Foto: Jorge Luis González / Granma |
Por Tubal Páez.
Del próximo mes de octubre a diciembre se desarrollará en todo el
país el último proceso de rendición de cuenta del delegado a sus
electores correspondiente al actual mandato. La ocasión resulta propicia
para reflexionar sobre el Poder Popular,
en momentos en que se multiplican las ideas, las opiniones y los
cuestionamientos sobre el accionar del sistema político cubano, y cuando
se acaban de cumplir cuatro décadas de la elección de los primeros
representantes del pueblo como parte de la experiencia de Matanzas.
Como principio esencial de nuestra democracia socialista, aquellos
pasos fundacionales de la nueva institucionalidad, en 1974, convertían
jurídicamente en realidad la participación de las masas en el ejercicio
del poder estatal en todas las instancias.
Eran el resultado del desarrollo de una cultura cívica superior luego
de 15 años de participación popular en la defensa de la Patria, la
edificación de la obra revolucionaria y una práctica democrática basada
en el diálogo permanente del pueblo con sus principales dirigentes. Fue
una etapa en la que muchas palabras recuperaron su significado y otras
surgieron para expresar nuevos sentimientos.
Quedaban atrás los prejuicios y el rechazo de las mayorías hacia todo
lo que podría recordarles el régimen político que se hundió con la
tiranía en 1959, caracterizado por la marginación y el engaño
generalizados, los privilegios de una élite explotadora y la
subordinación de Cuba a los intereses de la potencia extranjera que se
apoderó de nuestras riquezas. Junto a una soberanía castrada, los
cubanos heredamos de la ocupación militar yanki, no sin resistencia, el
accionar de maquinarias politiqueras profundamente corruptas, que
“legitimaban” periódicamente el esquema político existente en los
Estados Unidos, que José Martí desnudó en sus Escenas Norteamericanas.
Al clausurar el seminario impartido a los primeros delegados en Matanzas, el compañero Raúl Castro expresó:
“En la circunscripción electoral la máxima autoridad no la tiene el
delegado elegido, sino el conjunto de los electores: son estos los que
le otorgan el mandato para que los represente en sus problemas, quejas y
opiniones: son estos los que pueden revocarlo en cualquier momento
cuando no responda a sus intereses. Por ello, es el delegado el que
rinde cuenta ante los electores y no a la inversa. Son las masas de la
circunscripción las que tienen el máximo poder, el poder primario; el
poder del delegado es derivado, otorgado por las masas”.
Minutos antes, les había orientado: “Deben ustedes, como les
planteara Fidel, crear, en todas las dependencias administrativas del
Poder Popular y en todos los centros de producción y servicios del Poder
Popular, el hábito de tratar esmeradamente, exquisitamente al público y
tomar todas las medidas que sean necesarias para lograr este importante
propósito”.
Premisa de esos principios, entre otros, ha sido el perfeccionamiento
permanente del sistema de órganos del Poder Popular, como muestran las
reformas a la Constitución, la adopción de nuevas divisiones
político-administrativas, el surgimiento de los Consejos Populares y su
ley correspondiente, así como otras leyes, acuerdos, reglamentos y
normativas que precisan funciones y dan respuesta a cambios en la
realidad social.
Más recientemente, con el experimento de Artemisa y Mayabeque, que
entre otras cosas separa las funciones de los presidentes y
vicepresidentes de las asambleas municipales y provinciales, de las
correspondientes a los jefes de los consejos de la Administración en
esas instancias, se busca hacer más estrechas y efectivas las relaciones
con la población y asegurar el precepto constitucional según el cual
“las masas populares controlan la actividad de los órganos estatales, de
los diputados, de los delegados y de los funcionarios”.
El cumplimiento de lo aprobado en el VI Congreso del Partido
y que mediante el Acuerdo 60/VII de la Asamblea Nacional el pueblo hizo
suyo, implica estudio y aplicación, impensables sin la participación
del pueblo, que es el protagonista principal de la materialización de
los cambios.
Pero es innegable que las nuevas tareas que deben asumir los
delegados como parte de la responsabilidad inherente a su cargo y a la
dinámica de las transformaciones en curso, les demandan un enorme
esfuerzo y un tiempo del que a duras penas disponen, toda vez que por
sus servicios a la colectividad no cobran salario y todos —excepto los
jubilados— cumplen diariamente su jornada laboral.
A ello se suma el desgaste por las presiones que desde abajo reciben
por parte de algunos electores que les reclaman la solución de disímiles
asuntos, mientras ciertas visiones administrativas desde arriba los
describen y tratan como mensajeros problemáticos.
Los presidentes de las asambleas municipales y provinciales, los
miembros de los consejos de administración y demás cuadros y
funcionarios, por su parte, se ven enfrentados a un cúmulo creciente de
realidades que impactan en la vida de las personas. Ello implica más
consagración, planificar y organizar mejor su labor, trazar estrategias
de comunicación hacia lo interno y externo e innovar y cambiar estilos
de trabajo.
Esa realidad debe estudiarse de forma multifactorial para modificar
lo que sea necesario; sin embargo, la labor actual de los órganos
locales del Poder Popular sería más efectiva si todos: electores y
elegidos, autoridades políticas y administrativas conocieran en
profundidad, y cumplieran e hicieran cumplir lo que está vigente para
asegurar el funcionamiento del sistema en sus distintas instancias.
Burocratismo, subestimación o desatención a la autoridad de los
delegados y diputados, y sobre todo del pueblo, provocan disgustos en la
ciudadanía, lo cual se suma a la política de mortificación permanente
del imperialismo y sus fuerzas monumentales lanzadas de manera
minuciosa, permanente y criminal contra Cuba, en distintos formatos.
Las asambleas de rendición de cuenta del delegado
En los contactos sistemáticos en los territorios con electores,
delegados, presidentes de Consejos Populares, de asambleas municipales y
provinciales y con directivos empresariales de organismos y
organizaciones, el diputado Esteban Lazo Hernández,
presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, ha reiterado la
importancia del vínculo con la población, cuestión que se recoge en los
Objetivos de la Primera Conferencia Nacional del Partido.
Lazo aprovecha cada oportunidad para precisar conceptos sobre el
papel de los representantes del pueblo y en especial el de la máxima
autoridad de la circunscripción, que son los electores, pues si esto no
se reconoce, desvirtúa o ignora, entonces ellos no se sentirán en el
disfrute pleno de sus derechos ni de participar y trabajar en la
solución de muchos de los problemas que les atañen o afectan.
Esos electores tienen la gran responsabilidad, además, de elegir o
revocar en su circunscripción a los integrantes de las asambleas
municipales del Poder Popular —dos de los cuales ocuparán los cargos de
presidente y vicepresidente—, de aprobar al Consejo de la Administración
local, el plan económico-social y el presupuesto, y proclamar a los
candidatos para las elecciones de diputados y delegados provinciales.
Por eso debe darse a las reuniones del delegado con sus electores, el
mismo valor que se da a la Asamblea Municipal, a la Asamblea Provincial
e, incluso, a la Asamblea Nacional. Si eso no se logra, los cimientos
sobre los cuales descansa el edificio de nuestro modelo, erosionados por
la rutina y el formalismo, no tendrán la solidez requerida.
Las causas de un descenso en los reportes de asistencia a las
Asambleas de Rendición de Cuenta —sin hablar de las suspensiones o
posposiciones de estas— tienen varias razones, entre ellas una
convocatoria apresurada, pobre divulgación y accionar de los llamados
factores de la circunscripción, un espacio no adecuado para el
encuentro, y sobre todo la ausencia de vecinos de los cuales la
comunidad espera una actitud más consecuente.
Si se tiene en cuenta que quienes integran las fuerzas más activas de
la sociedad, de cuyo ejemplo depende en gran medida la actitud de los
demás, vemos que todos viven en la comunidad: los militantes del Partido
y la Juventud, los cuadros de las organizaciones políticas, de masas y
sociales, los jefes y funcionarios de los organismos de la
administración central del Estado, los combatientes y oficiales de las
instituciones armadas, los directores de empresas, los profesionales,
intelectuales, periodistas, profesores, científicos y otros vecinos
destacados.
Es lógico que esa presencia en esos encuentros en los barrios —que
ocurren dos veces en el año— enriquece el debate, refuerza el papel del
delegado, de las propias asambleas, de los consejos populares y el
accionar de las masas en el barrio para enfrentar importantes desafíos
como las manifestaciones de indisciplina social e ilegalidades, sin
desdeñar el valor de lo que son capaces las masas que siempre tienen
presente aquello que Cervantes puso en boca del Quijote, hace 400 años:
“no es un hombre más que otro si no hace más que otro”.
No es justo generalizar las reuniones de rendición de cuenta como tediosas e insustanciales,
o los reportes inaceptables de asistencia “inflados”, en el
convencimiento de que una concurrencia alta es sinónimo de calidad, pues
abundan ejemplos de seriedad e iniciativa, donde esos encuentros son
una fiesta de civismo, que se aprovecha para reconocer a niños, jóvenes y
ciudadanos más destacados de la comunidad, promover el diálogo
sobre los problemas colectivos y concretar la búsqueda de la unidad, el
consenso, la identidad y el sentido de pertenencia de los ciudadanos por
la comunidad, el territorio y el país.
“Construir ese consenso —en opinión de la diputada Ana María Mari
Machado, vicepresidenta de la Asamblea Nacional—, significa llegar,
mediante la expresión clara de las ideas, después de escuchar diversas
opiniones, a una decisión para la solución o identificación de un
problema, subrayando que apoyar esa decisión es lograr la disposición de
todos, sin que de inicio haya sido lo exactamente pensado por algunos.
En otras palabras, es la posibilidad de escuchar e intercambiar diversos
argumentos expresados de modo transparente y realizar análisis
colectivos de aquellos para llegar a consensos que beneficien a todos,
que como se sabe no significan unanimidad”.
Los planteamientos de la población
El delegado tiene la responsabilidad de escuchar, recepcionar y
viabilizar las opiniones y propuestas de las personas, pero no es un
administrativo y por lo tanto no es quien tiene que tapar los huecos, ni
hacer el pan u otra tarea; pero lo que sí le corresponde es exigir que
todo se haga bien, como gobierno que es en su área, junto con los
electores, ha reiterado Lazo.
Una de las insatisfacciones de la ciudadanía está relacionada con las
respuestas a muchos de sus planteamientos, porque no se le dan, no
resultan convincentes, quienes las dan no las explican bien, no dominan
la materia o sencillamente no se apegan a la verdad.
Según datos de la Asamblea Nacional, más del 40 % de los
planteamientos de los electores tiene solución, y muchos los puede
resolver el director de una empresa, de una unidad presupuestada o el
jefe de cualquier institución, puesto que detrás de un planteamiento
suele haber una deficiencia administrativa. Si se garantizara la calidad
de los servicios y productos, si se redujera el exceso y lentitud de
los trámites, y las administraciones trabajaran bien, desaparecerían
muchas quejas irritantes.
Con frecuencia, ciertos debates suelen enredarse en la discusión de
algo que para materializarse demanda millones de dólares o pesos, que
conllevan inversiones o recursos. Una parte sustancial de los reclamos
de la ciudadanía —que son necesidades reales de las personas o las
comunidades, solo pueden realizarse con aumentos importantes y
sostenidos de la producción, de la eficiencia económica o de ahorros
sustanciales.
Pero no es lo mismo una nueva red para extender el servicio eléctrico
que cambiar una bombilla del alumbrado público, como tampoco es igual
construir un acueducto que reparar un equipo de bombeo o eliminar un
salidero. Entonces, si persiste un conjunto de problemas sencillos de la
gente, y lejos de ser amables con ella y darle respuestas claras, se le
maltrata o se le hacen promesas imposibles de cumplir, se le abre cauce
al descrédito y se deteriora el estado de ánimo de la población.
“Si esta Revolución es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo —ha
dicho el Presidente de nuestro Parlamento—, cuál otro debe ser el
sentido de la existencia de una entidad o de un dirigente revolucionario
sino el propiciar la mayor alegría y tranquilidad a ese pueblo”.
Roberto Armas, quien se ocupa del análisis de los planteamientos en
las Oficinas Auxiliares de la Asamblea Nacional, considera que en esto
se evidencia, con mucha frecuencia, falta de acometividad, organización y
control en las direcciones administrativas.
“Por ejemplo, cuando leemos las actas de consejos de dirección,
explica, a veces descubrimos que señalamientos que les atañen se
examinan superficialmente, o no se precisa cuándo o quién se encargará
de la solución o de dar una oportuna y razonada respuesta, eso sin
contar que no hay que esperar a que se reúnan los directivos para actuar
sobre un problema, ni esperar al periodo de rendición de cuenta para
emprender un maratón de soluciones, ni olvidarse de que algo resuelto
puede de nuevo convertirse en queja si persisten las causas que la
motivaron”.
Para qué voy a plantear algo si no lo van a resolver es un
pensamiento predominante en muchas personas; pero es útil que sepan y
puedan exigir en consecuencia que el proceso de atención a lo que
expresa la ciudadanía —tanto en las reuniones de vecinos, como en los
despachos del delegado, en otros encuentros o en cartas—, está detallado
en el Acuerdo 6560 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros.
Ese documento norma los pasos a seguir por las administraciones a
todos los niveles de dirección y del papel de cada cual en la
tramitación y solución de los planteamientos de los electores, y los
clasifica en quejas, sugerencias, solicitudes y denuncias. Es por eso
que conducir adecuadamente ese proceso requiere preparación y dominio.
Para asegurar la solución de muchos problemas se ha decidido irlos
incorporando al Plan de la Economía, mas cuando este se incumple suelen
darse diversas excusas, como que faltó o no alcanzó el financiamiento,
que no se recibió todo lo necesario, que no llegó a tiempo, que no había
con quién ejecutarlo, etc. Lo real es que si ciertamente la inversión
estaba incluida en el Plan es porque tenía aprobado ya el presupuesto y
firmados los contratos para los recursos materiales y humanos.
No pocos planteamientos tienen raíz en indisciplinas de los propios
ciudadanos, en la tolerancia de autoridades administrativas y de
representantes del pueblo, que han propiciado la aparición de
microvertederos o el surgimiento desordenado de barrios donde no se
podía, y es allí cuando los moradores después empiezan a pedir agua,
calles o carretera, ómnibus y teléfonos, sin las infraestructuras
indispensables, pero costosas, para llevar esos servicios que necesitan
primero la escuela, el consultorio, el comercio, etc.
La diputada Ana María Mari adiciona un factor decisivo y es la
importancia de que quien asuma alguna responsabilidad social “debe poner
empeño en su capacidad de comunicar, pues entre otras habilidades y
competencias necesita cumplir las reglas para una buena comunicación:
saber escuchar a los demás, saber expresar adecuadamente sus argumentos
con fluidez, con un lenguaje apropiado y con palabras comprensibles a
quienes lo escuchan, y de garantizar que los otros puedan expresarse y
también sepan escuchar, pues es necesario comprender lo que cada parte,
en lo individual o colectivo, desea expresar y argumentar”.
“La Revolución Cubana propicia espacios de infinitas posibilidades
para eso, como son los mecanismos del sistema de órganos locales del
Poder Popular en la comunidad, la circunscripción, el Consejo Popular,
las asambleas y sus comisiones de trabajo, así como de nuestras
organizaciones políticas y de masas, en los centros de trabajo, de
educación, de investigaciones sociales y en las secciones de opinión en
la prensa, entre otros”, explica la vicepresidenta de la Asamblea
Nacional.
Si a ello unimos el genio colectivo, la experiencia acumulada por las
masas en la épica de nuestro devenir histórico, y sobre todo la
sabiduría de Fidel, quien siempre insistió en el hábito de no dejar de
pensar y pensar hasta encontrar la solución de un problema, no habrá
empeño que no pueda lograrse. En ese clima debemos juntarnos todos para
lograr los objetivos de la próxima rendición de cuenta de los delegados a
sus electores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario