Por Rosa Miriam Elizalde
Las políticas de comunicación estratégica del gobierno estadounidense
contra Cuba y Venezuela en el ámbito digital comparten un mismo
objetivo: el cambio de régimen en ambos países. Debido a la plasticidad
del sistema político norteamericano y del capitalismo en general, con
una enorme capacidad para adaptarse a los cambios tácticos de la
política y las emergencias socio-tecnológicas, Estados Unidos ha logrado
maniobrar en lo contingente sin comprometer ni ceder un ápice en su
rumbo estratégico.
En la misma medida en que la cultura digital se fue abriendo paso y
comenzó a ser la subestructura fundamental de grupos estratégicos de la
sociedad contemporánea –los jóvenes, los profesionales, los decisores
políticos…-, han procurado no desvincular los conceptos estratégicos de
los actos, y así han intervenido en el ámbito digital, teniendo en
cuenta dos hechos fundamentales:
1)La cultura digital no es una estructura
que se adiciona a la vida cotidiana, como si le echáramos un nueva
vianda a un ajiaco. Es un continente que está modificando sustancialmente el contenido de lo que ya había en la olla,
y nos ha metido de cabeza, nos guste o no, en una etapa transicional de
la sociedad, que ahora tiene un pie en la capa tectónica del Siglo XIX –
un tipo de arquitectura sujeta a un Estado de derecho, de un poder
institucionalizado, previsible, ordenado-, mientras el otro pie lo
tenemos en la capa tectónica del Siglo XXI, con un metabolismo flexible,
multidimensional, inestable, emergente y activo: el ciberespacio.
2)El Imperialismo globalizado, con EEUU de sheriff mundial,
ha convertido la adaptación táctica al cambio en un principio
estratégico. Revisa constantemente su funcionamiento para controlar
mejor las fluctuaciones imprevistas de actores y contextos. Es evidente
que su política de comunicación estratégica parte del reconocimiento de
esta complejidad que ha emergido con la cultura digital, lo que le
permite interactuar con éxito ante las organizaciones complejas
dominantes. En otras palabras, frente a las organizaciones simples, con
centralización piramidal de decisiones, el gobierno de EEUU ha logrado
adaptarse a los tipos de organizaciones sociales complejas que combinan
las redes con autonomías y con jerarquías. Estratégicamente mantienen
un principio que está soldado al sistema –acabar con la Revolución
cubana y con la bolivariana- y a corto plazo, se adaptan al escenario
con gran habilidad y rapidez, lo cual es también una decisión
estratégica.
Las evidencias empíricas están por todas partes. No creo que se pueda
saber exactamente hoy cuáles son los fondos totales –la sumatoria de
los públicos y los secretos- que destina el gobierno de los Estados
Unidos para el escenario digital cubano y venezolano. Las cifras
aparecen a cuentagotas. Todos los días nos enteramos de una nueva
partida millonaria de inversión directa o indirecta para la subversión,
destinada a intervenir en el escenario digital de nuestros países. Lo
que sí sabemos es que se destina muchísimo dinero a fortalecer los
estereotipos más negativos contra Cuba y Venezuela en el espacio
comunicativo público, tanto en el interno de ambas naciones como el
internacional, y se intenta inducir y movilizar desde el escenario
digital al “cambio de régimen”, a veces con proyectos que parecen
sacados de una mala película de espías, como el ZunZuneo –la creación de un Twitter para Cuba a través de esa CIA de bolsillo que es la USAID, y violando leyes a diestra y siniestra.
En el caso venezolano, las recientes guarimbas
-una estrategia insurreccional que se aplicó en Caracas y en algunas
ciudades del interior del país contra el gobierno de Nicolás Maduro- se
articularon fundamentalmente por Twitter y han sido favorecidas por
aplicaciones gratuitas para intercambiar mensajería instantánea (SMS) a
través de móviles, como WhatsApp Messenger, o la de los Blackberry, muy populares en Venezuela. Los flujos de SMS son considerables. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL),
en el último trimestre de 2013 se generaron en la red local de
telefonía móvil casi 29 millones de mensajes, de los cuales
aproximadamente el 50 por ciento se intercambiaron con servidores fuera
del territorio nacional.
Como denunció el director de CONATEL, William Castillo, en el encuentro “Conjura Mediática contra Venezuela”, en estas acciones se utilizó Zello, una aplicación para teléfonos Android, Blackberry, Iphone y PC-Tablets, que permite usar estos dispositivos como si fuesen un walkie-talkie. Estas plataformas facilitaron a los opositores violentos coordinar las guarimbas e identificar a “chavistas” y “maduristas” a los que llamaron “sapos” y fueron expuestos como objetivos a ser atacados.
Operaciones de conectividad efectiva
Estados Unidos ha evaluado que existen grandes posibilidades de
intervenir en el espacio comunicativo público común de ambos países,
particularmente en el espacio digital. Cuba y Venezuela tienen en común
las altas habilidades de sus usuarios para interactuar en el
ciberespacio, aún cuando la infraestructura en la Isla es todavía muy
precaria. Casi la mitad de la población de ambos países se
encuentra en la franja de los nativos digitales, cuyo imaginario está
reforzado por los instrumentos centrales de la cultura digital y genera
nuevos procesos de formación de la opinión pública.
Está suficientemente documentado que la administración Obama, al
igual que el gobierno de Bush, ha definido el ciberespacio como el nuevo
campo de batalla, donde la legalidad y las instituciones
internacionales no son un obstáculo, al menos no como en los casos en
que se desplaza un ejército convencional. En esta nueva guerra, los
individuos se convierten consciente o inconscientemente en
propagandistas virales de “tweets y hashtag que, siempre que estén en la
línea adecuada, serán replicados y amplificados por los medios
tradicionales. Las redes sociales están siendo utilizadas a modo de
drones para bombardear nuestras conciencias”, asegura la investigadora Ángeles Diez.
Para preparar el terreno digital en la región, el Comité de
Relaciones Exteriores del Senado financió una investigación en el 2011
acerca de los usos de las llamadas redes sociales en América Latina.
Abiertamente declaran como objetivo “expandir” el uso de estas
plataformas en el continente, pero aquellas bajo control norteamericano y
alineadas con la promoción de los intereses de EEUU en la región. “Una
gran parte de este esfuerzo se ha invertido en Cuba”, reconoce el informe,
pero “las operaciones de conectividad efectiva”, como han llamado a
este esfuerzo, tomaban buena nota de la situación del uso de estas
plataformas en cada país ubicado al sur del Río Bravo.
El documento que usted puede ver aquí,
a la firma del entonces Presidente del Comité de Relaciones Exteriores
del Senado y hoy Secretario de Estado, John Kerry, explica abiertamente
cuál es el interés de los Estados Unidos en las llamadas redes sociales
del continente:
“Con más del 50% de la población del
mundo menor de 30 años de edad, los nuevos medios sociales y las
tecnologías asociadas, que son tan populares dentro de este grupo
demográfico, seguirán revolucionando las comunicaciones en el futuro.
Estas tecnologías pueden favorecer el cambio político, mejorar la
eficiencia del gobierno, y contribuir al crecimiento económico… Los
medios sociales y los incentivos tecnológicos en América Latina sobre la
base de las realidades políticas, económicas y sociales serán cruciales
para el éxito de los esfuerzos gubernamentales de EEUU en la región.”
El informe resume la visita de una comisión de expertos a varios países de América Latina para conocer in situ
las políticas y financiamientos en esta área, además de entrevistas
con directivos de las principales empresas de Internet y funcionarios
norteamericanos. Recomienda “aumentar la conectividad y reducir al
mínimo los riesgos críticos para EEUU. Para eso, nuestro gobierno debe
ser el líder en la inversión de infraestructura.” Y añade: “El número
de usuarios de los medios sociales se incrementa exponencialmente y como
la novedad se convierte en la norma, las posibilidades de influir en el
discurso político y la política en el futuro están ahí”.
El núcleo de esta estrategia es intervenir tempranamente para imponer
el código norteamericano –tanto tecnológico como cultural- y hacerlo no
de manera estandarizada, sino a partir de una evaluación previa de cuál
es la situación social y los recursos tecnológicos en cada país para
hacer más efectiva esta intervención. No es conectar por conectar;
tampoco es invadir a la fuerza e imponer. Eso ya es imposible en la
sociedad de medios masificados. Se trataría de lo que Ignacio Ramonet ha
llamado intervenir a través del “dulce despotismo” y la capitalización
de las emociones de los usuarios de la red, para lo cual necesitan
conocer a nuestras sociedades mejor que nosotros mismos. De ahí el
nombre: conectividad efectiva.
Un “guarimbero” en un cierre de calles en el Este de Caracas -barrio de la clase alta venezolana-, en febrero de 2014. Foto: Eco Popular. |
El caso venezolano
A partir de febrero de este año se desencadenaron procesos virales en Twitter
para activar la neurosis colectiva en Venezuela y generar el
desplazamiento de los ciudadanos del espacio digital al espacio físico. Como fue denunciado,
entre otras acciones de terror psicológico, se divulgaron imágenes de
violencia originadas en Ucrania, Siria, Chile y otros países, como si
hubieran sido tomadas en las calles venezolanas. Estos procesos
cobrarían 42 vidas –mayoritariamente chavistas y militares-, numerosos
heridos y millonarias pérdidas materiales. A pesar de que las guarimbas
se activaron en unas pocas calles ubicadas en 18 municipios de los 335
que posee la nación sudamericana, el trasvase de los rumores de las
redes sociales a los medios tradicionales locales, amplificados a su vez
por las transnacionales mediáticas, generaron la sensación de que el
país estaba sumido en el caos.
Sin embargo, el riesgo de la falta de verificación que hace que un
rumor se convierta en noticia y logre imponerse como realidad, fue
neutralizado en el país, y poco a poco las transnacionales mediáticas
han tenido que pasar la página. Lo que ahora no se dice es que el
estereotipo de la Venezuela en crisis de ingobernabilidad y violencia,
que se desplegó interesadamente por las redes sociales, fue derrotado
por las fuerzas que respaldan el proceso bolivariano y por quienes se
distanciaron de las acciones terroristas, aún cuando no necesariamente
apoyan al gobierno. Si no hubo más muertes que lamentar, ni más
violencia desatada, se debió a la expresión de una voluntad de paz,
sostenida por la democratización real del uso de las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación en un país con un 43% de penetración
de Internet y un 106% de celulares –entre las más altas tasas de la
región.
Este empoderamiento ciudadano, con alta visibilidad en Twitter y que tiene como precedente la acción paradigmática de @chavezcandaga –la cuenta del Presidente Hugo Chávez en esta red, a través de la cual mantuvo una relación muy especial con los venezolanos-,
no solo neutralizó el lenguaje violento, sino que utilizó activa y
conscientemente el espacio digital como escenario de interlocución
pueblo-gobierno, desalentó la ocupación por la fuerza de los espacios
públicos, y favoreció la conducción política y mediática de los líderes
bolivarianos en tan compleja coyuntura.
Los chavistas, además, utilizaron con tanta o mayor habilidad que las
élites económicas las nuevas herramientas para la difusión de mensajes,
e impidieron, en definitiva, que se impusieran las estrategias de
diseminación de contenidos venenosos que, aventados a través de
plataformas en las que se reconocían continuamente peligrosos mecanismos
de guerra psicológica, pretendían mantenerse en ofensiva permanente
para instaurar el caos social y la ingobernabilidad del país.
Los datos empíricos no mienten: los Trending Topics (temas
del momento o tendencias) de Twitter en Venezuela, mantuvieron entre
febrero y abril, y durante las 24 horas del día, un permanente
equilibrio entre las etiquetas que movilizaban a los opositores y
aquellas que generaban los chavistas. No hubo un hashtag (palabra
clave) prevaleciente, hubo muchos, en dos direcciones políticas. Esta
proporción de fuerzas impidió que las convocatorias a la violencia,
muchas veces originadas desde el exterior del país, lograran convertirse
en virales y generaran emergencias, muy difíciles de enfrentar cuando
van de la mano de reacciones emocionales que desplazan a cientos de
miles o millones de individuos a la calle. Tal como ocurrió en Brasil en el 2013.
Blogosfera sobre Cuba
Debido a la debilidad de la redes técnicas cubanas en una población
altamente instruida y politizada, la “operación de conectividad
efectiva” parece privilegiar el uso de sistemas de mensajería telefónica
–como advertimos antes con el ZunZuneo- y cierta práctica de la
blogosfera en la Isla, a la que, por cierto, se destinan fondos
millonarios.
Los blogs rara vez son el punto de partida de una insurgencia de
relieve nacional, altamente emotiva y que a veces tienen un signo de
derecha y otras, de izquierda. Al menos no han sido decisivos en las
movilizaciones que hemos visto desde Islandia, Egipto, Túnez, Nueva York
(Occupy Wall Street), Washington (Tea Party), Madrid, México, Brasil…
hasta Venezuela. Sin embargo, contra Cuba se ha intentado utilizar
determinadas representaciones de estos nuevos medios sociales,
generalmente administrados fuera de la Isla, en dos direcciones:
1)en lo externo, como plataforma para la difusión de un estereotipo
sobre Cuba conveniente a los intereses de Washington, que pueda tener
caja de resonancia en los medios tradicionales, fundamentalmente en el
exterior. Los de mayor difusión y posibilidades de alcance han sido
aquellos administrados por individuos que clasifican perfectamente como
destinatarios de los fondos previstos para el cambio de régimen en Cuba,
y que han tenido un respaldo técnico y financiero desproporcionado. A
estos blogueros -a diferencia de muchos de los que intervienen en la
blogosfera nacional sin tutela externa- no les interesa participar, o al
menos no es su prioridad, en la vida social de la Isla. No son una
ventana abierta a la realidad de nuestro país, sino un espejo en el que
aparece, con un rostro particular y altamente publicitado, la más dura
retórica norteamericana contra la Revolución cubana.
2)los estrategas norteamericanos comprenden perfectamente la paradoja
en la que se encuentra el Sistema de Comunicación Social cubano,
anclado en el paradigma de los Mass Media, con graves
limitaciones en su funcionamiento y escasa capacidad de maniobra en el
escenario de la convergencia mediática. Si se compara el escenario
cubano con lo que ocurrió en la URSS a fines de los 80 –además de otras
significativas diferencias en el ámbito social, mediático y político-,
se aprecia que EEUU no solo estaba interesado, sino que intervino con
sus agentes en los medios tradicionales soviéticos y maniobró con suma
habilidad para reforzar el imaginario pro occidental. Sin embargo, no
interviene ahora en los medios tradicionales cubanos, porque no lo
necesita. Los nativos digitales del país tienen fuertes relaciones de
confianza con los nuevos medios sociales, como sus pares en cualquier
otra sociedad de mayor penetración de Internet, aún cuando los nuestros
usen mayoritariamente instrumentos accesorios como las memorias flash.
Los tanques pensantes de EEUU interpretan que mientras peor cumpla la
prensa cubana sus funciones, mejor sirve a la estrategia
norteamericana, de modo que la operación de “conectividad efectiva” de
los EEUU en Cuba está diseñada, justamente, para sacar provecho de una
situación de asimetría entre conocimiento y acceso a las redes,
desequilibrio que ha pretendido reforzar el bloqueo -que además de
económico, financiero y mediático, es tecnológico- contra Cuba.
Acción regional
El reto aún es enorme. De cualquier modo, estamos ante una situación
mediática diferente a momentos precedentes en la historia de las
movimientos sociales. Que se hayan ganado importantes batallas contra la
reacción local y mundial en los nuevos escenarios socio-tecnológicos,
no significa que todo está decidido a favor de las fuerzas
revolucionarias. Como ha demostrado Venezuela, los procesos
revolucionarios aprenden en el fragor de estas luchas, pero la reacción
también, y no dejará de preparar nuevas emboscadas. Tienen algo a su
favor: aún cuando nuestros países posean la mejor política pública
nacional, por muy inclusiva que esta sea, ninguna nación podrá maniobrar
por sí sola en este escenario a mediano y largo plazo, a menos que se
construyan nuevas relaciones que den la cara y comiencen a revertir las
profundas asimetrías que prevalecen hoy en este escenario.
Si no cambian las reglas del juego, habrá que lidiar con una
infraestructura transnacional, vertebrada por la red Internet, cuyos
nodos principales están sujetos a la voluntad y al control de los
Estados Unidos. Un informe de la CEPAL nos recuerda,
por ejemplo, que América Latina es el continente cuyas redes de
telecomunicaciones son las más dependientes del vecino norteño: más del
90 por ciento de nuestro tráfico en Internet pasa por servidores
norteamericanos –fundamentalmente por el llamado NAP de las Américas,
ubicado en Miami-; el 85 por ciento de los contenidos digitales de
América Latina están alojados en EEUU.
¿Cómo se puede hablar de soberanía en esas condiciones? ¿Dónde están
los programas de integración regional que involucran intercambios
informativos y audiovisuales, coproducción, codistribución y reserva de
mercado para contenidos audiovisuales y tecnologías? ¿Dónde están los
acuerdos para mejorar la protección, la eficiencia de los intercambios
de datos en la región y la preparación de nuestros recursos humanos?
Apenas se han dado pasos en esta dirección en el continente. La
pérdida de la privacidad, que ha puesto de relieve los casos de
Wikileaks y Edward Snowden, es solo la punta del Iceberg, y apuntan a
una consecuencia mínima en esta guerra: la pérdida de la privacidad.
Mientras sea el sistema imperial el que tenga el monopolio de las
máquinas que comandan la revolución socio-tecnológica en curso,
obviamente ese sistema lo utilizará para la violencia, el crimen y la
injusticia.
La operación de “conectividad efectiva” del gobierno de EEUU no es un
programa más contra los procesos revolucionarios y nacionalistas del
continente. Es una trama que revela que, además de espiar a medio mundo y
convertir a cada internauta en un blanco fácil de la Agencia de
Seguridad Nacional, el gobierno de EEUU está imponiendo donde puede las
herramientas digitales, aquellas que ayudan a construir una parte
significativa del imaginario del presente y del futuro de la región. Es
allí donde conviven millones de jóvenes latinoamericanos, rehenes de
unas bases de datos que permiten diferenciar a cada cual por sus
intereses políticos, sus preferencias de consumo y sus estados de ánimo.
Para cambiar las reglas del juego –como decía Darcy Ribeiro-
hay que tomar por asalto, desde el conocimiento, las herramientas de
los nuevos colonizadores y construir las nuestras con un fondo común de
inteligencia y recursos económicos, tecnológicos y jurídicos. Está por
hacer en América Latina una estrategia sistémica y un marco jurídico
homogéneo y fiable que minimice el control norteamericano, asegure que
el trafico de la red se intercambie entre países vecinos, fomente el uso
de tecnologías que aseguren la confidencialidad de las comunicaciones,
integre los recursos humanos en la región y suprima los obstáculos a la
comercialización de instrumentos y servicios digitales avanzados
producidos en nuestro patio. Por tanto quedan por definir las
potencialidades y alternativas de América Latina en el contexto
internacional, su posición y modelo diferencial en la llamada Era de la
Información, que debería proponerse en realidad ser la Era de la
Dignidad, como ha sugerido el investigador cubano Pedro Urra.
EEUU quiere asegurarse de que en esa historia no estemos o la
presenciemos atrapados en su red de vigilancia, control, mentiras y
muerte. Desafiémoslo, pero en serio: comprendiendo qué pasa a nuestro
alredor, quiénes son los nuevos sujetos del cambio, cómo lo
protagonizamos nosotros y no los del Norte. Y sobre todo, uniéndonos más
allá de las palabras.
(Intervención ampliada en el encuentro “Conjura Mediática contra Venezuela”, celebrado en Caracas, 5 y 6 de junio de 2014)
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