Un par de desamparados se refugian en la puerta de un edificio abandonado en el centro de la ciudad de Homestead Patrick Farrell/The Miami Herald |
Por Nicanor León Cotayo
Cunde el pánico entre cientos de
mendigos que hasta el presente se han alojado en aceras, parques y bajo puentes
de Miami.
Hace más de 15 años logró imponerse
allí el “Acuerdo Pottinger”, que amplió beneficios a personas sin hogar
(homeless).
Teóricamente habría mayor tolerancia
para que esos indigentes levantaran chozas como viviendas y cocinaran alimentos
en parques de la ciudad.
Sin embargo, este jueves las
autoridades de Miami votaron unánimemente por echar abajo esa política y
adoptar una nueva con la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU).
Esto equivale a decir, en primer
lugar, que la policía puede reprimir aún con más violencia cualquier mínimo
desliz que cometan los indigentes.
¿Pretexto? Que las circunstancias
han cambiado en esa área y en estos momentos su población ha crecido, existen
nuevos restaurantes y lugares de recreación.
Por lo tanto, alegan, hoy su larga
caravana sus mendigos es una “molestia constante” para los clientes y vecinos
de las cercanías.
ACLU desaprobó el argumento
recordando que, aún con esas transformaciones, nada ha cambiado para esos
condenados de la Tierra.
No obstante, el jueves en el
ayuntamiento de la ciudad, reportó la prensa local, sus dirigentes se
felicitaron “a sí mismo” y a los abogados que ayudaron a concretar el acuerdo.
Todavía flotaba un suceso como este
cuando un organismo internacional reveló que Washington pretende invertir un
millón de millones de dólares para fortalecer aún más su poderoso arsenal
nuclear.
Se trata del Centro de Estudios
sobre la No Proliferación (CNS por su sigla en inglés), cuyo informe subraya
que el gasto se haría durante las próximas tres décadas.
Esto, a pesar de su crisis
económica, del enorme y creciente déficit público y de no existir su viejo
pretexto, la Unión Soviética.
¿Motivo de fondo? El chantaje
nuclear como parte muy relevante de las estratagemas que esgrime
Washington para alargar la existencia de su rasguñada hegemonía planetaria.
¿Qué ofrece su sistema? Lo
escenifica Miami, donde sus increíbles pordioseros ignoran que su
gobierno ensaya invertir un millón de millones de dólares en bombas y ojivas
nucleares.
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