Portada del diario ABC del 22 de abril. |
Tomado de elDiario.es
Por Pascual Serrano
Una de las degradaciones del periodismo es la facilidad
con que profesionales y directivos de los medios se tragan las versiones
oficiales del poder. Ya Noam Chomsky y Edward S. Herman en Los guardianes de la libertad
presentaban los filtros por los que han de pasar las noticias para ser
difundidas, y señalaban que los principales proveedores de noticias son
los departamentos de prensa de los gobiernos y de las grandes
corporaciones. Hace mucho que los estudios están mostrando que las
fuentes oficiales o instituciones están detrás del 80 por ciento de las
noticias, es decir, los periodistas no buscan la información, solo
replican lo que les llega de fuentes interesadas. Lo más grave es que,
como además la tendencia es al abaratamiento a toda costa de los costes
de producción, no se contrastan este tipo de informaciones, directamente
se las tragan y nos las colocan. Para los medios son ideales: gratis y
quedas bien con el poderoso.
El pasado mes de abril
encontramos dos casos muy evidentes. El día 5 numerosos medios españoles
y extranjeros se hicieron eco de la noticia difundida por Efe en la que
el ministro español de Relaciones Exteriores, José Manuel
García-Margallo, anunciaba desde Atenas la "suspensión cautelar e
indefinida de la exportación de material antidisturbios a Venezuela". ( El Nuevo Herald, 5-4-2014), ( El Universal, 5-4-2014).
Se trataba, decían, de una "decisión tomada por la Junta
Interministerial Reguladora del Comercio Exterior de Material de Defensa
y de Material de Doble Uso (JIMDDU)". Como no podía ser de otro modo,
la noticia daba a entender que el Gobierno español insinuaba un uso
represor y violador de los derechos humanos por parte de las fuerzas del
orden venezolanas. Los medios no investigaron cuáles eran esas
exportaciones y qué tenía que decir al respecto el Gobierno venezolano.
Al día siguiente el Gobierno venezolano difundía un comunicado aclaratorio en el que señalaba que "los cuerpos de seguridad del Estado venezolano no poseen ningún contrato vigente de suministros de equipos de seguridad por
parte del Gobierno Español o empresas españolas". Aunque es verdad que
España había vendido alguna vez material de ese tipo, parece claro que
en estas fechas no había ningún contrato que suspender. Algún medio pudo
recoger la reacción del Gobierno de Nicolás Maduro y, por supuesto,
circuló masivamente por las redes sociales y los sectores que desconfían
de los medios a la hora de informarse de Venezuela, pero millones de
personas de todo el mundo se quedarían con la primera versión.
Un buen periodismo no se debería haber limitado a recoger las
declaraciones del Gobierno español, sino investigar cuáles eran esas
exportaciones que resultaron inexistentes. Como, además detrás de esta
difusión del Gobierno de España –y de la agencia estatal Efe– hay un
interés geopolítico claro destinado a desprestigiar al Gobierno
venezolano, el balance les habrá parecido muy exitoso por lo que lo
seguirán haciendo y los medios picando, unos por ingenuidad y otros con
complicidad.
El otro caso fue en una información
sobre Ucrania. The New York Times, mediante unas fotografías publicadas
en primicia por el diario estadounidense, afirmaba que varios militares
rusos habían sido identificados entre las milicias separatistas del este
de Ucrania. Al igual que otros medios de todo el mundo, el diario
español ABC se hacía eco de la noticia y la publicaba en portada el 22
de abril.
Pero, posteriormente, The New Yok Times publicó un segundo artículo
retractándose porque la información en la que se basaron era errónea.
Se trataba de unas fotografías que llegaron a la redacción del diario
estadounidense a través del Departamento de Defensa de Estados Unidos, y
en una de ellas, supuestamente tomada en Rusia, mostraba a un grupo de
militares que podían ser identificados en otra de las fotografías tomada
en Ucrania, en la que se les veía
acompañando a una milicia separatista. De ahí la conclusión de The New
York Times y el resto de los medios, precisamente la conclusión que
pretendía insinuar el Departamento de Defensa. Sin embargo, luego se
supo que
la fotografía que se pensaba había sido tomada en Rusia estaba en
realidad tomada en Ucrania, por lo que esos militares no tendrían por
qué ser rusos. Time entrevistó
a uno de los supuestos militares o agentes rusos que aparecían en las
fotografías. Se llama Alexander Mozhaev, es un cosaco de nacionalidad
rusa pero no tiene ninguna relación con el Gobierno.
En conclusión, una vez más, los medios estadounidenses le dieron
demasiada relevancia a lo que era básicamente información entregada por
el Gobierno norteamericano. En cualquier caso, la intoxicación fue un
éxito, la gran mayoría de medios del mundo –ABC incluido– ya nunca
publicaron la aclaración de The New York Times y la opinión pública
internacional se quedó con la mentira de los militares y agentes rusos
al frente de los separatistas ucranianos.
Y así se va
escribiendo la historia de una ciudadanía mundial engañada por
gobiernos y poderosos con la complicidad de medios de comunicación. Se
trata del mismo formato de las inexistentes armas de destrucción masiva
en Irak que, a pequeña escala pero con la misma metodología, se va
repitiendo todas las semanas.
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