La Guerra No Convencional de EE.UU. contra Cuba |
Por
José Ramón Rodríguez Ruiz.
En 1963,
Allan Dulles (1), jefe de la CIA en la época de Girón, escribió un libro titulado El
Arte de la Inteligencia, que dedicó uno de sus capítulos a la estrategia de
subversión contra la URSS, en el que apuntó:
“Sembrando el caos en la
Unión Soviética sustituiremos sus valores, sin que sea percibido, por otros
falsos, y les obligaremos a creer en ellos.
Encontraremos a nuestros
aliados y correligionarios en la propia Rusia. Episodio tras episodio se va a
representar por sus proporciones una grandiosa tragedia, la de la muerte del
más irreductible pueblo en la tierra, la tragedia de la definitiva e
irreversible extinción de su autoconciencia.
[…]
La honradez y la
honestidad serán ridiculizadas y presentadas como innecesarias, y convertidas
en un vestigio del pasado. El descaro, la insolencia, el engaño y la mentira,
el alcoholismo y la drogadicción, el miedo irracional entre semejantes, la traición,
el nacionalismo, la enemistad entre los pueblos y, ante todo, el odio al pueblo
ruso. Todo esto es lo que vamos a cultivar hábilmente hasta que reviente como
el capullo de una flor”.
Fue
precisamente Dulles quien refiriéndose a la triunfante Revolución Cubana el 12
de febrero de 1959 señaló: “Cual niños ellos serían capaces de hacer casi cualquier
cosa”. Con su estilo prepotente, nos juzgaba como a niños
descarriados que merecían castigo, pero advertía que había que hacerlo con
habilidad, mañosamente. (2)
El triunfo
de la Revolución Cubana el 1o de enero de 1959, marcó el inicio de una etapa
aún más difícil de la historia patria, en cumplimiento de un presagio de Fidel
en su discurso al pueblo reunido en el campamento militar de Columbia, sólo
siete días después.
La primera
razón de esa dificultad la definió el propio Comandante en Jefe en los días
previos a Girón: “No
nos perdonarán jamás haber hecho una Revolución Socialista a 90 millas de sus
costas, desmontando, con empeño nacionalizador y soberano, una dominación
neocolonial que sumía a la Isla en la miseria y la injusticia, mientras los
magnates se agenciaban millonarias ganancias y los gobiernos recibían órdenes
de la embajada de EE.UU.”
El castigo
solicitado por Dulles a causa de nuestra rebeldía, comenzó desde el triunfo
mismo, y así iniciaron las conspiraciones y agresiones. Uno de los pilares de
la estrategia de EE.UU. y la proyección de su agresividad contra la Isla fue el
empleo de la contrarrevolución, tanto interna como externa, y la subversión
política e ideológica, que halló cuerpo en la propaganda enemiga y el
agrupamiento contrarrevolucionario.
Fue
interés nacional de EE.UU. subordinar las actividades de la contrarrevolución a
los lineamientos de la política de Washington (3). Todo ello formó parte de la
prioridad de seguridad nacional que para la Casa Blanca constituía en ese
entonces la lucha contra los Movimientos de Liberación Nacional; el socialismo
y la URSS.
El método
elegido queda claro al analizar el discurso de los líderes de la época. En un
encuentro realizado con especialistas de la comunidad de inteligencia, John F.
Kennedy expuso lo siguiente: “En la medida en que los medios militares se tornan más
mortíferos, que una creciente cantidad de países tienen acceso a ellos, la
guerra de subversión, la guerra de guerrillas y otras formas de lucha adquieren
mayor significación. En la medida en que las armas termonucleares sean más
poderosas, y existan menos posibilidades para su empleo, las operaciones
subversivas desempeñan un papel cada vez más relevante”. (4)
La propia
invasión a Playa Girón constituyó una de las formas de aplicación práctica de
esta doctrina. El empleo de una fuerza mercenaria, sustituta de las propias
fuerzas estadounidenses, entrenada y asesorada por esa nación, cuya pretensión
era iniciar en Cuba una resistencia que pudiera recibir el apoyo directo de
EE.UU. y de esa forma derrocar al Gobierno Revolucionario.
El fracaso
de Girón hizo al propio Kennedy indicar: “[…] examinar de cerca todas nuestras prácticas, y programas
en las áreas de las actividades militares y paramilitares, insurgencia y
contrainsurgencia que no sean de guerra abierta. Pienso que necesitamos
reforzar nuestro trabajo en este campo”. (5)
La
solicitud de Kennedy fue cumplida, y como resultado de las experiencias
analizadas, nuevas formas de guerra encubierta y agresión subversiva se
desataron contra Cuba. La Operación Mangosta y el periodo que se recoge en
nuestra historia como la Lucha Contra Bandidos, fueron la ejecución práctica de
la intención del gobierno de EE.UU., de destruir a la Revolución Cubana sin
necesidad de una agresión militar directa contra la Isla o como preludio de
esta.
El núcleo
central de esta etapa fue el empleo de la contrarrevolución interna y las
bandas armadas, como fuerzas sustitutas o auxiliares, mientras el escenario de
subversión era reforzado con todo tipo de acciones de guerra económica,
sabotaje y operaciones de inteligencia de la CIA, entre otras.
Un
memorando del Departamento de Defensa, de fecha 25 de julio de 1962, resume
estas intenciones. Al hacer una revisión de la Operación Mangosta, en el punto
referido a sus objetivos señala: “[…] EE.UU. ha emprendido esfuerzos especiales con el
objetivo de ayudar a Cuba a derrocar a un régimen comunista”, para
ello, eran necesarias, entre otras, “acciones encubiertas, políticas y económicas, para inspirar
una revuelta en Cuba o desarrollar la necesidad de una intervención de EEUU”. (6)
El fracaso
de estos y otros planes no significó la renuncia a este tipo de procedimientos
para intentar derrocar al Gobierno Revolucionario y restaurar el capitalismo en
Cuba. De una forma u otra, tal proceder ha sido una constante en el conflicto
histórico entre ambas naciones, que ha entrado, a partir del 17 de diciembre
último en una etapa singular y novedosa.
En
aquellos momentos de nuestra historia tiene su génesis la utilización de la
Guerra No Convencional como forma de agresión de EE.UU. contra Cuba. Es
necesario saber si en los nuevos escenarios se renunciará a las acciones subversivas
y encubiertas, a fin de lograr el ansiado objetivo para el cual han declarado
ineficaz una política de más de 50 años. A ese empeño dedicaremos nuestros
análisis en esta serie de trabajos.
Referencias:
1. Allen
era el hermano menor de John Foster Dulles, Secretario de Estado de Eisenhower
y asesor de política exterior de la mayor confianza. Los dos hermanos estaban
en constante y fácil comunicación; a menudo, después de un día de trabajo,
Allen pasaba por casa de Foster para repasar asuntos pendientes. Nunca un
Secretario de Estado y un Director de la CIA disfrutaron de una relación tan
cerrada. Esto molestó a algunas personas: “Es una relación que sería mejor no tuviera que existir”,
comentó el presidente de un comité nombrado por Eisenhower para investigar la
agencia. Eisenhower no estuvo de acuerdo: “Parte del trabajo de la CIA es
extensión del trabajo del Departamento de Estado”. Tomado de: Guerras
Encubiertas, Piero Gleijeses, Cubadebate, 25 de enero 2015.
2. Alarcón
de Quesada, Ricardo: Medio siglo de Revolución. Cincuenta momentos históricos,
Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2008, pp. 5-9.
3.
Valdés-Dapena Vivanco, Francisco: Operación Mangosta. Preludio de la invasión
directa a Cuba, Editorial Capitán San Luis, p. 8.
4. Ibídem.
5. Ibídem.
6. Office of the Secretary of Defense. Memorandum for
the Special Group (Augmented) 25 julio 1962.
Como
expresamos en la primera parte de este trabajo (1), los errores que condujeron al
fracaso de la invasión mercenaria de Playa Girón fueron minuciosamente
analizados por la administración Kennedy. A raíz del fracaso, Kennedy confió al
general Maxwell Taylor la misión de describir, explicar y establecer
conclusiones sobre las causas que determinaron la debacle de la Operación
Pluto. (2)
La
designación de un general para esta tarea no se considera por los historiadores
una casualidad. Era indiscutible que el Departamento de Defensa de EE.UU.
tendría una importante presencia en los nuevos planes subversivos contra Cuba,
oponiéndose a criterios existentes en la época entre jefes del Ejército de
EE.UU., de que la Guerra No Convencional no merecía consideraciones serias o
esfuerzos de los militares. (3)
No
obstante, como ya expresamos, el esfuerzo desplegado en la subsiguiente
Operación Mangosta fue exhaustivo y contundente. Las agencias y el Departamento
de Defensa de EE.UU., concibieron en conjunto una operación que aglutinó
esfuerzos en casi todos los ámbitos de la vida nacional de Cuba. Planes de
desestabilización que preveían el desarrollo de huelgas; demostraciones contra
la Revolución; atentados contra principales dirigentes; sabotajes y rebelión
abierta, etc.
En sus
orientaciones la Operación Mangosta establecía: "Cuando el movimiento popular
ocupe un territorio importante de Cuba, debiera formar un gobierno provisional.
Esto permitirá la ayuda abierta de América Latina y EE.UU. si se pide y es
necesaria. Una situación de gobierno militar existirá para el periodo inicial y
tenemos que insistir en el realismo de este periodo de transición que precede
al control civil razonable." (4)
Pero ¿por
qué fracasaron tan abarcadores propósitos contra Cuba, a pesar de la minuciosa
planificación y los millonarios expendios?
Recientemente,
al referirnos en las páginas de Cubadefensa a la publicación del documento
doctrinal más actualizado de EE.UU. sobre la Guerra No Convencional, la
Publicación de Técnicas del Ejército 3-05.1 (ATP 3-05.1) (5), alertábamos que en su interior
podía hallarse el caso de Cuba, como “Ejemplo selecto de actividades de Guerra
No Convencional patrocinadas por EE.UU.”. Sus aseveraciones, aunque referidas a
la invasión mercenaria de abril de 1961, contribuyen a contestar la
interrogante anterior.
La CIA
cometió […] errores en su campaña de Guerra No Convencional contra Cuba.
Aunque existían algunos esfuerzos razonablemente exitosos en el desarrollo de
una clandestinidad, no estaban lo suficientemente diseminados o coordinados
para organizar una campaña de resistencia popular sostenida. (6)
La
información de Inteligencia sobre las condiciones en Cuba era insuficiente y engañosa.
Según los
expertos estadounidenses, los esfuerzos de Guerra No Convencional contra Cuba
en estos primeros años carecieron de mecanismos de apoyo e infraestructura
encubiertos, así como de una adecuada preparación y organización política
popular y clandestina, incluida la guerra de guerrillas. (7)
La
autocrítica abarca incluso el área de las operaciones psicológicas, la
propaganda y la subversión, que según afirman: deben ser adecuadas antes de
tomarse la decisión de una acción armada.
En
esencia, no existían condiciones en la Isla para el avance del esfuerzo no
convencional. Entre esas condiciones, se hallan las que ya conocemos como de
factibilidad y conveniencia: no había en Cuba un gobierno debilitado; una
población segmentada, ni una oposición fuerte y capaz de resistir. En cambio,
todos los recursos se emplearon para intentar quebrar la voluntad del pueblo
mediante las carencias, las dificultades sociales y la subversión política.
En los
años subsiguientes, los esfuerzos de Guerra No Convencional contra Cuba
pretendieron corregir los “errores” de Girón y los que Mangosta tampoco pudo
resolver. Las bandas armadas en regiones como el Escambray, cuya génesis se
sitúa en los delincuentes, prófugos de la justicia y antiguos miembros de los
cuerpos represivos de la tiranía, fueron indiscutiblemente estimuladas por
EE.UU.
Quizás sea
en este punto de nuestra historia, a mediados de los 60, donde las actividades
de EE.UU. contra Cuba se aproximaron más al objetivo esencial de la definición
de Guerra No Convencional: el empleo de una fuerza de resistencia, auxiliar
y clandestina, en un área denegada, para derrocar a un gobierno adversario (8), lo que requirió el apoyo y
suministro a esta por parte de las Fuerzas Armadas de EE.UU., incluidas las
infiltraciones de sus unidades especiales.
EE.UU.
había aprendido que los exiliados por largos períodos –aunque sean nativos del
país objetivo– no son sustitutos para insurgentes activos operando dentro de la
población (9) y por ello, el bandidismo contrarrevolucionario
subsistió hasta 1965, siendo incapaz de articular una resistencia efectiva
contra el Gobierno revolucionario, pero dejando una estela de muerte,
asesinatos, secuestros, violaciones y desmanes, cuyos ecos de dolor resuenan
aún en nuestros días.
El
fracaso de Girón, de la Operación Mangosta y la derrota de las bandas armadas,
no significaron el fin de la violencia contrarrevolucionaria,
ni de la aplicación de la Guerra No Convencional
contra Cuba. Seguiremos su curso en una próxima entrega.
Referencias.
1. Ver La
Guerra no Convencional de EE.UU. contra Cuba (I), publicado en http://www.cubadefensa.cu/?cu=node/3132
2. Valdés-Dapena
Vivanco, Francisco. Operación Mangosta. Preludio de la invasión directa a Cuba.
Editorial Capitán San Luis, p 9.
3. “Understanding Unconventional Warfare and U.S. Army
Special Forces”, Teniente Coronel Grdovic, Mark, Revista Special Warfare septiembre-octubre
2006, pp. 14-24.
4. Valdés-Dapena Vivanco, Francisco. Operación Mangosta. Preludio de la
invasión directa a Cuba. Editorial Capitán San Luis, p 38.
5, 6, 7, 8, 9. http://www.cubadefensa.cu/?q=documentos-doctrinales-eeuu
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