sábado, 8 de junio de 2024

Una modesta reflexión sobre la ética revolucionaria

 

Tomado del blog de la Asociación de Cubanos en Cataluña José Martí

“… el patriotismo se detiene allí donde para salvar a la patria es necesario deshonrarla” (1)

Por Gustavo de la Torre y Claudia González

La Revolución cubana de enero de 1959 fue un paso agigantado por su radicalidad política, económica, social y cultural; por cambiar el panorama desolador de Cuba como país dependiente y colonizado, despojando a la burguesía nacional y extranjera de todo el poder para traspasarlo a manos del pueblo de Cuba.

"La Revolución empieza ahora; la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros", expresó el Comandante Fidel Castro Ruz en el parque Céspedes, Santiago de Cuba (2).

El imperialismo no se quedó pasivo frente a tal hazaña. Cuba lleva ya 6 décadas de duro bregar frente al amplísimo expediente de agresiones y violencia que se despliega en su contra.

Sin embargo, llevar adelante la Revolución como gran empresa liberadora requirió de acciones más que de palabras. Para construir una Revolución de Liberación Nacional, fue necesario desmoronar la “cultura” de la dependencia, subordinación y del sometimiento; se tuvieron que romper los eslabones de la cadena que dictan los paradigmas de intolerancia del modelo de sociedad capitalista: enajenación, aislamiento, individualismo, inestabilidad, inconstancia, hipocresía, despojo de derechos, discriminación, represión, etc. Fue necesario proponernos la formación de nuevos valores, educar a todo un pueblo para ser revolucionario como forma de vida y dar paso al “hombre nuevo”.

Tomando en cuenta la experiencia acumulada hasta hoy nos preguntamos, ¿es fácil ser revolucionario? Dejamos claro que es una pregunta retórica. Formar revolucionarios no es fomentar el "revolucionarismo": tendencia actual que diluye en amalgama de derretidos colores el concepto en sí mismo.

Lamentablemente, muy a pesar de los grandísimos esfuerzos de la Revolución cubana en la creación de ese "hombre nuevo", todavía hay demasiado derroche de postureo, “valores de playa”, in-“consciencia” consumista, trepismo político y el uso de frases cliché en discursos vaciados de contenido revolucionario: males de la influencia exterior, la hegemonía cultural capitalista, que ponen en peligro el futuro de la Patria.

¡Ojo!, para quien intente hacerse el "listillo/a", tanto dentro como fuera de Cuba ser anticapitalista no significa ser revolucionario/a y por eso es tan difícil.

Ser revolucionario no es el simple hecho de levantar una bandera, crear una imagen de patriota, gritar consignas más fuertes que los demás o exigir desde un espacio digital una sociedad más justa.

¡No! Es mucho más complejo. Máxime cuando el imperialismo impone su filosofía de presión, tanto política, propagandística, como económica; con el objetivo de promover el desaliento a través de duras condiciones de carencias y necesidades materiales, de manipulaciones, promoción de noticias falsas y la construcción de una “oposición” asalariada. El bloqueo económico, financiero y comercial del imperialismo estadounidense pone a prueba la dimensión de la rebeldía del pueblo cubano. Se hace difícil construir un “hombre nuevo” cuando en este mundo globalizado a través de políticas neoliberales y colonizadoras, la Revolución cubana exige un altísimo grado de consciencia colectiva, de trabajo socialmente útil, de inteligencia, de resiliencia, sin que ello conlleve el sacrificio de los logros alcanzados ni hacer concesiones políticas. Debemos resistir y, sobre todo, mantener la integridad moral.

Es tener consciencia de clase, voluntad de aprendizaje y capacidad de debate. Exige, además, compromiso, altruismo, responsabilidad, sacrificio, humanismo, sensibilidad, empatía, sinceridad, decoro. Es asumir con humildad el conocimiento y el quehacer colectivo. Pues no se es revolucionario  de modo individual ni sin constituir, al menos en parte, ejemplo de entrega al Pueblo. El Pueblo de definición martiana que echa su suerte con el humilde por Todos y para el bien de Todos.

“No se puede, ni se debe, por consiguiente, desconocer la influencia o el papel preponderante que la ética y la moral cumplen en lo que debiera ser una verdadera revolución” (3).

No se puede olvidar que hay quienes, tras la fachada de ser revolucionario/a con una conducta moral maquillada, han terminado torciendo su camino y traicionando la confianza que se les depositó.

También hemos sufrido la experiencia de convivir con autoproclamados/as a los cuatro vientos como "revolucionarios/as", que se han prestado para crear entuertos y enfrentar o desacreditar a otros colectivos y/o personas que forman parte del Nosotros. O han usado convenientemente las redes sociales para escalar, irresponsablemente, sin importarle en lo más mínimo que sus altaneras fanfarronadas de patrioterismo facilitan una visibilidad mediática a traidores anexionistas que no poseían repercusión alguna con anterioridad. Cuando “todo vale” a cambio de likes, se es muchas cosas pero no revolucionario/a.

Cualquiera habla de Revolución refiriéndose a cualquier cosa, pero el problema está en cuándo y cómo, eso que se llama Revolución, realmente cambia paradigmas o solamente los maquilla (4).

¿Cómo construir, desarrollar o defender una Revolución sin ética? No es posible. Podemos volver a las palabras del Comandante Fidel Castro Ruz en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, en noviembre de 2005: "(...) los valores éticos son esenciales, sin valores éticos no hay valores revolucionarios" (5).

No pretendemos hacer una tesis al respecto, simplemente damos por sentado que los valores están determinados por lo afectivo, lo conductual y lo cognoscitivo, por el comportamiento dentro de un colectivo al cual nos debemos sin renunciar a nuestra individualidad_ difícil equilibrio. Es importante reforzar el proceso con la transmisión de conocimientos, con el fortalecimiento y desarrollo de la capacidad de análisis y juicio de los fenómenos sociales e históricos, con la asunción de una ideología que, de nuevo, no se construye en solitario.

La única manera de formar valores sin temporalidad y, en todo caso, con una radicalidad ejemplarizante, es mediante la fortificación de las convicciones en postulados fundamentales como la justicia, el humanismo, la solidaridad. Éstas son la base moral y cívica más profunda que en ninguna circunstancia debemos sacrificar o traicionar. Las convicciones se refuerzan con el conocimiento y la información actualizada. Nos llevan a una praxis apoyada en una profunda valoración de los acontecimientos, a una conducta firme frente a diversas situaciones o fenómenos: no hay espacio para superficialidades, imprudencias o la irresponsabilidad; mucho menos para individualismos o convenientes acomodos.

Por supuesto, en esto juega un gran papel la acción educativa del entorno de convivencia social, téngase en alto grado lo institucional y lo familiar. Cómo expresó el Comandante Fidel Castro Ruz en el Congreso Pedagogía 2003, en el teatro "Karl Marx": "Y las ideas nacen de la educación. Los valores fundamentales, entre ellos la ética, se siembran a través de ella” (6).

Entonces, ¿es fácil tener una "ética revolucionaria"? Primero hay que saber qué es la ética (difícil en sí) y segundo, cómo encaja o se pone en práctica bajo los principios que debe tener un/a revolucionario/a.

La tesis que plantea "Es fácil tener ética revolucionaria", lejos de incentivar o invitar a la reflexión acerca del duro, pero necesario, camino para asumirla en la construcción, desarrollo y defensa de la Revolución; hace que se vea con simpleza, sin tomar en cuenta una valoración más profunda del tema.

Además, si fuese tan "fácil", ya el capitalismo se la hubiera adueñado totalmente para comercializarla como un producto de consumo. Por supuesto que no es fácil, porque requiere entrega, denuedo, tesón, honestidad y total desprendimiento por el bien de la comunidad y de la humanidad. Y todo esto, en un entorno que no lo facilita ni lo felicita (en la mayoría de las ocasiones).

La ética revolucionaria significa una plena intransigencia e intolerancia con la injusticia social, una actitud de crítica y autocrítica frente a conductas delictivas, las bajas pasiones y los flagelos corrosivos para la moral humana; es fidelidad y lealtad a la causa de la Revolución, es ser receptivo/a, amable, respetuoso/a  y saber enfrentar adecuadamente con firmeza cualquier tipo de humillación hacia las personas, es ser un/a consecuente exponente predicando con el ejemplo. Es la transformación gradual cualitativa humana dentro de la Revolución (7). Por tanto, la ética revolucionaria supone un alto sentido de la dignidad humana.

Por fortuna para Cuba y muchos otros pueblos del mundo, el imperialismo no ha podido derrocar el proceso socialista cubano. La Revolución cubana se erige sobre gigantes y firmes principios éticos, cristalizados en su propia historia de luchas de emancipación y un martirologio que abonó su ideario fortalecido con los aportes de mujeres y hombres, quienes bajo el indiscutible liderazgo de Fidel, la dirección del Partido Comunista de Cuba y la amplísima cultura del pueblo cubano, da sobrados ejemplos de solidaridad internacionalista, de cooperación para la paz mundial y de férrea postura contra las injusticias que sufren los pueblos.

Sin embargo, la Revolución cubana no está exenta de sufrir los embates del enemigo. Aunque esos principios éticos le han dado la suficiente altura moral a Cuba, para enfrentar a la embustera teoría imperialista de que Cuba es “terrorista”, un “fracaso” o que está sola.

La ética revolucionaria cubana, la del proceso socialista cubano (no hablamos de otras), ha convertido a Cuba en referencia, en un bastión de moral en pie de lucha (8). Pero eso no quita que hay que ser responsables en la labor que cada uno/a de nosotros/as lleva adelante, para que el imperialismo y sus secuaces mercenarios no puedan ganar terreno.

Como expresara Fidel en su concepto de Revolución, y con ello clarifica su tenaz defensa, ser revolucionario/a es no violar principios éticos (9).

 

(1)   “Cartas de José Martí”. La   Nación, 1885. O.C. 10:162

(2)   Fidel Castro Ruz. Parque Céspedes, Santiago de Cuba, enero 1 de 1959.

(3) Homar Garcés: “Sin ética revolucionaria, ninguna revolución florece”. https://www.alainet.org/es/articulo/203421

(4)   Fernando Buen Abad Domínguez. “Filosofía de la Revolución. Ética del amor revolucionario”. La Jiribilla, diciembre 28 de 2020.

(5)   Fidel Castro Ruz. Aniversario 60 del ingreso de Fidel Castro a la Universidad, aula Magna de la Universidad de La Habana, noviembre 17 de 2005.

(6)   Fidel Castro Ruz. Clausura del Congreso de Pedagogía 2003, Teatro Karl Marx, febrero 7 de 2003.

(7)   Elena Díaz y Delia Luisa López. “Ernesto Che Guevara: aspectos de su pensamiento ético”.

(8)   Fernando Buen Abad Domínguez. Un bastión moral llamado Cuba”, TeleSur, febrero 21 de 2018.

(9)   Fidel Castro Ruz. Discurso por el Día Internacional de los/las Trabajadores/as, en la Plaza de la Revolución, en enero 1º de 2000.


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