Hace tan solo unos meses, la labor desplegada por la Brigada Médica
Cubana en la lucha contra el ébola llamó la atención de la comunidad
internacional y ocupó algunos de los principales titulares de los
grandes medios de prensa. El humanismo y la consagración de nuestros
profesionales saltaron a la palestra pública como un ejemplo de las
sólidas bases en las que se fundamenta el Sistema Nacional de Salud
Pública..
Principios de nuestra medicina que también se manifestaron diez años
atrás, en agosto del 2005 cuando, ante los visibles y destructores
efectos del huracán Katrina en Nueva Orleans, Cuba ofreció
desinteresadamente al gobierno de Estados Unidos enviar un contingente
de trabajadores de la salud para asistir a las víctimas. Este fue el
preámbulo de la creación del Contingente Internacional para el
Enfrentamiento a Situaciones de Desastres y Graves Epidemias “Henry
Reeve”, que en noviembre de ese mismo año dio las primeras muestras de
su heroísmo al auxiliar a los afectados por un devastador terremoto en
Pakistán.
Cuba ha colocado entre sus prioridades mejorar el estado de salud de
su pueblo. Los resultados están a la vista y han sido fruto de una
permanente voluntad política, sólida participación social e
intersectorial y del desarrollo constante de un sistema basado en la
formación ética de un capital humano suficiente, con alto nivel de
competencia de sus especialistas.
Desde el propio triunfo revolucionario han sido muchos los obstáculos
que hemos tenido que sortear y los intentos por impedir o
desestabilizar la concreción de un sistema sanitario que, a pesar de las
limitaciones económicas propias del subdesarrollo, arreciadas por el
bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de
los Estados Unidos, se enorgullece de ser universal, gratuito y
accesible a toda la población.
No debemos olvidar que en los primeros cinco años de Revolución cerca
de la mitad de los médicos que había en el país emigraron. Apenas unos 3
600 quedaron en el territorio nacional, pero su aporte fue decisivo
para formar a las nuevas generaciones e impulsar la asistencia sanitaria
y la necesaria investigación científica.
Así llegamos a tener más de 85 000 médicos y el mejor indicador del
mundo en el per cápita de estos profesionales: 7,7 por cada mil
habitantes, o lo que es lo mismo, un médico por cada 130 personas, cifra
que aun restando los 25 000 que se encuentran cumpliendo misión en el
extranjero es de 5,4, por lo que continúa entre las primeras.
Precisamente ese espíritu de compartir lo que tenemos y no dar lo que
nos sobra, principio que ha caracterizado a la Revolución Cubana desde
sus comienzos, llevó a nuestros profesionales a prestar sus servicios
tras el terremoto en Chile (1960) y la ayuda solidaria a Argelia (1963),
entre otros ejemplos.
Fueron estas las primeras páginas de una historia que hoy tiene como
protagonistas a más de 50 000 colaboradores cumpliendo misión en 68
países, de los cuales la mitad son médicos. Durante todos estos años
más de 325 000 trabajadores de la salud han cumplido 580 000 misiones
internacionalistas.
Más de 56 500 estudiantes se forman en nuestras aulas, de los cuales
alrededor de 10 700 provienen de otras naciones, como contribución
también al desarrollo de otros pueblos. Igualmente, se prepararán más de
25 000 especialistas, entre ellos 2 201 extranjeros.
La calidad científico técnica de nuestro personal de salud, su
formación, valores humanos, la forma en que establecen la relación
médico-paciente, entre otras cualidades, han determinado que sean
demandados en numerosos lugares del mundo. En este sentido, existen
convenios de colaboración Gobierno a Gobierno, en los que se establece
determinada compensación en beneficio mutuo. No obstante, Cuba no
olvida, ni olvidará su vocación internacionalista, continuará dando
ayuda desinteresada y gratuita a las naciones que lo requieran, como lo
hace actualmente en Haití, Níger, Honduras, Eritrea, entre otras.
Lo anterior no ha estado exento de campañas difamatorias para
desacreditar la labor de nuestros galenos, ni han sido pocas las
acciones contra la ética por parte de los gremios y colegios médicos,
que ven en los profesionales cubanos una amenaza al lucrativo negocio
que es la medicina capitalista.
El notable prestigio de nuestra salud pública en el contexto
internacional ha suscitado el interés de clínicas por contratar
profesionales cubanos para el ejercicio privado de la medicina. Ello
viene ocurriendo incluso en países amigos, aun cuando sus gobiernos no
favorecen ni comparten tales procedimientos.
Uno de los principales artífices del robo de talentos ha sido el
gobierno de los Estados Unidos, que desde los primeros años del triunfo
de la Revolución nos obligó a adoptar controles y regulaciones
migratorias para contrarrestar esta situación y ha continuado en su
interés desestabilizador mediante sorteos, emigración selectiva y la Ley
de Ajuste Cubano.
Asimismo, se mantiene vigente el Programa de Parole para
Profesionales Médicos Cubanos (Cuban Medical Professional Parole
Program), diseñado para incitar la deserción de los profesionales de la
medicina cubana durante el cumplimiento de sus misiones en terceros
países, establecido por el gobierno de George W. Bush desde agosto del
2006. Para ello, cuenta con agentes y activistas en los lugares donde
laboran nuestros médicos mediante convenios gubernamentales, que
presionan y ofertan facilidades de todo tipo a quienes deserten y
emigren al territorio norteamericano con la promesa de un mejor futuro
profesional, que en realidad solo es posible alcanzar por una exigua
minoría.
Este programa ha sido cuestionado por varios medios de prensa
norteamericanos, entre ellos el The New York Times, que lo calificó
como un “instrumento de fuga de cerebros cubanos, cortesía de EE.UU.”.
Ante tales circunstancias, Cuba continuará compartiendo sus modestas
experiencias a través de la cooperación internacional y, al propio
tiempo, reitera la necesidad de establecer negociaciones para la
contratación de recursos humanos a través de convenios institucionales,
que permitan balancear y actualizar la disponibilidad de nuestros
profesionales, sin dejar desprotegidos los servicios de salud a la
población.
Existe la voluntad de favorecer todas las vías posibles para mejorar
las condiciones de vida y trabajo de nuestros médicos. Se avanza en
incrementar el acceso a las tecnologías de la información, que les
permita, entre otras facilidades, llegar a los textos más actualizados
de las distintas especialidades; conceder becas en el extranjero para
aprender nuevas técnicas; ampliar la modalidad de misiones de
colaboración por períodos cortos (grupos itinerantes); propiciar la
participación en congresos y eventos nacionales e internacionales con el
objetivo de difundir sus trabajos científicos e intercambiar
experiencias con sus homólogos; así como adoptar las medidas necesarias
para lograr que continúen superándose y dando lo mejor dentro de la
profesión que, por sus virtudes humanitarias y su definida vocación,
escogieron como sentido de su vida.
Los profesionales de la salud que bajo los términos de la
actualización de la política migratoria han salido del país, ya sea por
un interés económico, familiar o de índole profesional, incluyendo
aquellos víctimas de las engañosas prácticas del vulgar robo de
cerebros, tienen la oportunidad, si así lo desean, de reincorporarse a
nuestro Sistema Nacional de Salud, a los que garantizará su ubicación
laboral en similares condiciones a las que tenían.
Cuba continuará apostando por la integralidad de su sistema de salud,
por potenciar la investigación y la producción científico técnica, en
función de solucionar los principales problemas de la población, como lo
ha hecho hasta ahora.
El sistema sanitario cubano tiene como principal fortaleza, el
capital humano formado durante todos estos años, que le permite
garantizar la salud de nuestro pueblo y al mismo tiempo continuar la
colaboración internacional.
Ministerio de Salud Pública
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