Por Mariátegui
09/06/14
Con el
asesinato de Bin Laden, el fachobarbudo formado por la CIA y supuesto
organizador del espectacular 9/11, las costuras comienzan a emerger y
los protagonistas empiezan, casualmente, a desaparecer o quedar perdidos
en el "retiro" deshonroso, como le sucede a uno de los dos únicos
sobrevivientes del grupo Navy Seals que cometió el acto "heroico" de
salvar a "humanidad" del salvaje cavernícola que amenazaba con destruir
el fecundo sueño americano.
En la
propaganda de guerra, la narrativa tiene que ser épica y construir
héroes y enemigos, pero sobre todo un nudo y un desenlace simple y
masticable onda fast food para colectivizar, entre líneas joliwudenses,
los intereses imperiales y esconder las costuras de las operaciones
psicológicas.
Asesinar un facho y festejar como si fuéramos unos fachos
Pocas veces uno
presencia el poder de una maquinaría mediática a todo lo que da, como
cuando la ve en acción y observa el efecto sobre sus conejillos de
indias.
Ese primero de
marzo de 2011, el presidente de las guerras encubiertas, Barack Obama,
anunciaba que "todos" podíamos dormir tranquilos: Bin Laden está muerto
con un tiro en la cabeza; gracias a dios, está muerto.
Frente al
televisor de un hotel de la capital de El Salvador, San Salvador, un
blondo surfista inglés, una tibia flaquita de piel dorada y colorada,
como cuando los gringos se queman con la ropa puesta, y un canadiense de
lentes y cara de nerd gritaban que no lo podían creer, llamaban a los
otros anglos de la casona, les contaban, y luego iban a sus computadoras
a conversar por skype con sus familiares sobre la protección de sus
frágiles "libertades", que les permitían gastar nada en un país
centroamericano y ser duques crónicos de la vagancia del viajar para
"vivir" del capitalismo mochilero
El cierre de la
operación psicológica estaba hecho y los conejillos de indias aplaudían
como focas, sin preguntarse sobre la intervención descarada en Pakistán
y la ejecución sin juicio del facho islámico, cuyo cuerpo fue tirado en
alta mar sin que nadie viera una foto de su cadáver.
Glorificar y magnificar el "acto heroico"
Luego a la
operación psicológica le toco homogenizar el relato y esconder la
versión de que Bin Laden habría autoexplotado por los aires cuando
detonó un cinturón de explosivos o que habría sido detenido y después
ajusticiado.
No importaba:
"La verdad" era que unos 25 rambos de los Navy Seals (escuadrón de elite
de la marina estadounidense) ingresaron en helicópteros a la mansión de
Bin Laden en Abbottabad, Pakistán, se llevaron por los cachos a plomo a
todo lo que se les cruzase, y en pocos minutos llegaron a donde estaba
el "rey de las tinieblas", que usó una mujer como escudo antes de
recibir un tiro en el ojo izquierdo y que su familia fuese baleada al
estilo disparar primero, preguntar después.
Pero a este
hito en la historia post septiembre del 2001, el principal viralizador
de la Guerra contra el Terror intervencionista y cuyos resultados son
hartos conocidos, había que bañarlo de épica y también humanizar la
tortura de la CIA a yihadistas islámicos para encontrar el paradero de
Bin Laden, como hicieron con la película La noche más oscura de la
directora-propagandista Kahtryn Bigelow, que contó con un guionista ex
mercenario y la colaboración de agentes de la CIA.
En el tubo de ensayo, no había ninguna matiz y de pronto los que podrían contarlo empezaron a morir.
22 de los 25 Navy Seals se fueron a bucear con Bin Laden
Después del
acto heroico, los Navy Seals quedaron en Afganistán y en agosto de 2011
los talibanes supuestamente derribaron un helicóptero en el que iban 22
de los 25 rambos, y Washington desistió de confirmar o no el hecho, así
como de hablar sobre la versión del "accidente". Lo cierto es que la
unidad era el Team 6, el mismo que ajustició a Bin Laden y nunca más se
supo de ellos, como tampoco de ningún otro matiz sobre la operación.
Pero los
"accidentes", o coincidencias, continuaron cuando otro de los Navy
Seals, el marine Brett D. Shadle, se estrelló con su paracaídas en el
desierto de Arizona luego de chocar con un compañero en un salto a baja
altura, previsto en un ejercicio militar.
Luego se
conoció que la muerte de Shadle ocurrió un día después de que CNN
lanzara una nueva versión que se contraponía al del Navy Seals conocido
como "El Tirador", quien se atribuyó los tres tiros que mataron a Bin
Laden. Según la nueva historia, tres marines habrían entrado en la
habitación en la que estaba el fachoislámico y el único no identificado
habría realizado el disparo mortal.
Los otros dos
marines serían Matt Bissonnette, autor del libro No Easy Day (que le
valió la baja deshonrosa del wjército por revelar detalles de la famosa
Operación Gerónimo que planteó el asesinato de Bin Laden), y el famoso
"Tirador", que narró su "épica" historia en la revista Esquire, que
coincide en la mayoría de los aspectos con la propaganda-película sobre
la agente-heroína que descubrió el paradero de Bin Laden y lo "mandó" a
matar por expresa orden de Obama.
Ahora
Bissonnette y El Tirador son los únicos dos sobrevivientes de esa
operación. El segundo no tiene ni seguro médico ni trabajo por retirarse
antes de la fuerza, y cuenta que el ejército le ofreció "trabajar de
camionero, cambiar su identidad y no hablar nunca más con familiares ni
amigos". Aunque lo rechazó, piensa en cambiarse el nombre por miedo a
"represalias".
¿Por qué será?
Las costuras, siempre las costuras.
Otra de las
costuras ocultas e invisibilizadas selectivamente fue la relación de Bin
Laden con la CIA y el ISI, servicio de inteligencia paquistaní, que le
permitió ser formado con ayuda saudí, para desestabilizar el gobierno
comunista y pro soviético de Afganistán, cuyo derrocamiento condujo al
mismo gobierno de los talibanes que se negó a entregarlo después del 11
de septiembre por la falta de "pruebas contundentes" sobre la presencia
de Bin Laden en Afganistán.
Desde ese
momento, Bin Laden, supuestamente muy enfermo se fue a vivir a Pakistán,
vagó por varios lugares hasta llegar en 2005 llegó a su mansión de
Abbottabad en la que existe una de las principales academias militares
del país. Por casi seis años vivió allí sin que nadie se diese cuenta y
con una esposa que no sabía quién era y pensaba que era un simple
multimillonario, igual que su familia saudí con probados vínculos con la
familia Bush.
Pero lo más
importante es que su supuesto asesinato fue el mismo replique que se le
aplicó a Saddam Hussein y Muamar Gaddafi para que no contaran todo
aquello que habían hecho sus circunstanciales aliados occidentales, por
aquello de borrar las huellas, tapar las costuras, con una nueva
operación psicológica.
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