Foto: Ismael Francisco |
Por Edwin Sánchez
Cataratas de tinta y bosques completos alimentando las rotativas de
algunos periódicos al servicio de la "verdad" de sus dueños; ondas
electromagnéticas copadas en su inmensidad etérea durante 55 años de emisiones con mentiras a granel y
confabulaciones al por mayor, no lograron derrotar al comandante Fidel
Castro. Todo lo contrario: el líder de la Revolución Cubana alcanzó las
dimensiones de un héroe contemporáneo, de la misma veta de donde
emergieron Bolívar, Martí y Sandino.
Es de los pocos hombres, sino el único sobre la faz de la Tierra, que ha sido por medio siglo un tiro al blanco viviente de las operaciones encubiertas de la CIA, estudiado minuciosamente para liquidarlo desde las portadas de prensa, pasando por los atentados tradicionales con francotiradores hasta el más sofisticado repertorio de los odios a sueldo y los resentimientos no resueltos.
En una suerte de despiadado concurso de terrorismo por aquellos que "la soberbia los corona" y "el manto de violencia los cubre" (Salmo 73:6 Reina Valera-Biblia de Las Américas), se le quiso matar con puros envenenados o con explosivos. Se fabricaron trajes de buzo letales, intentaron preparar moluscos-bombas, batidos mortíferos, pluma fuente con jeringuilla cargadas de sustancias nocivas que podrían exterminar una manada de elefantes, y por supuesto, artefactos para hacer volar el podio que utilizaría el Comandante.
Sin Dios en el asunto, salvándole de los atentados, Fidel --- solo su nombre es una declaración de principios--- no hubiera alcanzado la potestad del símbolo. Un documental con título que recuerda a Ian Fleming sin el agente 007, y cierta narrativa a lo Woody Allen, puede dar una idea: "638 maneras de matar a Castro".
En esa lucha por ser lo que los españoles, alemanes o los mismos estadounidenses son, sin pedirle permiso a nadie, es decir, un país, una patria, un destino, el Comandante en Jefe de la Revolución ha librado una epopeya admirable que ahora la desarrollan cinco cubanos, cuatro de ellos prisioneros en los Estados Unidos.
Ahí está el punto para una nueva era de relaciones entre el gigante norteamericano y el David del Caribe: levantar el demencial embargo económico en cumplimiento del mandato global de la ONU, y liberar a Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González. El bloqueo que sufre la República también la padecen ellos: su causa es silenciada por las corporaciones de la información, sin que la SIP y similares, que se rasgan las vestiduras a grito partido en Ecuador o Venezuela, hayan dicho una sola palabra.
El pueblo cubano ha padecido ataques terroristas desde el triunfo de la Revolución en 1959, con una cifra superior a las 3 mil 500 víctimas, quema de cañaverales, entrenamiento de mercenarios para actos de sabotaje, la brutal voladura en 1976 de un avión, donde viajaba, entre otros pasajeros, la Selección Nacional de Esgrima, integrada por menores de 20 años.
De lujo
Fidel, un humanista de todo tiempo, ha sido un adversario de lujo y de lo más decente que ha contado los Estados Unidos. La Revolución no acudió a la bajeza moral de contar con su propio Luis Posada Carriles de izquierda. A nadie se le dio el macabro encargo de acabar con vidas inocentes en un metro, un establecimiento comercial, una carrera de maratón o cualquier lugar público de Manhattan. Aun así, Washington mantiene el nombre de Cuba en la lista de "países terroristas".
A Cuba no se le puede inculpar de la ola revolucionaria que prendió en América y la posibilidad cierta de que nuestras naciones podían liberarse de sus pesados yugos neocoloniales y los nefastos accesorios del atraso secular: dictaduras militares, oligarquías y lo peor, el pensamiento subalterno.
El ejemplo de un puñado de barbudos que bajó de la Sierra Maestra para derrotar a un ejército bien formado, entrenado y avituallado, caló hondo, no obstante "la inexperiencia" de los guerrilleros. El Comandante confesó hace poco: "nos faltaban a todos los conocimientos elementales de un sargento de pelotón". (La Primerísima).
Por eso y muchas razones, Jefes de Estado, personalidades de las ciencias y las artes, ex prisioneros, religiosos, premios Nobel, leyendas universales del deporte, pueblos enteros, le dan un apretón de manos, sonoros ¡Viva Fidel! y otras expresiones de admiración al natural, sin protocolo de por medio. Solo la derecha primitiva, respirando maldad, se quedó encerrada en sus cavernas, satanizando a quien osara dialogar con el hijo de Birán.
Las infamias que el Comandante soportó durante cinco décadas no fueron escuchadas por los nuevos líderes del continente congregados en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe. Acusado de "dictador" para arriba, de querer "invadir" Saturno para "nacionalizar" sus anillos, hace poco departió con el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
Fidel ha registrado, entre aquellas valientes juventudes que siguieron a su gesta, al Frente Sandinista, segundo movimiento de liberación nacional triunfador en América. Reconoce, además, la conducción revolucionaria del comandante Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo, al frente del modelo nicaragüense. Dicho sea de paso, el Presidente de Nicaragua y la intelectual no han variado su sentimiento hacia Cuba, a su líder histórico y Raúl, al considerarlos: "un baluarte de la Dignidad de los Pueblos de América Latina, y del Mundo".
Mavis Anderson, del Latin America Working Group (LAWG) en Washington, dijo a AFP que Estados Unidos "debe darse cuenta de que está en una posición de aislamiento y escuchar que el continente dice que esta política (embargo económico) está obsoleta, es cruel y precisa cambiar. Y el cambio debe empezar por retirar a Cuba de esa lista de países terroristas".
Con ese largo desfile para hablar con Fidel o haber concurrido para demostrar desde sus convicciones democráticas el respeto unánime a la Revolución y la condena al anacrónico embargo, los mandatarios enviaron un mensaje claro: ya no funciona el uyuyuy rayado que aún suena en la vitrola de la Guerra Fría.
La época de ser patio trasero de los Estados Unidos se acabó, aunque impriman lo contrario los negociantes de la "libertad de prensa" y los dueños de la "verdad S.A.".
Es de los pocos hombres, sino el único sobre la faz de la Tierra, que ha sido por medio siglo un tiro al blanco viviente de las operaciones encubiertas de la CIA, estudiado minuciosamente para liquidarlo desde las portadas de prensa, pasando por los atentados tradicionales con francotiradores hasta el más sofisticado repertorio de los odios a sueldo y los resentimientos no resueltos.
En una suerte de despiadado concurso de terrorismo por aquellos que "la soberbia los corona" y "el manto de violencia los cubre" (Salmo 73:6 Reina Valera-Biblia de Las Américas), se le quiso matar con puros envenenados o con explosivos. Se fabricaron trajes de buzo letales, intentaron preparar moluscos-bombas, batidos mortíferos, pluma fuente con jeringuilla cargadas de sustancias nocivas que podrían exterminar una manada de elefantes, y por supuesto, artefactos para hacer volar el podio que utilizaría el Comandante.
Sin Dios en el asunto, salvándole de los atentados, Fidel --- solo su nombre es una declaración de principios--- no hubiera alcanzado la potestad del símbolo. Un documental con título que recuerda a Ian Fleming sin el agente 007, y cierta narrativa a lo Woody Allen, puede dar una idea: "638 maneras de matar a Castro".
En esa lucha por ser lo que los españoles, alemanes o los mismos estadounidenses son, sin pedirle permiso a nadie, es decir, un país, una patria, un destino, el Comandante en Jefe de la Revolución ha librado una epopeya admirable que ahora la desarrollan cinco cubanos, cuatro de ellos prisioneros en los Estados Unidos.
Ahí está el punto para una nueva era de relaciones entre el gigante norteamericano y el David del Caribe: levantar el demencial embargo económico en cumplimiento del mandato global de la ONU, y liberar a Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González. El bloqueo que sufre la República también la padecen ellos: su causa es silenciada por las corporaciones de la información, sin que la SIP y similares, que se rasgan las vestiduras a grito partido en Ecuador o Venezuela, hayan dicho una sola palabra.
El pueblo cubano ha padecido ataques terroristas desde el triunfo de la Revolución en 1959, con una cifra superior a las 3 mil 500 víctimas, quema de cañaverales, entrenamiento de mercenarios para actos de sabotaje, la brutal voladura en 1976 de un avión, donde viajaba, entre otros pasajeros, la Selección Nacional de Esgrima, integrada por menores de 20 años.
De lujo
Fidel, un humanista de todo tiempo, ha sido un adversario de lujo y de lo más decente que ha contado los Estados Unidos. La Revolución no acudió a la bajeza moral de contar con su propio Luis Posada Carriles de izquierda. A nadie se le dio el macabro encargo de acabar con vidas inocentes en un metro, un establecimiento comercial, una carrera de maratón o cualquier lugar público de Manhattan. Aun así, Washington mantiene el nombre de Cuba en la lista de "países terroristas".
A Cuba no se le puede inculpar de la ola revolucionaria que prendió en América y la posibilidad cierta de que nuestras naciones podían liberarse de sus pesados yugos neocoloniales y los nefastos accesorios del atraso secular: dictaduras militares, oligarquías y lo peor, el pensamiento subalterno.
El ejemplo de un puñado de barbudos que bajó de la Sierra Maestra para derrotar a un ejército bien formado, entrenado y avituallado, caló hondo, no obstante "la inexperiencia" de los guerrilleros. El Comandante confesó hace poco: "nos faltaban a todos los conocimientos elementales de un sargento de pelotón". (La Primerísima).
Por eso y muchas razones, Jefes de Estado, personalidades de las ciencias y las artes, ex prisioneros, religiosos, premios Nobel, leyendas universales del deporte, pueblos enteros, le dan un apretón de manos, sonoros ¡Viva Fidel! y otras expresiones de admiración al natural, sin protocolo de por medio. Solo la derecha primitiva, respirando maldad, se quedó encerrada en sus cavernas, satanizando a quien osara dialogar con el hijo de Birán.
Las infamias que el Comandante soportó durante cinco décadas no fueron escuchadas por los nuevos líderes del continente congregados en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe. Acusado de "dictador" para arriba, de querer "invadir" Saturno para "nacionalizar" sus anillos, hace poco departió con el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
Fidel ha registrado, entre aquellas valientes juventudes que siguieron a su gesta, al Frente Sandinista, segundo movimiento de liberación nacional triunfador en América. Reconoce, además, la conducción revolucionaria del comandante Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo, al frente del modelo nicaragüense. Dicho sea de paso, el Presidente de Nicaragua y la intelectual no han variado su sentimiento hacia Cuba, a su líder histórico y Raúl, al considerarlos: "un baluarte de la Dignidad de los Pueblos de América Latina, y del Mundo".
Mavis Anderson, del Latin America Working Group (LAWG) en Washington, dijo a AFP que Estados Unidos "debe darse cuenta de que está en una posición de aislamiento y escuchar que el continente dice que esta política (embargo económico) está obsoleta, es cruel y precisa cambiar. Y el cambio debe empezar por retirar a Cuba de esa lista de países terroristas".
Con ese largo desfile para hablar con Fidel o haber concurrido para demostrar desde sus convicciones democráticas el respeto unánime a la Revolución y la condena al anacrónico embargo, los mandatarios enviaron un mensaje claro: ya no funciona el uyuyuy rayado que aún suena en la vitrola de la Guerra Fría.
La época de ser patio trasero de los Estados Unidos se acabó, aunque impriman lo contrario los negociantes de la "libertad de prensa" y los dueños de la "verdad S.A.".
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