Foto: Reuters |
Por Norelys Morales Aguilera
Introducción del libro electrónico "Raúl Castro en la ONU"
El
presidente cubano Raúl Castro Ruz, visiblemente emocionado, llega al asiento
reservado para los oradores por el protocolo de las Naciones Unidas, que
celebra el debate del 70 período de Sesiones de la Asamblea General, después de
haber intervenido ante el plenario, que expectante esperaba al mandatario a
menos de un año del anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas
entre Cuba y Estados Unidos.
Una
ovación cierra la intervención más aplaudida en las jornadas. Ocho veces fue
aplaudido en la sala, como señal de simpatía, durante los aproximadamente 18
minutos que se tomó en sus palabras.
Las especulaciones corrían a mareas
por los medios y las redes sociales, así como por los pasillos de la sede de la
ONU donde se habían dado cita más de un centenar de mandatarios. Pero,
cualquier cubano de la Isla sabía a qué se iba a referir respecto a su país, y
solo se esperaba por el tono de las mismas. Y, fue una lección de diplomacia
revolucionaria, donde no faltó posición alguna, ni renuncia a los valores de
una historia compartida, que enaltece la resistencia de la nación cubana.
Raúl
llegaba precedido de emocionantes jornadas en la Isla tras la visita del Papa
Francisco, un mediador importante, en el acercamiento de Cuba y Estados Unidos
tras 55 años de relaciones signadas por el entorno de la Guerra Fría, y la
frustración de los sectores más reaccionarios de Estados Unidos, cuyas acciones
contra la Isla, dejaron miles de muertos, mutilados, daños materiales, y un
bloqueo injusto que clasifica como acto de genocidio según la Convención de
Ginebra.
Asimismo,
venía del singular momento de la firma en La Habana, de los primeros acuerdos
para la paz en Colombia entre las FARC-EP y el Gobierno colombiano, proceso en
el cual Cuba, junto a Noruega han sido uno de los garantes del diálogo, con el
acompañamiento de Chile y Venezuela.
Raúl,
en el asiento para los mandatarios frente al podio de la Asamblea General de la
ONU, emocionado y contenido, resultaba el hombre modesto y firme a la vez, que
describen compañeros cercanos. También cuentan que es sumamente organizado,
ordenado, sistemático, exigente. Enemigo acérrimo de la injusticia. Predica con
su ejemplo. Un padre preocupadísimo por la educación y el cuidado de sus hijos.
Un hombre criollísimo, afable, atento, chistoso, con un carácter muy abierto y
profundamente humano.
Pero,
allí estaba, también mirando hacia adentro, el hombre que hoy preside los
destinos de Cuba, llevando la voz de una nación por el camino que abrió el
liderazgo de Fidel Castro, quien permitiera que por méritos propios, ese
hermano de sangre y colaborador infinito, tuviera el mandato singular de
actualizar el modelo económico de Cuba, sostener las conquistas de la
Revolución, y continuar hacia el socialismo próspero y sustentable, que aspira
la mayoría absoluta de sus compatriotas.
Había
llegado a Nueva York al mediodía del jueves 25 de septiembre de 2015. En
el aeropuerto John F. Kennedy era recibido por el embajador José Ramón Cabañas
Rodríguez y el representante permanente de Cuba ante Naciones Unidas, Rodolfo
Reyes Rodríguez. Algo impensado hace apenas un año.
Sus
palabras recibieron más aplausos de los que se habían oído en la intervención
de Obama esa misma mañana o de cualquier mandatario europeo, reportó Dpa.
La
agenda fue intensa en Nueva York. Se volvió a reunir con François Hollande,
después de la visita que el presidente francés hizo a La Habana en mayo como el
primer mandatario de una potencia occidental en visitar Cuba desde el anuncio
del acercamiento a Washington, y también conversó con el líder ruso Vladimir
Putin.
Tuvo
una entrevista con un grupo bipartidista de legisladores norteamericanos que
han mantenido posiciones favorables al cambio de la política estadounidense
hacia Cuba.
Raúl
y Obama posaron finalmente estrechándose las manos el martes para los
fotógrafos. El líder cubano, aparentemente ya acostumbrado a las citas
históricas, esbozó una sonrisa al constatar la mayor estatura de su homólogo
estadounidense.
La
televisión cubana había mostrado las imágenes de Raúl siendo recibido por el ex
presidente estadounidense Bill Clinton en Nueva York, quien firmara la nefasta
ley Helms-Burton para complacer a la ultraderecha miamense. También el alcalde
de la ciudad, Bill de Blasio, se tomó un tiempo para saludarlo personalmente.
Seis
días en Nueva York -hasta 30 de septiembre-, no dejaron jornada sin ser
noticia. Mandatarios, hombres de negocios y amigos de la Isla, cubanos o no,
fueron parte de la dimensión de ese pequeño país, capaz de visualizar por sus
dirigentes y ciudadanos, los grandes asuntos planetarios, y a su vez, el valor
de la solidaridad como piedra angular de un nuevo mundo, aún soñado, pero
posible.
¿Acaso Raúl Castro allí tenía en mente momentos de la
historia que ha vivido como protagonista en cinco décadas, o confirmaba alguna
de las visiones de Fidel, que es imposible que no le acompañen?
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