Un carton sobre el suelo y unas frazadas roídas es lo que sirve de "hogar" a muchos desamparados que pasan su vida a la intemperie y en una atroz soledad. Emily Michot / Miami Herald Staff Read |
Por Nicanor León Cotayo
Hace 15 años en la ciudad de Miami aprobaron una disposición oficial que, al menos teóricamente, defendía intereses de los menesterosos radicados en calles, aceras y cualquier otro lugar.
El acuerdo de 1998 (Pottinger vs. Miami) no autoriza arrestar en esa localidad a personas desamparadas “sin antes ofrecerles una cama en un refugio”.
Tampoco a quienes llevan a cabo delitos menores, como dormir en las aceras, tirar basura en las calles y encender fuego para cocinar en un parque.
Debido a ello fueron creados refugios con miles de camas en el Sur de la Florida, un fideicomiso (que permite negocios legales) de los desamparados, y un presupuesto para este.
Sin embargo, las autoridades gubernamentales de Miami invocan ahora la necesidad de eliminar algunos de los derechos que otorgó a esas personas el caso Pottinger.
Esos funcionarios alegaron –y el nuevo Herald los amplificó- que esos vagabundos transgreden normas, porque mendigar constituye una “grave molestia” para el crecimiento económico de la urbe.
Dos periodistas de Miami, Anna Edgerton y Evan S. Benn, dijeron este martes que los desamparados, tanto allí como en otros lugares de la Florida se mantienen como “una ciudad visible”.
Edgerton y Benn caracterizaron de la siguiente manera a ese ejército de gente en harapos y hambrienta, que aparenta existir en aquellos lares:
“Estos hombres, mujeres y niños se ven a menudo afligidos por una combinación de drogas, alcohol, pobreza y enfermedad mental”.
Además entrevistaron a Ricky Leath, quien trabaja en un organismo de la ciudad, el cual afirmó que una parte de esas personas han estado allí entre cinco y 30 años.
Según Leath, vinculado a ellas, en las calles de Miami viven habitualmente, como mínimo, alrededor de 350 seres humanos que carecen de todos los recursos.
Uno de ellos, Richard Mims, (61 años de edad) procede de Alabama, está recluido en el Rescue Missión, donde lleva alrededor de un año.
Cuando los reporteros le preguntaron cómo llegó al territorio de la Florida, Mims contestó: Simplemente pedí aventón, quería venir a Miami “porque hay mucha marihuana aquí”.
Otro pordiosero, Tyrone Odom (44 años), dijo que cuando su vida en Nueva Jersey iba en picada compró un billete de tren hasta el lugar más lejano, Miami.
Después que llegó, el dinero restante no le duró mucho y luego, a la espera de un refugio, durmió cinco meses en la calle. Otro pordiosero le mostró escondites y depósitos de comida sobrante.
Una noche, confesó Tyrone a sus entrevistadores, “ante una comida de Pollo Tropical, recé por primera vez”.
A Miami, por su clima, costas y playas, algunos le dicen Ciudad del Sol, pero con absoluta justicia también podrían denominarla Ciudad de Mendigos, por la extensa y amarga historia que ellos han tejido allí.
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