Por Gustavo de
la Torre Morales.
Los
Estados Unidos aplican muchas de sus medidas de restricción económica o amenaza
militar hacia otros países, bajo la excusa de “amenaza a la seguridad nacional”, y el argumento esgrimido es la “protección de los ciudadanos
estadounidenses y los intereses de EE.UU”.
Cuando estas acciones se quieren llevar por el camino “constitucionalmente” más corto y rápido, para ser ejecutadas, se plantean por medio de órdenes ejecutivas; las cuales son disposiciones dictadas por el Presidente de los Estados Unidos que, amparadas en sus facultades, tienen fuerza de ley. Sólo se dejan sin efecto, si los tribunales consideran que su contenido no está conforme a la ley o la Constitución; pero cuando se trata de intereses geopolíticos y control de recursos naturales, y con ello crear conflictos en otros países y/o librar guerras de rapiñas, tienen la autopista abierta.
Estos ordenamientos presidenciales van siempre
amueblados por una contundente campaña mediática, bajo banderas de “democracia,
derechos humanos y libertad”; aun cuando en la realidad, sean los propios EE.UU quienes
amenacen la paz mundial o la estabilidad y la seguridad nacional de otros
países.
Citemos
algunas de dichas órdenes a modo ejemplos.
La
Orden Ejecutiva 13692, emitida y
firmada por el gobierno del expresidente Barack Obama, el 8 de marzo de 2015, en
la cual se mencionan problemas netamente domésticos de la República Bolivariana
de Venezuela (ninguna cita a posibles agresiones a EE.UU o sus ciudadanos); pero
aun así, declara a ese país “una amenaza
inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de
los Estados Unidos”.
Pero,
tanto el mandatario Donald Trump (incluso, con ínfulas
de chulería de pasarelas, desde su club de golf
de Bedminster, en Nueva Jersey) planteó que no descartaba la opción militar,
como su sucesor Joe Biden, extendieron la orden
ejecutiva del gobierno de Obama, porque continuaron entendiendo que Venezuela seguía
siendo "una
amenaza inusual y extraordinaria para EE.UU”.
Sin embargo, son varias las órdenes ejecutivas que se emitieron
contra Venezuela (13827, 13835, 13850, 13857 y 13884), todas orientadas a
restricciones de transacciones comerciales u
operaciones de refinanciamiento de la deuda venezolana, bloqueo de activos o la
posible confiscación de los que estén dentro de EE.UU (como es CITGO,
filial estadounidense de PDVSA); también abrieron
una cruzada contra empresas y/o países que estableciera relaciones comerciales
con ese país. Resumiendo, aprobar todo tipo de ataque (económicos,
políticos, diplomáticos, etc.) contra el pueblo de Venezuela.
La
escalada de agresiones contra Venezuela comenzó cuando Hugo Chávez Frías ganó
las elecciones en 1998. Durante las presidencias de George W. Bush y Barack Obama, además de crudas campañas mediáticas de
descrédito, el líder venezolano fue blanco de varios planes de asesinatos y un
intento de golpe de Estado en el 2002. La misma política de hostilidad se lleva
a cabo contra el actual presidente Nicolás Maduro, que también ha sobrevivido a
tres intentos de asesinatos, varias provocaciones por las fronteras venezolanas
y una fallida incursión marítima (“Gadeón”) desde Colombia, que contó con la participación
de Luke Denman y Aaron Barry, dos exRangers estadounidenses. Una operación
contratada a la empresa privada SilverCorp USA y “arreglada” en la Casa Blanca,
con la presencia de Donald Trump, Juan Guaidó y Jordan Goudreau, dueño de dicha empresa mercenaria.
Pero,
¿solamente ha sido Venezuela la afectada por órdenes ejecutivas? ¡No! Muchos
otros países se han visto bajo amenazas y presiones parecidas, que solamente
enmascaran los verdaderos actos de agresión y barbarie imperialista. No fue una
mera expresión la declaración de Barack Obama a la cadena Vox, cuando dijo que
“había que torcerle el brazo” a otros países para que cumplieran con los deseos
de EE.UU.
En
mayo de 1985, el entonces presidente Ronald Reagan, con su Orden Ejecutiva 12513, consideró que las políticas y acciones del Gobierno de
Nicaragua constituyeron “una amenaza inusual
y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los
Estados Unidos”. Sin embargo, fue el propio gobierno de Reagan el que
estaba envuelto en un escándalo de tráfico de armas hacia Irán (el cual tenía
una disposición de embargo en este tema) y, por medio de la operación
gestionada por Oliver North a través de cuentas bancarias en Suiza, se usó el
narcotráfico para apoyar y financiar a la insurgencia terrorista llamada
“Contra” nicaragüense (creada por EE.UU), que se oponía al gobierno del Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Hace más de un año, el anuncio del presidente Daniel Ortega
de poner en práctica el proyecto del Canal Interoceánico y la firma de un
convenio, con la empresa HK Nicaragua Canal Development Investiment Company con
sede en Hong - Kong, China, levantó antiguos fantasmas y preocupaciones
imperiales.
El
presidente del tupé amarillo, Donald Trump, con
su arrogancia no demoró en declarar a Nicaragua en "una amenaza inusual y extraordinaria para EE.UU”, a través de
su Orden Ejecutiva 13851, de noviembre de 2018; la cual escudó en la “respuesta violenta del gobierno de Daniel
Ortega a las protestas” y sus “tácticas
represivas”; las cuales conducían “a
la desestabilización de la economía de Nicaragua”.
Sin
embargo, tanto para las llamadas “protestas”, conocidas como guarimbas, tanto
en Venezuela en el 2014 y 2017, como en Nicaragua en el 2018, fueron operaciones
orientadas y orquestadas desde EE.UU, con la participación de la oligarquía
nacional existente en esos países, ONG’s contratistas de delincuentes y mercenarios,
al igual que de organismos regionales como la Organización de Estados Americanos
(OEA) y el Grupo de Lima.
Para
gestar las oleadas de agresiones, por supuesto que no faltó la participación de
los llamados señores de la guerra: Marcos Rubio, Robert “Bob” Menédez, Mike
Pompeo, Michael Bolton y hasta “enviados especiales” como es el caso de Elliot
Abrams, que estuvo involucrado directamente en el escándalo Irán-Contras y en
el envío de escuadrones de la muerte que ocasionaron la masacre de la aldea El
Mozote, en El Salvador; donde fueron asesinadas cerca de mil personas entre
hombres, mujeres y niños.
También
se ha contado con tanques pensantes como el
Centro de Acción y Estrategias No Violentas Aplicadas (CANVAS), una
organización financiada por la National Endowment for Democracy
(NED) y creada por estudiantes del grupo de protesta serbio OTPOR, la cual dirigió su atención sobre Venezuela en el 2005; la misma
organización que formó al autoproclamado presidente Juan Guaidó y fue la que en
su memorando de septiembre de 2010 señaló
como punto débil de Venezuela su sistema eléctrico. Sistema que fue saboteado
poco después, para provocar revueltas de protestas por los apagones y generar
otra oleada de propaganda que camuflara operaciones y agresiones.
La política de hostilidades contra Cuba rebasa las “órdenes
ejecutivas” de los presidentes de EE.UU. Dentro de los archivos de la
administración de Eisenhower se puede encontrar la “Guía de Idioma Español”, en
su Punto 9, “Los Estados Unidos y Cuba, página 13,
se declara la complicidad del gobierno de EE.UU con la dictadura de Fulgencio
Batista y lo que Cuba representaba entonces para “la seguridad de las rutas marítimas del Caribe y la seguridad del
Canal de Panamá”; contando para ello con la Base Naval impuesta en el territorio
de Guantánamo.
La Operación Mangosta (que contó con más de 5 mil 700
acciones terroristas en menos de 10 meses de su puesta en marcha), Pluto
(devenida invasión por Playa Girón), HZ Rifle (para asesinar líderes de la
Revolución, como Fidel y Raúl Castro), entre tantas otras
más que fueron parte del llamado “Programa
de Acciones Encubiertas Contra el Régimen de Castro” (aprobado por el
presidente Dwight D. Eisenhower), presentadas por la CIA y supervisadas por
la llamada Cuban Task Force; además de contar con las valoraciones del Departamento
de Defensa, el Departamento de Estado, la Agencia de Información de
los Estados Unidos (USIA), el Departamento de Tesoro y otras agencias
especializadas de la comunidad de inteligencia, Secretarías y Departamentos del
Gobierno de los Estados Unidos. Por supuesto, estos organismos mencionados,
contaron con la orden ejecutiva o mandato presidencial de los gobernantes de
turno en ese país.
El bloqueo económico, financiero y comercial impuesto
unilateralmente al pueblo cubano, contó con la Proclama Presidencial 3447 (27
FR 1085). Una simple mirada al documento realizado por el Servicio
de Investigación al Congreso (CRS, según siglas en
inglés), actualizado el 26 de marzo de 2021, y dirigido a los comités y
miembros del Congreso de EE.UU, y donde se deja bien claro que ese país impuso
un embargo contra Cuba y que su política está dirigida a aislar a la Isla; por
lo que el acoso y estrangulamiento económico contra Cuba lo sustentan en que la
Isla continúa por el camino del Socialismo y sin someterse a los intereses
estadounidenses.
Claro
está, Cuba nunca ha agredido a EE.UU ni participado en planes que pongan en
peligro la seguridad de ese país; más bien es víctima de las agresiones
sustentadas por una política de hostilidades desde EE.UU.
Tampoco
el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela (ni con la presidencia de
Hugo Chávez ni en la actual de Nicolás Maduro) ha cometido acto alguno_ ni
diplomático, ni económico ni militar_ que indique amenaza a la seguridad
nacional de EE.UU. En todo caso, lo que sí ha hecho la Revolución bolivariana
es poner en declive los intereses de dominación geopolítica del imperialismo en
la región; por ello el apoyo y financiación de EE.UU en el intento de golpe de
Estado al presidente Hugo Chávez Frías, en abril de 2002, bajo el mandato de George Walker
Bush.
El
“Yes We Can” de Barack Obama, no solo era un slogan de campaña para el “sí
podemos” remontar la crisis económica, sino también “sí podemos” poner a EE.UU
en el trono del dominio mundial. Un presidente premio Nobel de la Paz que
alargó la guerra en Afganistán y la extendió a Libia y Siria. Así mismo, su
gobierno tuvo complicidad en el golpe de Estado en Honduras (2009 contra Manuel
Zelaya) y los impeachments en Paraguay (2012 contra Lugo Fernández) y Brasil
(2016 contra Dilma Roussef). Procesos que no sólo consistió en darles el
beneplácito a los amaños judiciales para las destituciones, sino también
intervinieron pagos de millones de dólares a las
diversas fuerzas políticas y militares.
Pero
mientras el gobierno de EE.UU lanzaba órdenes ejecutivas de “amenazas
inusuales”, el portal WikiLeaks filtraba miles de correos electrónicos de Hillary
Clinton, Secretaria de Estado, quien usó un servidor
privado para “gestionar” cuestiones de Estado, donde realmente se descubría los
entuertos en los que EE.UU participaba y puso en peligro la vida de millones de
personas, incluso llevándolos a la muerte.
¿Cómo entender que EE.UU emita la orden ejecutiva 12938 y establezca
como amenaza extraordinaria e inusual para la seguridad nacional la
proliferación de armas nucleares y químicas, cuando EE.UU tiene activas miles
de cabezas nucleares; pero también es parte de los complots del uso de armas
químicas en conflictos armados_ como el caso de Siria_ donde los supuestos
rebeldes, asesorados y financiados por EE.UU son los que usaron fósforo blanco
y la maquinaria estadounidense de propaganda trató de culpar al gobierno de Bashar
al-Àsad?
Como las restantes, es contraproducente que la orden
ejecutiva 32818, firmada en 20 de diciembre de 2017 por Trump como una
declaración de emergencia nacional, dirigida a “bloquear la Propiedad de
Personas Involucradas en Graves Abusos a los Derechos Humanos o Corrupción”;
cuando en los propios EE.UU la corrupción campea a todos los niveles y sectores
económicos y políticos.
¿Si las órdenes ejecutivas que declaran amenazas inusuales,
son para “cooperar en el establecimiento de la paz”, cabría preguntarse dónde
está la que declara al gobierno de Iván Duque como “amenaza inusual para la
seguridad nacional”, con toda la masacre de líderes sociales, campesinos e
indígenas por parte del paramilitarismo y el narco-gobierno?
¿Dónde está la orden ejecutiva que establece que el gobierno
de Israel es una “amenaza inusual” por el genocidio que está cometiendo contra
el pueblo palestino?
El
objetivo imperialista es establecer como regla en la distribución geopolítica, sus
ilimitados dominios; principalmente en la región latinoamericana, donde todo
gobierno de la región tiene que responder únicamente a los intereses de EE.UU.
Es decir, con “Americans” no se refiere a todo residente en América del Sur o Central, sino a los intereses de los poderes estadounidenses; porque lo demás es patio trasero. El “American First” de Donald Trump era lo mismo que el “America for the Americans”_ implícito en el mensaje del presidente James Monroe, en 1823, al Congreso; también invocado por varios presidentes como Ulysses S. Grant, Theodore Roosevelt, John F. Kennedy y Ronald Reagan: supremacía colonialista.
Las consecuencias de las órdenes ejecutivas o mandatos presidenciales de EE.UU siempre son nefastas para los pueblos; todas construidas sobre el supuesto de “amenazas al estándar democrático del mundo desarrollado”. Mandatos que son naturalizados en los medios de prensa, por la construcción de una telaraña enrevesada de historietas de espionajes, infiltraciones, represiones, abusos y violaciones de los gobiernos o países dianas de la política estadounidense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario