Por Edwin Sánche
La masacre del 22 de enero de 1967, una edición ampliada del
sangriento 23 de julio de 1959 en las calles de León; el cierre manu
militari de radios, la censura de prensa, los sicarios de la "Mano
Blanca", un cementerio de opositores a los que Somoza les aplicó la ley
fuga, que continuó con el asesinato de campesinos en las montañas del
norte y la represión en las ciudades, es la definición vívida de lo que
es una dictadura. Lo demás son cuentos chinos de una derecha sin rumbo.
Previo a la tan publicitada gran marcha del 10 de enero --- se
anunció desde diciembre del año pasado---, Violeta Granera en nombre de
lo que con exceso llaman "sociedad civil", dijo en una emisora que
Nicaragua se encuentra en una "igual o más peligrosa" situación que la
que enfrentó el doctor Pedro Joaquín Chamorro.
Como la activista, hay otros políticos que se creen la "partícula de Dios" de la democracia, aunque a duras penas sean lo primero, que hablan de una "dictadura". Pero todo es parte de los efectos especiales para tratar de generar admiración y respaldo en Europa por "estar luchando heroicamente" contra un "implacable enemigo".
Forzar un paralelismo entre los Somoza y el Gobierno Sandinista podría dispensarse a la juventud por razones de calendarios y manipulación, pero si pontifican personas mayores, ya más derechas que hechas en aquellos años, no es ignorancia: es un incurable cinismo de vieja data.
Por supuesto, en un régimen de esas proporciones denunciado por todos los medios hasta la esquizofrenia para proyectarse como los nuevos PJCh, es un contrasentido: ahí están más tranquilos que unos jubilados norteamericanos en el crucero "Queen Elizabeth 2", jugando a los "héroes reprimidos": no los sigue ni la gente, mucho menos la Policía para echarlos presos.
Si hay europeos despistados que se queden embelesados por estos cuentos chinos mal contados, en nuestra nación la mayoría le da la espalda a la derecha ultraconservadora cuyos recursos para persuadir a la población son tan precarios como intrascendentes sus desoladas manifestaciones.
Acuden a las cabinas de ciertas emisoras para hablar de totalitarismo, aparecen en su "querido diario, la dictadura me quedó viendo", acusan al gobierno de "ataques a la libertad de expresión"..., pero salvo ellos en su mundo aparte, nadie mira lo que la nostalgia del somocismo es capaz de provocar en algunos.
La realidad
En la última encuesta de M&R, la población realista, 71.2 %, se considera satisfecha con el funcionamiento de la Democracia en nuestro país. En un estudio de la firma Siglo Nuevo, en junio de 2013, a la pregunta de si "Vivimos en Dictadura", solo 1.8% de los consultados dijo que sí. Doña Granera y su grupo pudieron armar algo de la fracción 0.8%.
Además, en los datos divulgados por M&R la semana anterior, señala que el 70.5 % de los nicaragüenses aprueba la institucionalidad del país, frente a un 22.1% que lo desaprueba.
Cid Gallup, exactamente hace un año, comprobó en el terreno que un 60% "cree que el país cumple con el estado de derecho". En otras palabras, el martilleo constante del partidONG sobre la falacia de la "dictadura", no convence a la población en general, porque a la vuelta de 365 días, más voces se unieron para asegurar que en Nicaragua hay institucionalidad: se pasó del 60 al 70.5%.
El apoyo a la gestión del Gobierno del Presidente Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo marcó en diciembre 2013 un 65.3 % de respaldo popular, detalla la encuesta de M&R, en El 19 Digital. Además, están en el tope de la tabla de personalidades agradables con el 77.9 % para Rosario y el 77.7% para el comandante Ortega.
Sería ilógico que estos líderes contaran con una lujosa aprobación si fueran ciertos los demenciales infundios de la ultraderecha. En vez de consumir hechos para hablar verdades, estos melancólicos de los viejos tiempos prefieren elevadas dosis de falsedades. Recurrir a la mentira se ha convertido en un vicio muy adictivo.
Ningún partido ha podido presentar a un solo correligionario preso por sus ideas, y el único que se auto declaró perseguido político, Roberto Bendaña, ha tenido la desgracia que ni siquiera la crema y nata de la derecha le cree, aun cuando necesita con urgencia un "prisionero político" para demostrar a sus cooperantes europeos que existe una dictadura.
Los resultados de la derecha al arrancar el año tienen la sombra de las catástrofes irremediables. Juntando tantos desastres desperdigados, suman un dato de lástima: 8.3% de la población que les hace aún flotar en medio del naufragio.
La realidad que vive Nicaragua es tan distinta y demasiada grande para que se disipe en este festival de patrañas con sus siglas de desamparo: apenas el 3.3% de la ciudadanía confía en un agrietado PLI y un 0.2 %, en su aliado MRS, etc.
Con este fracaso bien documentado, ¿cómo podrán impresionar a Europa y Estados Unidos, sino es falsificando todo lo que ocurre en nuestra República? Pero, ¿se dejará engañar, por ejemplo, España, que sufrió el autoritarismo de Franco? 12 años después de la guerra civil "se fusilaban a mil personas por año", dijo en 1969 el filósofo francés Jean Francois Revel.
Ya nadie cambia espejitos por oro.
Como la activista, hay otros políticos que se creen la "partícula de Dios" de la democracia, aunque a duras penas sean lo primero, que hablan de una "dictadura". Pero todo es parte de los efectos especiales para tratar de generar admiración y respaldo en Europa por "estar luchando heroicamente" contra un "implacable enemigo".
Forzar un paralelismo entre los Somoza y el Gobierno Sandinista podría dispensarse a la juventud por razones de calendarios y manipulación, pero si pontifican personas mayores, ya más derechas que hechas en aquellos años, no es ignorancia: es un incurable cinismo de vieja data.
Por supuesto, en un régimen de esas proporciones denunciado por todos los medios hasta la esquizofrenia para proyectarse como los nuevos PJCh, es un contrasentido: ahí están más tranquilos que unos jubilados norteamericanos en el crucero "Queen Elizabeth 2", jugando a los "héroes reprimidos": no los sigue ni la gente, mucho menos la Policía para echarlos presos.
Si hay europeos despistados que se queden embelesados por estos cuentos chinos mal contados, en nuestra nación la mayoría le da la espalda a la derecha ultraconservadora cuyos recursos para persuadir a la población son tan precarios como intrascendentes sus desoladas manifestaciones.
Acuden a las cabinas de ciertas emisoras para hablar de totalitarismo, aparecen en su "querido diario, la dictadura me quedó viendo", acusan al gobierno de "ataques a la libertad de expresión"..., pero salvo ellos en su mundo aparte, nadie mira lo que la nostalgia del somocismo es capaz de provocar en algunos.
La realidad
En la última encuesta de M&R, la población realista, 71.2 %, se considera satisfecha con el funcionamiento de la Democracia en nuestro país. En un estudio de la firma Siglo Nuevo, en junio de 2013, a la pregunta de si "Vivimos en Dictadura", solo 1.8% de los consultados dijo que sí. Doña Granera y su grupo pudieron armar algo de la fracción 0.8%.
Además, en los datos divulgados por M&R la semana anterior, señala que el 70.5 % de los nicaragüenses aprueba la institucionalidad del país, frente a un 22.1% que lo desaprueba.
Cid Gallup, exactamente hace un año, comprobó en el terreno que un 60% "cree que el país cumple con el estado de derecho". En otras palabras, el martilleo constante del partidONG sobre la falacia de la "dictadura", no convence a la población en general, porque a la vuelta de 365 días, más voces se unieron para asegurar que en Nicaragua hay institucionalidad: se pasó del 60 al 70.5%.
El apoyo a la gestión del Gobierno del Presidente Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo marcó en diciembre 2013 un 65.3 % de respaldo popular, detalla la encuesta de M&R, en El 19 Digital. Además, están en el tope de la tabla de personalidades agradables con el 77.9 % para Rosario y el 77.7% para el comandante Ortega.
Sería ilógico que estos líderes contaran con una lujosa aprobación si fueran ciertos los demenciales infundios de la ultraderecha. En vez de consumir hechos para hablar verdades, estos melancólicos de los viejos tiempos prefieren elevadas dosis de falsedades. Recurrir a la mentira se ha convertido en un vicio muy adictivo.
Ningún partido ha podido presentar a un solo correligionario preso por sus ideas, y el único que se auto declaró perseguido político, Roberto Bendaña, ha tenido la desgracia que ni siquiera la crema y nata de la derecha le cree, aun cuando necesita con urgencia un "prisionero político" para demostrar a sus cooperantes europeos que existe una dictadura.
Los resultados de la derecha al arrancar el año tienen la sombra de las catástrofes irremediables. Juntando tantos desastres desperdigados, suman un dato de lástima: 8.3% de la población que les hace aún flotar en medio del naufragio.
La realidad que vive Nicaragua es tan distinta y demasiada grande para que se disipe en este festival de patrañas con sus siglas de desamparo: apenas el 3.3% de la ciudadanía confía en un agrietado PLI y un 0.2 %, en su aliado MRS, etc.
Con este fracaso bien documentado, ¿cómo podrán impresionar a Europa y Estados Unidos, sino es falsificando todo lo que ocurre en nuestra República? Pero, ¿se dejará engañar, por ejemplo, España, que sufrió el autoritarismo de Franco? 12 años después de la guerra civil "se fusilaban a mil personas por año", dijo en 1969 el filósofo francés Jean Francois Revel.
Ya nadie cambia espejitos por oro.
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