Por:
Glenn Greenwald.
El 26 de enero, el New York Times afirmó
que “un ataque teledirigido de la CIA en Yemen… mató a tres presuntos
combatientes de Al Qaeda el lunes”. ¿Cómo sabían la identidad de los
muertos? Como de costumbre, se debía a algo que “dijeron funcionarios
estadounidenses”. No había ni un tufillo de escepticismo en esta
afirmación a pesar del hecho de que “un alto funcionario estadounidense,
que habló en condición de anonimato, se negó a confirmar los nombres de
las víctimas”, mientras “el portavoz de la CIA se negó a comentar”.
Ese artículo del NYT citó a quien calificó como “un miembro de Al
Qaeda de la Península Arábiga (AQAP)”, que proporcionó los nombres de
las tres víctimas, uno de los cuales era “Mohammed al-Jahmi Toiman, un
adolescente yemení cuyo padre y hermano murieron previamente en ataques
de drenes estadounidenses”. El artículo añade que “el miembro de Al
Qaeda no sabía la edad del señor Jahmi, pero dijo que era un miembro de
la banda terrorista”.
De hecho, como The Guardian informó hoy,
“la edad de Mr. Jahmi” era de 13 años el día en que el avión no
tripulado estadounidense acabó con su vida. Apenas unos meses antes, el
adolescente yemení dijo que “vivía con el temor constante de las
‘máquinas de la muerte’ en el cielo, que ya había matado a su padre y a
su hermano”. En el 2011 “un avión no tripulado mató a su padre y a su
hermano adolescente cuando estaban arreando camellos alejados de la
familia”. En el ataque hace dos semanas, Mohammed fue asesinado junto
con su cuñado y un tercer hombre.
El hermano mayor, Mohammed Maqded, dijo que “vio todos los cuerpos completamente calcinados, como el carbón” -sin duda, muy
similar a la forma en que el piloto de combate jordano fue quemado vivo
el mes pasado por el Estado Islámico de Iraq y el Levante (EIIL). Eso no es un accidente: las armas al uso de los militares de Estados Unidos están diseñadas deliberadamente para incinerar a la gente hasta la muerte.
Los misiles disparados por sus aviones no tripulados se denominan
“Hellfire” (fuego del infierno). De su más joven hermano de 13 años de
edad –ahora fallecido- , Maqded dijo a The Guardian: “Él no era miembro
de Al-Qaeda. Él era un niño”.
Hay algunas observaciones que vale la pena hacer de este episodio repugnante:
(1) Los medios de comunicación de Estados Unidos acaban de inundar al
público de ese país con historias tristes sobre el soldado jordano,
Moaz al-Kasasbeh, haciendo de él un nombre familiar. Como suele ocurrir
en el caso de las víctimas de los adversarios de Estados Unidos, la
víctima es intensamente humanizada. El público se entera de todo tipo de
detalles sobre sus vidas, escucha a miembros de la familia en duelo, se
regodea en la tragedia de su muerte.
Por contraste, yo estoy dispuesto a apostar que el nombre de
“Mohammed al-Jahmi Tuaiman” nunca se pronunció en la corriente principal
de la televisión estadounidense. La mayoría de los estadounidenses no
tiene idea de que su gobierno acaba de quemar a un niño de 13 años de
edad hasta la muerte, del que luego afirmó que era un terrorista. Si se
enteran algún día, el muchacho se mantendrá oculto, deshumanizado, sin
nombre, sin que sepan sus aspiraciones o sueños, ni quiénes eran sus
afligidos padres que no serán exhibidos como las víctimas de los
adversarios de Estados Unidos (sin embargo, los estadounidenses estaban siendo inundados con historias
acerca de una periodista iraní-estadounidense detenida en Irán para dos
meses, Roxana Saberi, y mientras, no tenían ni idea de que su propio
gobierno encarceló a un reportero gráfico de Al Jazeera, Sami al-Haj, en
Guantánamo, durante siete años y sin cargos).
Cuando estuve en Canadá en octubre pasado se produjeron dos ataques violentos – uno en el sur de Quebec y el otro en el Parlamento de Ottawa -
los soldados muertos eran (comprensiblemente) tema de una cobertura
mediática intensa e interminable, donde aparecían sus vidas, sus sueños y
el duelo de sus padres. Pero yo apostaría que el público canadiense es
incapaz de nombrar ni un solo individuo extranjero asesinado por su
propio gobierno en la última década.
Vale la pena considerar el impacto de la extrema disparidad
propagandística y la forma en que los medios de comunicación de Estados
Unidos se convierten en ansiosos cómplices del mantenimiento del
militarismo estadounidense en curso y de la violencia. Logran, además,
invisibilizar a las víctimas de la violencia de Estados Unidos, mientras
interminablemente denuncian a las víctimas de sus adversarios.
(2) No tengo ni idea de si este niño de 13 años de edad era “un
miembro de Al-Qaeda”, ni qué podría significar esa organización para un
chico tan joven. Pero tampoco tiene idea el New York Times, y es
increíblemente irresponsable que un medio de comunicación ni se inmute
cuando afirma que los muertos por ataques de drones estadounidenses son
terroristas.
El propio New York Times informó anteriormente
que la administración Obama ha redefinido el concepto de “militante”
para identificar a “todos los hombres en edad militar en una zona de
ataque a combatientes”. En este caso, Mohammed ni siquiera califica para
que esta orwelliana redefinición, y aún así lo llamaron terrorista
(tanto el gobierno de Obama, como un “miembro de AQAP”, los cuales, por
diferentes razones, estaban motivados para hacer esa afirmación). No
hace falta un extremo escepticismo para poner en duda que todas las
víctimas del último ataque con drenes estadounidenses sean terroristas,
pero desgraciadamente el escepticismo casi nunca está incluido en estas informaciones.
(3) La próxima vez que haya un ataque violento en el oeste contra un
musulmán, y los periodistas inmediatamente declaren que el Islam es el
culpable y se dispongan a demonizar a los que sugieren que podría ser un
“retroceso”, quizás este incidente merezca ser recordado. ¿Hace falta
realmente echarle la culpa a una versión radical de dogma religioso? ¿Es
tan difícil entender por qué la gente realmente está enojada cuando
escucha – una vez más – que los hijos de su nación se han extinguido –
incinerados – por otro avión no tripulado estadounidense?
¿Imaginan qué ocurriría si se tratara de adolescentes estadounidenses
en lugar de yemeníes quemados hasta la muerte de manera regular – en
suelo estadounidense en lugar de suelo yemení, por supuesto? ¿Se
necesita mucho esfuerzo para comprender por qué habría llamamientos
generalizados a la violencia contra los autores de ese crimen?
Consideren solamente cuánta rabia estadounidense y cuánta violencia se
desató por un ataque de un solo día en suelo estadounidense hace 13
años.
De hecho, si se diera el caso de que este muchacho de 13 años de edad
era “miembro de AQAP”, ¿es difícil entender por qué? ¿Tenemos que
recurrir a discursos de que la culpa la tiene algún primitivo o algún
miembro de una religión inescrutable?
Quizás el artículo de The Guardian aclare más todo esto:
Cuando The Guardian entrevistó a Mohamed en septiembre pasado, él habló de su ira hacia el gobierno de Estados Unidos por el asesinato de su padre.
“Nos dicen que estos drones vienen de bases en Arabia Saudita y también
de bases en los mares yemeníes y que EEUU los envía a matar a los
terroristas, pero siempre matan a personas inocentes. No sabemos por qué
nos están matando.
“En sus ojos, no nos merecemos
vivir como la gente en el resto del mundo y no tenemos sentimientos ni
emociones ni lloramos ni sentimos dolor al igual que todos los demás
seres humanos de todo el mundo.”
En 2009, EEUU utilizó bombas de racimo en Yemen en un ataque que masacró a 35 mujeres y niños. Obama exigió con éxito que el periodista yemení que demostró que el ataque había sido perpetrado por EE.UU., Abdulelah Haider Shaye, fuera encarcelado durante años. En diciembre de 2013, un ataque de avión no tripulado de EEUU mató a 12 personas que viajaban a una boda.
¿Es un confusión irracional e inescrutable, o es que la gente
reacciona girando al “radicalismo” y a la violencia? Muchos periodistas y
funcionarios de las naciones occidentales creen que pueden ir por ahí
durante décadas como invasores o como ocupantes que encarcelan sin
cargos y lanza bombas en otros países del mundo, bombas que regularmente
matan a inocentes, incluidos niños, y que luego se muestran
conmocionados y sorprendidos cuando la gente en esos países, o aquellos
que se identifican con las víctimas, quieren oponerles violencia como
moneda de cambio. El de los invasores sí es un sentimiento basado en la
irracionalidad profunda, el nacionalismo ciego y el tribalismo
primitivo.
(Tomado de The Intercept. Traducido por Cubadebate)
No hay comentarios:
Publicar un comentario