Foto: Liborio Nodal |
Por Iroel Sánchez.
Este 5 de noviembre de 2013 ha muerto Nelson
Mandela, símbolo mundial de la lucha contra el racismo y entrañable
amigo de Cuba y Fidel. En julio de 1991 Mandela visitó Cuba, estas
fueron las palabras que pronunció Fidel en respuesta al discurso del
líder sudafricano en que reconoció el insoslayable papel de Cuba en la
lucha contra el apartheid.
Si se quiere tener un
ejemplo de un hombre absolutamente íntegro, ese hombre, ese ejemplo es
Mandela (APLAUSOS). Si se quiere tener un ejemplo de un hombre
inconmoviblemente firme, valiente, heroico, sereno, inteligente, capaz,
ese ejemplo y ese hombre es Mandela (APLAUSOS). Y no lo pienso después
de haberlo conocido, después de haber tenido el privilegio de conversar
con él, después de haber tenido el gran honor de recibirlo en nuestro
país, lo pienso desde hace muchos años, y lo identifico como uno de los
más extraordinarios símbolos de esta era.
Pienso esto de él y de su pueblo, porque si vamos a
hablar de las más justas de las causas, es la causa que ellos han
representado. Si hay algo repugnante y odioso en este mundo, donde hay
unas cuantas cosas repugnantes y odiosas, eso tan repugnante y odioso es
el apartheid. ¿Invento de quién, de los comunistas, de los socialistas,
del socialismo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No! Invento que expresa la
esencia del capitalismo, invento del colonialismo, invento del
neocolonialismo, invento del fascismo.
¿Y en qué se diferencia el apartheid de aquella
práctica aplicada durante siglos de arrancar decenas de millones de
africanos del seno de su tierra y traerlos a este hemisferio para
esclavizarlos, para explotarles hasta la última gota de sudor y de
sangre? Quién puede saberlo mejor que Matanzas si aquí en esta parte del
occidente del país había tal vez más de 100 000 esclavos. Llegaron a
ascender en la primera mitad del pasado siglo a 300 000 en toda Cuba, y
una de las provincias donde más esclavos había era esta, escenario
también de grandes sublevaciones. Por eso nada tan justo ni tan legítimo
como ese monumento que se acaba de erigir en esta provincia al esclavo
rebelde (APLAUSOS).
El apartheid es el capitalismo y el imperialismo en su forma fascista, y entraña la idea de razas superiores y razas inferiores.
Pero el pueblo negro de Sudáfrica no solo ha tenido
que enfrentarse al apartheid, ha tenido que enfrentarse a la más brutal
desigualdad y represión política, y ha tenido que enfrentarse a la más
cruel explotación económica. Se ha tenido que enfrentar a estas tres
grandes tragedias, por eso pienso que en nuestra era no podía haber
causa más justa que la causa que han dirigido el ANC, el compañero
Mandela y otros muchos capaces y brillantes cuadros de esa organización,
varios de los cuales hemos tenido el privilegio de conocer en nuestro
país.
Hoy los occidentales tratan de congraciarse con
Africa, tratan de congraciarse con los que odian el apartheid, pero la
gran realidad es que el apartheid fue una creación de Occidente, del
Occidente capitalista e imperialista.
La gran verdad es que occidente apoyó el apartheid,
le suministró tecnología, incontables miles de millones en inversiones,
incontables cantidades de armamentos y, además, apoyo político. No, el
imperialismo no rompió con el apartheid, el imperialismo no bloqueó al
apartheid, el imperialismo mantuvo y mantiene excelentes relaciones con
el apartheid. Había que bloquear a Cuba donde hace mucho rato las
reminiscencias del apartheid, es decir, la discriminación racial,
desaparecieron; había que bloquear a Cuba como castigo por su
Revolución, como castigo por su justicia social, pero jamás al
apartheid. Tomaron contra este algunas tibias medidas económicas que no
tenían la menor trascendencia, y son los que ahora —según me contaba el
propio Mandela— se preguntan y le preguntan por qué su amistad con Cuba,
por qué sus relaciones con Cuba y, como él dijo aquí, por qué sus
relaciones con el Partido Comunista Sudafricano, como si todavía el
fantasma del comunismo estuviera recorriendo el mundo (APLAUSOS). Por
qué sus relaciones con este pequeño país que tan leal fue siempre a la
causa del pueblo sudafricano en su lucha contra el apartheid. Eso
demuestra la lógica de los reaccionarios y de los imperialistas.
Estaría mal por parte nuestra resaltar la modesta
contribución de Cuba a la causa de los pueblos, pero escuchando el
discurso de Mandela pienso, compañeras y compañeros, que es el más
grande y el más profundo tributo que se les ha rendido jamás a nuestros
combatientes internacionalistas (APLAUSOS). Pienso que sus palabras han
de quedar, como escritas en letras de oro, en homenaje de nuestros
combatientes. El fue generoso, muy generoso, él recordó la epopeya de
nuestro pueblo en Africa, allí donde se manifestó todo el espíritu de
esta Revolución, todo su heroísmo y toda su firmeza.
¡Quince años estuvimos en Angola! Cientos y cientos
de miles de cubanos pasaron por allí y otros muchos miles pasaron por
otros países, era la época en que el imperialismo daba cualquier cosa
con tal de que Cuba se retirara de Angola y cesara en su solidaridad con
los pueblos de Africa; pero nuestra firmeza fue mayor que todas las
presiones y fue mayor que cualquier beneficio que nuestro país pudiera
sacar si hubiese cedido a las exigencias imperialistas, si es que
realmente puede haber alguna vez beneficio en el abandono de los
principios y en la traición.
Estamos orgullosos de nuestra conducta, y de Angola
regresaron victoriosas nuestras tropas, pero, ¿quién lo ha dicho como lo
dijo él? .¿Quién lo ha expresado con esa honestidad, con esa
elocuencia? Lo que nosotros no hemos dicho, porque nos lo impide la
elemental modestia, lo ha expresado él aquí con infinita generosidad,
recordando que nuestros combatientes hicieron posible mantener la
integridad y alcanzar la paz en la hermana República de Angola; que
nuestros combatientes contribuyeron a la existencia de una Namibia
independiente; él añade que nuestros combatientes contribuyeron a la
lucha del pueblo de Sudáfrica y del ANC; él ha dicho que la batalla de
Cuito Cuanavale cambió la correlación de fuerzas y abrió posibilidades
nuevas.
No éramos ajenos a la importancia del esfuerzo que
allí realizábamos desde 1975 hasta la última hazaña, que fue aceptar el
desafío de Cuito Cuanavale, a más distancia que la que hay entre La
Habana y Moscú, adonde puede llegarse en 13 horas de vuelo, sin incluir
las escalas. Para llegar a Luanda desde La Habana hacen falta de 14 a 15
horas de vuelo, y Cuito Cuanavale estaba allá en un rincón de Angola,
en dirección sureste, a más de 1 000 kilómetros de Luanda, allí nuestro
país tuvo que aceptar el reto.
Como les contaba el compañero Mandela, en esa acción
la Revolución se jugó todo, se jugó su propia existencia, se arriesgó a
una batalla en gran escala contra una de las potencias más fuertes de
las ubicadas en la zona del Tercer Mundo, contra una de las potencias
más ricas, con un importante desarrollo industrial y tecnológico, armada
hasta los dientes, a esa distancia de nuestro pequeño país y con
nuestros recursos, con nuestras armas. Incluso corrimos el riesgo de
debilitar nuestras defensas, y debilitamos nuestras defensas, utilizamos
nuestros barcos, única y exclusivamente nuestros barcos y nuestros
medios para cambiar esa correlación de fuerzas que hiciera posible el
éxito de los combates; porque a tanta distancia no sé si se libró alguna
vez alguna guerra entre un país tan pequeño y una potencia como la que
poseían los racistas sudafricanos.
Todo nos lo jugamos en aquella acción, y no fue la
única vez; creo que nos jugamos mucho, mucho, mucho también, cuando en
1975 enviamos nuestras tropas a raíz de la invasión sudafricana a
Angola. Allí estuvimos 15 años, repito, tal vez no habría hecho falta
tanto tiempo, de acuerdo con nuestro pensamiento, porque de acuerdo con
nuestro pensamiento aquel problema lo que había era que resolverlo y,
sencillamente, prohibirle a Sudáfrica las invasiones a Angola. Esa era
nuestra concepción estratégica: si queremos que haya paz en Angola, si
queremos que haya seguridad en Angola, hay que prohibirles a los
sudafricanos que hagan invasiones a Angola. Y si queremos impedirles a
los sudafricanos, prohibirles que hagan invasiones, hay que reunir las
fuerzas y los medios necesarios para impedírselo. Nosotros no teníamos
todos los medios, pero esa era nuestra concepción.
La situación verdaderamente crítica se creó en Cuito
Cuanavale, donde no había cubanos, porque la unidad cubana más próxima
estaba a 200 kilómetros al oeste, lo cual nos llevó a la decisión de
emplear los hombres y los medios que hicieran falta —por nuestra cuenta y
nuestro riesgo—, enviar lo que hiciera falta, aunque fuese necesario
sacarlo de aquí.
Cuito Cuanavale es el lugar que se hizo histórico,
pero las operaciones se extendieron a lo largo de toda una línea de
cientos de kilómetros y se derivó de ellas un movimiento hacia el
suroeste de Angola de gran importancia estratégica. Todo eso se
simboliza con el nombre de Cuito Cuanavale, que fue donde empezó la
crisis; pero alrededor de 40 000 soldados cubanos y angolanos con más de
500 tanques, cientos de cañones y alrededor de 1 000 armas antiaéreas
—en su inmensa mayoría armas antiaéreas nuestras que sacamos de aquí—
avanzaron en dirección a Namibia, apoyados por nuestra aviación y un
aeropuerto de avanzada construido en cuestión de semanas.
No voy a hablar aquí de pormenores y detalles de los
combates, estrategias y tácticas, eso lo dejaremos a la historia; pero
íbamos decididos a resolver el problema por nuestra cuenta y riesgo,
unidos a los angolanos, íbamos decididos a poner fin de una vez y por
todas a las invasiones a Angola. Los hechos resultaron tal como los
preveíamos —y nosotros no queremos ofender a nadie, no queremos humillar
a nadie—, porque cuando se creó esa correlación de fuerzas, esa nueva
correlación de fuerzas —y en nuestras manos había una invencible tropa,
una invencible e incontenible tropa— se crearon las condiciones para las
negociaciones en las cuales participamos durante meses.
Allí hubieran podido tener lugar grandes batallas,
pero era mejor, ante la nueva situación, resolver en la mesa de
negociaciones el problema del respeto a la integridad de Angola y la
independencia de Namibia. Nosotros sabíamos, ¡cómo íbamos a ignorarlo!,
que aquellos acontecimientos habrían de influir profundamente en la
propia vida de Africa del Sur, y era una de las razones, una de las
motivaciones, uno de los grandes estímulos que nos impulsaban; porque
sabíamos que al resolver el problema allí en Angola, las fuerzas que
luchaban contra el apartheid recibirían también los beneficios de
nuestras luchas.
¿Lo hemos dicho así alguna vez? No, nunca, y tal vez
no lo habríamos dicho nunca, porque pensamos que, en primer término, los
éxitos que ha obtenido el ANC se deben, por encima de cualquier
solidaridad internacional, por encima del enorme apoyo externo, de
opinión pública en algunos casos, de acciones armadas en el caso
nuestro, lo determinante, lo decisivo fue el heroísmo, el espíritu de
sacrificio y de lucha del pueblo sudafricano dirigido por el ANC
(APLAUSOS).
Este hombre, en estos tiempos de cobardía y de tantas
cosas, ha venido a decirnos esto que nos ha dicho en la tarde de hoy.
Es algo que no podrá olvidarse jamás y que nos da la dimensión humana,
moral y revolucionaria de Nelson Mandela (APLAUSOS).
No he apreciado solo las palabras que se relacionan
con nosotros y el hermoso homenaje rendido a nuestros combatientes
internacionalistas, demostrándonos que la sangre derramada, los
sacrificios, el esfuerzo y el sudor de tantos y tantos cubanos no fueron
en vano. He apreciado mucho sus palabras sabias, inteligentes,
precisas, reveladoras de una táctica y una estrategia verdaderamente
revolucionarias.
Ha explicado aquí con una claridad impresionante lo
que se proponen y lo que quieren, cómo desean alcanzarlo y cómo están
seguros de lograrlo. Así tenemos aquí a este hombre que pasó decenas de
años en la cárcel meditando, reflexionando, estudiando y luchando,
convertido en un extraordinario líder político, en un extraordinario
luchador, en un invencible luchador.
Estamos seguros de que ya nada ni nadie puede evitar
el éxito de esa lucha noble y humana, de esa lucha tan justa que él la
sintetiza en una sociedad con igualdad, una sociedad democrática, una
sociedad no racista.
Y créanme, compañeras y compañeros, que el ANC se
enfrenta a una tarea verdaderamente compleja y difícil, pues a pesar de
contar con la inmensa mayoría del pueblo sudafricano no son pocos los
ardides, ni son pocos los trucos, ni pocas las maniobras que los
reaccionarios han utilizado para obstaculizar el acceso del pueblo de
Sudáfrica a sus metas; pero pienso que si hay algo superior a esas
dificultades, es el talento del compañero Nelson Mandela y de los
dirigentes del ANC (APLAUSOS).
Nos sentimos estimulados en este 26 de Julio, y nos
sentimos extraordinariamente honrados por la presencia y las palabras de
tan ilustre dirigente político y revolucionario, ¡nunca lo olvidaremos!
(APLAUSOS.)
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