Por Raúl Antonio Capote
Cubanos somos todos, vivamos donde vivamos nuestro amor por Cuba. Los que la adoramos por sobre todas las cosas, los dementes lúcidos que
la defendemos y cultivamos, los que hacemos obra diaria, los que
construyen, los que sangran y padecen por ella, los que ríen, bailan y
disfrutan sus triunfos, los que saben que no hay cielo tan azul como su
cielo, ni luna tan brillante, ni madre tan celosa de sus hijos, alma del alma el centro.
Hay quienes se marchan de la Isla sin
mirar atrás, (y quienes están en ella sin estar) el largo de sus
bolsillos es la medida de su amor por ella, la doblan en el rincón más
apartado del alma, si les queda, y la sacan a la luz en alguna que otra
conmemoración, cada vez más preñada de sombras ajenas. Terminan
odiando, -odian mucho- y luego la olvidan hasta que es solo un recuerdo
apolillado y la sueñan una estrella más, esclava entre las barras, una
más en el montón de estrellas de cielo extraño.
Hay quien se llama cubano y la denigra
con la pasión del odiador, esclavos de alma ruin, patria es su estómago
insaciable, no la olvidan pero la odian, nunca mueven un dedo por ella
pero baten lenguas con la furia de un ciclón hambriento, la frustración
les mata la capacidad de amarla, les va mal y la culpan, les va bien y
la disminuyen, sufren una especie de pasión espuria, enfermiza, que les
quita el sueño y lastra la vida.
No faltan lo de alma canija a quienes
todo lo ajeno les parece siempre mejor, los alérgicos a todo esfuerzo,
los cobardes, los cipayos, los que se venden, lo que creen superior
todo lo extranjero, los que aman la servidumbre porque les libra del
esfuerzo y el sacrificio de los libres.
Otros creen que la patria les debe,
siempre les debe, garroteros, prestamistas desalmados, frustrados de
toda ralea, oportunistas de toda laya la ven como una sirviente, como
una especie de esclava doméstica que está ahí para ellos, los
predestinados. Patria significa para esos canijos, escalera para subir,
pedestal para lucir, presa, almacén, lugar de saqueo, marco para sus
“honores”.
Hay quienes nunca se van de Cuba,
estén donde estén, a algunos el abismo les nubla la vista y caen lejos
de la tierra que llevan siempre en sus corazones, otros optan por
buscar lejos sustento de familia, que es deber de padre y madre, de
hermano y hermana, de sangre, por los caminos del mundo Cuba les
acompaña, va con ellos, les alivia el dolor, consuela sus penas, cura
sus llagas, a ella dedican la primero y la última mirada del día.
Cuba es objeto de adoración de los
cubanos, a ella nos debemos, la mayoría de sus hijos le dedicamos
nuestra vida, defendemos el vivir con patria y sin amos. Ella la novia de Frank, la agonía y deber de Martí, la cosa divina, sinónimo de libertad para Fidel,
la tierra que peleó 100 años por ser libre, la que alzó a sus hijos
para redimirnos aquel 10 de octubre de 1868, patria de poetas
guerreros, nos pide hoy que agucemos la mirada, todos juntos sus hijos,
que nos volvamos yunque, piedra de monte, sabios, inteligentes hijos de
Varela, que no envainemos la espada, que no pleguemos la bandera, seamos
escuadrón cerrado y flexible de ideas, como el sable de acero toledano
de nuestros abuelos que se dobla pero no se parte, machete Collins
garantizado que corta clavos de línea y cañones de fusil, luz de china,
tambor africano, empeño ibérico, riada de sangres que no saben ser
esclavas. Para que un día Carlos Manuel de Céspedes, no tenga que
abandonar su tumba gloriosa para recordarnos, como juró en la Demajagua,
nuestro deber con ella. Para que no tengan, nuestros hijos y nietos,
que pedir de rodillas la patria que nuestros padres nos ganaron de pie.
Lei este escrito de Raul Antonio Capote hace un par de días y me emocionó,lo he vuelto a releer hoy y me encanta.Con vuestro permiso me lo he guardado.
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