Quisiera estar en ese remoto e inefable rincón de tu espíritu, donde
guardas… no sé, esas pequeñas alegrías que se atesoran como resguardos
que alientan cada paso. Grande ambición para un humilde escribano de los
tiempos; pero hay señales que me llegan de cuando en cuando como savia
palpitante, de una pureza tal, que no tengo otro remedio que curarme de
mí mismo y dar lo que no alcance mi bien. Estoy endeudado con tus
sueños, tengo la inmerecida obligación de tocarte ¬–aun en la distancia
(y no) que implica una hoja impresa¬– sin traicionar jamás ese empeño de
permanecer en este tierno y fiel compromiso de ser… El Diablo Ilustrado
Las grandes cosas suceden en los grandes corazones, dijo nuestro
José Martí. De ahí la importancia de depurarnos cada día, de remontarnos
sobre los bajos instintos o, incluso, sobre las buenas obras que
logramos, para hacerlas –si no perfectas, por imposible- lo mejor que
alcance nuestra fuerza espiritual. No es tarea fácil, cada paso en la
vida trae al menos dos opciones y, por lo regular, la que más ilumina es
la del sendero más empedrado, la que implica más renuncias, más darse
que recibir. Pero el atajo de lo ventajoso no llega muy lejos, las
pobres almas que lo escogen terminan reduciendo su mundo a unos pocos
placeres elementales; solo quienes se proponen altos sueños –conocen,
es cierto, de sacrificios y hasta penurias- llegan al umbral de la
felicidad, esa que da le orgullo de ser coherente con lo que se piensa.
Siempre hay tiempo para ser mejor; a veces no se puede o no se
sabe, lo peor es cuando no se quiere porque es más simple y
aparentemente provechoso el egoísmo, la trampa, las dobleces. Ya dijo El
Maestro que no hay más repugnantes cosas que sentimientos e indignaciones postizos.
La vida se hace cada día, en cada instante tenemos la oportunidad
de crecer, de rectificar algo que no estuvo bien; siempre es tiempo
para decir ¿cómo he sido? ¿qué ha guiado mi comportamiento realmente?
¿soy honesto con los demás, conmigo mismo? Y tras el examen tomar
decisiones que pueden conllevar hasta cambios importantes en la
personalidad y el carácter. Claro que para esto hace falta fortaleza
espiritual e ir cultivando el alma para que el conocimiento ayude a
nuestras reflexiones y a hacernos de un proyecto a seguir.
Llegar lejos, más allá de las apariencias, es algo que solo se consigue
con una gran honestidad y las máscaras son como moscas que nos rondan y
se nos posan cotidianamente. Nuestro Martí nos advierte: importa poco que las cosas se quiten de faz, si siguen en las entrañas.
Profundizar en la vida, en la relación con todo lo que nos rodea (las
personas, la naturaleza, el arte, la historia, -que nos circunda en el
tiempo-, el acontecer mundial…) es una manera de crecer que nos abre las
puertas hacia estadíos más altos de la especie humana y te harán
merecedor de los mejores afectos, del más elevado amor.
En una carta escribió Martí: hay en la esencia del alma una voz
solemne e imperiosa, que se oye en son de inexplicable alegría cuando
bien se obra, y en penetrante palabra acusadora cuando se ha obrado poco
cuerdamente. Claro que todo esto depende del ser que se somete a
juicio a sí mismo, que se calibra con sinceridad. Hay quienes pasan por
los días sin revisarse, importándole poco cómo actúan, buscando solo el
beneficio (casi siempre material) que les pueda sacar a los otros. Diría
Martí: se labra mucho el oro. ¡El alma apenas! Pero estos son
infelices, con más o menos objetos, que no es mi ocupación central;
sobre todo, porque estoy seguro que tú no eres así.
La vida termina siempre juzgando a quienes la han tallado. Cada cual
es escultor de su propia vida y ella termina premiando a su creador(a)
con la felicidad o no, con que le hayan moldeado. Cada hora de tesón, sacrificio, entrega, que inviertes en esculpirla, será premiado al final con la belleza.
No con ánimo de sermón, te invito a caminar los días con ternura.
Aprovecha el privilegio de vivir y búscale el sentido a este lugar que
ocupas en el mundo. No te canses de aprender, de buscar; en los libros y
en la vida, y recuerda que la vida se nos da y la merecemos dándola.
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