Por Nicanor León Cotayo
Fichado desde hace años como un hombre de la CIA, Carlos Alberto Montaneratacó de nuevo a Cuba.
Lo hizo este sábado en Miami a través del ultraderechista periódico el
Nuevo Herald.
Su línea editorial responde, en primer lugar, al sector más troglodita de
grupos de origen cubano y venezolano que allí radican.
Montaner tiene una columna desde la que, por instrucción del Norte o
iniciativa propia, ataca, sobre todo, a La Habana y Caracas.
Su nueva diatriba se titula: El extraño síndrome de la “Benevolente
Simpatía Superficial”.
De acuerdo al texto, ello responde, sin decirlo, a un documento aparecido
en The New York Times que apunta a la inversa.
Lo suscribieron 40 figuras estadounidenses y de origen cubano, según el
escrito “relacionado “al mundo empresarial y vinculado al destino de Cuba”.
Los firmantes se oponen a la nueva política diseñada por Barack Obama hacia
el país vecino.
Les parece –agrega Montaner- un peligroso error hacerle concesiones a la
dictadura sin que Raúl Castro dé pasos hacia la apertura y la democracia.
¿Sobre qué concesiones habla? ¿Acaso debe Cuba levantar algún “embargo”
económico, financiero y comercial impuesto a Estados Unidos durante más de
medio siglo?
¿O excusarse porque con eso ha impuesto a su vecino más de un millón de
millones de dólares en pérdidas directas e indirectas?
O será porque alguna vez soldados y milicianos cubanos invadieron una zona
del territorio de Estados Unidos y le ocasionaron numerosos muertos y heridos?
¿O debido a que fueron descubiertas actividades de espionaje contra la
seguridad de Washington montadas por una red que la isla denominó “ZunZuneo?
El antes mencionado fragmento del mundo empresarial, que tanto ensalza
Montaner, según él mismo, son partidarios de la “The Cuban Liberty
and Democratic Solidarity Act” de 1996.
O sea, de la más popularmente conocida ley Helms-Burton, suscrita a
mediados de aquel año.
¿Cuál es la esencia de esa legislación amamantada por la ultraderecha de origen
cubano asentada en el Congreso y Miami?
Fue y es, como demuestra cruda e implícitamente su texto, establecer un
bloqueo mundial contra Cuba.
Va tan lejos, como sucedió antes con la Torricelli en 1992, que hasta
fieles aliados europeos de Washington llegaron a expresarle sus reparos.
¿Y qué opina Montaner sobre las 22 resoluciones que a partir de 1992 –cada
año- ha decretado la Asamblea General de la ONU contra esa política?
Hasta aquí, para él, no existen, comprometedora actitud para alguien que se
ufana en ser un demócrata.
¿Qué ha conducido a Obama y su canciller John Kerry “a engañar a propios y
extraños” para hacer las paces con la dictadura? Se pregunta Montaner.
Luego escribe que en Estados Unidos hay cinco tipos de personas opuestas al
“embargo” o la prohibición a los ciudadanos norteamericanos de que visiten la
isla vecina:
1) Las convencidas de que, tras más de medio siglo, la política de
hostilidad ha fracasado y es preferible el acercamiento.
2) Exportadores y negociantes que ven en Cuba un mercado
potencialmente interesante.
3) Los libertarios que piensan, basados en sus principios, que ningún
gobierno debe interferir en la libertad de los norteamericanos para viajar y
hacer negocios con quienes deseen.
4) Los simpatizantes “procomunistas” activos en numerosas universidades,
generalmente anti-gobierno.
5. Las víctimas del “muy extendido” fenómeno de la “Benevolente Simpatía
Superficial” (BSS).
Estos últimos, opina Carlos Alberto, sin ser comunistas, ven a la
Revolución cubana con la vaga simpatía que dejó en la memoria
de medio planeta desde 1959.
En esta última categoría, asegura el columnista del Herald, “se
inscriben personas como Obama y Kerry”.
Ellos, cree necesario aclarar, no son comunistas, pero observan a los
Castro y a la Revolución con una benevolente y superficial simpatía.
En su delirio menciona a quien denomina un visceralmente anticomunista
político español, Manuel Fraga, pero “que sentía una difusa atracción por
Fidel”.
Intentando probar su criterio además echó mano al ex presidente venezolano
Carlos Andrés Pérez, una de las figuras más corruptas de América Latina.
Pero en su escrito, ¿cómo juzga Montaner a quienes se le opusieron con Hugo
Chávez al frente?
Los crucifica llamándoles “conspiradores antidemocráticos”
cuando Chávez apareció en el horizonte.
Vuelve a citar su Benevolente Simpatía Superficial, la misma que achacó a
Manuel Fraga e insinuó a Carlos Andrés Pérez, antes de preguntar:
¿Padecen Obama y Kerry del mismo mal? Agregando que solo se curan quienes
chocan con la realidad.
Sin embargo, ¿cuál es su realidad señor Carlos Alberto Montaner?, la que se
besa con aguas albañales.
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