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Finalmente, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, habló
ante el Congreso de los Estados Unidos. A pesar de las constantes
oposiciones a su alocución, el premier sionista pudo exponer durante
buen rato sus reservas acerca de las negociaciones para alcanzar un
acuerdo nuclear entre Irán y el grupo 5+1 (integrantes del consejo de
Seguridad de la ONU más Alemania).
Netanyahu, como se esperaba, dedicó esfuerzos a criticar las
conversaciones para la búsqueda de un acuerdo entre Irán y Estados
Unidos, principales actores de este proceso, por considerarlas dañinas
para la seguridad de la región y en especial de Israel.
En este intento desesperado por torpedear el derecho de Irán a
utilizar la energía nuclear con fines pacíficos, Netanyahu lamentó que
su alocución ante el Congreso estadounidense haya generado controversia.
Muchos apuntaron desde un inicio que su interés era utilizar el viaje a
los Estados Unidos como un último impulso frente a las elecciones.
En su discurso, cargado de una retórica guerrerista, alertó del peligro que supone para todo el mundo un Irán con armamento nuclear, obviando las reiteradas ocasiones en que la propia nación persa ha esgrimido el carácter pacífico de su programa nuclear, por ejemplo, para la generación de electricidad.
Y, por supuesto, obvió el hecho de que los organismos internacionales
no descartan que Israel posea más de 200 ojivas nucleares, que no
dudaría utilizar contra los países árabes.
Se trata de un ensayo desesperado por provocar divisiones entre
EE.UU., el resto de los países que integran el consejo de seguridad de
la ONU y otros países europeos cada vez más alejados de Israel.
Cuando las tensiones entre Irán y EE.UU. parecen estar en su estado
mínimo —con el canciller Mohammad Javad Zarif y el secretario de Estado
John Kerry cerrando este miércoles otra ronda de negociaciones
bilaterales en Suiza—, Netanyahu pretende provocar una reacción
antiraní y promover una nueva guerra en el Oriente Medio, con la que
Israel siempre ha estado a favor.
El acuerdo, que tiene como plazo límite julio de este año,
permitiría a Teherán mantener su programa nuclear con fines pacíficos y
eliminar las sanciones impuestas por EE.UU. y las potencias
internacionales.
Resulta contradictorio que Netanyahu se emplace frente al órgano
legislativo de EE.UU., y diga frases como “debemos estar unidos para
frenar la marcha iraní de conquista, represión y terror”, cuando la
humanidad aún conserva en la memoria las sangrientas imágenes de Gaza
siendo bombardeada por tropas israelíes.
EE.UU., por sus propios intereses, al menos se sienta a negociar con
el propósito de llegar a un consenso; Israel ni siquiera hace el
intento, lo que demuestra su oposición a cualquier tipo de coexistencia
pacífica.
Al respecto el presidente estadounidense, Barack Obama, comentó que
el primer ministro israelí no ofreció ninguna alternativa viable a las
conversaciones nucleares con Irán. Su alternativa, señaló, es que no se
alcance ningún acuerdo.
Lo cierto es que contrario a lo que espera Netanyahu, su exposición no tendrá el efecto deseado. Hamed Abutalebi, consejero político próximo al presidente, Hassan Rohani, dijo que el discurso les favorece.
Esta táctica de Netanyahu “reforzará las diferencias entre demócratas
y republicanos, entre el Congreso y el gobierno, pero también entre
EE.UU. y el régimen sionista”, escribió Abutalebi en su cuenta de
Twitter.
Asimismo, ni Obama ni ningún alto cargo de la administración recibió a
Netanyahu y 53 congresistas demócratas se opusieron y no asistieron al
discurso del primer ministro israelí, que fue invitado por el presidente
de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, sin
consultarlo previamente con la Casa Blanca.
Si alguna conclusión sacamos de toda esta parafernalia discursiva, es
que Netanyahu no habla en nombre de todos los judíos y detrás de su
intransigencia se esconde el propósito de sembrarse en el poder de cara a
las elecciones a mediados de este mes en Israel.
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