Por Dalia González Delgado
El gobierno de Washington ha decidido mantener a Cuba en la lista de
“Estados patrocinadores del terrorismo internacional”, en la cual nos
incluyeron desde 1982, a pesar del creciente rechazo doméstico e
internacional a esa medida arbitraria y unilateral.
En el informe anual del Departamento de Estado publicado este miércoles y referido al 2013, nuestro país aparece junto a Sudán, Irán y Siria.
Ese tipo de ejercicio, mediante el cual Estados Unidos se arroga el derecho de evaluar la conducta de otros países, tiene motivaciones políticas, en tanto les da otra excusa para mantener el bloqueo. Además, tiene consecuencias directas, pues conlleva la aplicación de sanciones económicas adicionales.
Ese tipo de ejercicio, mediante el cual Estados Unidos se arroga el derecho de evaluar la conducta de otros países, tiene motivaciones políticas, en tanto les da otra excusa para mantener el bloqueo. Además, tiene consecuencias directas, pues conlleva la aplicación de sanciones económicas adicionales.
Entre las restricciones que se aplican a un Estado patrocinador del
terrorismo se encuentran: la prohibición de transacciones financieras
sin licencia, la prohibición de ayuda financiera y técnica directa del
gobierno de Washington, la prohibición de exportaciones de determinadas
mercancías como productos industriales pesados, equipos de alta
tecnología, la prohibición de transferencia de municiones, y la
prohibición del otorgamiento de visas temporales a los nacionales del
país sin una decisión especial del Secretario de Estado.
El presidente Ronald Reagan “ofreció” excluir a Cuba de ese listado a
cambio de que nuestro país abandonara su apoyo a los movimientos
independentistas en África y América Latina. Cuando la coyuntura
internacional cambió, desapareció el campo socialista y Cuba retiró sus
tropas de África, se concibieron nuevos pretextos para mantenernos.
En la lista recién publicada, en un intento de justificar en apenas
dos párrafos su decisión, incluso reconocen la labor de Cuba como sede
de los diálogos entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), y
señalan que “no hubo indicios de que el gobierno cubano proporcionó
armas y entrenamiento paramilitar a grupos terroristas”.
A pesar de lo débil y absurdo de los argumentos esgrimidos, la
portavoz del Departamento de Estado, Marie Harf, dijo en conferencia de
prensa que por el momento “no hay planes” para quitar a Cuba de la
lista.
No solo la comunidad internacional se ha opuesto a tal decisión, sino que dentro de Estados Unidos también ha habido manifestaciones de rechazo. Diarios como Los Angeles Times y tanques pensantes como la Brookings Institution
han sugerido al gobierno de Barack Obama que cambie su postura, algo
que no requeriría de la aprobación del Congreso.
“La decisión del gobierno de los Estados Unidos, además de todas las
expresiones ya tantas veces repetidas de demostrar el carácter
prepotente y unilateral de la proyección de la política norteamericana
en el ámbito internacional, demuestra la falta de voluntad del
presidente Obama de encaminarse por la única ruta existente para
alcanzar un estado de cooperación bilateral y multilateral entre ambos
países, que es la de eliminar las políticas y las acciones agresivas y
enrumbarse hacia el aprovechamiento del potencial de colaboración y
beneficio recíproco en la amplia gama de temas existentes”, me dijo el
analista político Ramón Sánchez-Parodi.
A su juicio, esto no significa otra cosa sino el empecinamiento en
negar la realidad de la existencia en Cuba de una sociedad que
representa la esencia de la nacionalidad cubana y el gobierno de un país
libre, soberano e independiente.
“Tanto en la Cancillería norteamericana como la Casa Blanca se sabe
que mantener a Cuba en la lista está totalmente injustificado”, comentó
por su parte el politólogo y ex diplomático cubano Carlos Alzugaray.
“Es rechazado por la mayor parte de la comunidad internacional y
desprestigia la lista por una sencilla razón: es una soberana mentira
resultado de la obsesión compulsiva de Estados Unidos con Cuba”.
“Se produce apenas unos meses después que el Presidente y el
Secretario de Estado dijeran públicamente que la política hacia Cuba
está desfasada y hay que actualizarla de manera creativa y reflexiva”,
añadió. “Si este es el ejemplo de actualización, mantener una
clasificación que data de 1982 y que nadie comparte, una vez más la
administración ha demostrado que en este y otros temas, no tiene la
valentía de cumplir con lo que promete. De hecho, estimulan la decepción
y la desconfianza en su política”.
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