miércoles, 4 de junio de 2014

La monarquía ayudó a transfigurar la ruptura democrática en maquillaje para una reforma de continuidad a un régimen.




El coqueteo del entonces Príncipe Juan Carlos con el régimen le permitió sustituir en funciones al propio dictador Francisco Franco Bahamonde, en su momento más precario de salud y etapa terminal; lo cual le cedió salvaguardar su “status quo” en ese mismo año como “cabeza” monárquica de la nación. Nación aún con rasgos de pseudo-cultura, la cual le “confirió” en la Carta Magna al nuevo Rey el rango de símbolo de la “unidad” nacional.


Sin embargo, la monarquía ancló la dictadura del franquismo bajo un camuflage, dejando la deseada ruptura democrática, en el proceso de tránsito, en un puro maquillaje reformista, con planteamientos encargados explícitamente por Juan Carlos I, con el objetivo que todo “viraje” político no alcanzara más allá que una reforma a las instituciones franquistas, pero que la misma permitiera la garantía de la moderación sin que con ello se afectaran los intereses económicos establecidos.


La oposición, precariamente organizada, no pudo llevar a cabo su programa que marcara la solución a toda continuidad del franquismo y el alto grado de desinformación y despolitización del pueblo lo dejó, a si mismo, preso de la incertidumbre y la ignorancia de lo que le vendría en el futuro (una caricatura llamada Estado Social y Democrático de Derecho, que hoy se vive, pero bajo la forma política de Monarquía Parlamentaria). Inadvertidamente, la nación pasó a ser colonizada desde dentro por un nuevo círculo de poder, investido bajo la “santificación” de la monarquía.
Cable "SECRETO" del Departamento de Estado de Estados Unidos, fechado el 23 de octubre de 1975 y con transmisión "INMEDIATA" a la Junta de Jefes del Estado Mayor (JCS), al secretario de Defensa (SECDEF), a la CIA y a la Casa Blanca, el cual expresa: "La embajada en Madrid reporta que los precedentes establecidos después del asesinato de Carrero Blanco durante el primer período de enfermedad de Franco para aplicar la Constitución serán difíciles de olvidar por los líderes políticos y militares. Sin embargo, aunque los responsables políticos y militares están al tanto de que la monarquía no tiene apoyo popular, de todas formas la ven como un medio que proporciona un símbolo necesario de consenso nacional. Por lo tanto, es probable que la suseción se lleve a cabo de manera ordenada." 

Ahora, intentar afirmar que en España se alcanzó un estado democrático una vez superado el proceso de transición del régimen franquista, es como creerse que el catolicismo tuvo en la inquisición una santa y humanitaria orden.


Han transcurrido 39 años donde el poder se le ha entregado a los grandes capitales, quienes han utilizado los bancos como instrumentos de especulación y herramientas de control económico de la sociedad: instituciones que cobraron poder bajo el amparo “legal” de los gobiernos de turno (o se puede decir turnados) del bipartidismo (PP-PSOE, dos bacterias resultantes de un mismo virus: Unión de Centro Democrático (UCD)). Ese bipartidismo (binomio que nació con la formación de diversos sectores del franquismo) se convirtió en el avalista político que permitió, de una u otra forma, la militarización de España al acordar la adhesión del país a la organización trasatlántica (OTAN) en 1981 _un utensilio de servilismo político al Tío Sam: engendro de invasiones y agresiones a otros países.


Dos fuerzas políticas que juegan a pasarse la silla gubernamental, mientras el Rey juega a cazar osos o elefantes a costa del presupuesto que sale de la aportación sufrida de los españoles al Estado.


Las pocas conquistas sociales alcanzadas en todos estos años de luchas de clases y reclamo social, con el objetivo de alcanzar un Estado de Bienestar, se han visto sacudidas en los últimos años por políticas neoliberales aprobadas a través de acuerdos entre las fuerzas partidistas mayoritarias y la Troika europea (dentro de la misma el Fondo Monetario Internacional (FMI), instrumento de dominación imperialista).


El pasado 2 de junio llega súbitamente la noticia de la abdicación del Rey Juan Carlos I, pasando la corona y el cetro de mando a su hijo, el Príncipe de Asturias, Felipe de Bornón y Grecia, la cual ha levantado otra marejada de protestas en todo el Estado Español reclamando un Referéndum que finalmente lleve al país a la llamada Tercera República, con un Estado verdaderamente democrático e inclusivo. El pueblo exige se escuche su opinión sobre la forma de Estado o la “continuidad” de la monarquía.


Sólo ese sector de la derecha (heredera del franquismo) y sus cómplices se escudan en una constitución que ha sido más que desobedecida y violada por quienes hoy defienden la monarquía. La misma Carta Magna define en su Artículo 2 que “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”; pero ese Estado raptado en el bipartidismo ha impuesto su poder, aplastando la soberanía del pueblo y desconoce que el propio Estado Democrático, que se plantea en el texto de la Constitución, reconoce como derecho del pueblo español el referéndum, como vía democrática de participación.


Sólo un necio como Mariano Rajoy se le ocurre decir que la monarquía goza de un apoyo mayoritario… ¡Bueno! será del apoyo mayoritario del Congreso, el cual está mayoritariamente formado por el bipartidismo que ha jugado a ser cómplice del blindaje a la monarquía; porque el resto, que realmente representa la mayoría del pueblo que hoy se encuentra protestando en la calle: dice no a la monarquía y exige ¡Referéndum ya!


¿Violarán también ese derecho, después que tanto se llenan la boca de hablar de democracia? Creo que por un simple ápice moral y por respeto hacia el pueblo que dice representar el Príncipe de Asturias, el monarca debería honrar la soberanía del pueblo español, de la cual supuestamente emanan los poderes del Estado… y no seguir permitiendo que el “Estado” actual continúe violando la soberanía del pueblo español.


Pero todos sabemos la reacción de la derecha y la monarquía… ¿Cuál será la del pueblo?


Por el momento, de manera pacífica, la sociedad, convocada por partidos de izquierda y movimientos sociales, se moviliza en las principales plazas de casi todas las localidades, enseñando la bandera republicana y exigiendo se escuche la voz de la mayoría (la cual no es representada por ese colapsado bipartidismo).

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