Por Ramón Bernal Godoy
¿Escribir sobre la CELAC? Vaya reto ese,
no por la importancia de la cita, cual obviamente desborda mi
capacidad, sino por la cantidad de articulistas, blogueros y medios que
de un modo u otro se han referido a la magna cita en el transcurso de
los últimos tres días.
Sin embargo, leyendo al Sr. Carlos Alberto Montaner, quien como de costumbre justifica su salario en la
nómina de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con largos y tediosos
análisis de la realidad cubana que no conoce, o mejor dicho, no quiere
conocer, me pregunté cómo puede tan descaradamente este hombre
sobrepasar limites elementales de la verdad y la franqueza, y no me
refiero a los que sobrepasó el día que se unió a deplorables terroristas
(Félix Ismael Rodríguez, Posada Carriles y Orlando Bosh) en su afán de
devolver Cuba a sus amos, me refiero al día que se le ocurrió escribir
esa farsa titulada: “La CELAC contra la carta Democrática
Interamericana”, en la que lo menos que dice es que nosotros, entiéndase
usted, su vecino, yo, todos los cubanos, votamos “aterrorizados” en
elecciones, vivimos golpeados, reprimidos, entre otras infamias. Dice
además que cada presidente que nos visita pertenece al “Imperio de la
Inmundicia Moral” y algo más hipócrita aún, llama “polvorientas
dictaduras” ante la que los estados latinoamericanos “hicimos” silencio a
los regímenes sanguinarios de Stroessner, Somoza o Trujillo, quienes olvida que, junto a Pinochet, pusieron
en práctica la estirpe torturadora de su padre (el padre de Montaner
fue un connotado criminal y torturador de la dictadura batistiana) al
bañar en sangre pueblos enteros bajo el financiamiento y la protección
del gobierno yanqui y su entidad reclutadora, la CIA.
Desmentir a Montaner me costaría una
vida, aunque tengo que reconocer que una CELAC en Cuba me está ahorrando
años de ese empeño. Nada mejor que el impacto en la visión de
importantes visitantes internacionales de una estancia en tiempo real a
la nación “aterrorizada”, de un paseo por sus calles y ciudades, de
presenciar y hasta compartir una simbólica “marcha de las antorchas”
donde jóvenes cultos hablan en público de Martí, Chávez, Fidel, de
integración y deseos de construir una patria grande. Ellos, nuestros
anfitriones, están conociendo de primera mano que Cuba, la CUBA real es
otra bien distinta a la que Montaner conoce en su imaginario, y que para
decidir el futuro de esta tierra de mambises no basta con intentar
escribir frases lapidarias o lindas parrafadas desde una inmaculada
oficina de cristal.
En mi intento de recordar cuan antigua es
la colaboración de este agente CIA con su mando para así darles a
conocer su perfil, descubrí que estas mismas mentiras, estos mismos
absurdos le han sido orientados desde comienzos de los años 70 e incluso
que algunos intelectuales cubanos indignados ante tanto descaro se han
tomado en su momento el trabajo de “ponerle en su sitio”. Tal fue el
caso de los cantautores Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, quienes en el
lejano 1986 le escribieron una misiva explicándole cual es la lógica que
los hacía salir y regresar a su país de origen.
La vigencia de los argumentos de Silvio y
Pablo es tan grande como grande es la reiteración de las mentiras de
Montaner, es por ello que me tomo el derecho de parafrasear parte del
contenido de esta misiva para reiterarle a Mr. Montaner como pensamos
los cubanos que decidimos vivir nuestro destino con Fidel y de este lado
del muro…
Sobre el deseo de todos los cubanos de “lanzarnos al mar”:
“Estamos orgullosos de vivir, de trabajar, de crear aquí, de discutir y pelear a los cuatro vientos para que todo se haga mejor, para nosotros mismos hacerlo mejor; nunca creyendo que tenemos la verdad absoluta en nuestras manos, porque la sencilla verdad, la nuestra, hace tiempo que la comparte la gran mayoría de nuestro pueblo”.
Sobre los que se toman el derecho de juzgarnos y se creen que desde lejos decidirán el rumbo de nuestra nación:
“…hay que desgarrarse con toda la realidad que entraña el quehacer cotidiano de mujeres y hombres que aman y sufren, que lo hacen mal, regular o bien, que se equivocan y que son víctimas de equivocaciones, pero que no eluden el reto que implica hacer cada día mejor y siempre más humana una obra revolucionaria que indiscutiblemente es un ejemplo para América Latina”.
Sobre los que creen que damos marcha atrás, que toleraremos que los provocadores y sus amos impongan sus agendas…
“Nadie confunda la humildad con el temor, Hemos tomado las armas, incluso las terribles, para defender, sin reparar en riesgos, lo que consideramos justo; el pueblo que edifica nuestra Revolución, la Revolución que edifica nuestro pueblo”.
Sobre los que nos acusan y dicen que vivimos en una prisión…
“La única prisión que padecemos es la de no poder librarnos de la espantosa verdad de las guerras, la miseria, la ignorancia y toda la injusticia que mantienen el egoísmo y la explotación en el mundo”.
Hasta aquí las citas, solo me guardo una,
mí preferida, la que me atrevo a catalogar como una verdad absoluta que
caracteriza a millones de cubanos que comparten mi ideología y aquellos
que en toda Latinoamérica derrochan esfuerzos para hacer realidad el
sueño integracionista de Bolívar y Martí, pero que al mismo tiempo
constituye el elemento más claro del cual Montaner y sus lacayos
seguidores no pueden presumir:
“Nadie nos paga para defender lo que creemos”.
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