Desfile por el Día Nacional, llamado también Día de la Hispanidad. Transmitido en directo por TVE1 |
Por Vincenzo Bacile
"Auschwitz fue la moderna aplicación industrial de una política de exterminio sobre la cual se había largamente basado la dominación europea del mund".Sven Lindqvist, Exterminad a todos los salvajes
Imagínense, por un solo momento, que están de visita en Alemania. Es
un día 30 de septiembre cualquiera, de un año cualquiera. Familias
enteras han bajado a la calle para disfrutar los últimos días de calor
antes de la inminente llegada del otoño y del frío. Muchas calles están
cerradas al tránsito de automóviles. Hay policía en todas partes.
Aviones en el cielo exhiben los colores de la bandera germánica y de
algún rincón de la ciudad llegan las notas del himno nacional. Se
respira solemnidad y militarismo en todas partes.
Armados de una cámara y con una curiosidad innata en cualquier
turista, se dejan guiar por los sonidos hasta llegar a una hipotética
calle principal de Berlín. Se encuentran en el medio de un desfile. Un
cordón de seguridad los separa de una parada militar. Cientos, quizás
miles, de uniformados están marchando bien ordenados, uno tras otro,
frente a unos espectadores privilegiados que los admiran y contemplan
desde las alturas de un palco. Con un poco de esfuerzo, logran ver
algunos de los miembros de la platea. Algunas son caras conocidas.
Logran reconocer a la canciller alemana y algún otro ministro de su
gobierno. Las otras caras, aunque desconocidas, deben pertenecer –
ustedes imaginan – a otro miembro importante de la vida política de ese
país.
Tratan de acercarse aún más pero ya llegaron al límite del cordón.
Aun no entendiendo lo que se está celebrando, se dirigen a un transeúnte
cualquiera para preguntarle a qué se debe tanta solemnidad. Éste le
responde:
“Hoy es el día de la Fiesta Nacional alemana. Hace mucho tiempo
lo celebrábamos como Día de la Raza pero las ideas han cambiado y hay
cosas que no pueden hacerse ya. Hace muchos años, el 30 de
septiembre de 1938, nuestros soldados cruzaron las fronteras nacionales
de nuestro Reich dirigiéndose hacia Checoslovaquia. La historia de los
años sucesivos debería conocerla. En muy poco tiempo logramos expandir
nuestra influencia en gran parte del continente. Claro, hubo sombras y
cosas malas ocurrieron, pero para Alemania y los alemanes ese día
significó mucho: fue el comienzo de un período, breve pero glorioso, de
proyección cultural más allá de los límites nacionales”.
Acaban de enterarse de que Alemania celebra con nostalgia y
patriotismo el día que dio comienzo al expansionismo nazi en Europa y
llevaría a la Segunda Guerra mundial y a todas sus consecuencias en
términos de vidas humanas, aunque – sin saber bien el por qué – el
exterminio del pueblo judío es la primera o única tragedia que les viene
a la mente.
Sigan imaginando un minuto más. ¿Cuál es su reacción? ¿Cuáles
sensaciones pasan por su mente? ¿Cuáles sentimientos despiertan en su
corazón? ¿Indignación? ¿Desconcierto? ¿Rabia? Pueden dejar de imaginar.
Aférrense a esta indignación, vuelvan a la realidad y sigan leyendo.
Hoy, 12 de octubre, el Reino de España, decadente ruina de un
igualmente decadente antiguo imperio colonial, celebra, una vez más, su
día de Fiesta Nacional, antaño conocido como Día de la Raza. Entre desfiles militares, aviones que dejan en el cielo los símbolos patrios y la exhibición de su poder
militar, España recuerda lo que fue sin duda alguna el paso inicial que
abrió camino al más grande genocidio de la historia humana, es decir,
el prácticamente total extermino físico de los pueblos de las Américas y
el aniquilamiento de sus culturas, en Europa conocido como Descubrimiento de América y en el reino ibérico considerado, por ley, como un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos.
Ya no es un ejercicio de imaginación. Es la dura y cruda realidad de
este lado del mundo. Y aquí llega, o debería llegar, el terrorífico
descubrimiento. La terrible indignación que nos produciría enterarnos
que Alemania celebrara el comienzo del expansionismo nazi por Europa
desaparece por completo, abriendo paso a la indiferencia, al
desconocimiento o a la ignorancia, cuando se trata de la historia de
España, y semejante relación podría hacerse también con la de otros
países, como Inglaterra o Estados Unidos.
¿Por qué – como seres humanos – no reaccionamos en la misma manera
frente a eventos tan parecidos? ¿Por qué razón las millones de víctimas
que padecieron bajo el delirio de conquista nazi nos suscitan más
empatía que las decenas de millones de personas que fueron exterminadas
en las Américas? ¿Qué diferencia hay entre Hitler y los Reyes Católicos?
¿Por qué habría que utilizar dos parámetros distintos para evaluar a
los jerarcas nazis y a los llamados conquistadores españoles? Todos
fueron seres humanos despiadados. Todos derramaron hectolitros de
sangre. Adolf Hitler o Isabel de Castilla, Heinrich Himmler o Hernán
Cortés, Erich Priebke o Francisco Pizarro. Todos fueron gobernantes
genocidas o asesinos sanguinarios.
Todos. Pero hay una diferencia esencial. Hitler y los nazis hicieron
algo imperdonable para los ciudadanos del viejo continente: llevaron la
matanza a Europa, nos la hicieron vivir y experimentar, cometieron sus
crímenes en la que debería ser la cuna de lacultura moderna y de la civilización. Los demás asesinos, las ilustres figuras del
pasado europeo y/o español, perpetraron sus abominables crímenes mucho
más allá de nuestras seguras fronteras continentales, en lugares ajenos a
nuestras percepciones. Lo que ellos hicieron no huele a muerte. Es una
fascinante fabula, convertida en historia, protagonizada por valientes
hombres que siguieron un natural espíritu aventurero y se enfrentaron a
todo tipo de peligro en nombre de algún improbable objetivo supremo.
Poner al mismo nivel lo que hizo Hitler en Europa con lo que hizo
España en las Américas, sería algo bien complicado que llevaría consigo
consecuencias insoportables. Tomar verdaderamente conciencia de que las
víctimas del nazismo representan una pequeña e ínfima fracción de lo que
el mañoso imperio ibérico hizo, en la sombra, más allá del Atlántico,
significaría cuestionar, como europeos y/o españoles, lo que somos, de
donde procedemos y las bases que forjaron nuestra actual condición de mundocivilizado;
nos obligaría a asumir una auténtica responsabilidad histórica hacia
aquellos pueblos que fueron exterminados en nombre de cuantiosas teorías
económicas, sociales y biológicas; tumbaría los cimientos de todas
nuestras convicciones; nos llevaría a objetar la real herencia de
quienes fueron los principales protagonistas de aquellashazañas, cuyos nombres hoy abundan por las calles de todo el continente, y especialmente de España, donde – entre un Núñez de Balboa, un Hernán Cortés y unaPlaza Colón – se consume la construcción del pasado, en una orgía de indiferencia y olvido histórico.
La historia la escriben los ganadores. Se sabe. Y a nosotros esto nos
conviene. Es más sencillo y reconfortarte así. Necesitamos seguridades.
Necesitamos certezas. Necesitamos tener bien clara la separación de los
bandos y saber que nacimos y crecimos en el lado correcto. Esta, y sólo
esta, es la sencilla razón que le permite – y en cierto modo hasta le
impone – a España sacar del pasado a sus personales momias, exhibirlas
en pompa magna, en la más completa impunidad, y presentarlas a
la posteridad como los próceres de un pasado de dudosa gloria, duro como
el acero, con olor a pólvora y terriblemente manchado de sangre.
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