El coqueteo del entonces Príncipe Juan Carlos con el régimen
le permitió sustituir en funciones al propio dictador Francisco Franco Bahamonde,
en su momento más precario de salud y etapa terminal; lo cual le cedió
salvaguardar su “status quo” en ese mismo año como “cabeza” monárquica de la
nación. Nación aún con rasgos de pseudo-cultura, la cual le “confirió” en la
Carta Magna al nuevo Rey el rango de símbolo de la “unidad” nacional.
Sin embargo, la monarquía ancló la dictadura del franquismo
bajo un camuflage, dejando la deseada ruptura democrática, en el proceso de
tránsito, en un puro maquillaje reformista, con planteamientos encargados explícitamente
por Juan Carlos I, con el objetivo que todo “viraje” político no alcanzara más
allá que una reforma a las instituciones franquistas, pero que la misma
permitiera la garantía de la moderación sin que con ello se afectaran los
intereses económicos establecidos.
La oposición, precariamente organizada, no pudo llevar a
cabo su programa que marcara la solución a toda continuidad del franquismo y el
alto grado de desinformación y despolitización del pueblo lo dejó, a si mismo,
preso de la incertidumbre y la ignorancia de lo que le vendría en el futuro (una
caricatura llamada Estado Social y Democrático de Derecho, que hoy se vive,
pero bajo la forma política de Monarquía Parlamentaria). Inadvertidamente, la
nación pasó a ser colonizada desde dentro por un nuevo círculo de poder, investido
bajo la “santificación” de la monarquía.
Ahora, intentar afirmar que en España se alcanzó un estado
democrático una vez superado el proceso de transición del régimen franquista,
es como creerse que el catolicismo tuvo en la inquisición una santa y
humanitaria orden.
Han transcurrido 39 años donde el poder se le ha entregado a
los grandes capitales, quienes han utilizado los bancos como instrumentos de
especulación y herramientas de control económico de la sociedad: instituciones
que cobraron poder bajo el amparo “legal” de los gobiernos de turno (o se puede
decir turnados) del bipartidismo (PP-PSOE, dos bacterias resultantes de un
mismo virus: Unión de Centro
Democrático (UCD)). Ese
bipartidismo (binomio que nació con la formación de diversos sectores del
franquismo) se convirtió en el avalista político que permitió, de una u otra
forma, la militarización de España al acordar la adhesión del país a la
organización trasatlántica (OTAN) en 1981 _un utensilio de servilismo político
al Tío Sam: engendro de invasiones y agresiones a otros países.
Dos fuerzas políticas que juegan a pasarse la silla
gubernamental, mientras el Rey juega a cazar osos o elefantes a costa del
presupuesto que sale de la aportación sufrida de los españoles al Estado.
Las pocas conquistas sociales alcanzadas en todos estos años
de luchas de clases y reclamo social, con el objetivo de alcanzar un Estado de
Bienestar, se han visto sacudidas en los últimos años por políticas
neoliberales aprobadas a través de acuerdos entre las fuerzas partidistas
mayoritarias y la Troika europea (dentro de la misma el Fondo Monetario Internacional
(FMI), instrumento de dominación imperialista).
El pasado 2 de junio llega súbitamente la noticia de la
abdicación del Rey Juan Carlos I, pasando la corona y el cetro de mando a su
hijo, el Príncipe de Asturias, Felipe de Bornón y Grecia, la cual ha levantado
otra marejada de protestas en todo el Estado Español reclamando un Referéndum que
finalmente lleve al país a la llamada Tercera República, con un Estado
verdaderamente democrático e inclusivo. El pueblo exige se escuche su opinión
sobre la forma de Estado o la “continuidad” de la monarquía.
Sólo ese sector de la derecha (heredera del franquismo) y
sus cómplices se escudan en una constitución que ha sido más que desobedecida y
violada por quienes hoy defienden la monarquía. La misma Carta Magna define en
su Artículo 2 que “La soberanía nacional reside en el pueblo
español, del que emanan los poderes del Estado”; pero ese Estado raptado en el
bipartidismo ha impuesto su poder, aplastando la soberanía del pueblo y desconoce que
el propio Estado Democrático, que se plantea en el texto de la Constitución,
reconoce como derecho del pueblo español el referéndum, como vía democrática de
participación.
Sólo un necio como Mariano Rajoy se le
ocurre decir que la monarquía goza de un apoyo mayoritario… ¡Bueno! será del apoyo
mayoritario del Congreso, el cual está mayoritariamente formado por el bipartidismo que ha
jugado a ser cómplice del blindaje a la monarquía; porque el resto, que
realmente representa la mayoría del pueblo que hoy se encuentra protestando en
la calle: dice no a la monarquía y exige ¡Referéndum ya!
¿Violarán también ese derecho, después que tanto se llenan
la boca de hablar de democracia? Creo que por un simple ápice moral y por respeto
hacia el pueblo que dice representar el Príncipe de Asturias, el monarca
debería honrar la soberanía del pueblo español, de la cual supuestamente emanan
los poderes del Estado… y no seguir permitiendo que el “Estado” actual continúe
violando la soberanía del pueblo español.
Pero todos sabemos la reacción de la derecha y la monarquía…
¿Cuál será la del pueblo?
Por el momento, de manera pacífica, la sociedad, convocada
por partidos de izquierda y movimientos sociales, se moviliza en las
principales plazas de casi todas las localidades, enseñando la bandera
republicana y exigiendo se escuche la voz de la mayoría (la cual no es
representada por ese colapsado bipartidismo).
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