Fernando González Llort, Licenciado
en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García |
Por Edmundo García
Pensé
mucho el título de este artículo. Sé que es muy personal. Pero que
nadie se llame a engaño: Nada más lejos de mi intención que compararme
con Fernando González Llort; con ninguno de Los Cinco
Héroes de la República de Cuba que por más de quince años han dado
pruebas de patriotismo y valentía sin igual a todas las personas de
buena fe en el mundo. Ellos han impresionado hasta a quienes no son
buenos, siendo responsables de la injusta condena y la vengativa prisión
que padecen. Habría que ser muy ególatra para buscar semejante
comparación.
Igual creo
que hay que contar ciertas cosas que vamos viviendo. Y siento que este
es un momento adecuado para contar algunas que me han tocado vivir a mí.
Dentro de dos semanas, dentro de 14 días,
saldrá en libertad el luchador antiterrorista cubano Fernando González
Llort. Elijo el estilo personal porque me permite exponer la calidad
humana de Fernando. Los oyentes de este programa saben que el 21 de
octubre del 2012 padecí un aneurisma muy grave. Estuve hospitalizado, en
coma, unos diez u once días. Pero me fui restableciendo y luego de
mejorar un poco regresé a La Habana; en primer lugar para ver a mi madre
y recibir atenciones médicas para terminar mi proceso de recuperación.
Yo soy uno de los tantos que en Estados Unidos no tiene seguro medico.
Un día, en el hospital donde estaba
siendo atendido, me encuentro con Rosa Aurora, la esposa de Fernando, y
le cuento lo que me había pasado. Fue una conversación sencilla, yo la
conocía y estuvimos hablando. Ya yo estaba a punto de regresar. Cuando
terminé el proceso de recuperación volví a Miami. Entonces yo no sé por
qué vía, quizás porque Rosa se lo dijo, es lo que queda en la memoria
para siempre, la primera persona entre muchas que yo conozco en Miami,
la primera llamada que yo recibo, es la de Fernando. Una llamada desde
la cárcel, para saber cómo yo estaba, para decirme que me cuidara, para
darme fortaleza después del proceso que yo había vivido. Es decir, desde
su prisión, dejaba espacio para pensar en los demás.
Esto sin lugar a dudas me conmovió mucho.
Yo había tenido anteriormente conversaciones telefónicas con Fernando, y
había estado presente en el proceso de resentencia que se llevó a cabo
en Miami, donde se rebajaron algunas condenas. Por cierto, la condena de
Fernando bajó bastante poco, si acaso unos meses.
Fueron resentenciados por orden de un
tribunal superior, de la 11 Corte de Apelaciones de Atlanta; no por
regalía, ni compasión, ni afán de estricta justicia del gobierno
norteamericano. Fue una orden de un tribunal a la jueza Joan Lenard. En
esa resentencia, de la que aún hay mucho que escribir sobre las
maniobras del gobierno, además de Fernando estaban los otros luchadores
antiterroristas Antonio Guerrero y Ramón Labañino. Esa etapa duró en
general unos dos meses, con duros momentos en la corte federal de Miami.
A los presos les venden unos pequeños radiecitos para uso personal, y
yo sabía que ellos escuchaban La Tarde se Mueve; durante ese tiempo dirigí el programa a darles todo el apoyo.
Sobre este proceso de resentencia debo
decir algo más. Un amigo común que pudo visitar a Fernando por esos
días, me cuenta que al saber que Gerardo Hernández Nordelo no se iba a
beneficiar de ese recurso, no quería que le bajaran la sentencia en
solidaridad con su hermano de ideales. Una actitud similar a la de René
González, que estaba dispuesto a no salir en libertad hasta que no
salieran todos, y hubo que explicarle y convencerlo de la importancia de
que saliera de prisión para luchar por los otros. Por eso, además de
otras muchas cosas, es que son héroes, por eso es que el pueblo de Cuba y
el mundo se solidariza con su causa. Una actitud que contrasta con la
de sus enemigos, que se acusan mutuamente cuando están en aprietos para
tratar de salvarse individualmente.
En una entrevista que le realicé a René
en julio del 2013 en La Habana, dijo claramente que a pesar de toda la
felicidad que le daba el regreso a la patria, nada podía ser normal
hasta que Los Cinco no estuvieran juntos en libertad. Dijo en aquella
ocasión cuando le pregunté por la posibilidad de llevar una vida normal,
pausada: “Pero creo que eso no va a pasar hasta tanto no esté aquí el
grupo, o sea, esté Ramón, Fernando, Gerardo, Antonio.” (http://latardesemueve.com/archives/1395)
Entonces Fernando, después de haber
cumplido la última hora, el último minuto, hasta el último segundo de su
condena, dentro de 14 días, va a ser un hombre libre que no le debe
absolutamente nada a la justicia norteamericana. Contrariamente, es esta
la que le debe a él y los demás por tantos años de cárcel. Así que el
27 de febrero, repito, dentro de dos semanas, Fernando saldrá de la
cárcel en Arizona, y será procesado por el servicio de inmigración.
Estará sujeto a un proceso de deportación, sin necesidad de probatoria o
condicional; como ciudadano cubano y no norteamericano. Lo que resta es
que las autoridades norteamericanas procedan con rapidez para que
Fernando sea libre en unas dos semanas después de la fecha señalada.
En la patria lo esperan su pueblo y su
familia. Su esposa Rosa y su madre Magalys Llort. Una mujer excepcional,
llena de vida y que transmite mucha fuerza. El gobierno cubano, sus
vecinos y muchas personas en el mundo estarán al tanto de su vuelta.
Dicho esto quiero hacer una alerta.
Liberado Fernando quedarían en prisión Antonio Guerrero, que está en la
cárcel de Marianna en la Florida, y estaría saliendo de la prisión en
septiembre del 2017. Antonio, por haber nacido en los Estados Unidos y
ser ciudadano norteamericano debe pasar una probatoria de 5 años, mayor
que la de René, así que veremos si le conceden el hecho de la renuncia a
la ciudadanía y el regresar, ya que no le interesa tampoco quedarse en
los Estados Unidos. Después vendría Ramón Labañino, en el año 2024 a
finales de octubre; falta bastante para eso. Ramón tampoco tendría que
pasar probatoria. Y luego queda Gerardo Hernández, que no tiene fecha de
salida. Gerardo tiene dos cadenas perpetuas, más quince años. Hubo un
cobarde ensañamiento con él.
Todo esto se da en el marco de una gran
lucha, de una intensa solidaridad internacional con Los Cinco; a pesar
de que la prensa norteamericana de forma hipócrita no reportó sobre este
juicio como debió hacerse. Lo reportaba en Miami la prensa local,
vendida a los intereses más derechistas, con el objetivo de crear
culpabilidad. Esa prensa llegó a perseguir a los miembros del jurado,
como bien dijo la Jueza Joan Lenard.
Es bochornoso que extremistas y
terroristas de Miami le hayan dado una fiesta a Héctor Pesquera,
mientras los terroristas del 9-11 se entrenaban en el sur de la Florida
en esos mismos momentos para volar las torres de New York, ante las
narices del FBI que precisamente Pesquera dirigía. Él prefería estar en
la mediocre ocupación de hacer méritos con los congresistas y políticos
miamenses; reuniéndose con Lincoln Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen, creándole todo un caso parcializado a Los Cinco.
Héctor Pesquera forma parte de toda esa
farsa, de esa venganza que no buscaba más que castigar a los familiares,
a Cuba, a Fidel, a la revolución.
Esta situación en las relaciones de Cuba y
Estados Unidos debe tener una solución política y humanitaria. Porque
llegado el caso que haya que esperar, aún después de la salida de Ramón
Labañino en el 2024, estaría coincidiendo en el tiempo con el
cumplimiento de la sentencia de Alan Gross.
Mantener las cosas así no es habitual en casos como estos en la
tradición del gobierno norteamericano. Tampoco tiene que ver con la
voluntad del gobierno cubano llegar a estos límites.
Pero conocemos la mala intención de
políticos cubanoamericanos como Ileana Ros-Lehtinen y Bob Menéndez. Hay
que estar alerta a sus argucias. Porque ellos saben que solo buscando
una ventaja indebida pueden enfrentar a una dirección cubana con
experiencia, a un pueblo dispuesto a apoyar a los suyos, a la
solidaridad internacional y a un Partido Comunista organizado y con un
claro programa.
Los extremistas saben que se pueden
estrellar contra una historia que recoge entre sus tantos capítulos el
rescate a Sanguily por el Mayor Ignacio Agramonte en notable desventaja
frente a las tropas enemigas; la búsqueda incansable de Máximo Gómez del
cadáver de José Martí para que descansara en tierra libre; los
esfuerzos supra humanos de Panchito Gómez Toro por rescatar el cuerpo
del General Antonio Maceo junto al cual finalmente muere; la decisión de
Fidel de detener el yate Granma hasta que se lograra salvar en medio de
la noche y la tormenta a un expedicionario caído al agua; la doble
ruptura que hizo el Comandante Che Guevara del cerco tendido por el
ejército boliviano, cuando supo que uno de sus hombres se había quedado
rodeado por el enemigo. Los extremistas pueden intentar cobrarse
mezquinamente en Gerardo todas las derrotas que han sufrido a lo largo
de esta historia; no se les puede permitir que conspiren impunemente.
Ellos no tienen otra forma de enfrentar la larga tradición
revolucionaria cubana de que jamás se abandona a un compañero caído o
encarcelado en medio de la lucha.
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