Alvaro Uribe en la trayectoria al terrorismo de Antúnez |
Tomado de IslaMía
Por Norelys
Morales Aguilera
Quien haya
atendido a las intervenciones del presidente Barack Obama anunciando y
explicando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba
comprende rápidamente, que Estados Unidos ha cambiado de "método, pero no
de meta", según la frase de Frey Betto.
El gobierno
revolucionario cubano ha aceptado el desafío. El levantamiento del bloqueo
económico, comercial y financiero de Estados Unidos a la Isla, que representa
un sinnúmero de prohibiciones y agresiones de todo tipo, tiene la aprobación de
la mayoría abrumadora de la población cubana y la simpatía de las más variadas
tendencias políticas en el mundo.
Sin embargo,
ese cambio de política fracasada como ha admitido la administración Obama y
desaprueban la mayoría de los estadounidenses y numerosos empresarios, tiene la
abierta oposición de un núcleo duro de ultras en el Congreso norteamericano
donde se dirimirá el fin del bloqueo, al margen de la aplicación de estrategias
puntuales del ejecutivo.
En un hecho
insólito, liderzuelos de pequeños grupos de cubanos que viven en la Isla y que
han sido sostenidos, estimulados y financiados desde Estados Unidos, ahora se
comportan según demócratas o republicanos que se oponen a la convivencia
pacífica y al respeto de la independencia y soberanía de Cuba.
Esa
“disidencia” que Washington creó para el derrumbe de la Revolución ahora sirve
a los opositores de un cambio de política con ese fin. Entienden que la
confrontación es el método que deben emplear y el rebaño es ahora el
Frankenstein para el cambio.
Los mismos
que se oponen a la paz con Berta Soler.
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En la dura
batalla en el congreso de mayoría republicana, Jorge Luis García Pérez,
conocido como Antúnez, con bravuconería de presidiario común que fuera antes de
declararse “político, opositor y pacífico”, calificó al acercamiento
diplomático como una "traición a los anhelos libertarios de un
pueblo" y dijo que las expectativas de cambio en la isla son "un fraude
promovido por el régimen castrista para perpetuarse en el poder".
Berta Soler,
la cada vez más desprestigiada “lideresa” de las Damas USA, se opone a que
existan negociaciones entre EE.UU. y Cuba, pero es hasta simpático si no fuese
vergonzoso, que las agencias y medios le acomodan tanto las palabras que parece
una académica.
En este caso
la VOA refiere en un informe que Berta Soler dijo que el tema de los presos
políticos es “uno de los más sensibles”, que “va más allá de la ocasional
liberación de algunos de ellos”. El mismo despacho continuó: La activista
agregó que la Cuba donde vive no existe la separación de poderes, ni libertad
de expresión, un lugar en que “el partido comunista es la fuerza rectora del
país”.
Pero, cuando
la señora habla ante un micrófono ahí se arma el lío. Según se ve en el video
que acompaña a este texto, Soler dice una de sus típicas burradas: “no queremos
el modelo chino, un régimen capitalista y comunista” (Ñoooooo!!!!)
Otro de los
concurrentes al escenario donde los congresistas arrinconaron a los
negociadores de la Casa Blanca -tema que abordaré en otro trabajo-, fue Manuel
Costa Morúa, cuyo razonamiento pasa entre vergonzante y anexionista, con muy
cuidadas palabras dijo no creer que el cambio de política de Estados Unidos
“nos vaya a traer libertad”. A continuación acotó: “La libertad en Cuba es
cuestión exclusiva de los cubanos (¿?), pero créanme, nos dará nuevas opciones
para obtenerla por nosotros mismos”, según la VOA.
En época de
la guerra independentista contra el colonialismo español a los que servían a la
colonia hasta en batallones de guerra, los cubanos les llamaban “rayadillos”
por su indumentaria y hasta hoy la palabra es sinónimo de traición. Por el
Congreso de Estados Unidos han desfilado los rayadillos modernos, solicitando
la voz que nunca tendrán porque ellos mismos han renunciado a ella.
Así los vio
y describió en una comunicación confidencial, en 2009, Jonathan Farrar, Jefe de
la Sección de Intereses de Cuba en La Habana: personalistas, sin arraigo social
y excesivamente preocupados por conseguir dinero. Eso no ha cambiado.
La llamada
disidencia por el momento es un Frankenstein para la administración Obama en su
batalla congresional.
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