Foto: Fernando Sánchez |
Por Javier Couso Permuy.
El pasado diciembre se celebró el Consejo Europeo de Defensa, el
primero desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, un encuentro
que pretendía ser un monográfico sobre Defensa pero en el que se colaron
también algunos asuntos económicos.
Para la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos esta cita, en la
que se decidían materias importantes acerca del rol militar de Europa,
ha pasado completamente desapercibida, oculta en la agenda mediática.
Como muchos de los asuntos que rodean a la Unión Europea, la Defensa es
una cuestión invisible, a pesar de que afecta profundamente a nuestras
vidas, a las cuentas públicas y al lugar que ocupamos, como periferia,
en una Unión que camina bajo la batuta militar estadounidense.
No es baladí, ni casual, que esta reunión fuera precedida por un
encuentro con el Secretario General de la OTAN, que se ocupó de dejar
claro que los compromisos asumidos por la UE y sus socios deben ser
compatibles con la OTAN. Forma eufemística de recordar en sugerencia
imperativa, que la defensa de Europa se debe a la doctrina Atlántica, es
decir, que es una pieza más en el despliegue militar estadounidense
global y está subordinada a él.
Cualquiera que analice los asuntos tratados y los pocos o casi
inexistentes acuerdos derivados de esta reunión, convendrá en asumir que
el axioma tantas veces repetido se cumple hoy en día: Europa es un
gigante económico, un enano político y un gusano militar.
Y bien nos lo han recordado de nuevo los ministros de Defensa que, en
vez de desarrollar, al menos, unas líneas a futuro para el diseño de
una Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) soberana e
independiente, no dejaron de plasmar la sumisión, disfrazada de
“colaboración”, con los socios estratégicos globales trasatlánticos en
el marco de la OTAN. Algo que hoy en día trae consigo unas preocupantes
consecuencias decididas a espaldas de la ciudadanía, independientemente
del partido que haya gobernado, pues lo hace sometido al dogal del
vínculo atlántico.
Ni PSOE primero, ni PP después explicaron claramente, ni por supuesto
sometieron a consulta de los españoles, el alcance de los recientes
compromisos adquiridos por las bases militares de Rota y Morón como
piezas preeminentes en la revisada doctrina estadounidense para Europa.
Estados Unidos, en su nueva orientación estratégica, mueve su
despliegue central hacia Asía-Pacífico-Índico con la intención de
contener a China y a la India, dejando un destacado papel a España en el
control táctico de Europa para la compresión de Rusia y la vigilancia
del Sahel.
Si en el plano político Alemania juega un papel desconocido, por
novedoso, en la batalla por la conquista del glacis ruso de Ucrania,
nuestro país lo cumple desde el punto de vista militar, en esta primera
fase que se completará en unos años cerca de las fronteras con Rusia.
Estamos hablando del llamado Escudo “Antimisiles” con base en Rota,
vendido a la crédula opinión pública como un sistema de armas cuyo
objetivo es proteger Europa de los ataques de misiles balísticos
iraníes. Algo que desmienten todos los servicios de información,
incluidos los de la OTAN, que afirman categóricamente que Irán no posee,
ni se prevé que se dote en las próximas décadas de armamento capaz de
alcanzar suelo europeo.
Ninguna excusa propagandística es válida en este proyecto
misilístico, pues a pesar de las reiteradas peticiones de Rusia para
entrar a formar parte del escudo y beneficiarse de sus ventajas o de la
solicitud de garantías y aclaraciones que dejen claro que el objetivo no
es ella misma, ni EEUU ni la OTAN han contestado. Lo que demuestra que
nos encontramos ante un sistema de armas destinado a romper el
equilibrio militar entre EEUU y Rusia. Situación que coloca a Europa, y
por ende a España, en el epicentro de una especie de nueva guerra fría.
Estamos inmersos en una carrera de armamentos agravada por el posible
abandono ruso de los tratados START de desarme. Es ni más ni menos que
una escalada en la tensión nuclear que empezó con la reorientación de
los misiles rusos, que apuntan ya a Rota, y que culminará con el
despliegue en Kaliningrado de los misiles tácticos nucleares Iskander-M
en el momento en que la OTAN instale los AEGIS terrestres en Polonia y
en la República Checa.
En el caso de Morón, como sede de la Fuerza de Tarea de Repuesta de
Crisis de Marines Aire-Tierra con Propósito Especial (SP-MAGTF), se
amplía su importancia y el número de efectivos para la proyección sobre
África y asciende al tercer lugar en el organigrama del despliegue
global logístico estadounidense como ancla de la ruta central Atlántica.
Otro de los aspectos importantes que se trataron en este Consejo fue
la industria de armamento europea, asunto no exento de divergencias
entre algunos países, pero en el que podemos apreciar en toda su crudeza
el alma ferozmente neoliberal de los que dirigen una Unión puesta al
servicio de su ideología.
A pesar de que el artículo 346 del Tratado de Funcionamiento de la UE
garantizaba la soberanía de los estados en las cuestiones estratégicas
que afectaban a la Seguridad y a la Defensa, la Comisión Europea se
encargó, en la Comunicación Interpretativa del artículo 296, de
limitarla y condicionarla.
¿Objetivo? El jugoso pastel de la industria armamentística y la
desaparición total de las posibles trabas y corsés estatales que
caracterizan al mercado europeo. Para darse cuenta del tamaño del botín
solo hay que fijarse en una nación media como España con un volumen de
negocio de más de 4000 millones de euros al año que la coloca como la
séptima exportadora de armas del mundo.
A pesar de no haber conseguido todos sus propósitos, la Comisión
avanza en la total liberalización europea del sector, enmascarando sus
propósitos en las existentes asimetrías y debilidades propias de un
“gusano” que, en lugar de ser una entidad autónoma que actúe de forma
unitaria, es un adlater en la estrategia de la potencia global.
Está claro que, también en lo militar, esta dirección europea no
contribuye a un escenario libre de amenazas sino que las promueve a
través de unos absurdos planes militares que solo sirven a los
imperativos estratégicos estadounidenses.
Tampoco en la cuestión de la salud de nuestros ejércitos están los
tecnócratas para tirar cohetes, por lo menos en nuestro país, pues la
burbuja armamentista, creada entre otros por el actual Ministro de
Defensa cuando era Secretario de Estado, de los Programas Especiales de
Armamento, ha abocado al ejército español a una parálisis operativa por
culpa de una deuda impagable de más de 30.000 millones de euros en
material inapropiado, obsoleto o hibernado.
Como resumen, si la actual deriva económica nos lleva al
subdesarrollo y a la excepción social, los mismos principios
neoliberales y globalizadores en el marco de la Defensa Europea nos
llevan a la dependencia, a la no soberanía, a la tensión militar, a la
deuda y al enriquecimiento de los que solo tienen por Patria su dinero.
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