Por Armando Hart Dávalos.
Cuba presenta como respuesta a la fragmentación y decadencia de las
ideas modernas que se observa hoy en el mundo la solidez de un
pensamiento cultural orientado a la integración y el equilibrio que
tiene raíces en la mejor tradición occidental, la que desde José Martí
los cubanos venimos renovando y actualizando con los progresos de la
ciencia y la cultura universal.
Si se repasa la literatura política, social y filosófica del siglo
XX, se encontrará que en el sustrato se halla, tanto en lo que llaman
izquierda como derecha, el pensamiento socialista, y dentro del mismo el
de Marx y Engels, para apoyarlo o para tergiversarlo, pero siempre ese
tema figura como un fantasma que recorrió y recorre el mundo.
Las raíces fundamentales de las ideas filosóficas de la cultura se
pueden encontrar en los más grandes descubrimientos científicos de la
historia de Occidente. Que el sistema social dominante, en Europa y en
Estados Unidos, no haya extraído las conclusiones filosóficas que se
derivan de sus grandes descubrimientos científicos, es prueba de su
incapacidad para comprender el recorrido, desde la más remota
antigüedad, de la ciencia y de la cultura creadas por el hombre.
Correspondió, sin embargo, a José Carlos Mariátegui, desde lndoamérica,
con su saber profundo, en especial con la guía del materialismo
histórico, exaltar el significado de los descubrimientos de estos tres
hombres: Darwin, Marx y Freud. Afirmó que eran rechazados por las masas
por razones sicológicas ya que se resistían a admitir los aportes que
para la cabal comprensión del hombre y de la sociedad habían hecho estos
tres sabios. Sin embargo, decía Mariátegui, lo grande del hombre reside
precisamente en que habiendo nacido de esas raíces —el reino animal, la
economía y el sexo— se elevó a las más altas escalas de la
espiritualidad. Esta concepción está en el sustrato del pensamiento de
Martí y de la cultura cubana decimonónica.
La singularidad humana en la historia universal radica en que el
hombre toma conciencia de su propia existencia, de su pertenencia a la
naturaleza y se plantea como exigencia descubrir y descifrar el misterio
de lo desconocido. Es el único ser viviente que tiene ese reto, de ahí
nace la cultura hasta convertirse en segunda naturaleza. Ella es, a la
vez, claustro materno y creación de la humanidad. No hay hombre sin
cultura y esta no existe sin el hombre y este afán por descubrir lo
lleva al extremo de intentar encontrar el sentido de su creación. No
hay, obviamente, respuesta racional a este interés humano; sin embargo,
en parte la puede hallar aquí en la tierra cuando asume que todos los
hombres, sin excepción, tienen derecho a una vida plena de felicidad
tanto material como espiritual y, por tanto, facilitar que supere la
enajenación social a que está sometido. Ahí nacen la ética y la
necesidad de ejercer la facultad de asociarse que Martí sitúa como el secreto de lo humano.
Alguien me dijo una vez críticamente que yo consideraba que todo era
cultura. Le respondí: la cultura está en todo y donde no se halla se
encuentra la ignorancia, el camino de la barbarie y también la
mediocridad carente de entusiasmo creativo. Recordaba Luz y Caballero
que el entusiasmo nunca fue patrimonio de los mediocres.
Estas ideas vienen de la tradición espiritual de la nación cubana y
están presentes en la política de nuestra Revolución triunfante el 1º de
enero de 1959. Félix Varela —dijo Luz y Caballero— nos enseñó a pensar.
Podríamos agregar: Luz y Caballero nos enseñó a conocer, José Martí a
actuar y Fidel Castro a vencer.
Todo este aporte del patrimonio cultural cubano, de la unión entre
pensar, conocer, actuar y vencer, resulta cada día más necesario para
enfrentar los retos políticos, ideológicos y culturales del siglo XXI.
Debemos asumir plenamente estos desafíos con Martí y sus radicales
concepciones acerca de la educación como medio eficaz para alcanzar la
felicidad y el mejoramiento humano: Ser culto es el único modo de ser libre.
El drama ha tomado dimensión infinitamente superior al de cualquier
época anterior y las dificultades son también infinitamente mayores que
nunca antes, pero no deja de ser el drama humano y como tal hay que
enfrentarlo. Cuando se debata acerca del futuro de la civilización y de
la idea del progreso en estos inicios de siglo hay que tomar en cuenta
un principio esencial de la filosofía de Marx y Engels. No se trata de
describir los fenómenos, sino de que el hombre emprenda las acciones
necesarias a favor de la liberación humana.
Ha llegado la era de que la filosofía se ocupe, además de interpretar.
No se trata de plantearse un modelo, sino de un principio ético
universal: la liberación del hombre por el hombre, sin la cual la
historia habrá concluido y no precisamente del modo que predijo un
tecnócrata del imperio, sino de verdad.
Para defender los intereses de las masas trabajadoras y explotadas,
que son los de la humanidad, y enfrentar los elementos del desorden que
el sistema social imperialista está generando, debemos exaltar la
historia de la cultura humana desde la más remota antigüedad hasta este
nuevo milenio sin traumas ni “ismos” ideologizantes que desde el mítico
Prometeo encadenado vienen imponiéndole freno de forma dramáticamente
recurrente a la imaginación, la inteligencia, la ternura y al espíritu
solidario y asociativo que se halla potencialmente vivo en la conciencia
y naturaleza humana.
Desde Cristo y Espartaco hasta Che Guevara hay una historia de
retrocesos y avances, pero ha quedado en pie, erguida, la imagen de los
grandes forjadores de las ideas redentoras y es obligación de quienes
sentimos el ideal cubano orientados por la cultura contenida en La polémica filosófica
y en el pensamiento de José Martí alertar sobre los gravísimos
problemas de desintegración cultural que una nueva fase de
internacionalización de la riqueza desarrollada sobre bases
imperialistas está creando en el mundo.
Cuba presenta como respuesta a la fragmentación y decadencia de las
ideas modernas que se observa hoy en el mundo la solidez de un
pensamiento cultural orientado a la integración y el equilibrio que
tiene raíces en la mejor tradición occidental, la que desde José Martí
los cubanos venimos renovando y actualizando con los progresos de la
ciencia y la cultura universal.
Un pensamiento de Fidel Castro nos puede servir de guía esencial para emprender esta tarea:
El gran caudal hacia el futuro de la mente humana consiste
en el enorme potencial de inteligencia genéticamente recibido que no
somos capaces de utilizar. Ahí está lo que disponemos, ahí está el
porvenir [...]
José de la Luz y Caballero, La polémica filosófica cubana 1838-1839.
Biblioteca de clásicos cubanos, Casa de Altos Estudios Don Fernando
Ortiz, Universidad de La Habana Imagen Contemporánea, año 2000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario