Por Alexei Padilla Herrera
Belo Horizonte (Brasil), 5 de febrero –
¿Quién duda que el bloqueo norteamericano está dirigido a hacerle la
vida un yogurt el pueblo cubano?
Tomada por el entusiasmo, la gran prensa
brasilera anunciaba el fin del bloqueo (embargo) y del prologando
conflicto entre La Habana y Washington. Para aquellos que no dan el
debido seguimiento a las noticias, el cerco económico, financiero y
comercial ya es parte del pasado, tan solo un oscuro resquicio de la
Guerra Fría, ya superado después de los sendos discursos de los
presidentes Raúl Castro y Barack Obama.
Pero como reza una de las composiciones
más populares del salsero panameño Rubén Blades, no imaginé que a miles
de millas de casa y después que Master Card y American Express
anunciaran los primeros pasos para abrir operaciones en Cuba, recibiría
una puñalada trapera, nada más y nada menos que de la Western Union.
Resulta que unas semanas antes del 17 de
diciembre, la Western Union puso en vigor una regulación que restringe
la prestación de servicios a los ciudadanos cubanos que no puedan probar
que tienen residencia permanente en el país donde se encuentren.
Hace una semana precisé enviar un dinero
para una amiga que estaba en Ecuador. Como era costumbre me dirigí a la
oficina de la Western Union del centro de Belo Horizonte (Brasil), una
verdadera Torre de Babel a juzgar por las personas de múltiples
nacionalidades con las que te encuentras.
Entregué mi pasaporte a la empleada y
después de hojearlo cuidadosamente –sin saber que tenía en las manos uno
de los ejemplares más caros del mundo- me dijo que para poder efectuar
la transferencia debía presentar un segundo documento de identidad en el
cual constase que poseía residencia permanente en Brasil.
Intentando mantener la calma le expliqué
que en dos ocasiones había utilizado las facilidades de esa empresa y
nunca tuve dificultades. Las respuestas para aquel absurdo no estaban en
manos de una chica que se limitaba a cumplir con su trabajo. Por tanto,
exigí que se presentara la gerente de la agencia para que me diera una
explicación coherente.
Poco acostumbrados con el
encabronamiento criollo, la gerente apareció en un segundo y me mostró
el documento donde constaba el tratamiento discriminatorio de la empresa
estadounidense hacia los cubanos, que somos aves de paso por cualquiera
de estas tierras de Dios.
Era cierto, yo por mi origen nacional y
mi estatus migratorio no podía ni mandar ni recibir dinero. Lo que meses
antes había hecho con total normalidad, hoy me era negado con total
frialdad.
Me comuniqué con la central de atención a
clientes de la Western Union Brasil y hasta escribí un mensaje (vía
Facebook) a la oficina central en los Estados Unidos. En ambos casos la
respuesta fue casi idéntica.
Los brasileros alegaron políticas de la
empresa. La oficina central en Colorado se justificó explicando que la
nueva regulación se adoptó en cumplimiento de las leyes nacionales e
internacionales. En un segundo mensaje, hasta hoy ignorado, les pedí me
aclararan cuáles eran las leyes internacionales que estaban invocando.
Comprendo que en los Estados Unidos el
gobierno limita las operaciones de cualquier entidad que opera dentro
ese país, pero aplicar la misma norma jurídica en otro país no es más
que una muestra del carácter extra-territorial del bloqueo a Cuba.
Sentir los efectos del bloqueo fuera de
la cotidianidad cubana puede llegar a marcarte. Observar como los
haitianos, los chinos, los peruanos pueden mandar y recibir su dinero
sin que medien más que las habituales preguntas de rigor, y que los
cubanos sean discriminados, podría ser una prueba de hacia quiénes va
dirigida esa política obsoleta y criminal que hoy se trata de terminar.
De haber querido, hubiese podido pedir
ayuda a otra persona para enviar el dinero, pero esa la intransigencia
que cada cubano lleva en el ADN y que a veces no nos deja tomar
decisiones prácticas, no me lo permitió.
La Western Union parece atrapada en el
letargo de los republicanos más radicales, y en el del sueño imposible
de las figuras que van quedado del exilio histórico.
La empresa norteamericana aplicó su
resolución en el lugar incierto y en momento equivocado. Brasil es una
nación soberana y espero que como tal, actúe. Acudiremos a las leyes y
todas instancias hasta lograr el merecido desagravio.
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