lunes, 3 de febrero de 2014

Mónica Ertl y la muerte de Feltrinelli.

Tomado de
Por Froilán González y Adys Cupull.

En respuesta a los lectores interesados por  el tema  publicado en el periódico mexicano POR ESTO, el 17 de enero del presente año titulado “Páginas sobre Mónica Ertl”,  damos respuestas a varias interrogantes,  entre ellas la participación del editor italiano Giangiacomo Feltrinelli en los acontecimientos guerrilleros de Bolivia en 1967 y  su  apoyo a Mónica Ertl y al comando del Ejército Nacional de Liberación que condenó a muerte al coronel Roberto Toto Quintanilla jefe de inteligencia del Ministerio del Interior de Bolivia,   uno de los principales criminales y  torturadores en ese país.

Estos  aspectos se encuentran en nuestro libro EL ASESINATO DEL CHE EN BOLIVIA. REVELACIONES.

Giangiacomo Feltrinelli  llegó a La Paz, el  8 de agosto de 1967 con el propósito  de trasladarse a Camiri donde se estaba desarrollando el  famoso  juicio  al francés Regis Debray.
El reconocido editor italiano  era  propietario de la Editorial Feltrinelli, una de las más importantes de su país y de Europa, dueño de una biblioteca especializada sobre el movimiento obrero internacional  y  ampliamente conocido en los círculos de la llamada alta sociedad, porque su figura aparecía frecuentemente en las principales revistas, donde, como hobby, presentaba las corbatas de modas. El editor  decidió viajar  a Bolivia    junto a su compañera Sibilla Melega.
La embajada norteamericana en La Paz comunicó a los ministerios del Interior y de Relaciones Exteriores, que Feltrinelli era un elemento peligroso, comunista internacional, editor de izquierda, simpatizante del Partido Comunista Italiano, de Fidel Castro y el Che Guevara y  que en el pasaporte poseía visas de cortesía de los países socialistas. Se afirmó que era un enlace guerrillero, por eso desde que llegó a La Paz, la CIA  y  los servicios de inteligencia iniciaron su control.

Feltrinelli se hospedó en la habitación 311 del hotel La Paz, mientras esperaba a su compañera que previamente viajó a Ecuador y tenía previsto llegar  una semana después.  Durante esta espera, recorrió la ciudad, visitó algunas personas, se entrevistó con otras, entre ellas  con el coronel boliviano Carlos Vargas Velarde, quien  trabajaba  en el Alto Mando Militar de las Fuerzas Armadas.

El coronel  Vargas Velarde le ofreció documentos probatorios sobre la intervención de la CIA en Bolivia, y los planes de introducir, desde Miami, a  mercenarios de origen cubano para presentarlos ante la opinión pública como guerrilleros del Che hechos prisioneros por los militares bolivianos, con el propósito de desatar una gran provocación contra la Revolución Cubana.

El coronel le explicó que  la CIA estaba organizando  varios grupos, integrados por militares, policías, agentes a sus servicios y miembros de la DIC, (Dirección de Investigaciones Criminales) asesorados por contrarrevolucionarios de origen cubano, que tenían como misión cometer actos vandálicos contra la población civil de la zona donde operaba la guerrilla, para atribuirles esos crímenes al Che y sus combatientes.

El 18 de agosto a las cinco y treinta de la tarde se presentaron dos individuos en la habitación que ocupaba Feltrinelli, se identificaron como miembros de la DIC y le pidieron que los acompañara. Él solicitó que le permitieran recoger sus cigarros, circunstancia que aprovechó para indicarle a Sibilla Melega que se dirigiera de inmediato a la embajada italiana y comunicara lo sucedido. Ella, además, visitó a varios periodistas alojados en el hotel Copacabana y les informó la detención.

Lo condujeron al Ministerio del Interior, lo sometieron a un interrogatorio donde  participó  el jefe de inteligencia y agente de la CIA, coronel Roberto Toto Quintanilla y un agente de la CIA  de origen cubano. Lo trasladaron para las oficinas centrales de la DIC y  lo llevaron para la cárcel.

La detención de Feltrinelli se conoció rápidamente en su país, los principales periódicos trasmitieron la noticia, la cual produjo un gran impacto. Los medios de difusión se hicieron eco de ella y los principales periódicos la destacaron. La televisión anunció que el presidente Giuseppe Saragat  se interesó por la suerte del editor y mostró varias fotos de Feltrinelli.

El periódico Pease Sera informó con un gran titular: “Misterio sobre el editor italiano desaparecido de La Paz, después de un interrogatorio”. Seguidamente añadió: “Amigos de Feltrinelli informaron que fue interrogado por dos policías vestidos de civil el viernes a las 18:00 horas.”

Otro titular decía: “Siempre más oscuro el misterio sobre la desaparición de Feltrinelli. Las autoridades bolivianas, a solicitud de la embajada de Italia en La Paz, respondieron que no saben dónde se encuentra el editor italiano.”

El presidente Giuseppe Saragat se comunicó con el General  René Barrientos para pedirle que respetara la vida de Feltrinelli. Era el segundo dignatario europeo que se dirigía al dictador  boliviano, porque anteriormente lo había hecho el francés Charles de Gaulle, solicitando respeto para la vida de Regis Debray. Tanto en París como en Roma sabían que ambos corrían peligro de muerte y decidieron intervenir para tratar de evitar que los asesinaran.

Mientras Feltrinelli era incomunicado,  dos policías vestidos de civil detenían a Sibilla Melega cuando regresaba al hotel; la conminaron a subir a la habitación que ocupaba, y en su interior encontró a ocho policías. Todo estaba completamente en desorden, porque habían realizado un minucioso registro, fue conducida a las oficinas de la DIC y al día siguiente llevada al hotel, pero mantenida bajo estricta vigilancia.

En horas de la mañana del día 19, se presentó, en las oficinas de la DIC el embajador italiano en La Paz, Pietro Quirino Tortoricci, para comunicarle a Feltrinelli que el presidente Saragat y el Ministro de Relaciones Exteriores Amintore Fanfani se interesaron por él y acordaron con Barrientos que debía abandonar  el país de forma inmediata.

El 20 de agosto a las dos de la tarde lo introdujeron en un jeep de la DIC, de color rojo, con varios policías vestidos de civil y lo llevaron al hotel, donde lo esperaba Sibilla, con las maletas listas para partir directamente hacia el aeropuerto internacional de La Paz.

Según los reportes de Feltrinelli, el oficial de inteligencia que los acompañó  no tenía las características de los bolivianos y hablaba muy bien el inglés. Antes de abordar el avión, esta persona se le acercó  y le dijo: “Usted debe agradecer a las autoridades de su país que pidieron enérgicamente que fuera sacado de Bolivia. Si hubiera sido por nosotros se quedaría aquí para siempre. Si vuelve aquí no va a salir vivo de este país.”

A las tres y treinta de la tarde de ese día, Feltrinelli y Sibilla abordaron un avión y se dirigieron hacia Lima, para desde allí continuar viaje a Italia. Feltrinelli  declaró sobre los interrogatorios a que fue sometido, su convicción  de que lo querían torturar y desaparecer  para siempre  y los macabros planes de la CIA contra Cuba, lo que sirvió para denunciarlos públicamente.

El coronel Carlos Vargas Velarde, quien prometió entregarle a Feltrinelli documentos probatorios sobre la intervención de la CIA en Bolivia, fue encontrado  muerto de un balazo en su despacho del Ministerio de Defensa el día 25 de octubre de 1967. El Alto Mando Militar informó que se había suicidado.

Su muerte provocó una ola de rumores de que estaba vinculado a la guerrilla y que por esa razón lo asesinaron. El 28 de octubre de 1967 el Alto Mando Militar dio a la publicidad un comunicado de prensa, reproducido por el periódico El Diario de la ciudad de La Paz, en la que entre otras cosas se dice:

“Con referencia a una equivocada versión periodística aparecida en un matutino de la localidad el Alto Mando Militar considera de su deber dejar establecido lo siguiente:

“La trágica desaparición de un Jefe de Ejército, acaecida el día 25 del mes en curso, no obedeció, de ningún modo, a posibles enlaces o concomitancias con la acción guerrillera que tuvo que soportar el país (…. )”

“El fallecido jefe militar, por su conducta civil y castrense, ha merecido siempre la plena confianza y respeto de sus superiores y camaradas que encontraron en él un pundonoroso y abnegado servidor de la Institución Armada.”

Para el alto mando militar boliviano resultaba muy difícil admitir que el coronel Carlos Vargas Velarde se propusiera entregar documentos tan comprometedores para el ejército boliviano y sus vinculaciones con la CIA. Según fuentes de inteligencia, Vargas Velarde fue descubierto en sus propósitos y asesinado por órdenes de la CIA, pero ambos hechos convenían ocultarlos. El “suicidio” era la justificación menos comprometedora para encubrir el crimen.

Feltrinelli condenó el asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara, la muerte del coronel Carlos Vargas Velarde y  denunció a la CIA y al coronel Roberto Toto Quintanilla  como los máximos culpables de esos  crímenes  .

La Editorial Feltrinelli publicó El Diario del Che  en Bolivia y divulgó ampliamente la foto del Che  tomada por Alberto Korda que se  multiplicó por el mundo.

Feltrinelli mostró mucho interés en que Inti Peredo escribiera sus memorias para publicarlas y en diferentes informaciones  consta la condena permanente a la CIA, al gobierno de Estados Unidos y a las autoridades bolivianas  por el asesinato del Che y de Inti Peredo.

Giangiacomo Feltrinelli fue encontrado muerto el 15 de marzo de 1972   en las cercanías de Milán, al lado de una torre de alta tensión eléctrica dinamitada. Se informó que la muerte se produjo a causa de una explosión cuando “colocaba un detonante con el propósito de cometer un atentado terrorista”.

Su muerte provocó  muchas interrogantes y la  opinión pública italiana la vinculó  con un crimen. Señalaban que no era creíble que una personalidad como Feltrinelli acudiera sin la compañía de otras personas a realizar un atentado terrorista de esa naturaleza y además desarmado, porque no se encontró armas en el lugar.

Otro detalle que aumentó las sospechas de un asesinato, fue el hecho de que el comisario de la policía de Milán ordenó a la funeraria que recogiera el cadáver una hora antes de que se conociera el descubrimiento del cuerpo. Además, al cadáver lo remitieron a la morgue sin que el juez instructor estuviera presente en el lugar, como es habitual en Italia.

También llamó la atención de los observadores que no encontraron en el lugar los espejuelos de Feltrinelli y él era miope, sin ellos no podía caminar, mucho menos colocar la carga de dinamita. La noche del atentado fue completamente oscura, no hubo luna y no encontraron ningún objeto que pudiera proporcionarle luz. La torre dinamitada la sustituyeron sin que tomaran huellas digitales, ni existiera autorización judicial al respecto. La camioneta en que viajaba no tenía llaves de encendidos ni de las puertas.

Se determinó que los documentos encontrados en las ropas estaban vulgarmente falsificados, lo que resultaba absurdo para una personalidad tan conocida.

Otro elemento que revela la posibilidad del asesinato fue que si había muerto víctima de una explosión, como se afirmó, sus manos y cara no sufrieran quemaduras, estaban intactas y  sin embargo, la cabeza presentaba varias contusiones y lesiones internas que demostraban golpes o torturas.

Se añadió que llevaba encima documentos comprometedores, pero uno de los empleados de la funeraria que recogió el cadáver, informó que estos fueron colocados por el comisario de la policía de Milán, Luigi Calabresi.

Sospechosamente el 17 de mayo de ese mismo año, Calabresi resultó muerto a tiros en un atentado realizado por personas desconocidas en los momentos en que salía de su residencia.
La muerte de Giangiacomo Feltrinelli conmovió a Italia y a la intelelectualidad mundial, su sepelio en la ciudad de Milán constituyó una manifestación de duelo impresionante. Los italianos despedían a un revolucionario consecuente.

Los criminales y sus cómplices no aparecieron y la justicia archivó su caso, pero la memoria histórica no debe hacerlo.

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