lunes, 2 de diciembre de 2013

Desde la mar, la libertad


Tomado de Tribuna de La Habana.
Por Víctor Joaquín Ortega.

Mirando nuestras montañas, la mar, siempre la mar. las carabelas. A bordo, los grilletes. Ni siquiera Colón escapará de ellos en su momento. Los aborígenes no dan más. ¡Asesinato! En las embarcaciones, viene la resistencia de los negros cazados como fieras. Ascenderá a cubanía.
Heredia, Varela, Aponte... ¡Céspedes! Lo aprendido allende los mares, del pecho a la realidad: ideología mambisa; “¡Independencia o muerte!... ” Depuesto el presidente; crecerá la felonía de los que no quieren tanta revolución. Desunen. Los de abajo toman el mando. Desde entonces, para cada ignominia zanjonera, Maceo y la protesta de Baraguá.
Martí junta a los robles con los pinos nuevos para luchar por un país con todos y para bien del todo. Por Playitas, por Duaba; de nuevo, la sangre necesaria. Los yanquis caen con esa fuerza más; golpearán todo el continente. República para el bien de unos pocos a costa de la mayoría trabajadora. El peor peldaño para quienes usaron el machete en la guerra o en la labor. A las fuerzas principales de la nación, se la arrebatan.
La Generación del 30, a bolina: deja huellas. Traición mayor: 10 de marzo de 1952. El imperio se alegra, apoya. Un joven, Fidel Castro, actúa; evoca a Mella, Trejo, Guiteras: lo acompañan cuando convierte la escoba (símbolo del Partido Ortodoxo) en fusil. El socialismo habla en cubano verdadero aunque aún no use toda la voz. Asaltados los cuarteles Moncada y Céspedes. José Martí cumple cien años con el arma en las manos. Las bestias desgarran. Las víctimas resurgirán.
La prisión forja más aún a los combatientes; no cejan al salir. Desde México, la expedición como las que soñaban e iban a preparar Mella y Guiteras. Se repite el latigazo de la Fernandina. El líder responde a la perfidia: nada cual espalda mojada hacia EE.UU. para conseguir recursos, su uso los despojarán de manchas. La historia condenará a quien los dio sobre la poltrona del oportunismo.
El Granma navega. Hacinamiento, mareos, vómitos, la falta de alimentos, la sed. Todos son uno en aquel yate. ¡Hombre al agua! Fidel ordena el rescate. Lo salvan.
Desembarcan el 2 de diciembre. Alegría de Pío será tristeza. Otra vez, el acoso, el suplicio, los crímenes, la cárcel. Los sobrevivientes se reúnen. Un puñado de hombres y unos cuantos fusiles. Fidel, como le enseñó Céspedes, sabe que son suficientes para alcanzar la libertad. Lo expresa con tal vehemencia que derrota cualquier escepticismo.
Más de medio siglo después, la vileza enemiga agigantada daña en un mundo turbio con espejos destrozados por culpa de injusticias y dogmatismos, valores imprescindibles lesionados en la propia patria en medio de la urgencia de una Cuba y un planeta superiores... El Granma continúa navegando con el mismo guía en las almas: ¡Fidel! A su lado, Raúl. La tripulación: mujeres y hombres que luchan por los cambios imprescindibles que permitan mejorar la existencia y fortificar nuestro proceso sin soslayar la solidaridad y el amor por los demás. Llegaremos al puerto. 

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