Por Roberto Morejón.
Ciento veinte años atrás se reinició en
Cuba la revolución por la independencia, proceso que representó uno de
los acontecimientos más importantes de la última parte del siglo XIX en
América Latina, en el camino hacia el fin del colonialismo español.
Después de concluida la Guerra de los 10 años, a la que convocó el
padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, los cubanos retornaron a
su actividad conspirativa, porque se convencieron de que la metrópoli
había incumplido sus promesas.
Patriotas que lideraron esa guerra como Máximo Gómez, Antonio Maceo,
Calixto García y Flor Crombet dirigieron la recaudación de fondos y
acopio de armas, a pesar de la frustración y el desgaste popular por la
pasada contienda militar.
El Apóstol José Martí, quién no participó en las hostilidades
precedentes, pero sufrió prisión y destierro por sus ideas
independentistas, fundó en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, al que
sumó a compatriotas de dentro y fuera del país.
Con visión integradora, creó también el periódico Patria para
concretarse un expectante preámbulo del comienzo de la guerra del 24 de
febrero de 1895.
La exhortación a la rebeldía justa se lanzó en el Grito de Baire, una pequeña villa próxima a la oriental Santiago de Cuba.
Más de una treintena de sitios imitaron el pronunciamiento y exclamaron la consigna de Independencia o Muerte.
Organizada fundamentalmente por el Héroe Nacional José Martí, la
guerra de 1895 se presentó como el resultado de un proceso largo y
heroico en la lucha del pueblo por la independencia y la justicia
social.
Martí extrajo las lecciones pertinentes de la frustración de la Guerra de los Diez Años y de la Guerra Chiquita, de 1878 a 1880.
En nombre del Partido Revolucionario Cubano, ofreció a Máximo Gómez
la jefatura del Ejército Libertador y nombró como su representante
personal y de la organización en Cuba, a Juan Gualberto Gómez, otro
descollante luchador anticolonial.
La guerra del 95 se extendió hasta agosto de 1898 cuando finalmente
con el Tratado de París, Cuba alcanzó su independencia, sólo efectiva el
20 de mayo de 1902, aunque mediatizada por la influencia
estadounidense.
Así ocurrió, entre otras razones, porque José Martí murió en combate
en fecha tan temprana como el 19 de mayo de 1895 y a fines de 1897
también cayó, en similares circunstancias, el general Antonio Maceo.
España tenía en Cuba 240 000 efectivos oficiales y 60 000
irregulares, pero cedía ante el empuje de los insurrectos, armados sólo
parcialmente, aunque blindados por sus ideas, el arrojo y sus letales
cargas al machete.
En abril de 1898, Estados Unidos entró en el conflicto a raíz de la
explosión que destruyó el acorazado Maine, anclado en la Bahía de La
Habana, comenzando así la guerra Hispano-Cubano-Americana.
En agosto del mismo año se firmó un armisticio entre España y Estados
Unidos que puso fin a las hostilidades, pero abrió el camino a la
influencia neocolonial de Washington, truncada en 1959, al concluir la
última etapa de la liberación, guiada por Fidel Castro.
Cada 24 de Febrero reafirma la voluntad de los cubanos de no someterse a ninguna modalidad de dominación.
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