Por Dana Priest
The Washington
Post
Traducido del inglés para Rebelión por P.R. |
[NOTA DE REBELION: Reproducimos
a continuación la traducción literal del reportaje del Washington Post,
advirtiendo que contiene afirmaciones no contrastadas, descalificaciones,
estereotipos y eufemismos que se encuentran en la línea editorial habitual de la
gran prensa estadounidense al "informar" sobre el conflicto colombiano y sus
actores. Con independencia de su "cuento de buenos y malos", este material
revela la envergadura y la profundidad del programa secreto de asistencia
militar y de inteligencia con el que Estados Unidos participa en el conflicto
armado interno colombiano].
Acción encubierta en Colombia
Inteligencia y kits de bombas GPS de Estados Unidos ayudan a la nación latinoamericana a paralizar a las fuerzas rebeldes
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), de 50 años de antigüedad y en su día consideradas la insurgencia mejor financiada del mundo, se encuentra en su estado más reducido y vulnerable en décadas, debido en parte a un programa de acción encubierta de la CIA que ha ayudado al Ejército colombiano a matar al menos a dos docenas de líderes rebeldes, de acuerdo con entrevistas realizadas a más de 30 funcionarios retirados y en ejercicio de Estados Unidos y de Colombia.
La ayuda secreta, que también incluye ayuda en espionaje electrónico y escuchas por parte de la Agencia de Seguridad Nacional, se sostiene gracias a un presupuesto secreto de varios miles de millones de dólars. No es parte del paquete público de 9 mil millones de dólares fundamentalmente en ayuda militar denominado Plan Colombia, que comenzó en 2000.
El programa de la CIA desclasificado previamente fue autorizado por el presidente George W.Bush a comienzos de los años 2000 y ha sido continuado bajo el presidente Obama, de acuerdo con funcionarios militares, de inteligencia y diplomáticos. La mayoría de los entrevistados declararon bajo anonimato debido a que el programa es secreto y continúa en marcha.
Acción encubierta en Colombia
Inteligencia y kits de bombas GPS de Estados Unidos ayudan a la nación latinoamericana a paralizar a las fuerzas rebeldes
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), de 50 años de antigüedad y en su día consideradas la insurgencia mejor financiada del mundo, se encuentra en su estado más reducido y vulnerable en décadas, debido en parte a un programa de acción encubierta de la CIA que ha ayudado al Ejército colombiano a matar al menos a dos docenas de líderes rebeldes, de acuerdo con entrevistas realizadas a más de 30 funcionarios retirados y en ejercicio de Estados Unidos y de Colombia.
La ayuda secreta, que también incluye ayuda en espionaje electrónico y escuchas por parte de la Agencia de Seguridad Nacional, se sostiene gracias a un presupuesto secreto de varios miles de millones de dólars. No es parte del paquete público de 9 mil millones de dólares fundamentalmente en ayuda militar denominado Plan Colombia, que comenzó en 2000.
El programa de la CIA desclasificado previamente fue autorizado por el presidente George W.Bush a comienzos de los años 2000 y ha sido continuado bajo el presidente Obama, de acuerdo con funcionarios militares, de inteligencia y diplomáticos. La mayoría de los entrevistados declararon bajo anonimato debido a que el programa es secreto y continúa en marcha.
El programa encubierto en Colombia proporciona dos servicios esenciales a la
batalla de esta nación contra las FARC y un grupo insurgente de menor tamaño, el
Ejército de Liberación Nacional (ELN): inteligencia en tiempo real que permite a
las fuerzas militares de Colombia cazar a los cabecillas de las FARC
individualmente y, desde 2006, una herramienta particularmente efectiva para
matarlos.
En marzo de 2008, de acuerdo con nueve funcionarios estadounidenses y
colombianos, la Fuerza Aérea Colombiana, con la aprobación tácita de Estados
Unidos, lanzó bombas inteligentes de fabricación estadounidense a través de la
frontera de Ecuador para matar al alto dirigente de las FARC, Raúl Reyes. El rol
indirecto de Estados Unidos en ese ataque no ha sido previamente desclasificado.
Un portavoz de la CIA rechazó hacer declaraciones.
Colombia y las FARC han sostenido negociaciones de paz durante un año en La Habana. Hasta el momento han acordado los marcos de trabajo para la reforma agraria, el desarrollo rural y para permitir a los insurgentes participar en el proceso político una vez finalice la guerra. Ambas partes se encuentran discutiendo actualmente un nuevo enfoque de la lucha contra el narcotráfico.
Al borde del colapso
Las FARC fueron fundadas en 1964 como un movimiento campesino marxista en
busca de tierra y justicia para los pobres. para 1998, el presidente de Colombia
en aquel entonces, Andrés Pastrana, concedió a las FARC una zona desmilitarizada
del tamaño de Suiza para animar las negociaciones de paz, pero sus violentos
ataques no hicieron sino aumentar, así como sus vínculos con el narcotráfico.
Las FARC
calculan mal
El programa de acción encubierta en Colombia es una más dentro de un puñado
de iniciativas de inteligencia que han escapado del conocimiento público desde
los ataques del 11 de septiembre de 2001. La mayor parte de estos otros
programas, pequeños pero crecientes, se localizan en países donde los violentos
cárteles de la droga han causado inestabilidad.
Encabezando la lista se encuentra México, donde la ayuda de inteligencia de
Estados Unidos es mayor que en ningún otro lugar aparte de Afganistán, tal como
el Washington Post reportó en abril. También incluye Centroamérica y África
Occidental, a donde se han desplazado las rutas del tráfico como consecuencia de
la presión estadounidense contra los cárteles en los demás lugares.
Cuando se le pidió un comentario sobre la ayuda de inteligencia
estadounidense, el presidente Juan Manuel Santos declaró al Post durante un
reciente viaje a Washington que no deseaba hablar de ello en detalle, por
resultar un tema sensible. "Ha sido de ayuda", afirmó. "Parte de la experiencia
y de la eficiencia de nuestras operaciones y nuestras operaciones especiales han
sido el producto de un mejor entrenamiento y conocimiento que hemos adquirido de
muchos países, entre ellos los Estados Unidos".
Colombia y las FARC han sostenido negociaciones de paz durante un año en La Habana. Hasta el momento han acordado los marcos de trabajo para la reforma agraria, el desarrollo rural y para permitir a los insurgentes participar en el proceso político una vez finalice la guerra. Ambas partes se encuentran discutiendo actualmente un nuevo enfoque de la lucha contra el narcotráfico.
Al borde del colapso
Hoy una comparación entre Colombia, con su dinámica economía y el estiloso
ámbito social de Bogotá, y Afganistán podría parecer absurda. Pero hace poco más
de una década Colombia tenía la tasa de homicidios más alta del mundo. Los
bombardeos aleatorios y fuertes operaciones militares invadían la vida
cotidiana. Unas 3.000 personas fueron secuestradas en un año. Los profesores,
defensores de derechos humanos y los periodistas sospechosos de simpatizar con
las FARC aparecían muertos cotidianamente.
La mezcla explosiva de las FARC, los cárteles, los paramilitares y unas
fuerzas de seguridad corruptas creaban un hervidero de violencia sin precedentes
en la América Latina contemporánea. Casi un cuarto de millón de personas han
muerto durante la larga guerra, y muchos miles han desaparecido.
Para el año 2000, una envalentonada insurgencia de 18.000 efectivos apuntó
hacia los líderes políticos. Asesinó a representantes electos. Secuestró a una
candidata presidencial e intentó asesinar a un favorito a las presidenciales, el
intransigente Álvaro Uribe, a cuyo padre las FARC habían asesinado en 1983.
Temiendo que Colombia se convirtiera en un estado fallido con un peso todavía
mayor en el tráfico de drogas dentro de Estados Unidos, la administración Bush y
el Congreso incrementaron la ayuda a los militares colombianos a través del Plan
Colombia.
Para 2003, la implicación de Estados Unidos en Colombia abarcaba a 40
agencias y 4.500 personas, incluyendo contratistas, todos trabajando para la
Embajada estadounidense en Bogotá, en aquel momento la mayor embajada de Estados
Unidos en el mundo. Siguió siéndolo hasta 2004, cuando fue superada por
Afaganistán.
"No hay ningún país, incluido Afganistán, en el que tuviéramos más
actividad", declaró William Wood, quien fuera embajador en Colombia de 2003 a
2007 antes de ocupar el mismo cargo en el Afganistán destrozado por la guerra
durante dos años.
Cuando Bush se convirtió en presidente, ya había en los registros dos fallos
presidenciales autorizando acciones encubiertas por todo el mundo. Uno
autorizaba operaciones de la CIA contra organizaciones terroristas
internacionales. La otra, firmada a mediados de los años 80 por el presidente
Ronald Reagan, autorizaba la acción contra narcotraficantes internacionales.
Se requiere una autorización presidencial para que la CIA pueda hacer
cualquier cosa además de recopilar y analizar información de inteligencia en el
exterior. Proporcionar equipamiento de espionaje a un socio, apoyar a partidos
políticos extranjeros, sembrar propaganda y participar en operaciones o
entrenamientos letales son todas acciones que requieren una autorización y una
notificación a los comités de inteligencia del Congreso.
La autorización antinarcóticos había permitido a la CIA y a una unidad
técnica del clandestino Comando de Operaciones Especiales Conjuntas (JSOC)
proporcionar apoyo a la caza que duró años contra el señor de las drogas
colombiano Pablo Escobar, de cuyo asesinato por las fuerzas colombianas se
cumplen 20 años este mes. También hizo posible operaciones apoyadas por la CIA
contra traficantes y terroristas en Bolivia y Perú hace años.
Bajo el programa colombiano, la CIA no tiene autorización para participar
directamente en las operaciones. Las mismas restricciones aplican para la
participación militar en el Plan Colombia. Tal actividad ha sido constreñida por
los miembros del Congreso que vivieron el escándalo del rol secreto de Estados
Unidos en las guerras centroamericanas en los años 80. El Congreso rechazó
autorizar que la participación militar de Estados Unidos en Colombia escalara
como lo hizo en Nicaragua, El Salvador, Honduras y Panamá.
El nuevo golpe encubierto contra las FARC comenzó de forma no oficial el 13
de febrero de 2003. Aquel día un Cessna 208 con un solo motor se estrelló en la
selva dominada por los rebeldes. Los guerrilleros en la zona ejecutaron al
oficial colombiano a bordo y a uno de los cuatro contratistas estadounidenses
que estaban trabajando en la erradicación de coca. Los otros tres fueron tomados
como rehenes.
Estados Unidos ya había declarado a las FARC como organización terrorista por
sus asesinatos indiscriminados y el narcotráfico. Aunque la CIA tenía las manos
ocupadas en Iraq y Afganistán, Bush "presionó a [l director de la CIA George]
Tenet" para ayudar a encontrar a los tres rehenes, según un ex oficial superior
de inteligencia que tomó parte en las discusiones.
Uno de los oficiales de la CIA que Tenet envió a Bogotá era un agente de unos cuarenta años cuyo nombre el Washington Post se reserva porque permanece encubierto. Él creó la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de Estados Unidos, apodada "el Bunker".
Era una habitación estrecha, de 30 por 30 pies con techo bajo y tres hileras
de computadoras. Ocho personas se sentaban en cada fila de consolas. Unos
peinaban mapas satelitales de la selva; otros buscaban lugares ocultos de las
FARC en el subsuelo. Algunos hacían seguimiento a imágenes del movimiento de
vehículos marcados con dispositivos de rastreo. Las interceptaciones de voz de
comunicaciones de radio y teléfonos celulares eran desencriptadas y traducidas
por la Agencia de Seguridad Nacional.
Los expertos técnicos y los contratistas del Bunker construyeron para los
colombianos su propio sistema informático de inteligencia de alcance nacional.
También ayudaron posteriormente a crear centros de fusión regionales para llevar
la inteligencia táctica a los comandantes. La agencia también pagó el mecanismo
de comunicaciones encriptadas.
Fuera del Bunker, agentes asignados de la CIA y contratistas enseñaron el
arte de reclutar informantes a unidades colombianas que habían sido investigadas
y a las que se había sometido al polígrafo. Entregaron dinero a personas con
información sobre los rehenes.
Mientras tanto, la otra agencia secreta estadounidense que había estado en la primera línea en la localización y asesinato de miembros de al-Qaeda apareció en escena. Comandos de élite del JSOC comenzaron sesiones periódicas de entrenamiento anual y misiones de reconocimiento con pequeñas unidades para intentar encontrar a los rehenes.
A pesar de todo el esfuerzo, la localización de los rehenes resultó ser escurridiza. Buscando otra cosa que hacer con el nuevo equipamiento y personal de inteligencia, el jefe del Bunker y su agregado militar del Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos asignaron a sus hombres una segunda misión: convertir en objetivo a la dirigencia de las FARC. Esto era exactamente lo que la CIA y el JSOC habían estado haciendo contra al-Qaeda al otro lado del mundo. La metodología era familiar.
"Hubo polinización cruzada en ambas direcciones", declaró un alto oficial con acceso al Bunker en aquel momento. "No necesitábamos inventar la rueda".
Una petición del presidente de Colombia
Los analistas del Bunker fusionaban las pistas de los informantes con
información obtenida a partir de medios técnicos. Los analistas buscaban
vincular a individuos con el flujo de la insurgencia de drogas, armas y dinero.
Ya que la mayor parte, dejaban solo los violentos grupos paramilitares.
"Teníamos mucho interés en pillar a las FARC, y no era tanto cuestión de
capacidad como de inteligencia", afirmó Wood, "específicamente la habilidad de
localizarlos en la franja horaria de una operación".
Mientras tanto, la otra agencia secreta estadounidense que había estado en la primera línea en la localización y asesinato de miembros de al-Qaeda apareció en escena. Comandos de élite del JSOC comenzaron sesiones periódicas de entrenamiento anual y misiones de reconocimiento con pequeñas unidades para intentar encontrar a los rehenes.
A pesar de todo el esfuerzo, la localización de los rehenes resultó ser escurridiza. Buscando otra cosa que hacer con el nuevo equipamiento y personal de inteligencia, el jefe del Bunker y su agregado militar del Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos asignaron a sus hombres una segunda misión: convertir en objetivo a la dirigencia de las FARC. Esto era exactamente lo que la CIA y el JSOC habían estado haciendo contra al-Qaeda al otro lado del mundo. La metodología era familiar.
"Hubo polinización cruzada en ambas direcciones", declaró un alto oficial con acceso al Bunker en aquel momento. "No necesitábamos inventar la rueda".
Una petición del presidente de Colombia
Localizar a los dirigentes de las FARC resultó ser más sencillo que
capturarlos o matarlos. Unas 60 veces las fuerzas colombianas habían obtenido o
se les había entregado información confiable pero fallaron en capturar o matar a
algún alto dirigente, de acuerdo con las declaraciones de dos oficiales
estadounidenses y un alto oficial colombiano en retiro. Era siempre la misma
historia. Helicópteros Black Hawk proporcionados por Estados Unidos
transportaban tropas colombianas dentro de la selva a unos seis kilómetros de un
campamento. Los hombres se adentraban en el denso follaje pero los campamentos
estaban siempre vacíos para cuando ellos llegaban. Luego supieron que las FARC
tenían un sistema de alerta temprana: anillos de seguridad a varios kilómetros
de los campamentos.
"Estoy pensando: ¿con qué matamos a las FARC?", dijo en una entrevista el
coronel, quien declaró bajo la condición de anonimato.
El coronel, un experto en aviones de carga, afirmó que "empezó a buscar en Google bombas y bombarderos" buscando ideas. Eventualmente llegaron al Paveway II Mejorado, un kit de guiado relativamente barato que se podía atar con correas a una bomba de gravedad Mark-82 de 500 libras.
El coronel aseguró que le habló al entonces ministro de Defensa Santos sobre su idea y escribió un informe de una página para que se lo entregara a Uribe. Santos llevó la idea al Secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld. En junio de 2006, Uribe visitó a Bush en la Casa Blanca. Mencionó el reciente asesinato del jefe de al-Qaeda en Iraq, Abu Musab al-Zarqawi. Un F-16 había lanzado dos bombas inteligentes de 500 libras al interior de su escondite y lo habían matado. Uribe presionó para obtener la misma capacidad.
Para 2006, el deprimente record llamó la atención del recién llegado jefe de
misión de la Fuerza Aérea estadounidense. El coronel estaba perplejo. ¿Por qué
el tercer receptor en ayuda militar de Estados Unidos [detrás de Egipto e
Israel] había hecho tan pocos progresos?
El coronel, un experto en aviones de carga, afirmó que "empezó a buscar en Google bombas y bombarderos" buscando ideas. Eventualmente llegaron al Paveway II Mejorado, un kit de guiado relativamente barato que se podía atar con correas a una bomba de gravedad Mark-82 de 500 libras.
El coronel aseguró que le habló al entonces ministro de Defensa Santos sobre su idea y escribió un informe de una página para que se lo entregara a Uribe. Santos llevó la idea al Secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld. En junio de 2006, Uribe visitó a Bush en la Casa Blanca. Mencionó el reciente asesinato del jefe de al-Qaeda en Iraq, Abu Musab al-Zarqawi. Un F-16 había lanzado dos bombas inteligentes de 500 libras al interior de su escondite y lo habían matado. Uribe presionó para obtener la misma capacidad.
"Claramente esto era muy importante" para Uribe, afirmó el General retirado
de la Fuerza Aérea Michael V.Hayden, quien había pasado a ser director de la CIA
unos meses antes.
Pero los abogados de la Casa Blanca, junto con sus colegas de la CIA y de los
departamentos de Justicia, Defensa y Estado, tenían sus propias preguntas que
hacer. Una cosa era usar un PGM para derrotar a un enemigo en el campo de
batalla -la fuerza aérea estadounidense llevaba años haciéndolo-. Pero otra cosa
era usarlo para alcanzar a un lider individual de las FARC. ¿Constituiría eso un
asesinato, prohibido por la legislación de Estados Unidos? Y, "¿Podríamos ser
acusados de participar en asesinato, incluso si no lo hacíamos nosotros?", dijo
un abogado implicado.
La Oficina de Asesoramiento Legal de la Casa Blanca y otros decidieron finalmente que el mismo análisis legal que habían aplicado a al-Qaeda podía aplicarse a las FARC. Matar a un líder de las FARC no sería asesinato porque la organización suponía una amenaza para Colombia. Además, no se podía esperar que ningún comandante de las FARC se rindiera.
Y, como organización narcotraficante, el estatus de las FARC como una amenaza contra la seguridad nacional de Estados Unidos había sido fijado anteriormente, con la autorización de Reagan antidrogas. Para ese tiempo, la epidemia del crack estaba en su punto álgido, y el Gobierno decidió que las organizaciones que llevaban drogas a las calles de Estados Unidos eran una amenaza para la seguridad nacional.
Primero, estaba el asunto de montar bombar pequeñas en una aeronave
colombiana. Colombia no tenía F-16. Raytheon, el fabricante del kit, envió
ingenieros para encontrar la forma de montar el equipo en un avión. Primero
intentaron montarlo en un Embraer A-29 Super Tucano de fabricación brasileña,
una aeronave turbopropulsada diseñada para misiones de contrainsurgencia de baja
altura. Pero para fijar el cable que iba del cerebro computerizado de la bomba a
la cabina de mando había que taladrar demasiado cerca del depósito de
combustible. En lugar de eso, lo montaron de cualquier forma en un Cessna A-37
Dragonfly más antiguo, una aeronave de ataque ligera que se desarrolló por la
fuerza aérea de Operaciones Especiales para Vietnam y posteriormente se utilizó
en la guerra civil salvadoreña.
Entonces los ingenieros y los pilotos colombianos probaron el primero de tres
PGMs en un campo aéreo remoto cerca de la frontera venezolana. El objetivo era
de 2 por 4 y estaba clavado en el suelo. El avión lanzó la bomba desde una
altura de 20.000 pies. "Aterrizó a un pie de distancia", dijo el coronel. El
resultado fue tan bueno, que pensó: "¿Por qué malgastar dos kits más?". Las
bombas inteligentes estaban listas para ser utilizadas.
La Oficina de Asesoramiento Legal de la Casa Blanca y otros decidieron finalmente que el mismo análisis legal que habían aplicado a al-Qaeda podía aplicarse a las FARC. Matar a un líder de las FARC no sería asesinato porque la organización suponía una amenaza para Colombia. Además, no se podía esperar que ningún comandante de las FARC se rindiera.
Y, como organización narcotraficante, el estatus de las FARC como una amenaza contra la seguridad nacional de Estados Unidos había sido fijado anteriormente, con la autorización de Reagan antidrogas. Para ese tiempo, la epidemia del crack estaba en su punto álgido, y el Gobierno decidió que las organizaciones que llevaban drogas a las calles de Estados Unidos eran una amenaza para la seguridad nacional.
Existía otra preocupación. Algunos altos oficiales estabann preocupados
porque las fuerzas colombianas podrían utilizar los PGMs para asesinar a quienes
consideraban enemigos políticos. "Las preocupaciones eran grandes, dados sus
problemas de derechos humanos", declaró un ex alto oficial del Ejército.
Para asegurarse de que los colombianos no darían mal uso a las bombas, los
oficiales de Estados Unidos idearon una solución innovadora. La CIA mantendría
el control sobre la clave de encriptación insertada en la bomba, que
descodificaba las comunicaciones con los satélites GPS de forma que pudieran ser
leídos por las computadoras de la bomba. La bomba no podía alcanzar su objetivo
sin la clave. Los colombianos tendrían que solicitar aprobación para algunos
objetivos, y si daban mal uso a las bombas, la CIA podía denegar la recepción de
GPS para uso futuro.
Para cortar la cinta roja inicial, los primeros 20 kits de bombas inteligentes -sin las llaves de encriptación- llegaron a través de la CIA. La cuenta fue por menos de 1 millón de dólares. Después de eso, a Colombia se le permitió adquirirlos a través del Programa Exterior de Ventas Militares.
Un primer golpe
Tomás Medina Caracas, también conocido como Negro Acacio, el jefe
narcotraficante de las FARC y comandante del Frente 16, fue el primer hombre que
la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de Estados Unidos puso en la
cola de un ataque con PGM.
Sobre las 4:30am del 1 de septiembre de 2007, pilotos con gafas de visión nocturna soltaron varias bombas inteligentes Enhanced Paveway II sobre su campamento en el oriente colombiano mientras oficiales en ambas capitales esperaban. Las tropas sólo pudieron recuperar una pierna. Parecía por su complexión oscura pertenecer a Acacio, uno de los pocos líderes negros de las FARC. Los tests de ADN confirmaron su muerte.
"Hubo gran excitación", recuerda William Scoggins, jefe del programa antinarcóticos del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. "No sabíamos qué impacto tendría, pero pensamos que esto era un factor que cambiaba el juego".
Para ocultar el uso de los PGMs al conocimiento del público, y para asegurar
el máximo daño al campamento de los líderes de las FARC, la fuerza aérea y los
asesores de Estados Unidos desarrollaron nuevas tácticas de ataques aéreos. En
una misión típica, varios Dragonfys A-37 volando a 20.000 pies de altura
llevaban bombas inteligentes. Tan pronto como los aviones entraban en una
"cesta" a tres millas del objetivo, el software GPS de una bomba se activaba
automáticamente.
Entonces, volando bajo, aviones artillados AC-47 de la era de Vietnam,
apodadas Puff the Magic Dragon, ametrallaban la zona con ametralladoras fijas,
"disparando a los heridos que trataran de ponerse a cubierto", según uno de los
varios oficiales del ejército que describieron el mismo escenario.
Sólo entonces llegaban las fuerzas de infantería colombianas para hacer prisioneros, y recoger a los muertos, así como teléfonos celulares, computadores y discos duros. La CIA también pasó tres años entrenando a los equipos de apoyo aéreo colombianos en el uso de lasers para guiar clandestinamente a los pilotos y a las bombas inteligentes guiadas por laser a sus objetivos.
Casi todas las operaciones dependían en gran medida de las interceptaciones de señales de la Agencia de Seguridad Nacional, que alimentaban con inteligencia a las tropas en el terreno o a los pilotos antes y durante una operación. "Las interceptaciones.... eran un factor que cambiaba el juego", afirmó Scoggins, del Comando Sur de Estados Unidos.
Sobre las 4:30am del 1 de septiembre de 2007, pilotos con gafas de visión nocturna soltaron varias bombas inteligentes Enhanced Paveway II sobre su campamento en el oriente colombiano mientras oficiales en ambas capitales esperaban. Las tropas sólo pudieron recuperar una pierna. Parecía por su complexión oscura pertenecer a Acacio, uno de los pocos líderes negros de las FARC. Los tests de ADN confirmaron su muerte.
"Hubo gran excitación", recuerda William Scoggins, jefe del programa antinarcóticos del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. "No sabíamos qué impacto tendría, pero pensamos que esto era un factor que cambiaba el juego".
Seis semanas después, bombas inteligentes mataron a Gustavo Rueda Díaz, alias
Martín Caballero, líder del Frente 37, mientras hablaba por su teléfono celular.
Las muertes de Acacio y Caballero causaron el derrumbe de los frentes 16 y 37.
También desencadenaron deserciones masivas, según un cable secreto del
Departmento de Estado fechado el 6 de marzo de 2008 y hecho público por el grupo
anti-secretismo Wikileaks en 2010. Este era justo el comienzo de la
desintegración de las FARC.
Los Dragonflys eran seguidos por varios Super Tucanos A-29, volando mucho más
bajo. Ellos lanzaban una serie de bombas tontas en un patrón cercano. Su presión
de explosión mataría a cualquiera que se encontrara cerca y además despejaría la
densa selva y oscurecería el uso de bombas inteligentes.
Sólo entonces llegaban las fuerzas de infantería colombianas para hacer prisioneros, y recoger a los muertos, así como teléfonos celulares, computadores y discos duros. La CIA también pasó tres años entrenando a los equipos de apoyo aéreo colombianos en el uso de lasers para guiar clandestinamente a los pilotos y a las bombas inteligentes guiadas por laser a sus objetivos.
Casi todas las operaciones dependían en gran medida de las interceptaciones de señales de la Agencia de Seguridad Nacional, que alimentaban con inteligencia a las tropas en el terreno o a los pilotos antes y durante una operación. "Las interceptaciones.... eran un factor que cambiaba el juego", afirmó Scoggins, del Comando Sur de Estados Unidos.
La naturaleza ininterrumpida del trabajo de la NSA fue recogido en un cable
secreto del Departamento de Estado publicado por Wikileaks. En la primavera de
2009, el objetivo era el traficante de droga Daniel Rendón Herrera, conocido
como Don Mario, entonces el hombre más buscado de Colombia y responsable de
3.000 asesinatos en 18 meses.
La CIA también entrenó a los interrogadores colombianos para preguntar con
mayor efectividad a miles de desertores de las FARC, sin el uso de las técnicas
"mejoradas de interrogatorio" aprobadas para al-Qaeda y luego rechazadas como
abusivas por el Congreso. La agencia creó asimismo bases de datos para hacer
seguimiento de informes de forma que se pudieran hacer búsquedas y referencias
cruzadas para construir una imagen más completa de la organización.
El gobierno colombiano pagaba a los desertores y les permitía reintegrarse a
la sociedad civil. Algunos, a cambio, ofrecieron valiosa información sobre la
cadena de mando de las FARC, rutas de viaje estandar, campamentos, línea de
suministros, fuentes de droga y dinero. Ayudaron a dar sentido a las
interceptaciones de voz de la NSA, que habitualmente utilizaban palabras clave.
Los desertores también se utilizaron en ocasiones para infiltrar los campamentos
de las FARC sembrando aparatos de escucha o balizas que emitían una coordenada
GPS para las bombas inteligentes.
Ecuador y los rehenes no olvidados
En febrero de 2008, el equipo estadounidense-colombiano consiguió su primer
avistamiento de los tres rehenes estadounidenses. Tras una espera de cinco años,
la reacción fue rápida en el cuartel general del Comando de Operaciones
Especiales de Estados Unidos en Tampa, que empezó a enviar comandos del JSOC,
declaró un alto oficial de Estados Unidos que se encontraba en Colombia cuando
arribaron.
El coronel de la Fuerza Aérea tenía un sucinto mensaje para el comandante de
operaciones aéreas colombiano a cargo de la misión. "Le dije: Mira, todos
sabemos dónde está este tipo. Simplemente no la jodas".
Los abogados de seguridad nacional de Estados Unidos vieron la operación como un acto de defensa propia. A raíz del 11-S habían elaborado una nueva interpretación del uso de la fuerza permisible contra actores no estatales como al-Qaeda y las FARC. Era así: Si un grupo terrorista era controlado desde un país que no podía o no quería detenerlo, entonces el país atacado -en este caso, Colombia- tenía el derecho de defenderse utilizando la fuerza, incluso si eso suponía adentrarse en otro país soberano.
Esta era la justificación legal para los ataques con drones de la CIA y otras operaciones letales en Pakistán, Yemen, Somalia y mucho después, para el asalto en Pakistán que mató a Osama bin Laden.
De esta forma, minutos después de la medianoche del 1 de marzo, tres Dragonflys A-37 despegaron de Colombia, seguidos por cinco Super Tucanos. El sistema de guiado de las bombas inteligentes se activó una vez que los aviones alcanzaron el radio de tres millas de la localización de Reyes.
Como se les había ordenado, los pilotos colombianos permanecieron en el espacio aéreo colombiano. Las bombas impactaron donde se había programado, destruyendo el campamento y matando a Reyes, quien, de acuerdo a los informes de los noticieros colombianos, estaba durmiendo en pijama.
Las fuerzas colombianas se apresuraron a cruzar la frontera y se adentraron en Ecuador para recolectar los restos de Reyes y se alzaron asimismo con un gran tesoro oculto de equipos informáticos que resultó ser el más valioso descubrimiento de inteligencia de las FARC obtenido nunca.
El bombardeo desencadenó una seria crisis diplomática. El líder venezolano Hugo Chávez llamó a Colombia "estado terrorista" y desplacó tropas a la frontera, igual que hizo Ecuador. Nicaragua rompió relaciones. Uribe, bajo presión, se disculpó ante Ecuador.
La disculpa, si bien calmó las relaciones en América Latina, enfadó al pequeño círculo de oficiales estadounidenses que conocían la historia detrás, uno de ellos dijo: "Recuerdo haber pensado: no puedo creer que estén diciendo esto", afirmó. "Para ellos era una locura renunciar a una importante argumentación legal".
Pero la conmoción no dañó los profundos lazos entre Estados Unidos y las fuerzas colombianas ni desalentó la misión para rescatar a los rehenes. De hecho, el número de tropas JSOC continuó aumentando hasta llegar a más de 1.000, afirmó un alto funcionario en Colombia en aquel entonces. Los funcionarios pensaron que con seguridad serían avistados, pero no lo fueron. Un ejercicio militar conjunto de Estados Unidos y Colombia proporcionó la cobertura suficiente cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja apareció en bases aisladas y tropezó con unos estadounidenses corpulentos, afirmaron dos funcionarios de Estados Unidos.
Después de seis semanas esperando encontrar a los rehenes, casi todas las tropas del JSOC abandonaron el país para ir a misiones en otros lugares. Una unidad permaneció. El 2 de julio de 2008, tuvo el papel poco habitual de suplente en la dramática y bien documentada Operación Jaque, en la que fuerzas colombianas haciéndose pasar por miembros de un grupo humanitario engañaron a las FARC para que entregaran a los tres rehenes de Estados Unidos y otros 12 sin disparar un tiro. El equipo del JSOC y una flota de aeronaves de Estados Unidos estaban posicionados como Plan B, en caso de que la operación colombiana saliera mal. Santos continua la guerra de bombas inteligente.
El equipo del JSOC estaba encabezado por un comandante del Equipo Seis de las
fuerzas de operaciones especiales de la Marina. Pequeñas unidades establecieron
tres áreas de operaciones cerca de los rehenes y llevaron a cabo reconocimiento
de largo alcance, afirmó el alto oficial. La NSA aumentó su vigilancia. Todos
los ojos estaban puestos en la remota localización de la selva. Pero al tiempo
que las preparaciones preliminares se desarrollaban, las operaciones se
calentaban en otro lugar.
Justo al otro lado del río Putumayo, una milla dentro de Ecuador, la
inteligencia estadounidense y un informante colombiano confirmaron el escondite
de Luis Edgar Devia Silva, también conocido como Raúl Reyes y considerado el
número 2 en el secretariado de las FARC integrado por siete miembros.
Era un descubrimiento delicado para Colombia y Estados Unidos. Llevar a cabo
un ataque aéreo significaba que un piloto colombiano a bordo de un avión
colombiano impactara el campamento utilizando una bomba fabricada en Estados
Unidos con un cerebro controlado por la CIA.
Los abogados de seguridad nacional de Estados Unidos vieron la operación como un acto de defensa propia. A raíz del 11-S habían elaborado una nueva interpretación del uso de la fuerza permisible contra actores no estatales como al-Qaeda y las FARC. Era así: Si un grupo terrorista era controlado desde un país que no podía o no quería detenerlo, entonces el país atacado -en este caso, Colombia- tenía el derecho de defenderse utilizando la fuerza, incluso si eso suponía adentrarse en otro país soberano.
Esta era la justificación legal para los ataques con drones de la CIA y otras operaciones letales en Pakistán, Yemen, Somalia y mucho después, para el asalto en Pakistán que mató a Osama bin Laden.
De esta forma, minutos después de la medianoche del 1 de marzo, tres Dragonflys A-37 despegaron de Colombia, seguidos por cinco Super Tucanos. El sistema de guiado de las bombas inteligentes se activó una vez que los aviones alcanzaron el radio de tres millas de la localización de Reyes.
Como se les había ordenado, los pilotos colombianos permanecieron en el espacio aéreo colombiano. Las bombas impactaron donde se había programado, destruyendo el campamento y matando a Reyes, quien, de acuerdo a los informes de los noticieros colombianos, estaba durmiendo en pijama.
Las fuerzas colombianas se apresuraron a cruzar la frontera y se adentraron en Ecuador para recolectar los restos de Reyes y se alzaron asimismo con un gran tesoro oculto de equipos informáticos que resultó ser el más valioso descubrimiento de inteligencia de las FARC obtenido nunca.
El bombardeo desencadenó una seria crisis diplomática. El líder venezolano Hugo Chávez llamó a Colombia "estado terrorista" y desplacó tropas a la frontera, igual que hizo Ecuador. Nicaragua rompió relaciones. Uribe, bajo presión, se disculpó ante Ecuador.
La disculpa, si bien calmó las relaciones en América Latina, enfadó al pequeño círculo de oficiales estadounidenses que conocían la historia detrás, uno de ellos dijo: "Recuerdo haber pensado: no puedo creer que estén diciendo esto", afirmó. "Para ellos era una locura renunciar a una importante argumentación legal".
Pero la conmoción no dañó los profundos lazos entre Estados Unidos y las fuerzas colombianas ni desalentó la misión para rescatar a los rehenes. De hecho, el número de tropas JSOC continuó aumentando hasta llegar a más de 1.000, afirmó un alto funcionario en Colombia en aquel entonces. Los funcionarios pensaron que con seguridad serían avistados, pero no lo fueron. Un ejercicio militar conjunto de Estados Unidos y Colombia proporcionó la cobertura suficiente cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja apareció en bases aisladas y tropezó con unos estadounidenses corpulentos, afirmaron dos funcionarios de Estados Unidos.
Después de seis semanas esperando encontrar a los rehenes, casi todas las tropas del JSOC abandonaron el país para ir a misiones en otros lugares. Una unidad permaneció. El 2 de julio de 2008, tuvo el papel poco habitual de suplente en la dramática y bien documentada Operación Jaque, en la que fuerzas colombianas haciéndose pasar por miembros de un grupo humanitario engañaron a las FARC para que entregaran a los tres rehenes de Estados Unidos y otros 12 sin disparar un tiro. El equipo del JSOC y una flota de aeronaves de Estados Unidos estaban posicionados como Plan B, en caso de que la operación colombiana saliera mal. Santos continua la guerra de bombas inteligente.
Como señal de confianza, a comienzo de 2010 el Gobierno estadounidense dio a
Colombia el control sobre la clave de encriptación GPS. No había habido informes
de mal uso, fallos o daño colateral de las bombas inteligentes. La transferencia
fue precedida por rápidas negociaciones sobre las normas de compromiso para el
uso de bombas inteligentes. Entre las normas figura que solamente se lanzarían
contra campamenors aislados en la selva.
El presidente Santos, que fue ministro de Defensa bajo Uribe, ha aumentado enormemente el ritmo de las operaciones contra las FARC. Se han asesinado casi tres veces más dirigentes de las FARC -47 frente a 16- bajo Santos que bajo Uribe. Entrevistas y análisis de páginas web gubernamentales e informes de prensa muestran que al menos 23 de los ataques bajo el Gobierno de Santos fueron operaciones aéreas. Las bombas inteligentes se usaron solamente contra los más importantes líderes de las FARC, afirmaron funcionarios colombianos en respuesta a las preguntas. En los demás casos se utilizaron bombas de gravedad.
Habiendo diezmado a la máxima dirigencia de las FARC entre los comandantes
del frente, el ejército, con la ayuda continuada de la CIA y otras agencias de
inteligencia, parece que se abre camino entre los rangos de nivel medio,
incluyendo a los comandantes de compañía móvil, los cuadros más curtidos en
combate y con más experiencia que quedan. Según funcionarios colombianos, un
tercio de estos últimos han sido muertos o capturados.
La administración Santos también ha apuntado a las redes de suministro financiero y de armas que apoyan a las FARC. Algunos críticos piensan que el Gobierno ha estado demasiado concentrado en matar a los dirigentes y no lo suficiente en usar al ejército y la policía para ocupar y controlar el territorio rebelde.
Matar a un individuo nunca ha sido la medida del éxito en la guerra, dicen los expertos en contrainsurgencia. Lo que importa es el caos y la disfunción que causa en la organización matar a la dirigencia. Las operaciones aéreas contra la dirigencia de las FARC "han puesto la organización patas arriba", afirma un funcionario del Pentágono que ha estudiado la historia estadounidense clasificada de la guerra en Colombia.
Algunos han huido a Venezuela. Un miembro del secretariado se esconde intermitentemente en Ecuador, según altos funcionarios de Colombia, lo que rompe el importante lazo psicológico con las tropas en el terreno y dificulta el reclutamiento.
Por el temor de ser localizados y bombardeados, las unidades ya no duermen dos días seguidos en el mismo lugar, por lo que los campamentos deben esparcirse más. "Saben que el Gobierno tiene ahora tanta información sobre ellos e inteligencia en tiempo real", declaró Germán Espejo, consejero de seguridad y defensa de la Embajada colombiana. Preocupados por los espías en sus filas, son comunes las ejecuciones.
Las FARC todavía lanzan ataques -un coche bomba en una estación de policía rural el 7 de diciembre mató a seis oficiales de policía y dos civiles- pero ya no viajan en grupos grandes, y esto limita a la mayoría de las unidades a menos de 20. Ya no son capaces de lanzar asaltos a gran escala, el grupo ha tenido que volver a tácticas de golpear y correr, utilizando francotiradores y explosivos.
El desgaste de 50 años de vida errante en la selva ha pasado cuentas en el equipo negociador de las FARC, también. Aquellos que han vivido en el exilio parecen más dispuestos a continuar la lucha que aquellos que han estado combatiendo, afirman funcionarios colombianos. Las negociaciones, afirmó Santos en la entrevista, son resultado de la exitosa campaña militar, "la guinda en el pastel".
El 15 de diciembre las FARC declararon que comenzarían un cese al fuego unilateral de 30 días como señal de buena voluntad durante las fiestas. La administración Santos despreció el gesto y prometió continuar su campaña militar. Más tarde ese mismo día, las fuerzas de seguridad mataron a un guerrillero de las FARC implicado en un ataque con bomba contra un ex ministro. Tres días después, el Ejército mató a otros cinco.
El presidente Santos, que fue ministro de Defensa bajo Uribe, ha aumentado enormemente el ritmo de las operaciones contra las FARC. Se han asesinado casi tres veces más dirigentes de las FARC -47 frente a 16- bajo Santos que bajo Uribe. Entrevistas y análisis de páginas web gubernamentales e informes de prensa muestran que al menos 23 de los ataques bajo el Gobierno de Santos fueron operaciones aéreas. Las bombas inteligentes se usaron solamente contra los más importantes líderes de las FARC, afirmaron funcionarios colombianos en respuesta a las preguntas. En los demás casos se utilizaron bombas de gravedad.
Colombia continúa mejorando sus capacidades aéreas. En 2013, la fuerza aérea
mejoró su flota de bombardeos a reacción Kfir, de fabricación israelí,
equipándolos con bombas guiadas por laser Griffin de fabricación israelí.
También ha montado bombas inteligentes en algunos de sus Super Tucanos.
La administración Santos también ha apuntado a las redes de suministro financiero y de armas que apoyan a las FARC. Algunos críticos piensan que el Gobierno ha estado demasiado concentrado en matar a los dirigentes y no lo suficiente en usar al ejército y la policía para ocupar y controlar el territorio rebelde.
Matar a un individuo nunca ha sido la medida del éxito en la guerra, dicen los expertos en contrainsurgencia. Lo que importa es el caos y la disfunción que causa en la organización matar a la dirigencia. Las operaciones aéreas contra la dirigencia de las FARC "han puesto la organización patas arriba", afirma un funcionario del Pentágono que ha estudiado la historia estadounidense clasificada de la guerra en Colombia.
Algunos han huido a Venezuela. Un miembro del secretariado se esconde intermitentemente en Ecuador, según altos funcionarios de Colombia, lo que rompe el importante lazo psicológico con las tropas en el terreno y dificulta el reclutamiento.
Por el temor de ser localizados y bombardeados, las unidades ya no duermen dos días seguidos en el mismo lugar, por lo que los campamentos deben esparcirse más. "Saben que el Gobierno tiene ahora tanta información sobre ellos e inteligencia en tiempo real", declaró Germán Espejo, consejero de seguridad y defensa de la Embajada colombiana. Preocupados por los espías en sus filas, son comunes las ejecuciones.
Las FARC todavía lanzan ataques -un coche bomba en una estación de policía rural el 7 de diciembre mató a seis oficiales de policía y dos civiles- pero ya no viajan en grupos grandes, y esto limita a la mayoría de las unidades a menos de 20. Ya no son capaces de lanzar asaltos a gran escala, el grupo ha tenido que volver a tácticas de golpear y correr, utilizando francotiradores y explosivos.
El desgaste de 50 años de vida errante en la selva ha pasado cuentas en el equipo negociador de las FARC, también. Aquellos que han vivido en el exilio parecen más dispuestos a continuar la lucha que aquellos que han estado combatiendo, afirman funcionarios colombianos. Las negociaciones, afirmó Santos en la entrevista, son resultado de la exitosa campaña militar, "la guinda en el pastel".
El 15 de diciembre las FARC declararon que comenzarían un cese al fuego unilateral de 30 días como señal de buena voluntad durante las fiestas. La administración Santos despreció el gesto y prometió continuar su campaña militar. Más tarde ese mismo día, las fuerzas de seguridad mataron a un guerrillero de las FARC implicado en un ataque con bomba contra un ex ministro. Tres días después, el Ejército mató a otros cinco.
Elyssa Pachico y Julie Tate contribuyeron a este reportaje.
Fuente: http://www.washingtonpost.com/sf/investigative/2013/12/21/covert-action-in-colombia/?hpid=z1
Fuente: http://www.washingtonpost.com/sf/investigative/2013/12/21/covert-action-in-colombia/?hpid=z1
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