Foto: Roberto Ruiz |
Por Dario Machado Rodríguez
La negación del voluntarismo que entrañan los Lineamientos de la política económica y social del partido y la revolución
en modo alguno puede significar la negación de la voluntad claramente
consciente de orientar en dirección al socialismo la construcción de la
sociedad cubana, sin ello el mercado ganará la pelea.
No es un secreto para nadie que en todos estos años de avances y
retrocesos, Cuba no ha logrado poner sobre sus propios pies la economía
nacional. Se ha discutido mucho sobre las causas de esta realidad que
nos ha acompañado por más de 50 años que llevamos enarbolando el ideal
socialista, pero en modo alguno es posible excluir de la explicación las
coordinadas referidas a las características subdesarrolladas de partida
que tuvo la revolución, la escasez de importantes recursos minerales
económicamente relevantes, la hostilidad generalizada y la guerra
económica del Estado norteamericano contra Cuba que aún persiste, la
inequidad que impone el mercado capitalista mundial, el retraso
tecnológico de los socios del desaparecido CAME, el abrupto descalabro
del socialismo en Europa del Este y la URSS, nuestra ignorancia y
nuestros propios errores.
Hay quien cree que todo pudo haberse solucionado con otro enfoque de
la organización económica y política de la sociedad cubana, lo que
resulta también una perspectiva voluntarista, como si las decisiones que
se hubiesen tomado, por más esperanzadoras y perfectas que se imaginen
habrían podido enfrentar mejor o incluso resolver en igual tiempo los
graves problemas estructurales internos y blindarse ante los mundiales y
ante la acción perversa y hostil de los EEUU, factores que han incidido
e inciden en los procesos socioeconómicos.
No se trata de minimizar ignorancias, o de justificar errores que, de
paso, todavía no han tenido una valoración política sustantiva y
convincente, que forme parte de la argumentación del camino en lo
adelante. La historia es como ha sido. Eso no se puede cambiar, pero
cabe preguntarse si el camino que tomó la revolución cubana de priorizar
al máximo la salud y la preparación intelectual y cultural masiva de
los cubanos, de proteger a toda la población, de poner en primer plano
las inversiones en la infraestructura, de preservar la cohesión, la
independencia y la soberanía nacional y cultivar la solidaridad
internacional y el altruismo, no ha resultado a la larga
estratégicamente decisivo para afrontar las realidades de hoy.
Y de eso se trata, de mirar hacia adelante aprovechando las
experiencias del pasado y construyendo colectivamente las vías hacia el
futuro.
Hay quien –bajo el lema de “liberar las fuerzas productivas” llega a
pensar la variante peregrina de desarrollar al máximo el mercado
manteniendo la superestructura política formalmente imaginada, como si
la acción del mercado no influyese a la sociedad en su conjunto.
Si el mercado fuera una función simplemente económica otro sería el
cantar, pero no es solo eso. El mercado es un mecanismo socioeconómico
apoyado por los intereses del capitalismo mundial, que es hoy pasto de
una criminal manipulación financiera, política y militar. Si el mercado
en nuestro medio no estará sometido a una eficiente acción reguladora
respaldada por una real y eficiente participación popular en todos los
órdenes, terminará imponiendo su lógica y jerarquía en todos los ámbitos
de la vida social, terminará comprándolo todo. La naturaleza será
mercancía, la cultura será mercancía, la salud será mercancía, la
educación será mercancía, la política será mercancía, lo que hoy es
política social terminará reducido a las migajas de la beneficencia y
la caridad, que no dejará de tener, eso sí, grandes y emotivos titulares
en el mundo simbólico, también comprado por el mercado.
El socialismo está lejos de ser una realidad plena en nuestra
sociedad, pero el socialismo es ahora, se construye desde ahora. No se
abre un paréntesis para dar una oportunidad al desarrollo de las fuerzas
productivas bajo el signo del mercado y cuando el país sea
económicamente fuerte pensar entonces en el socialismo. El socialismo,
en tanto ideal, propósito social compartido, tiene su justificación
histórica en la probada incapacidad del capitalismo de asegurar la
justicia social.
No se oyen lo suficiente en nuestro mundo simbólico y político los
conceptos de socialismo, construcción del socialismo, ética socialista y
la discusión acerca de los desafíos que ello implica y el
esclarecimiento de los caminos para superarlos, no tenemos una
concreción del ideal socialista. Como todo ideal el propósito socialista
está necesitado de la terrenalidad de la explicación que lo vincule a
lo cotidiano en los diferentes .ámbitos del acontecer social. Esa acción
ideológica y política que encarne en la ofensiva de ideas que se
necesita es pobre hoy y debe ser objeto de la atención del VII Congreso
del Partido.
Mucho se ha discutido acerca de los conceptos “transición”, “período
de transición”, “duración de la transición al socialismo”, “construcción
del socialismo en lo fundamental” y otros ejercicios teóricos que como
suele ocurrir han esclarecido algunas interrogantes y abierto otras
muchas. No hay un modelo acabado de socialismo, es –como afirmó- Raúl
un camino ignoto, pero sí hay principios fundamentales que permiten
sostener ese camino y uno de ellos es que hay que construirlo, y eso no
puede dejarse para después.
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