Edición Año II, Nº 7
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de mayo, día del proletariado mundial. Conscientes de que, sobre todo, se trata
de un día para crear precisamente conciencia, hoy como nunca, en pleno siglo
XXI, la clase trabajadora en su conjunto debe conocer a qué enemigo nos
enfrentamos y cuál es el panorama socio laboral al que nos condena. Incluso a
esa Europa que se creía socialmente “segura”
llega la brutalidad del capitalismo en su verdadera esencia.
En
pleno centro del sistema ya se siente en “primera persona” que el capital
precariza y esclaviza a jóvenes y trabajadores, que obliga al exilio forzado,
que recluye a las mujeres en la esfera doméstica, que redobla la explotación de
la naturaleza, y que tensa la explotación y desigualdad internacional,
auspiciando políticas racistas como aquí con el cierre de las fronteras
europeas que suponen las nefastas vallas de Melilla y Ceuta. Al capitalismo ya
no le basta con la reserva de mano de obra barata asiática, africana o
americana. Ni con haber exportado la crisis financiera mediante la imposición
de la deuda externa al “Tercer Mundo”.
La “guerra social” inherente al
capitalismo ha llegado a los “países más desarrollados”. Y esa guerra social se
complementa con la guerra imperialista para prolongar un sistema que hace
tiempo tenía que haber pasado al museo de la historia.
Así,
el imperialismo, con la OTAN como brazo armado, provoca conflictos y tensiones
para prolongar una hegemonía estadounidense cada vez más cuestionada y
conseguir el control de nuevos recursos fundamentalmente energéticos. Lo vemos
desde hace tiempo en Próximo Oriente y ahora ya en Europa del Este (Siria y
Ucrania).
Ante
esta doble inseguridad social y bélica, se impone la lucha de la clase trabajadora
y otras clases populares a fi n de generar una correlación de fuerzas apropiada
para tomar el poder político y transformar la sociedad, y nunca abandonando la perspectiva
mundial de superación de este sistema caduco y criminal. En este sentido,
el primero de mayo no es sólo un día de lucha reivindicativa y de sentimiento
de pertenencia a nuestra clase, sino que debe ser un día de unión de la clase
obrera a nivel internacional, y de reforzar la realidad `más local´ de cada
pueblo con las experiencias en otras partes del planeta donde esa correlación
de fuerzas sea positiva.
Y si en este día toca alzar la bandera del
internacionalismo proletario, cómo no hacer referencia a Cuba en este 1º de
mayo, que, un año más, se ha echado a la calle para defender los logros de su
proceso revolucionario socialista. Unos logros que, insistamos siempre, se
realzan más si tenemos en cuenta los límites heredados por el colonialismo y la
agresión imperial de todo tipo en que ha tenido que desarrollarse la revolución
cubana; pero, aún así, desbordando una solidaridad internacionalista
impresionante por su generosidad. Al fin y al cabo, ¿cabe precisamente mayor
solidaridad con esa revolución (también para ayudarle a superar sus límites
heredados) que disponernos a impulsar nuestro propio proceso
revolucionario? Esa AVENIDA allá plena de primero mayo rebosante de
dignidad de TRABAJADORES nos indica el sendero aquí a tomar.
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