miércoles, 19 de junio de 2013

“Mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia”








Tomado de Granma.
Por DALIA GONZÁLEZ DELGADO

Cuando Ethel caminaba hacia la silla eléctrica sabía que su esposo ya había sido ejecutado. ¿Cómo imaginar los últimos minutos de dolor de esa mujer? Pensaría acaso en los años felices, en los dos niños pequeños que dejaban. Recordaría tal vez la carta de Julius: "¿Qué le escribe uno a su amada cuando se enfrenta a la siniestra realidad de que se ordenó quitarles la vida en dieciocho días, en el aniversario 14 de sus bodas?".

O quizá pensaría en la propuesta del gobierno estadounidense, de ofrecerles perdón si aceptaban declararse culpables. "Somos inocentes —contestó la pareja— Renegar de esta verdad es pagar un precio demasiado alto, incluso por el inapreciable don de la vida, porque una vida así comprada no la podríamos vivir con dignidad y respeto".

"Aspiramos a vivir, pero con la sencilla dignidad que inviste solo a aquellos que han sido honestos consigo mismo y con sus semejantes. Por lo tanto, con honradez, solo podemos decir que somos inocentes de este crimen", escribió Ethel en la petición de clemencia al entonces presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower.

Los Rosenberg fueron arrestados por el FBI en el verano de 1950 y acusados de conspiración para cometer actos de espionaje al servicio de la Unión Soviética. Algunas de las pruebas utilizadas para culparlos consistían en dibujos de supuestos secretos atómicos, la tarjeta de inscripción en el Hotel Hilton y una mesa supuestamente entregada por la URSS al matrimonio.

El caso conmocionó a la opinión pública internacional. "Las horas están contadas. Los minutos están contados. No permita que se cometa este crimen contra la humanidad", escribió el pintor Pablo Picasso en uno de sus dibujos publicados por el periódico francés L’Humanité; miles de estadounidenses se manifestaron frente a la Casa Blanca; desde el Vaticano llegó una apelación a Eisenhower.

Pero nada detuvo el asesinato "legal". Tras una serie de juicios amañados y apelaciones denegadas, fueron ejecutados el 19 de junio de 1953.

"Una cosa tiene que quedar clara como el cristal —escribió Julius a sus hijos desde la celda en 1952—. Nuestro caso es una parte integral de la conspiración para instaurar el temor en nuestra tierra".

En el apogeo de la "caza de brujas", encabezada por el senador Joseph McCarthy, en el contexto del triunfo de la revolución comunista en China y de la guerra en Corea, cualquier ciudadano era un potencial sospechoso.

McCarthy llegó a denunciar que los comunistas se habían infiltrado en el Departamento de Estado, en el Pentágono, en Hollywood, en los medios de comunicación.

Incluso se estimulaban las delaciones entre familiares. Eso podría explicar el comportamiento del hermano de Ethel, quien delató a los Rosenberg y años más tarde declaró que su hermana y su cuñado eran inocentes.

Los hijos del matrimonio, de seis y diez años de edad cuando quedaron huérfanos, fueron expulsados de la escuela. Víctimas del odio, no tuvieron más remedio que cambiar de apellido. En el cincuentenario de la ejecución, The New York Times comentó en un editorial que "el caso de los Rosenberg aún perturba la historia estadounidense, recordándonos la injusticia que se puede cometer cuando una nación se entrampa en la histeria".


Cuentan que las últimas palabras de Ethel fueron: "No estoy sola y muero con honor y dignidad, sabiendo que mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia".

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