Por Pedro de la Hoz
No es noticia el compromiso servil de ciertas autoridades y
medios de la República Checa con quienes desde Washington y el núcleo
contrarrevolucionario del sur de la Florida intentan derrocar, o al menos
erosionar, el sistema político y social que legítimamente en Cuba nos hemos
dado a nosotros mismos, en ejercicio libre y democrático de nuestra voluntad.
Sin ir muy lejos, este mismo año, en abril, vacacionaron
durante una semana en Praga diez individuos procedentes de la isla y adscritos
a grupúsculos contrarrevolucionarios —digamos las cosas por su nombre y dejemos
atrás el eufemismo de llamarlos “disidentes” o “activistas pro Derechos
Humanos”— bajo el pretexto de participar en un seminario sobre la historia de
la transición checa del socialismo real al capitalismo neoliberal.
En realidad recibieron en sus encuentros con los
interlocutores checos instrucciones acerca de cómo operar contra el Estado
cubano y dedicaron tiempo a repetir ante los medios de comunicación de ese país
los lugares comunes de la propaganda anticubana. Como era de esperar, Radio
Praga les prestó su tribuna y trató de legitimarlos.
Lo nuevo en este y otro caso que glosaremos a continuación,
es la reiteración de un empeño que clasifica como una grosera intromisión
de instancias de gobierno checas en los asuntos cubanos.
Una vez más acaban en Praga de librar una convocatoria para
un concurso literario exclusivamente dirigido a novelistas que “residan
dentro de la isla” y tiene por objetivo “apoyar a los escritores que no pueden
publicar en la Isla por no pertenecer a las organizaciones oficialistas
dedicadas a la literatura, y guardan sus textos en una gaveta a la espera
de una oportunidad para publicarlos”.
Desde la propia redacción de las bases del certamen, cuyo
nombre Franz Kafka hace un flaco favor a la memoria del extraordinario narrador
checo, se respira un tufillo a mala telenovela: de una parte, la insólita y
enrevesada definición de esas supuestas “organizaciones oficialistas
literarias” —¿estarán hablando de editoriales e instituciones de muy variado
signo y actividad que funcionan en Cuba y que publican y promueven a escritores
y temáticas muy diversas a la vez, desde los clásicos a los contemporáneos, sin
distinción entre marxistas, cristianos, santeros, materialistas, idealistas,
cubanos que viven en Cuba y no pocos fuera de Cuba?—; de otra, un tinte
melodramático barato, al suponer la existencia de una literatura subterránea e
invisibilizada en las gavetas.
Otro signo que denota la falta de imaginación de los que
intentan urdir esta trama se halla en la naturaleza de la entidad praguense
patrocinadora, la biblioteca Samizdat Libri Prohibiti, que conserva y promueve
obras que circularon clandestinamente en la antigua Checoslovaquia. Comparar la
realidad cultural underground de la Unión Soviética y los países del
bloque oriental con la de Cuba no solo es una analogía absurda y forzada (en
buen cubano se diría “a la cañona”) sino también muestra de supina
ignorancia.
La finalidad de la operación se hace evidente en el destino
que tendría la novela premiada: suministrar 450 ejemplares de la novela,
publicada en español por una casa editora checa, en las denominadas
“bibliotecas independientes” albergadas por integrantes de los grupúsculos en
el interior de la isla. Esas bibliotecas reciben una subvención proveniente de
la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental (WHA), del Departamento de
Estado de los Estados Unidos. Hace apenas dos años, el presupuesto federal
asignó a la WHA 1,53 millones de dólares para un programa de “entrenamiento a
distancia sobre habilidades básicas para la información tecnológica” y “fondos
de apoyo para la compra de artículos de tecnología básica de la información,
y apoyo material a activistas de los derechos humanos, periodistas
independientes y bibliotecas independientes en la isla”.
Alguien podría suponer que el concurso de novelas es
un proyecto de alguna organización de ciudadanos checos que por iniciativa
propia decidieron promover a esos pobrecitos e ignorados escritores impedidos
de publicar sus creaciones en Cuba. (Por cierto, algunos de los ganadores de
las siete convocatorias anteriores tienen obras premiadas y publicadas por
“organizaciones oficialistas dedicadas a la literatura”). Sin embargo salta a
la vista la implicación gubernamental de Praga cuando en las bases, junto al
punto de recepción habilitado en una dirección de correo electrónico, se dice
que las novelas pueden enviarse “en otros formatos a la Embajada de la
República Checa en Cuba (Ave Kohly no. 259, entre 41 y 41, Nuevo Vedado)”.
Triste papel el de estas marionetas praguenses,
colgadas del hilo de la política anticubana de Washington.
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