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Por Hedelberto López Blanch
La multimillonaria transnacional suiza Novartis sufrió una
derrota cuando el Tribunal Supremo de la India rechazó una demanda de esa
compañía y el pasado primero de abril dictó sentencia favorable a los
fabricantes indios de medicamentos genéricos.
El fallo también salvará a millones de personas que se
benefician con productos genéricos mucho más baratos y con la misma efectividad
en la salud de las personas que los ofrecidos por la transnacional.
La decisión representa una victoria para la industria de
medicamentos genéricos de India y otros países del mundo, que ofrecen medicinas
baratas a millones de personas.
Novartis se enfrascó desde 2006 en una larga batalla
judicial para tratar de revertir la negativa de India de aprobar la patente de
una versión actualizada de su medicamento contra el cáncer, Glivec.
Basándose enla Ley Nacionalde Patentes, el Tribunal Supremo
determinó que Glivec no es un producto nuevo, sino la versión mejorada de uno
ya existente y, por tanto, no representa una nueva invención con lo cual no
resiste la prueba de patentabilidad.
Además, se enfatizó que la aprobación de esa patente podría
amenazar el acceso en naciones pobres a alternativas menos costosas del
fármaco.
Este medicamento, una crema cristalina beta del mesilato de
imatinib, se utiliza para tratar la leucemia mieloide crónica y otros tipos de
cáncer pues el cuerpo absorbe hasta 30 % más que otros compuestos. Cuesta unos
2 600 dólares al mes, mientras que su equivalente genérico está actualmente
disponible en India por solo 175 dólares.
Como era de esperar, y a pesar de los tres fallos adversos
en su contra (2006, 2009 y 2013), la transnacional volverá a apelar el fallo
para lo cual cuenta con 90 días.
La organización Médicos Sin Fronteras (MSF), que labora con
gran cantidad de genéricos indios, había anticipado en una declaración que si
Novartis "tenía éxito, las patentes se concederán más ampliamente enla
India, algo que bloqueará la competitividad entre productores que hace que
bajen los precios".
Médicos Sin Frontera denunció en el documento que la
concesión de la patente a Novartis restringiría "el acceso a medicinas
asequibles a millones (de personas) enla Indiay el mundo en vías de
desarrollo".
Si la transnacional ganaba el pleito, se hubieran expandido
las concesiones a más patentes dentro del inmenso y populoso país lo que habría
debilitado ala Indiacomo el principal abastecedor de medicamentos baratos a
muchos países en desarrollo.
Según leyes que rigen en organismos internacionales,
impuestas por presiones de los países ricos y de las grandes compañías, los
derechos intelectuales son propiedad de los laboratorios farmacéuticos sobre
las fórmulas de los medicamentos que crean.
Durante cierto tiempo, el autor tiene esa medicina en
exclusiva y la vende al precio que estima conveniente. Des-pués de 20 años esos
derechos caducan, y cualquier laboratorio del mundo puede copiar la fórmula y
fabricar los mismos medicamentos, que venden mucho más baratos. Pero las
empresas realizan todo tipo de presión para que eso no suceda.
Una de las personas más competentes y conocedoras del tema,
como el estadounidense Premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, significó que
el sistema de patentes "pone en riesgo el acceso de la gente a los
medicamentos, a la par que las compañías farmacéuticas gastan más dinero en
marketing y publicidad, y desestiman la investigación. El sistema de propiedad
intelectual genera hoy presiones monopólicas, altos precios y poca
innovación".
Stiglitz añadió que hoy se investiga lo que el mercado
determina, no la ne-cesidad de las personas, y sobre todo, la cantidad de
clientes que padecen las enfermedades tienen que ser ricos.
Las transnacionales, basándose en acuerdos internacionales
como los dela Organización Mundialde Comercio (OMC), impiden que go-biernos y
países produzcan medicinas genéricas que compitan en el mercado con sus
productos ya establecidos a pesar de las consecuencias nefastas que estas
medidas conllevan para centenares de millones de personas en el mundo que no
pueden adquirirlas por sus altos precios.
En 2000, un proyecto de producción de un antimicótico fue
abandonado por la farmacéutica Aventis tras evaluar que el potencial comercial
sería de solamente 400 millones de dólares y se necesitaban 500 para obtener
las ganancias requeridas.
Cálculos conservadores indican que alrededor de 100
empresas de ese sector en el mundo controlan un mercado de 600 millones de
dólares.
La situación llega al extremo. Desde 2008, Brasil e India
han denunciado antela Organización Mundialdel Comercio (OMC) quela Unión
Eu-ropeaincauta frecuentemente cargamentos de medicamentos genéricos bajo el
argumento de posibles infracciones de los derechos de patente.
Ese año, Holanda paralizó un envío de Lasortan Potassium
(una medicina para la tensión arterial) que India mandaba a Brasil y que
serviría para atender a 300 000 personas durante un mes.
Los países dañados denunciaron que las retenciones violan
las reglas dela OMCsobre el libre tránsito de mercancías, sobre todo cuando las
patentes de esos medicamentos ha-bían caducado.
Los tentáculos de las transnacionales farmacéuticas tienen
largos brazos. En Honduras se denunció que varias de esas compañías apoyaron y
ayudaron a fraguar el golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya, tras
ingresar ese país en la Alianza Bolivarianapara los Pueblos de Nuestra América
(ALBA).
En Honduras, más de 80% de los medicamentos son provistos
por empresas multinacionales, siendo la materia prima para su producción 100 %
importada, principalmente desde Estados Unidos y Europa.
Después del ingreso al ALBA, el gobierno de Zelaya trató a
principios de 2009 de importar medicamentos genéricos desde Cuba como forma de
contrarrestar los altos precios de las medicinas.
Pero las transnacionales, por medio del Colegio Químico
Farma-céutico, lo rechazaron pues los poderosos lobby farmacéutico
norteamericano y europeo no permitirían la competencia de la industria cubana o
de otras naciones, en ese mercado.
Marcia Angell, miembro del Departamento de Medicina Social
enla Escuela Médicade Harvard, en su libro La verdad acerca de las compañías
farmacéuticas: cómo nos engañan y qué hacer al respecto, señala que la
industria farmacéutica de Estados Unidos no invierte en investigación y
desarrollo, las sumas millonarias con las que justifica el alto costo de los
medicamentos.
De hecho, explica, es una industria altamente rentable
gracias a prácticas comunes pero no por ello encomiables: reciclaje de
medicinas para suplir la falta de innovación, compra de voluntades por medio de
costosos cabildeos o de nada sutiles capacitaciones para el gremio médico;
distorsión de las leyes para aprovechar al máximo las patentes, y sobre todo,
la venta mercadológica de un mensaje falso, pues no es cierto que los precios
elevados sean necesarios para mantener a la industria a flote.
La también exeditora en jefe de The New England Journal of
Medicine, una de las más importantes revistas médicas del mundo, asegura que la
industria farmacéutica se ha convertido principalmente en una máquina de
mercadeo para vender fármacos de beneficio dudoso, emplea su riqueza y poder
para cooptar a toda institución que pueda atravesarse en su camino, incluyendo
al Congreso de Estados Unidos, ala Administraciónde Ali-mentos y Drogas (FDA),
a los centros médicos académicos y a la propia profesión médica.
La reciente decisión del Tribunal Supremo dela India, al
igual que cuando hace unos años Sudáfrica obligó a 39 transnacionales a firmar
un acuerdo con el gobierno por el que reconocen el derecho de ese país a
fabricar e importar genéricos antisida, será un excelente paso para ofrecer
medicinas asequibles para los pobres.
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