martes, 21 de enero de 2014

¿Por qué Ecuador no debe firmar un acuerdo comercial con la UE?

Tomado de TeleSur.
Por Alfredo Serrano Mancilla*
 
La vida no es cómo empieza sino cómo acaba. Esta frase hecha, tan recurrente, bien debería aplicarse al devenir de las negociaciones de la Unión Europea (UE) con la Comunidad Andina (CAN). Al inicio, en enero del 2007, en modalidad de bloque a bloque, se sentaron en una misma mesa con el objetivo de pactar un Acuerdo de Asociación que contuviera tres grandes pilares: político (muy relacionado con el tema migratorio), cooperación y comercial. Mucho ha llovido desde entonces, y en la actualidad, el escenario nada tiene que ver con ese comienzo, salvo en una cuestión fundamental: el interés de la UE por conseguir un tratado de libre comercio a cualquier precio con el bloque o con el país que estampe su firma.

Durante estos años, la CAN ha acabado absolutamente desintegrada, en cierta medida por las discrepancias intra bloque en relación con las propuestas abusivas y rígidas de la propia UE. Al bloque europeo nunca le interesó tratar nada respecto a lo político ni a cualquier nueva fórmula de cooperación que respetase la soberanía de los países andinos. La UE, según sus propias directivas, tenía la prioridad comercial de ampliar mercados que permita a sus empresas exportar en condiciones ventajosas. Pero en este tiempo, no sólo se fragmentó la CAN, sino que la UE ha entrado en una crisis (sistémica) que todavía perdura. La apuesta europea es una salida neoliberal a pesar de la crisis del neoliberalismo: devaluación salarial con deuda social más una transición geopolítica intrarregional que condena a la periferia a ser más periférica que siempre, mermada de soberanía y poniendo todo el empeño en resolver su decrecimiento por la vía de las exportaciones tradicionales. Por ello, la UE sigue forzando a su diplomacia a firmar acuerdos de libre comercio con quien se cruce en su camino: con Estados Unidos a pesar del espionaje sufrido; con los países asiáticos; con Mercosur y con el resto de países de América latina que aún no han cedido a sus tentaciones.

Este contexto contrasta con el rumbo elegido por muchos países de América latina que han logrado no solo esquivar la crisis, sino que han conseguido saldar buena parte de la deuda social heredada del neoliberalismo, redistribuir riqueza, controlar sus sectores estratégicos y asentar las bases materiales para transitar hacia un cambio estructural de régimen de acumulación por la vía de una transformación de la matriz productiva que le permita insertarse soberanamente en el mundo, anclándose virtuosamente en un marco de integración regional más vigoroso. Ecuador es justamente un buen ejemplo de este camino andado hacia su década ganada sin la necesidad de haber tenido que firmar ningún acuerdo comercial.

En estos años, del 2007-13, el gobierno de la Revolución ciudadana ha conseguido sacar de la pobreza a más de un millón de ecuatorianos al mismo tiempo que ha reducido desigualdad y desempleo, redistribuyendo riqueza social y avanzando en soberanía tributaria. Además de las eficaces políticas económicas internas, esos objetivos se ha conseguido por la vía de una relación externa no dependiente de los países centrales, diversificando sus socios comerciales. La estrategia de estos años ha sido “más región, más América latina”, y desde ahí, participar estratégicamente en el nuevo orden geoeconómico multipolar. En una economía dolarizada, la restricción externa es a la vez interna, y esto explica que Ecuador no se pueda dar el lujo de tener un déficit comercial sostenible. Esta razón es la más usada por los exportadores (originarios) para sentirse imprescindibles en esta jugada de ajedrez.

Con los bananeros a la cabeza, los exportadores han presionado sin descanso para disponer de un acuerdo comercial con la UE que facilitase la ubicación de sus productos con arancel cero. Esto sin duda es un tema muy relevante para la economía ecuatoriana, pero la mirada “bananera” no puede eclipsar el resto de una compleja estructura económica y social. Si la UE concediera el arancel cero sin pedir nada a cambio, se afirmaría sin titubeo sería conveniente la firma de este acuerdo comercial. Pero la Historia ya nos ha mostrado que Europa no regala ni en sus políticas de cooperación al desarrollo.

A continuación, se presenta sólo cinco aristas que permiten entender por qué no hay que firmar ningún acuerdo comercial con la UE. Lo primero es que la UE deja fuera de cualquier acuerdo comercial dos aspectos fundamentales que constituyen la mayor de las injusticias en un acuerdo comercial:

1) la UE centra su política proteccionista en las barreras paraarancelarias mediante: a) normas sanitarias y fitosanitarias que funcionan a partir de un trajinado principio precautorio, b) los certificados de calidad exigidos a los productos externos a partir de laberínticas metodologías unilaterales de la UE, y c) un nuevo proteccionismo verde que requiere certificados europeos de huella ambiental, huella de carbono y/o ecoetiquetas. Estas barreras no arancelarias, desde hace años, son políticas muy efectivas para obstaculizar el ingreso de productos extranjeros sin la necesidad de tener que aumentar aranceles.

2) Subsidios a su producción y sus exportaciones de sus productos primarios que en el año 2013 suman, en el marco de la Política Agrícola Común, 57.500 millones de euros (y que se estima que en los próximos siete años alcance un total de 360.000 millones de euros). Esta política, en muchas ocasiones, conlleva hasta el punto perverso de otorgar subsidios por encima incluso del coste de producción permitiendo así establecer precios predatorios (el denominado dumping) que nuevamente no permite una entrada competitiva de los productos latinaomericanos al territorio europeo.

Lo segundo es que Europa le otorga una especial importancia a la protección de su propiedad intelectual para disponer de una posición dominante en materia de tecnología y conocimiento. Para ello, en los últimos años, todo acuerdo comercial firmado por la UE no respeta ni la Declaración de Doha (2001) y posteriormente la Decisión del Consejo General de la propia Organización Mundial del Comercio -30 de agosto de 2003- que dan prioridad a la tutela de la salud pública con relación a la protección de los derechos de propiedad intelectual. Este punto es absolutamente incompatible con el actual código social del conocimiento en Ecuador que desea democratizarlo, considerándolo como bien colectivo de uso publico, y que será determinante en evitar el patrón de intercambio desigual desde hace siglos.

Lo tercero es que Europa busca desesperadamente nuevos mercados financieros, y Ecuador ofrece un apetitoso negocio en este terreno. No hay que olvidar que Ecuador tiene un sector financiero escasamente extranjerizado, y esto, obviamente, es leído atractivamente desde el capital europeo que busca con su acuerdo comercial la penetración en este nuevo mercado. En este sentido, el presidente Correa anunció que habrá un nuevo código financiero que cambiará las relaciones de poder en el país. Bajo esta premisa, será absolutamente irreconciliable acabar con la larga noche neoliberal dando entrada al neoliberalismo financiero que abriga a Europa.

Lo cuarto es relativo a las compras públicas y el interés del pequeño y mediano empresario europeo de participar en “igualdad de condiciones” con los productores ecuatorianos para disponer del mercado que se le cierra en tierras del viejo continente. Las compras públicas, en 2012, en Ecuador, supusieron unos 10.000 millones de dólares, es decir, 12% del PIB ó 37,9% del presupuesto del Estado. De ese importe, las micro, pequeñas y medianas empresas ocuparon el 66% del total. El presidente Correa, hace pocos meses, volvió a ratificar la importancia de seguir democratizando esta política económica para que sean los pequeños y medios empresarios ecuatorianos los que se beneficien de esta alianza con el Estado. Sin embargo, la UE no ha firmado hasta el momento ningún acuerdo que respete el artículo 288 de la Constitución Ecuatoriana en el que se priorizarán, en materia de compras públicas, los productos y servicios nacionales, en particular los provenientes de la economía popular y solidaria, y de las micro, pequeñas y medianas unidades productivas. Una vez más, resulta inconciliable una política de compras públicas a favor cambio del matriz de productores y una política europea que desea proveer nuevos mercados a sus empresarios en búsqueda de salida de la crisis.

Lo quinto, y por último, es que ya hay experiencia empírica para valorar los efectos de acuerdos comerciales con la UE. Si bien es cierto que cada país tiene sus particularidades, sí podemos aprender prudentemente de lo que ha sucedido con México y Chile después de más de una década con sus políticas de acuerdos comerciales con Europa. En ambos casos, el efecto es el mismo: a) aumento del volumen absoluto de las exportaciones, pero éstas son concentradas en menos productos, y b) aumento de las importaciones por encima del ritmo de crecimiento de las exportaciones, generándose un nuevo déficit comercial de corte estructural. La dependencia después del tratado comercial siempre es mayor, y además, suele afectar a una cuLos avances desleal que soportan la en un tablero compero escansamente extranjerizado gionales que se vienen coste de producciEádruple dimensión de la soberanía: alimentaria, tecnológica, industrial y financiera. El régimen de acumulación resultante es además siempre más concentrado porque son pocos (sólo los grandes) los que soportan la competencia desleal europea.

Estas son al menos cinco razones para que el reduccionismo de la yihad bananera no se imponga a la hora de firmar un acuerdo comercial con la UE. Ecuador está en un proceso de transformación, y en estos años, el crecimiento económico ha sido sostenible (promedio de 4,5%).

La creciente demanda interna, vía aumento y democratización del consumo gracias a las políticas redistributivas, supone una oportunidad nacional idónea para una planificación estratégica para el cambio de la matriz productiva que comience a sustituir selectivamente importaciones, o en algunos otros sectores deficitarios, se pueda plantear participar virtuosamente en los encadenamientos productivos regionales que se vienen sucediendo. Los avances de la política económica ecuatoriana y la transición geoeconómica invita a que Ecuador no acepte de nuevo el retorno de las carabelas.

(*): Doctor en Economía / Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)

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