Por Norelys Morales Aguilera
Si el presidente de la República Oriental del Uruguay José, Pepe, Mujica hubiese repetido al de Estados Unidos, Barack Obama, los tips con que los Mass Media y la prensa de derecha o ultraderecha prodigan a Cuba
y otros gobiernos de América Latina que no se someten a los designios
de Washington, sin dudas los titulares noticiosos los habrían acaparado.
Sin embargo, como no los dijo, baste de muestra, que ni The New York Times, ni Hufftington Post, ni The New Yorker,
le dieron al encuentro noticia de portada. Washington Post publicó la
visita en su sección sobre la Casa Blanca, en la cual resaltó que Mujica
se reunió con Obama sin corbata. El País, de España, que sí lo
destacó para su edición de América Latina, lo hizo con un curioso
informe político: “Mujica vaticina en la Casa Blanca el bilingüismo de
Estados Unidos”.
Pero Mujica aprovechó el encuentro para plantearle a Obama la
importancia histórica que le cabría a los Estados Unidos para ser quien
primero mueva sus piezas diplomáticas a fin de comenzar a desanudar
algunos conflictos añosos y otros más recientes en los que es parte y
razón, reseñó la agencia NODAL.
Cuba, Venezuela y Brasil son los países con los que Estados Unidos
debería iniciar acciones de encastre político, de acuerdo con lo que
entiende el presidente Mujica, ya que con los tres, aunque en diferente
escala de relacionamiento, mantiene ruido en sus líneas de comunicación.
En esta coyuntura aparecen algunas interrogantes. ¿Obama atenderá a
que Mujica, dijo, “tiene una extraordinaria credibilidad en lo que se
refiere a asuntos de democracia y derechos humanos, dados sus fuertes
valores y su historia personal, y es un líder en estos asuntos en todo
el hemisferio”?
¿Será cierta la confesión de Obama de querer escuchar de parte de
Mujica “ideas adicionales” sobre “cómo reforzar las fuertes tendencias
de democratización y derechos humanos en el hemisferio”?
Los datos demuestran que el Presidente norteamericano es lo
suficientemente escurridizo como para decir una cosa y hacer otra. Nada
sustantivo trascendió de su parte sobre las conversaciones con Mujica.
El uruguayo, por su parte, en conferencia de prensa, fue parco al
respecto de dar a conocer detalles. “Me pidió alguna cosa pero no la
voy a decir” o “prefiero no comentar más al respecto”, “hasta acá llego
en este tema” fueron sentencias suyas, además de no querer comentar
sobre el ingreso al Uruguay de presos de la cárcel de Guantánamo, con lo
que quedó fuera también su propuesta previa a la visita de un canje por
los tres prisioneros cubanos en Estados Unidos, del grupo conocido por
los Cinco.
No obstante, aclaró que “si hay un presidente que quiere terminar con
esa vergüenza”, dijo en alusión a la cárcel de Guantánamo, “lo mínimo
que se puede hacer es dar una mano”.
Un poco más explícito, Mujica consideró que el gobierno de Obama
reúne las condiciones para iniciar un proceso de mejora en las
relaciones con Cuba. “Habrá que trabajar mucho pero creo que este
gobierno es el más maduro para mejorar las relaciones con Cuba".
En cuanto a las relaciones bilaterales, hubo varios acuerdos, según
Radio Uruguay. La delegación uruguaya logró suscribir acuerdos de
cooperación científica, de cooperación en la política antitabaco y el
refuerzo de recursos para las tropas en las Misiones de Paz de ONU.
Además, se planteó ingresar al mercado estadounidense con una cuota de
carne natural uruguaya. En materia educativa, los gobiernos crearon una
comisión de seguimiento que pueda certificar el avance de los convenios
firmados, entre otros tópicos.
Obama se comprometió a que su gobierno respaldará públicamente la
estrategia uruguaya de combate al tabaquismo, sin que ello implique un
pronunciamiento en el litigio que el Estado uruguayo mantiene con la
tabacalera Philip Morris. La marihuana no se mencionó públicamente.
En verdad, para los latinoamericanos el dicho de Mujica a Obama:
“Nosotros vivimos en el Sur, tenemos alma de Sur…” suena cercano y de
buena voluntad en un momento muy especial para el subcontinente.
Pero, con tantas experiencias de convivir con un vecino poderoso y tramposo, que desprecia ese Sur, presidido hoy por un premio Nobel de La Paz que hace la guerra, lleva a pensar forzosamente en la prudencia de Estados Unidos para no cumplir con sus compromisos en materia de derechos humanos y vecindad.
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