viernes, 24 de enero de 2014

CELAC: Fidel, Caracas y la vigencia del 23 de enero

Fidel en su visita a Caracas el 23 de enero de 1959.
Tomado de CubAhora
Por Frank Agüero Gómez

“Por instinto de conservación, por instinto de perpetuación de nuestra raza, de nuestros intereses, sencillamente, tenemos que unirnos y empezar predicando la idea. Y con la palabra la acción, y, si es posible, más hechos que palabras”.

La frase pudiera ser tomada de uno de los documentos que justifican la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que dentro de unos días celebrará en La Habana su segunda cumbre, sin la presencia de Estados Unidos y Canadá, luego de doscientos años de parto desde Bolívar hasta Chávez.

Pues no, la idea fue expresada por el Jefe de la Revolución cubana hace 55 años, precisamente en Caracas, adonde acudió en su primera visita al exterior, el 23 de enero de 1959, tras  haber encabezado exitosamente la lucha insurreccional que derrocó a la tiranía  de Fulgencio Batista el primero de enero de ese año.

¿Por qué fue Fidel a Venezuela, solo 15 días después de entrar con sus guerrilleros a La Habana, oliendo aún a pólvora y monte de la campaña libertaria que tantas vidas y sacrificios  había costado? ¿Por qué, con tantas tareas pendientes para empezar a construir un país digno, independiente y próspero, donde imperase la justicia social prometida desde Martí y escamoteada por los politiqueros de turno con el contubernio de los amos del Norte?

A la patria de Bolívar fue el joven Comandante en Jefe de la patria de Martí en busca de la unidad y solidaridad de Nuestra América, anticipándose a lo que los enemigos de la Revolución ya pretendían: la desunión interna de Cuba, primero, y con sus hermanos del continente, después, para así frustrar una vez más los sueños de independencia que motivaron las luchas de varias generaciones de cubanos.

En el contexto de entonces, el viaje concretaba una estrategia revolucionaria de enfrentar las calumnias y mentiras contra los primeros pasos del proceso de justicia que asumía el país: los juicios debidamente instalados contra los criminales de guerra que tenían deudas de sangre con revolucionarios y familias humildes, muchos de cuyos hijos habían sido asesinados impunemente y desaparecidos sin causa previa.

Para dar esta pelea contra los monopolios extranjeros de la información y sus voceros cubanos, aún con los medios en poder de la burguesía nacional (antipatria en su mayoría), Fidel concibió emplear dos armas fundamentales: el empuje arrollador del apoyo del pueblo  y ganar la opinión pública internacional con la defensa de la verdad, sin temer a la perniciosa penetración de las cadenas de periódicos, agencias de prensa y televisoras, acostumbradas a desatar guerra de epítetos contra los procesos reivindicadores de soberanía y justicia social.

Correspondiendo a este plan ofensivo, convocó a una gigantesca concentración el día 21 de enero frente al Palacio Presidencial en La Habana, que reunió a más de un millón de compatriotas y en la que estos, en las voces de representantes de organizaciones sindicales, estudiantiles, de profesionales, dieron su apoyo a la continuación de los juicios contra esbirros y asesinos de la tiranía derrocada.

Ese propio día y el siguiente (22 de enero) se desarrolló la Operación Verdad como parte de la ofensiva estratégica, que movió hacia el país alrededor de 400 periodistas extranjeros, parte de los cuales provenían de 20 ciudades importantes de Estados Unidos, y de otras de Europa.

Esos comunicadores entraron en contacto directo con los juicios que se celebraban en La Cabaña y en otros lugares de la capital, además de recibir los testimonios directos de la población sobre la justicia de tales procesos.

Como aspecto central de la mentada Operación, el Comandante en Jefe ofreció una conferencia de prensa en el Hotel Riviera, en la cual respondió a todo tipo de preguntas con la premisa de que la prensa del continente debía estar en posesión de la verdad para no ser víctima de los monopolios y de las campañas organizadas desde las esferas de poder de Washington, en defensa de los criminales y delincuentes escapados y acogidos en territorio norteamericano.

LA SOLIDARIDAD DEL CONTINENTE

La otra pieza a mover era la comprensión de los pueblos hacia la Revolución triunfante en Cuba, de la cual había habido muestras fehacientes durante la guerra, con la llegada a la Sierra Maestra de armas, combatientes y apoyo en propaganda desde distintos países.

Venezuela se había destacado en la solidaridad con la mayor isla del Caribe, más aún luego del derrocamiento del régimen dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, como resultado de una rebelión cívico militar que tenía entre sus líderes al contralmirante Wolfang  Larrazabal y al dirigente político Fabricio Ojeda.

El 23 de enero de 1959 se cumplía, precisamente, el primer año de aquel proceso que impactó favorablemente en otras naciones del continente y estimuló la lucha contra las satrapías existentes en varias naciones, Cuba entre estas.

Apoteósico recibimiento tuvo el Jefe de la Revolución desde su llegada al hermano país, cuya naturaleza andina evocaba en su mente la gloriosa epopeya por la emancipación  y la unidad del continente.

“…Este recibimiento que se le tributa no a un hombre, sino a un pueblo, no a un mérito, sino a una idea, este homenaje desinteresado a quienes no han hecho sino recibir favores de ustedes, este homenaje que se le rinde a una idea justa, a una causa justa, a un pueblo hermano, este homenaje es el favor más emotivo y el favor más grande que en ninguna circunstancia pueda haber recibido nuestro pueblo”, expresó Fidel, emocionado, en el acto de acogida que se le dio en la Plaza Aérea del Silencio, apenas llegado al país.

Allí explicó la estrategia de la Revolución, de enfrentar las calumnias de los enemigos con la verdad de los hechos que estaban ocurriendo en Cuba y afirmó que el respaldo masivo del pueblo era el “mentís más rotundo que se les podía dar a los calumniadores y a los eternos detractores de nuestros pueblos, a los que consideran pueblos mezquinos y pueblos indignos”.

En palabras que hoy pudiesen considerarse proféticas, Fidel señaló que a la patria de Bolívar le correspondía anticipar esfuerzos para lograr que algún día los sueños del Libertador se hiciesen realidad.

“Ojala que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino de todos los pueblos de América sean un solo destino, ¡porque basta ya de levantarle estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar!”, expresó.

Convencido de que los esfuerzos por la justicia solo pueden conducir a los éxitos colectivos de pueblos hermanados por la historia si se concatenan y corresponden unos con otros, sentenció: 

“Si la unidad dentro de las naciones es fructífera y es la que permite a los pueblos defender su derecho, ¿por qué no ha de ser más fructífera todavía la unidad de naciones que tenemos los mismos sentimientos, los mismos intereses, la misma raza, el mismo idioma, la misma sensibilidad y la misma aspiración humana?

“Si queremos salvar la libertad de cada una de nuestras sociedades, que, al fin y al cabo, son parte de una gran sociedad, que es la sociedad de Latinoamérica; si es que queremos salvar la revolución de Cuba, la revolución de Venezuela y la revolución de todos los países de nuestro continente, tenemos que acercarnos y tenemos que respaldarnos sólidamente, porque solos y divididos fracasamos.”

Rindiendo justo homenaje a Simón Bolívar, luchador por la unidad geográfica y política de nuestros pueblos por encima  de obstáculos naturales y de las mezquinas y estrechas ambiciones personales, Fidel anticipó el papel que correspondería a la patria del Libertador en lograr la unidad de nuestros pueblos. “¿Y quiénes deben ser los propugnadores de esa idea? Los venezolanos, porque los venezolanos la lanzaron al continente americano, porque Bolívar es hijo de Venezuela y Bolívar es el padre de la idea de la unión de los pueblos de América”, añadió.

Cuba, como expresó en aquella ocasión Fidel, trabajó desde entonces para lograr la concreción de la unidad de pensamiento y acción de los pueblos de nuestro continente, con respeto a las características y decisiones de cada país, hermanados en las aspiraciones de independencia, justicia social y desarrollo.

Y cumplió y seguirá cumpliendo con la palabra empeñada aquel 23 de enero, ahora con el concurso renovador de la Venezuela chavista y de los procesos que aportan cada una de las naciones incorporadas a las transformaciones progresistas de nuestro continente.

“Solo prometo a este pueblo bueno y generoso, al que no le he dado nada y del que los cubanos lo hemos recibido todo, hacer por otros pueblos lo que ustedes han hecho por nosotros”.

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