Mientras los medios de comunicación estadounidenses se centraron recientemente en “el apretón de manos” entre el presidente Obama y Raúl Castro, vale la pena reflexionar por qué los organizadores del funeral de Nelson Mandela
invitaron a Raúl Castro como uno de los seis líderes – de las noventa y
un asistentes extranjeros- para hablar en la ceremonia. No sólo se le
concedió a Raúl Castro ese honor, sino también recibió la más cálida
presentación en la ceremonia:
“Ahora vamos a presentar a un líder que viene desde una pequeña isla, representante de una pequeña isla, de un pueblo que nos liberó, que luchó por nosotros… el pueblo de Cuba”, dijo el presidente del Congreso Nacional Africano (ANC ).
Tales palabras se hicieron eco de lo que el propio Mandela dijo cuando visitó a Cuba en 1991 :
“Hemos venido aquí conscientes de la gran deuda que hay con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país puede mostrar una historia de mayor desinterés que la que ha exhibido Cuba en sus relaciones con África?”
Hay muchos factores que llevaron a la
desaparición del Apartheid. El gobierno blanco sudafricano fue
derrotado no sólo por el poder de Mandela, el valor del pueblo de
Sudáfrica, o de la capacidad del movimiento mundial para imponer
sanciones. También fue derribado por la derrota del ejército de
Sudáfrica en Angola. Esto explica el protagonismo de Raúl Castro en el
funeral: fueron las tropas cubanas las que humillaron al ejército
sudafricano. En los años 1970 y 1980, Cuba cambió el curso de la
historia en el sur de África a pesar de los esfuerzos de Estados Unidos
para evitarlo.
En octubre de 1975, los sudafricanos,
alentados por el gobierno de Gerald Ford, invadieron a Angola para
aplastar el Movimiento Popular por la Liberación de Angola (MPLA), de
izquierda. Ellos habrían tenido éxito si no hubiesen estado ahí 36 000
soldados cubanos en Angola.
En abril de 1976 los cubanos habían empujado a los sudafricanos fuera del territorio angolano.
Como señaló la CIA, Fidel Castro no había
consultado a Moscú la decisión de enviar a sus tropas (como se
desprende de las tensas reuniones celebradas más tarde con la dirección
soviética en la década de 1980). Los cubanos, confirmó Kissinger en sus
memorias, habían enfrentado a los soviéticos con un hecho consumado.
Fidel Castro comprendió que la victoria de Pretoria (alentados por
Washington) habría reforzado las garras de la dominación blanca contra
el pueblo de Sudáfrica. Fue un momento decisivo: Castro envió tropas a
Angola por su compromiso con lo que él ha llamado “la más bella causa”,
la lucha contra el Apartheid. Como Kissinger observó más tarde, Castro
“era probablemente el más genuino líder revolucionario entonces en el
poder”.
La ola desatada por la victoria cubana en
Angola se apoderó de Sudáfrica. “África Negra está montando la cresta
de una ola generada por el éxito de Cuba en Angola”, señaló World, un
importante periódico de la Sudáfrica negra. “África Negra está probando
el vino embriagador de la posibilidad de hacer realidad el sueño de la
liberación total”. Mandela recordó más tarde que se enteró de la
victoria cubana en Angola mientras estaba encarcelado en Robben Island:
“Yo estaba en la cárcel cuando me enteré de la ayuda masiva que las tropas internacionalistas cubanas estaban dando al pueblo de Angola… Nosotros en África estamos acostumbrados a ser víctimas de los países que quieren apoderarse de nuestro territorio o subvertir nuestra soberanía. En toda la historia de África es la única vez que un pueblo extranjero se ha levantado para defender a uno de nuestros países.”
Pretoria, sin embargo, no se había dado
por vencido: incluso después de la retirada de los cubanos, esperaba
derrocar al gobierno del MPLA de Angola. Las tropas cubanas
permanecieron en Angola para protegerla de otra invasión sudafricana.
Incluso la CIA admitió que eran “necesarias para preservar la
independencia de Angola”. Además, los cubanos entrenaron a guerrilleros
del ANC, así como a los rebeldes de la SWAPO, que luchaban por la
independencia de Namibia contra los sudafricanos que la ocuparon
ilegalmente.
De 1981 a 1987, los sudafricanos lanzaron
por oleadas invasiones en el sur de Angola. La guerra estaba en un
punto muerto, hasta noviembre de 1987, cuando Castro decidió expulsar a
los sudafricanos fuera del país de una vez por todas. Su decisión fue
provocada por el hecho de que el ejército sudafricano había acorralado
las mejores unidades del ejército de Angola en una ciudad de la Angola
meridional, Cuito Cuanavale. Y eso fue posible en cierta forma porque
Washington se mecía en el escándalo Irán-Contra. Antes de estallar el
escándalo Irán-Contra a fines de 1986, que debilita y distrae al
gobierno de Reagan, los cubanos temían que Estados Unidos podría lanzar
un ataque contra su patria. Por lo tanto, no estaban dispuestos a agotar
sus reservasde armas. Pero el Irán-Contras limó los colmillos de
Reagan, y liberó a Castro de la limitación de enviar mejores aviones de
Cuba, pilotos y armas antiaéreas a Angola. Su estrategia era romper la
ofensiva sudafricana contra Cuito Cuanavale en el sureste y luego atacar
por el suroeste, “como un boxeador que con la mano izquierda golpea y
con la derecha noquea”.
El 23 de marzo de 1988, los sudafricanos
lanzaron su último ataque importante contra Cuito Cuanavale. Fue un
fracaso absoluto. El Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos señaló: “La
guerra en Angola ha tenido un giro dramático y – por lo que respecta a
los sudafricanos- no deseado. ”
La mano izquierda de los cubanos había
bloqueado el golpe de Sudáfrica, mientras que su mano derecha se estaba
preparando para noquearlo: poderosas columnas cubanas avanzaban hacia la
frontera de Namibia, empujando a los sudafricanos al repliegue. Los
MIG- 23 cubanos comenzaron a volar sobre el norte de Namibia. Documentos
de Estados Unidos y de Sudáfrica demuestran que los cubanos ganaron
toda la franja superior de Angola. Los cubanos exigieron que Pretoria
retirara incondicionalmente las tropas de Angola y permitiera elecciones
supervisadas por la ONU en Namibia. El Estado Mayor Conjunto de Estados
Unidos advirtió que si Sudáfrica se negaba, los cubanos estaban en una
posición de ventaja. Los sudafricanos reconocieron su dilema “para
lanzar una ofensiva bien apoyada en Namibia”: Si se negaban a las
demandas cubanas, corrían “el riesgo real de involucrarse en una guerra
convencional a gran escala con los cubanos, cuyos resultados son
potencialmente desastrosos”. La perspectiva del ejército sudafricano era
sombría: “Debemos hacer todo lo posible para evitar una confrontación”.
Pretoria capituló. Aceptó las demandas de
los cubanos y se retiró incondicionalmente de Angola y aceptó el
acuerdo de las elecciones supervisadas de la ONU en Namibia, que ganó
SWAPO.
La victoria cubana repercutió más allá de
Namibia y de Angola. En palabras de Nelson Mandela, la victoria cubana
“destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco … [e] inspiró a
las masas en lucha de Sudáfrica… Cuito Cuanavale fue el punto de
inflexión para la liberación de nuestro continente -y de mi pueblo – del
flagelo del Apartheid” .
Piero Gleijeses es
profesor de política exterior de Estados Unidos en la Escuela de
Estudios Internacionales Avanzados (SAIS), de la Universidad Johns
Hopkins. Todas las citas del artículo anterior se han extraído de su
último libro: Visiones de la Libertad: La Habana, Washington, Pretoria y la lucha por el sur de África , 1976-1991 [ 8 ] , The University of North Carolina Press, 2013 .
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