Por Octavio Fraga Guerra
No le perdonan a la Revolución
Cubana cincuenta y cinco años de resistencia. Es inaceptable para el
“intelecto” imperial la persistencia de otro modelo de sociedad, donde el ser
humano es el centro y el eje de todos sus desvelos. La contraparte de esta verdad
es que somos herederos del espíritu, la sabia, la gallardía y el humanismo de
José Martí, Antonio Maceo, Máximo Gómez e Ignacio Agramonte.
Ellos nos enseñaron a no
claudicar ante la fuerza y las agresiones. Los cubanos nos somos un pueblo
moldeable como esa pieza de barro que se forja al gusto. Las esencias están en
la raíz de la sociedad, en las tradiciones y los valores que nos distinguen
como nación que se refunda desde sus propios derroteros. La cultura y el amor
patrio son las claves de esa fuerza, -que persiste- a pesar de las constantes
agresiones que han sufrido y sufren más de once millones de cubanos.
Durante más de cinco décadas,
diez presidentes del Gobierno de los Estados Unidos no han podido aniquilar o
amilanar la voluntad de una isla que asumió como suya la histórica: “Patria o
Muerte Venceremos”. Esa frase entraña un compromiso con la historia. Cuba es un
país anclando en el vasto Caribe de un mar violento pero amable. Un
archipiélago –más que isla- que la geografía ha puesto ante las narices de los
yanquis. Somos una República libre e independiente que disiente del mundo
capitalista. Un capitalismo en el que “aflora” y se extiende una crisis
sistémica. Una crisis fundamentalmente de valores.
En cincuenta y cinco años de
Revolución han perdido la vida 3 478 cubanos, mientras que 2 098 fueron
heridos, muchos de ellos con daños irreversibles para su salud. Detrás de estas
escalofriantes cifras está el terrorismo en toda la extensión de la palabra. La
verdad y la historia no han de ser tragada por la desmemoria. Estos hechos
están debidamente documentados en los pilares de una nación que asume el
derecho y el deber de defenderse de la fuerza y el horror de la guerra.
Secuestros y piraterías de
aeronaves, bombardeos, abastecimiento de armas y explosivos, organización de
asesinatos a dirigentes de la Revolución Cubana. Invasiones mercenarias de
diverso calibre y un bloqueo económico, comercial y financiero intacto. A pesar
de la clara oposición de la abrumadora mayoría de los países miembros de la
Organización de las Naciones Unidas. Estos son algunos de los medulares
capítulos de Cuba, que es historia y presente.
El imperio no ha cesado en
atacarnos. Los diez presidentes de gobierno de los Estados Unidos de los
últimos cincuenta años, han fomentado, apoyado y amparado todas y cada una de
estas agresiones para anular a lo que ellos llaman un “régimen totalitario o
dictatorial”. En esta cruzada contra Cuba, ha tenido y tiene una activa labor
la siniestra Agencia Central de Inteligencia (CIA). Es el brazo ejecutor y
criminal de una organización de “inteligencia” que actúa contra un pueblo que
apuesta por la ruta socialista como modelo de sociedad. En los pilares de los
cubanos está Martí. Es el humanista por excelencia, el antiimperialista por principios.
Es el gran intelectual del que todos bebemos.
La CIA –en su negra historia- se
asienta con un historial de crímenes, torturas, organización de guerras
genocidas y un largo cúmulo de actos que son un claro atentado a los más
elementales principios del derecho internacional. Contra Cuba han sido
especialmente nocivos.
La voladura del vapor francés La
Coubre. La introducción de productos biológicos en territorio nacional que
causó la muerte a más de ciento cincuenta personas de los cuales sesenta y uno
eran niños. La cobarde y brutal voladura de un avión civil de la compañía
Cubana de Aviación en pleno vuelo. La cadena de actos terroristas contras
instalaciones hoteleras en La Habana. Son algunos de los hechos más execrables
que están en la memoria de todos los hombres y mujeres de una nación culta y
solidaria.
Cada uno de estos hechos que
suman una copiosa cronología terrorista ha contado con el amparo del gobierno
de los Estado Unidos. Tras el triunfo de la Revolución Cubana -en enero de
1959-, la soldadesca batistiana, la clase pudiente, corrupta y adinerada y los
políticos de turno que servían a los intereses de la Casa Blanca, encontraron
cobijo en los Estados Unidos.
Uno de los actos guerreristas más
brutales de estas cinco décadas fue el fallido intento de invasión, perpetrado
por Playa Girón por mercenarios de la Brigada 2506, que fue aniquilada en
apenas 72 horas. La logística, la estrategia y el financiamiento de esta
intervención militar fue responsabilidad del gobierno de los Estados Unidos.
Estos mercenarios fueron
devueltos al país que les dio cobija. Retomaron el accionar terrorista contra
el legítimo gobierno Revolucionario reconocido y apoyado –en estos cincuenta y
cinco años de Revolución- por la inmensa mayoría del pueblo.
Alpha 66, Omega 7, CORU o la
Fundación Nacional Cubano Americana, han sido o son algunas de las más activas
organizaciones criminales asentadas en territorio de los Estados Unidos. Miami
sigue siendo la base de operaciones de estos “luchadores por la libertad”. Nombres
como Luis Clemente Posada Carriles, Orlando Boch (fallecido), Armando Santana,
Eduardo Arozena y los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampol o Angel Manuel
Alfonso Alemán, son algunos de los apadrinados de la Casa Blanca.
La guerra contra la Nación Cubana
no ha sido solo desde las armas. Las más altas esferas de la política yanqui
han hecho labor de zapa para intentar criminalizar al gobierno de nuestra
hermosa isla. Los cubanoamericanos Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln Diaz-Balart,
Ricardo Alberto Montaner y Armando Valladares (estos dos últimos son agentazos
de la CIA con un historial terrorista) presentados como “demócratas”, han
ocupado y ocupan importantes cargos en las diferentes estructuras de poder en
la nación norteña. El cabildeo en contra de Cuba pasa por la aplicación de
leyes que intentan asfixiar a un pueblo que ha apostado por la ruta que Martí y
Bolívar. Es la noble idea de construir la “Gran Nación Americana”.
Estos son parte de los secuaces
del imperio yanqui. Todos ellos integran un entramado mafioso, corrupto y
oportunista que usa la política no como un ejercicio para el bien de la
sociedad, la humanidad y la unión de los pueblos. Son actores influyentes donde
la violencia es su principal brecha para amedrentar a los pueblos. Obviamente
con nuestro pueblo se equivocan. Su ignorancia integral les impide ver más allá
de su “filosofía” de Cesares en este carcomido y urgente planeta.
José Martí, -en el año 1892-
escribió un artículo para el periódico Patria titulado: “Las Antillas y Baldorioty
Castro”. En ese texto hace una magistral definición que -ciento veintiún años
después- cobra total vigencia. “El lacayo muda de amo, y se alquila al señor de
más lujo y poder”.
Ante la imposibilidad de doblegar
a Cuba y su Revolución por la fuerza, el imperio norteamericano ha incrementado
su accionar injerencista apoyando a lo que ellos llaman la “oposición interna”.
Nombres como Guillermo Fariñas, Berta Soler u Oswaldo Payá. Este útimo falleció
en julio de 2012 por homicidio imprudente responsabilidad del ciudadano español
Ángel Carromero Blanco quien se encontraba en Cuba en labores
intervencionistas. Entre estos “disidentes” hay que nombrar a las mediáticas
“Damas de blanco”.
La bloguera Yoani Sánchez, quién
se encuentra de gira internacional la incluyo en esta lista de lacayos del
imperio. Su labor barriobajera de desacreditar a la Revolución Cubana está
instrumentada y dirigida por la Oficina de Intereses de los Estado Unidos en La
Habana. La adinerada Yoani recibe cuantiosas sumas de dinero de varias
organizaciones internacionales que son una clara tapadera para presentárnosla
como una “opositora” del “régimen castrista”, termino muy usado y saturado por
los grandes de comunicación del mundo que buscan endemoniar la obra de todo un
pueblo, -reitero- culto y solidario.
La subversión interna es la “nueva modalidad” del gobierno yanqui para fragmentar a la Revolución Cubana. Los llamados disidentes forman parte de esa estrategia. La conexión histórica entre el imperio, los secuaces y sus lacayos –después de este somero recorrido- nos hace actuar con la inteligencia y la experiencia histórica acumulada en estos cincuenta y cinco años de Revolución.
No reconozco ninguna autoridad
moral a quién hace labor de lacayos con el enemigo. Tampoco reconozco a ningún
gobierno imperial o “comunidad internacional” que pretenda cambiar la ruta y la
aurora de Cuba. Los secuaces del imperio tienen un futuro trunco en la Gran
Isla del Caribe.
El mandato del pueblo cubano es
la máxima expresión de democracia y a ella me debo. La obra de la Revolución es
la prueba de ese sueño aún por hacer, -seguramente imperfecta-, pero humana.
Mucho se ha escrito sobre los
logros de la Revolución Cubana. Desde mi punto de vista la mayor victoria que
hemos alcanzado en estas más de cinco décadas, es la virtud, la honra y los
principios que le asisten a millones de hombres y mujeres que son partes
consustancial de Cuba. Desde sus cimientos hacemos causa común.
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