Por Pablo González Casanova.-
Un día, conversando con un amigo en
La Habana, nos preguntamos ¿por qué resiste Cuba cuando el capitalismo ya se
restauró en Rusia, China, Vietnam?
Mi amigo dio una respuesta
contundente: “Cuba es la mejor prueba de la existencia de Dios”…
Como yo soy lego en argumentaciones
teológicas preferí plantear la pregunta con el rigor de un problema científico.
En ese sentido quiero recordar algo que dijo Martí: “Hasta aquello de lo que
está cierto hasta allí llega la ciencia del hombre”.
Yo tengo
algunas respuestas en las que estoy cierto; pero necesito expresarlas para que
otros me ayuden a resolver un problema que quiero plantear en términos
científicos, y en el que busco excluir cualquier intención laudatoria.
En el intento mismo de plantear el
problema científico, descubro que mi análisis va a ser necesariamente
incompleto. Pienso que otros tendrán que completarlo. También advierto
circunstancias concretas por las que el Movimiento 26 de Julio triunfó en Cuba,
y por las que Cuba resiste hasta hoy, y que no son generalizables. De hecho
corresponden a un tiempo y a una Isla.
Como muchas de esas circunstancias
no se dan en todo tiempo y en todo lugar, el movimiento revolucionario cubano
ha insistido en que no debe tomársele de ejemplo. Su propuesta resulta
razonable si se hace extensiva la famosa expresión de Mariátegui, y se afirma
que ninguna revolución puede ser “calca y copia” de otra.
Eso no quiere decir que todas las
experiencias cubanas se limiten a Cuba y que ninguna de ellas tenga carácter
universal. Al contrario muchas experiencias de Cuba tienen carácter universal y
en ese carácter merecen ser más exploradas.
Cabe otra aclaración y es el peso mayor
o menor que algunas de las medidas y circunstancias tienen en el triunfo y la
resistencia de Cuba. Pretender calcular el variable peso es imposible. Su
alcance corresponde a fenómenos que los matemáticos consideran “extremadamente
no lineales”, con lo que quieren decir que en ellos una acción mínima puede
producir efectos colosales, incalculables…
…El triunfo de Cuba es incalculable.
Cuba es un pequeño país, que cuando inició la Revolución tenía seis y medio
millones de habitantes y como todos saben la Isla se encuentra a unas cuantas
millas del imperio más poderoso y agresivo en la historia de la especie humana.
Resulta difícil entender cómo esa
pequeña Isla y sus habitantes han resistido el inhumano bloqueo y el permanente
asedio de más de cincuenta años, que Washington ha acompañado de constantes
amenazas, agresiones, conspiraciones e intentos de magnicidio, y otros hechos,
entre los que destaca el intento de invasión y el triunfo en Playa Girón donde
Cuba puso en derrota a las fuerzas invasoras, armadas y apoyadas por Estados
Unidos. También son de recordar la entereza que mostró la Isla, con su gobierno
y pueblo, en “la crisis de los cohetes” que llevó el chantaje nuclear a sus
extremos, y –para no extenderme más– los indecibles sacrificios del “período
especial” en que tras la disolución de la URSS Cuba perdió una inmensa fuente
de sus ingresos y la población entera decidió de todos modos continuar en la
lucha por la independencia y el socialismo a sabiendas que eso significaría una
grave reducción de los niveles de vida y consumo durante largo tiempo.
Semejantes hazañas –y muchas más–
obligan a plantearse con la mayor seriedad el problema de saber. ¿Cómo se
explica la resistencia de Cuba?
Y evocando a Martí enuncio otros
“hechos ciertos” que también caen en el orden del conocimiento científico y que
incluyen la herencia del propio Martí, muerto en batalla por su pueblo y su
Patria en 1895 a la edad de 42 años: Es más, en estas palabras, me voy a
limitar a algunas reflexiones con que Martí contribuyó a esa capacidad de
revolución y de resistencia.
José Martí es considerado como “el
autor intelectual de la Revolución Cubana” por quienes al mismo tiempo se
identifican como marxista-leninistas. La aparente contradicción entraña
relaciones muy precisas entre un pensamiento, un sentimiento y una expresión
que enriquecen al liberalismo radical y al marxismo desde la perspectiva de los
pueblos coloniales y sus luchas por la independencia. Liberalismo y luchas por
la independencia se expresaron desde Martí como luchas contra el antiguo
colonialismo y contra el imperialismo, es decir contra un capitalismo que se
rehízo al impulso de los monopolios y que hizo suya “la renta colonial”.
Expresión de las luchas humanistas
del liberalismo radical de su tiempo, Martí es admirador de la gran corriente
de la Ilustración que en Cuba tuvo a notables filósofos cristianos impulsores
del pensamiento ético y crítico y del humanismo más avanzado de fines del siglo
XVIII y principios del XIX. Martí logró ser una de las más altas expresiones de
quienes en el siglo XIX latinoamericano forjaron los espacios laicos de la
pregunta, los espacios laicos del diálogo, de la discusión y el consenso y una
capacidad reflexiva y poética capaz de comprender y expresar el mundo propio y
el ajeno.
En la múltiple lucha por nuestra
expresión como expresión universal, Martí no sólo vivió en las entrañas del
imperialismo como colonialismo, sino como reestructuración monopólica de un
capitalismo al que se enfrentaban los trabajadores encabezados por Marx… Martí
no sólo anunció que “se viene encima amasado por los trabajadores un universo
nuevo”, ni sólo hizo ver que Marx “merece honor…por haberse puesto del lado de
los débiles”, ni nada más citó en el homenaje póstumo a Marx, una bella frase
que dice “La libertad ha caído muchas veces; pero se ha levantado más hermosa
de cada caída…”, sino que también hizo otro llamado plenamente válido hoy, en
que dijo: “Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de
otros. Mas se ha de hallar la salida a la indignación, de modo que la bestia
cese, sin que se desborde y espante”. (Parece como si estuviera hablando de hoy
en que se quiere abestiar al hombre, en que la bestia se desborda y espanta y
en que todos estamos buscando salida a la indignación).
Martí no expresó sus afirmaciones
sobre la lucha de clases y la lucha por la independencia de las naciones en
frías formas filosóficas o en tratados o sistemas teóricos. Las expresó en
formas a la vez racionales y emocionales buscando de manera profunda, y con una
pasión intensa, la “claridad” y la “sinceridad”, muy fuertes ambas en su vida,
y muy vinculadas a su lucha por “la vida nueva” en esa forma a la vez emocional
y práctica que expresó con su “fe en el mejoramiento humano” y… en lo que llamó
“la utilidad de la virtud”, expresiones ambas que ensamblan los motivos de una
pasión intensa y las preocupaciones de una lucha en que se piensa cómo ganar,
cómo lograr lo que se quiere.
El rico legado de Martí corresponde
a una estrecha vinculación entre el concepto, la palabra y la acción. Sin esa
vinculación, lo que Martí dice no s entiende bien, se entiende a medias, se
entiende mal. El legado, en su versión escrita y vivida, no sólo alcanza una
gran belleza sino una gran fuerza. El pensamiento estrechamente vinculado a la
acción le da otro sentido a la palabra. Funde la palabra con la cosa. Quien
escucha la palabra sabe quien la dice. Y por quien la dice entiende que como
promesa va a ser cumplida, y que como descripción o explicación de lo que pasa
corresponde a hechos ciertos sobre lo que ocurre y sobre lo que es necesario
hacer para lograr un objetivo. Y si la validez de lo que dice depende tanto de
la moral de quien lo dice como de su saber y experiencia, el que oye entiende
que lo que dice es en principio válido y confiable. Y esta junta de moral en la
lucha y de la experiencia en el luchar y pensar es base de una fuerza especial:
de confianza que integra las acciones colectivas por metas comunes y que se
enriquece todavía más con la invitación de quien se expresa a que lo corrijan
quienes lo oyen si tienen otra visión o información…
Martí como fuente de una cultura más
que de una ideología, hoy se enfrenta mejor que nadie a seguir luchando en
plena crisis de las ideologías tras los procesos de restauración y
recolonización del capitalismo. El gran triunfo de los neoconservadores no sólo
consistió en la restauración mundial del capitalismo –con excepción de Cuba-
sino en la eliminación de la lucha ideológica (como quería Daniel Bell) y en su
sustitución por luchas de grupos de interés y grupos de presión, grupos de
corrupción y grupos de intimidación dentro de la llamada “clase política”. Al
ver cómo todos los partidos políticos votan por la misma política del saqueo y
la represión neoliberal, ya sean comunistas, socialistas, populistas,
demócratas o conservadores… Al ver tan inusitado espectáculo se da una fuerte
crisis de las luchas ideológicas. Y en ese momento la “utilidad de la virtud” y
todo el realismo político-moral de la lucha por “la nueva vida” adquieren una
importancia enorme.
Es más: “que la palabra sea la cosa”
y que se reconozca “la utilidad de la virtud” permiten redefinir y recuperar el
pensamiento profundo de Marx y de su crítica creadora. Llevan a vincular esa
otra fuente del pensamiento y la acción con la cultura de un pueblo en el que
se difunde el poder de la virtud como base de la cooperación y la confianza y
de la creación histórica. Desde la vida misma de Martí se enriqueció la
profunda intuición de lo que en forma sistemática proviene del marxismo. En el
Partido Revolucionario del Pueblo Cubano se incluyó a quienes serían fundadores
del primer partido comunista, quienes por su parte contarían entre sus
herederos con algunos de los teóricos más brillantes del comunismo latinoamericano,
y entre ellos, con Julio Antonio Mella.
El éxito de la Revolución Cubana y
su inmensa capacidad de resistencia serían inexplicables sin la fuerza que
significan la moral de lucha y el valor en el combate para la construcción de
un mundo que se encamine a la justicia y la libertad, practicándolas al andar.
Martí planteó la posibilidad de convencer “con el valor sencillo y la palabra
franca” a quienes tienen valor y de suyo respetan la franqueza. Anunció así
que: “del valor oculto crecen los ejércitos del mañana”. Pero no se quedó en
eso: hizo el elogio de Marx como “organizador incansable.”
Y esta es otra razón por la que
resiste y triunfa la revolución cubana: el mito del foco guerrillero en que
veinte jóvenes valientes pueden cambiar la historia, nada tiene que ver con el
carácter de “organizadores incansables” que tuvieron los dirigentes del “26 de
Julio” con las organizaciones de base en Santiago a cargo de Frank País, la de
La Habana que originalmente promovió y articuló Armando Hart, o las de la sierra
y las playas, éstas últimas a cargo de Celia Sánchez, que fueron quienes
descubrieron y salvaron a los náufragos del Granma, y entre otros a Fidel.
En la lucha actual, “vaciada de
ideologías” por el imperialismo norteamericano con la política preconizada por
Teodoro Roosevelt de “la zanahoria y el garrote”, hoy en todo su apogeo, la
moral es arma vital contra la corrupción. Y el valor y entereza son valiosos
recursos contra la intimidación y el terror. Que moral y valor aparezcan entre
contradicciones de corrupción y traición no es la característica general de la
revolución. Si lo fuera ya habría sido derrocada. La característica general es
la valentía reflexiva y la honestidad incorruptible de los líderes del proceso
revolucionario, y de la inmensa mayoría del pueblo cubano, moral, política y
militarmente organizado para defender la justicia social y la independencia
nacional en una fusión o “complejo” del pueblo que gobierna mediante un inmenso
entramado de colectivos y agrupaciones donde el diálogo, la discusión y el
consenso convalidan, corrigen, practican y enriquecen las decisiones
fundamentales del poder popular nacional y social con su partido y su gobierno,
hechos difíciles de entender en el discurso a que estamos acostumbrados. Y si
bien “el hombre nuevo” sigue siendo un hombre con contradicciones, se trata sin
embargo de un hombre que aprende a encauzar o contener sus contradicciones y a
confluir en los consensos y las acciones concertadas.
Dicho de otro modo: Cuba ha podido
resistir porque su población sabe muy bien lo que significaría perder la
independencia y la justicia social que defiende como poder del gobierno-pueblo,
un poder que se enfrenta con éxito al poder articulado del “complejo”
militar-empresarial-y-político del imperialismo, con sus asociados y
subordinados…
La democracia en Cuba consiste en
que el pueblo sabe que si no defiende a su propio gobierno pierde la soberanía
y la justicia social que con los servicios de educación, salud, vivienda y
trabajo sigue impulsando el pueblo-gobierno día a día, no sin verse obligado a
hacer algunas concesiones como la zona de turismo destinada a allegarse
divisas, o el incremento de la propiedad privada y los empleos comerciales que
buscan disminuir el peso de una excesiva burocracia, reforma en parte limitada
y corregida tras una inmensa auscultación que en este año del 2012 frenó en
gran medida los proyectos privatizadores excesivos y desestabilizadores, aunque
no haya todavía dado el peso y la importancia necesaria a las cooperativas, y
más que nada a los sistemas de cooperativas de actividades múltiples:
agrícolas, industriales y de servicios, horno y escuela de culturas solidarias,
y freno de la cultura individualista del mercado… Y como de contradicciones se
trata, ¿por qué no señalar la redoblada lucha, contra la corrupción que genera
la economía informal, o en que han caído algunos altos funcionarios hoy
encauzados judicialmente, e incluso aprisionados, medidas que sin dar fin a
esos graves problemas frenan su peso y el peligro que representan por débiles
que sean… Reconocer y enfrentar a las necesarias contradicciones de toda lucha
de los pueblos por la independencia y la justicia social forma parte también
del legado martiano y explica por qué resiste y avanza Cuba.
Es indudable que en las condiciones
señaladas la lectura de los clásicos del pensamiento emancipador cobra una
inmensa originalidad y supera la simple perspectiva del mundo y el capitalismo
global visto desde las metrópolis. Las experiencias y percepciones que se dan
en el mundo colonial o recolonizado siguen reformulando conceptos y viviendo
experiencias que enriquecen la lucha ideológica por la independencia, la
democracia, la justicia social y el socialismo. Entre las aportaciones más
significativas a nivel mundial destacan con las de Cuba, los planteamientos que
“desde abajo y a la izquierda” hacen los pueblos mayas del sureste mexicano,
conocidos como zapatistas, con sus aportaciones universales a las autonomías de
los pueblos discriminados y oprimidos, a la pérdida del miedo como un elemento
epistemológico fundamental, al enaltecimiento de la dignidad y la autoestima
frente a las “acciones cívicas” de la guerra contrainsurgente que se ha
convertido en guerra de recolonización al servicio del capital corporativo.
También destacan las aportaciones de los pueblos indios descendientes de los
Incas y su rica filosofía del “buen vivir”, y a ellas se añaden las
experiencias y reflexiones que desde fuera y desde dentro del Estado se dan en
Bolivia y Venezuela, y cuyo futuro sólo es viable si entre contradicción y
contradicción los pueblos van adquiriendo un creciente poder en los gobiernos,
que les permita como “complejo de poder popular-gubernamental” resistir al
asedio de las corporaciones y sus apoyos del imperio y de las oligarquías.
En la imposibilidad de referirme en
este breve espacio a las reestructuraciones de la lucha de clases y las luchas
por la independencia y la democracia que se dan en nuestro tiempo, termino con
otro legado de Martí que explica la sorprendente capacidad de resistencia y
revolución que muestra Cuba; me refiero al nivel cultural y educacional de su
población. Escojo uno entre los muchos pensamientos de Martí sobre la educación
y la cultura:”Se debe enseñar conversando, como Sócrates, de aldea en aldea, de
campo en campo, de casa en casa”. Así dijo. Y eso es lo que hace la Revolución
Cubana a lo largo de su historia, no sólo en Cuba, sino en África, en América
Latina… Sólo que en Cuba la organización de las conversaciones para enseñar y
aprender, para preguntarse y responderse, para informar e informarse se realiza
en colectivos de aldeas, de ciudades, campos, fincas, fábricas, casas, y es
parte de la compleja trama para la toma de decisiones en el ir y venir de las
líneas de mando del pueblo—gobierno. Con un añadido a lo prescrito por Martí,
que desde los primeros discursos al triunfo de la Revolución –y aun antes-
Fidel Castro le enseña al pueblo a gobernar, le enseña a tomar decisiones para
gobernar, y él por su parte aprende y aprende como construir el sistema de
actividades varias y de estrategias para una resistencia de “espectro amplio”
que hacen de Cuba hoy–con la impresionante participación de su pueblo– el país
más avanzado del mundo en la difícil lucha por la soberanía nacional, por la
democracia y por el socialismo.
Estos son algunos de los
“conocimientos ciertos” que permiten comprender por qué resiste Cuba.
Muchas gracias
Pablo González Casanova
Pablo González Casanova
Pablo González Casanova
Pablo González Casanova
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