Por Ricardo Alarcón de Quesada.
“Los últimos soldados de la Guerra Fría” de Fernando Morais, permite
asomarse a una historia que el Imperio se empeña en sepultar en las
tinieblas.
Es una crónica verdadera que nos acerca a las hazañas de cinco
jóvenes que sacrificaron sus vidas para salvar a su pueblo. Para
escribirla su autor dedicó incontables horas a la investigación, estudió
miles de páginas, entrevistó a muchas personas, trabajó con ahínco
durante largos meses.
Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René aparecen aquí como lo que
son, héroes de carne y hueso, con su plena dimensión humana siempre
próxima al lector.
En estos días sale la primera edición norteamericana y así ésta será
una muy importante contribución a la lucha por la liberación de nuestros
compañeros.
No voy abundar sobre el contenido del libro. Los invito a leerlo.
Cuando empiecen a hacerlo no podrán detenerse hasta el final atrapados
en la magia de un artista excepcional. Recuerden siempre, sin embargo,
que nada aquí es ficción.
Fernando no necesitaba este libro. Es uno de los escritores más
exitosos, publicado en el mundo entero, traducido a todas las lenguas,
sus textos, también trasladados a la cinematografía, llegan a millones
de personas.
Él no lo requería para asentar su fama. Es al revés. Los Cinco
necesitaban este libro, imprescindible para que la verdad avance, la
solidaridad crezca y se acerque el día de la libertad.
Fernando se embarcó en la monumental faena para redactarlo porque por
encima de todo él es un gran compañero, que nunca le ha fallado a
nuestros pueblos, que siempre ha puesto su inmenso talento del lado de
la justicia.
Este libro es un desafío a los lectores, Después de leer esta
historia de altruismo, amor y entrega a los demás, nadie con decoro
puede quedar con los brazos cruzados. Sus páginas son un llamado a la
acción al que los jóvenes tienen que responder.
Según José Martí “los estudiantes son el baluarte de la libertad y su
ejército más firme”. Así ha sido a lo largo de la historia de Cuba. Esa
tradición gloriosa, ininterrumpida, plantea un reto muy claro a los
universitarios de hoy respecto al caso de nuestros compañeros, todos
ellos forjados en nuestras aulas, que pronto cumplirán quince años de
injusta prisión por defender a todos los cubanos del terrorismo
promovido por Washington contra esta isla y su pueblo.
¿Cómo ser verdaderamente baluarte y ejército en la batalla para
liberar a Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando? En primer lugar hay que
apreciar objetivamente la situación, evaluar exactamente las fortalezas y
debilidades de los contendientes, diseñar una estrategia adecuada y
sobre todo luchar consecuentemente hasta la victoria.
Nuestra fortaleza principal es la total inocencia de los compañeros y
la complicidad con el terrorismo de quienes los acusaron y condenaron
en una farsa judicial cuyo único propósito fue justificar las acciones
terroristas contra Cuba y defender abiertamente a los terroristas. Todo
está perfectamente registrado en documentos oficiales que pueden leerse
en el expediente titulado “Estados Unidos versus Gerardo Hernández et
al” de la Corte Federal del Distrito Sur de la Florida.
Nuestra principal debilidad, y la más obvia, es que lo que acabo de
decir lo conocen muy pocos en Estados Unidos. Y no es por casualidad. El
gobierno de ese país se ha encargado de cubrir el caso de los Cinco con
la más férrea censura. Lo hace porque si el pueblo norteamericano
supiera la verdad descubriría que quienes lo gobiernan son cómplices del
terrorismo y porque si accedieran a esa verdad surgiría un movimiento
de solidaridad realmente amplio y poderoso que lo obligaría a liberar a
nuestros compañeros.
Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo perforar el muro de silencio que rodea este caso?
No habría tiempo para referir las incontables violaciones y los
numerosos ocultamientos que han acompañado a este interminable proceso
judicial que incluye el juicio más largo de la historia de Estados
Unidos. Me concentraré en algunos aspectos claves.
Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando están a la espera de que la jueza
Lenard –la misma que los sentenció inicialmente- se pronuncie sobre sus
apelaciones extraordinarias, o habeas corpus, el último recurso legal de
que disponen. Es una batalla compleja, difícil, imposible de ganar si
no va acompañada por la solidaridad, si no se libra también fuera de la
sala del tribunal, si en ella no participamos nosotros, los que no
estamos presos.
El elemento común de los cuatro recursos es la conspiración del
Gobierno con medios locales y “periodistas” de Miami a los que financió y
dirigió para desatar una intensa campaña de odio contra los acusados
presionando y amenazando a los miembros del jurado hasta hacer imposible
un juicio justo. Ese ambiente fue caracterizado en 2005 por el panel de
la Corte de Apelaciones de Atlanta como “una tormenta perfecta de
prejuicios y hostilidad” que lo llevó a anular el juicio.
En el 2006 se descubrió que la acción de esos “periodistas” era obra
del Gobierno. Desde entonces, hace siete años, organizaciones de la
sociedad civil norteamericana están reclamando al Gobierno que revele el
alcance de la conspiración. Igual exigencia fundamentan los habeas
corpus. El Gobierno insiste tercamente en su ocultamiento. Y la prensa,
al silenciar esta puja, se hace cómplice de los conspiradores.
El habeas corpus de Gerardo incluye, además, otras cuestiones de
especial importancia. Por una parte se reitera la cuestión del
ocultamiento y la manipulación de las evidencias presentadas contra él
para acusarlo falsamente de “conspiración para cometer asesinato en
primer grado”, infame calumnia por la que fue castigado a morir en
prisión. No es la primera vez que la defensa solicita acceder a las
supuestas “pruebas”. Lo viene haciendo desde que comenzó el juicio en
Miami hace ya quince años. Ahora solicita también que se le conceda a
Gerardo una audiencia en la que pueda refutar directamente el infundio
levantado en su contra.
Su demanda incluye la exigencia al Gobierno a que entregue las
imágines tomadas por sus satélites espaciales sobre el incidente del 24
de febrero de 1996, suceso que fue utilizado maliciosamente para
fabricar la “conspiración para asesinar”.
Independientemente de que el propio gobierno se vió obligado a
reconocer que carecía de pruebas para vincular a Gerardo con ese
incidente, la negativa de Washington a mostrar las imágenes es muy
ilustradora. Desde 1996 se ha negado a que nadie pueda verlas. Se lo
negó a la Organización de Aviación Civil Internacional, al Consejo de
Seguridad de la ONU y al Tribunal de Miami. Ha rechazado las diversas
gestiones de prestigiosas instituciones norteamericanas. ¿Cómo explicar
semejante tozudez? La única explicación posible a estas alturas, 17 años
después del hecho, es que el incidente ocurrió en territorio cubano y
en consecuencia el tribunal norteamericano nunca tuvo jurisdicción al
respecto.
Washington puede actuar así porque ha tenido siempre la complicidad de los medios de comunicación.
Ahora mismo, en vez de enseñar las evidencias que oculta, la Fiscalía
ha pedido la eliminación de la parte sustancial de la apelación
presentada por Gerardo. Pero esta insólita acción tampoco ha sido
noticia.
Entonces, ¿qué hacer?
Esperar a que las grandes corporaciones mediáticas divulguen la
verdad sería, por decir lo menos, ingenuo. O lo hacemos nosotros, los
que estamos comprometidos con esta causa, o no lo hará nadie.
¿Cómo hacerlo?
Utilizando todos los instrumentos a nuestra disposición, los
tradicionales y los que ofrecen las nuevas tecnologías, para diseminar
la verdad y explicarla, más allá de la retórica, con lenguaje claro y
directo, con argumentos comprensibles para cualquiera.
Los más convincentes, los que nadie puede refutar, los que prueban la
terrible injusticia cometida contra nuestros compañeros, constan en
documentos oficiales de las propias autoridades norteamericanas.
Usémoslos.
En esos documentos se demuestra que los Cinco no cometieron delito
alguno y que el proceso realizado contra ellos tenía un solo propósito
que era el de apoyar a los terroristas cuyas acciones criminales
nuestros hermanos trataron de evitar. Lo dijeron una y otra vez, con sus
propias palabras, fiscales, testigos, expertos y jueces.
¿Dónde y cómo lo dijeron?
Recordemos algunos momentos especialmente esclarecedores:
1) Las actas acusatorias presentadas por la Fiscalía. En la primera
no se menciona el incidente de las avionetas del 24 de febrero de 1996.
En la segunda, siete meses más tarde, se agrega la infame y burda
calumnia contra Gerardo. En ambas Actas se señala que el FBI conocía de
las actividades de Gerardo varios años antes de aquel incidente y
sabían, por tanto, que nada tuvo que ver con ese asunto. Esa vulgar
patraña fue incorporada arbitrariamente a solicitud expresa de los
terroristas que para ello desplegaron una intensa campaña difamatoria
con los “periodistas” pagados por el Gobierno.
2) Las declaraciones y mociones de la Fiscalía. Desde su presentación
inicial al abrirse el juicio hasta sus peticiones de sentencias y a lo
largo de las sesiones del tribunal, la Fiscalía manifestó muchas veces
su empeño por proteger a los grupos terroristas y castigar con dureza a
los acusados por su lucha pacífica, sin armas, contra esos grupos.
3) Declaraciones de la jueza. En varias ocasiones la jueza reconoció
la existencia de grupos terroristas en Miami y que el “delito” de los
acusados había sido su actuación contra esos grupos y accedió a la
petición del Gobierno no sólo imponiendo las más severas sanciones sino
además condiciones especiales adicionales para que después de haber
cumplido sus términos de prisión los acusados no pudieran nunca más
intentar nada contra los terroristas. Tan insólita condición le fue
reiterada por la jueza a René González al salir éste de la prisión en
octubre de 2011.
4) Declaraciones de testigos y expertos. Fueron varios los testigos y
especialistas, algunos llevados por el Gobierno, que testimoniaron,
bajo juramento, que los acusados no habían hecho nada contra la
seguridad nacional de Estados Unidos y que en este caso no había habido
ni intento de espionaje. Eran generales, almirantes y otros altos
oficiales en retiro de las fuerzas armadas norteamericanas. Uno de
ellos, el Coronel Bruckner, propuso que fueran presentadas las imágenes
satelitales sobre el incidente del 24 de febrero de 1996, algo que fue
rechazado vigorosamente por la fiscalía con el apoyo de la jueza. Otro
fue el General Clapper quien es hoy, nada más y nada menos, que el
Director Nacional de Inteligencia, la más alta autoridad del Gobierno en
esa materia.
5) Moción de emergencia para modificar el Cargo Tres. La presentó la
Fiscalía a fines de mayo de 2001 cuando el juicio llegaba a su
conclusión reconociendo que estaba dando un paso sin precedente en la
jurisprudencia norteamericana. En esencia pedía modificar
sustancialmente el Cargo Tres (“conspiración para cometer asesinato en
primer grado”) ya que “a la luz de las pruebas presentadas en el juicio
ése es un obstáculo insuperable para la Fiscalía y puede conducir a su
fracaso”. A pesar de eso Gerardo fue declarado culpable y le fue
impuesta la máxima sanción posible por un supuesto delito que él no
cometió y por el cual ya no era acusado. Este resultado es prueba
irrefutable de que estaba condenado de antemano y que en Miami era
imposible un juicio justo para él y sus compañeros.
6) Decisión del panel de la Corte de Apelaciones de 2005. Fue una
decisión unánime de los tres jueces. Contiene abundante información
sobre las actividades terroristas contra Cuba y un análisis sólido sobre
el ambiente creado por los medios locales en Miami que definieron como
“una tormenta perfecta de prejuicios y hostilidad” que los llevó a
anular el juicio. Aunque, ante presiones del régimen de W. Bush, esta
decisión fue echada a un lado, en votación dividida, por el pleno de la
Corte, se trata de un documento de importancia excepcional y es objeto
de estudio en varias Facultades de Derecho de universidades
norteamericanas.
7) Decisión de la Corte de Apelaciones en 2008 anulando las
sentencias respecto al Cargo Dos (“Conspiración para cometer espionaje”)
y ordenando las resentencias de Ramón, Antonio y Fernando. Aunque
excluyó arbitrariamente a Gerardo, pese a reconocer que también era
aplicable a él, este documento tiene la importancia de que reitera, en
varias ocasiones, que en este caso no hubo nada que amenazara la
seguridad nacional de Estados Unidos, que no existió intento de
espionaje y que las sentencias originalmente dictadas eran excesivas y
contrarias a la ley.
8) Las peticiones de sentencias de la Fiscalía. Además de solicitar
en todos los casos penas de prisión desmesuradas e ilegales, como
determinó después la Corte de Apelaciones, la Fiscalía insistió en algo
que señaló era para ella tan importante como los términos de
encarcelamiento. Se trata de la llamada “cláusula de incapacitación”,
las medidas a imponer a los acusados para asegurarse de que, una vez
cumplida la sanción carcelaria, cuando recuperasen la libertad no
pudiesen volver a intentar nada en perjuicio de los terroristas. Tal
cláusula fue incluida en todas las sentencias incluso en las de quienes
fueron condenados a prisión perpetua. En los casos de Antonio y de René,
que eran ciudadanos norteamericanos por nacimiento, la jueza la expresó
así: “como una condición adicional especial para la libertad
supervisada se le prohíbe al acusado acercarse a/o visitar lugares
específicos donde se sabe que están o frecuentan individuos o grupos
tales como terroristas, personas que promueven la violencia y figuras
del crimen organizado”. Como se indicó antes, esta increíble restricción
le fue reiterada a René al salir de la cárcel en octubre de 2011.
9) El voto disidente de Phillys Kravitch argumentó de modo
irrebatible contra el Cargo Tres insistiendo que el Gobierno no presentó
prueba alguna de que Gerardo hubiese tenido cualquier relación con el
incidente del 24 de febrero ni con nada parecido.
10) La reciente moción del Gobierno para eliminar una parte
sustancial del habeas corpus de Gerardo. La Fiscalía pretende hacer
desaparecer la declaración jurada de su abogado Martin Garbus y sus
anexos con cuantiosa información sobre los periodistas pagados por el
Gobierno. En su escrito la Fiscalía reconoce que su petición es muy
inusual pero prefiere evitar una discusión sobre el fondo del
planteamiento de la defensa.
Estos diez aspectos brillan por su ausencia en los medios de
comunicación. Es raro encontrarlos en los llamados medios alternativos,
incluso en espacios que se suponen dedicados a los Cinco.
Debemos preguntarnos sinceramente si hemos hecho todo lo que está a
nuestro alcance para permitir a los norteamericanos acceder a estas
verdades que Washington celosamente esconde. Tratemos de responder la
pregunta de los niños de la Colmenita: “¿Y ahora qué más podemos
hacer?”.
La Habana, junio 4 de 2013
Palabras en el acto celebrado en el Instituto Superior Politécnico
“José Antonio Echeverría” en la Jornada cinco días por los Cinco.
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