viernes, 2 de mayo de 2014

¿Por qué Cuba sigue en la lista terrorista?

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Tomado de Para Mirarnos
Por Dalia González Delgado

El gobierno de Washington ha decidido mantener a Cuba en la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo internacional”, en la cual nos incluyeron desde 1982, a pesar del creciente rechazo doméstico e internacional a esa medida arbitraria y unilateral.

En el informe anual del Departamento de Estado publicado este miércoles y referido al 2013, nuestro país aparece junto a Sudán, Irán y Siria.
Ese tipo de ejercicio, mediante el cual Estados Unidos se arroga el derecho de evaluar la conducta de otros países, tiene motivaciones políticas, en tanto les da otra excusa para mantener el bloqueo. Además, tiene consecuencias directas, pues conlleva la aplicación de sanciones económicas adicionales.

Entre las restricciones que se aplican a un Estado patrocinador del terrorismo se encuentran: la prohibición de transacciones financieras sin licencia, la prohibición de ayuda financiera y técnica directa del gobierno de Washington, la prohibición de exportaciones de determinadas mercancías como productos industriales pesados, equipos de alta tecnología, la prohibición de transferencia de municiones, y la prohibición del otorgamiento de visas temporales a los nacionales del país sin una decisión especial del Secretario de Estado.

El presidente Ronald Reagan “ofreció” excluir a Cuba de ese listado a cambio de que nuestro país abandonara su apoyo a los movimientos independentistas en África y América Latina. Cuando la coyuntura internacional cambió, desapareció el campo socialista y Cuba retiró sus tropas de África, se concibieron nuevos pretextos para mantenernos.

En la lista recién publicada, en un intento de justificar en apenas dos párrafos su decisión, incluso reconocen la labor de Cuba como sede de los diálogos entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), y señalan que “no hubo indicios de que el gobierno cubano proporcionó armas y entrenamiento paramilitar a grupos terroristas”.

A pesar de lo débil y absurdo de los argumentos esgrimidos, la portavoz del Departamento de Estado, Marie Harf, dijo en conferencia de prensa que por el momento “no hay planes” para quitar a Cuba de la lista.

No solo la comunidad internacional se ha opuesto a tal decisión, sino que dentro de Estados Unidos también ha habido manifestaciones de rechazo. Diarios como Los Angeles Times y tanques pensantes como la Brookings Institution han sugerido al gobierno de Barack Obama que cambie su postura, algo que no requeriría de la aprobación del Congreso.

“La decisión del gobierno de los Estados Unidos, además de todas las expresiones ya tantas veces repetidas de demostrar el carácter prepotente y unilateral de la proyección de la política norteamericana en el ámbito internacional, demuestra la falta de voluntad del presidente Obama de encaminarse por la única ruta existente para alcanzar un estado de cooperación bilateral y multilateral entre ambos países, que es la de eliminar las políticas y las acciones agresivas y enrumbarse hacia el aprovechamiento del potencial de colaboración y beneficio recíproco en la amplia gama de temas existentes”, me dijo el analista político Ramón Sánchez-Parodi.

A su juicio, esto no significa otra cosa sino el empecinamiento en negar la realidad de la existencia en Cuba de una sociedad que representa la esencia de la nacionalidad cubana y el gobierno de un país libre, soberano e independiente.

“Tanto en la Cancillería norteamericana como la Casa Blanca se sabe que mantener a Cuba en la lista está totalmente injustificado”, comentó por su parte el politólogo y ex diplomático cubano Carlos Alzugaray. “Es rechazado por la mayor parte de la comunidad internacional y desprestigia la lista por una sencilla razón: es una soberana mentira resultado de la obsesión compulsiva de Estados Unidos con Cuba”.

“Se produce apenas unos meses después que el Presidente y el Secretario de Estado dijeran públicamente que la política hacia Cuba está desfasada y hay que actualizarla de manera creativa y reflexiva”, añadió. “Si este es el ejemplo de actualización, mantener una clasificación que data de 1982 y que nadie comparte, una vez más la administración ha demostrado que en este y otros temas, no tiene la valentía de cumplir con lo que promete. De hecho, estimulan la decepción y la desconfianza en su política”.

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