Unidos, se ha vuelto trasatlántico: es la culta Europa, que le niega el trabajo a sus jóvenes y le recorta las pensiones a sus viejos, esa Europa que no le cobra impuestos a sus millonarios – la que ahora administra Angela Merkel – la que se ha convertido en el lujoso patio trasero norteamericano, porque los latinoamericanos se han hastiado de seguir desempeñando ese vergonzoso papel.
Ya no será Somoza, sino Rajoy; no Trujillo sino Hollande. Que triste destino el que le imponen al viejo continente.
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