| Fidel Castro y Abel Santamaría | 
Preparación para el asalto al Cuartel Moncada.
La participación en los actos y revueltas estudiantiles de 1952 y 
   enero y febrero de 1953, así como el desarrollo de propaganda radial 
   e impresa, legal y clandestina, después del 10 de marzo y antes del 
   Moncada, poseerían un sentido cualitativamente disdistinto. No se 
   trataría entonces de promover la lucha de masas con el propósito de 
   generar una situación revolucionaria. Se trataría entonces de 
   aprovechar una situación revolucionaria en ascenso para impulsarla, 
   fortalecerla; elevar la conciencia sobre la necesidad de un 
   determinado método de lucha y su disposición para combatir; 
   transformar ya los sentimientos y el pensamiento en acción para 
   promover ya la Revolución mediante la insurrección armada. 
En consecuencia, únicamente una vanguardia —aunque todavía en 
   preparación para cumplir su función histórica— pudo superar tantos 
   inconvenientes; ser capaz de sentir la fe suficiente en sus ideas, 
   por románticas que pudieran parecer; poseer la confianza necesaria en la potencialidad revolucionaria de las masas; 
   desplegar la sagacidad requerida para determinar el momento preciso 
   en que cada paso resultaría conveniente; mantener en secreto los 
   objetivos estratégicos fundamentales mientras se atemperaba lo 
   táctico a las peculiaridades y cultura política media del pueblo; y, 
   finalmente, identificar el instante exacto en que el pueblo podría 
   "hacer" la Revolución aunque en lo subjetivo no toda la madurez 
   imprescindible se hubiera alcanzado.
Justamente la apreciación certera de la dimensión de las 
   condiciones subjetivas sería otro de los rasgos por el que iba a 
   caracterizarse la nueva vanguardia naciente. Pero no por el simple 
   hecho de conocer sus insuficiencias en esos instantes en que, por 
   ejemplo, las masas carecían de una dirección adecuada ante la 
   ineptitud o impotencia de los dirigentes políticos, sino por la 
   adopción del método adecuado para superar esas debilidades y, a 
   pesar de ellas, promover en el pueblo la actitud para la acción 
   revolucionaria.
Los cliche’s matan el espíritu de los revolucionarios, lo 
   adormecen, (1) 
   diría Fidel varios años después, al analizar la cuestión de las 
   condiciones objetivas y subjetivas para el desarrollo de la 
   Revolución cubana. Explicaba cómo todos estaban de acuerdo con 
   considerar que las condiciones objetivas estaban dadas en Cuba, es 
   decir las condiciones sociales y materiales de las masas (sistema de 
   explotación feudal de la tierra, de explotación inhumana de los 
   trabajadores, hambre, subdesarrollo económico, en fin todos esos 
   factores que producen desesperación, por sí mismos un estado de 
   miseria y de descontento en las masas). Pero, al mismo tiempo, 
   refería que en relación con las condiciones subjetivas:
   
   ...posiblemente aquí no pasaban de 20, al principio no pasaban de 
   diez, las personas que creyeran en la posibilidad de una Revolución.
   
Es decir, que no existían esas llamadas condiciones subjetivas de 
   conciencia en el pueblo...". 
   (2)
   
   ¿Qué hacer entonces? ¿Esperar que esas condiciones subjetivas 
   estuvieran dadas para entonces promover la Revolución? ¿Es esa la 
   actitud que define a una vanguardia revolucionaria? Fidel mismo 
   explicó el método y las razones de su utilización:
No hay mejor maestro de las masas que la misma Revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso revolucionario, quien fue creando la conciencia revolucionaria.
   
No hay mejor maestro de las masas que la misma Revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso revolucionario, quien fue creando la conciencia revolucionaria.
Y eso de creer que la conciencia tiene que venir primero y la 
   lucha después es un error. ¡La lucha tiene que venir primero e 
   inevitablemente detrás de la lucha vendrá con ímpetu creciente la 
   conciencia revolucionaria! 
   (3)
   
   Junto al estudio de la estrategia, en términos económicos, 
   políticos y sociales de la teoría revolucionaria del proletariado, 
   Fidel se apasionaba con el estudio de nuestra propia historia. No 
   solo los textos martianos, sino todo aquello que fortalecía la 
   asimilación de nuestro rico acervo revolucionario. Allí estaban los 
   ejemplos de 1868 y 1895 como compendios de vehemencia y tenacidad 
   para la superación de dificultades.
   
En los tiempos previos al Moncada se vio a Fidel con frecuencia 
   repasar y recomendar las Crónicas de la guerra de Cuba 
   del general José Miró Argenter y el Diario de campaña 
   del generalísimo Máximo Gómez. 
   (4)
   
   Posiblemente el estudio de nuestra historia sugirió a Fidel 
   algunas soluciones a los problemas que debió enfrentar la vanguardia 
   del 53, incluidos aspectos éticos y tácticos, desde luego.
¿No había armas, no había recursos para adquirir armas? Sería necesario entonces quitárselas al enemigo. Así lo habían hecho una y mil veces las huestes mambisas en el siglo XIX. Así, prácticamente se había desarrollado la invasión hacia el occidente del país en 1895 y la fabulosa campaña del General Antonio, cercado en Pinar del Río. Se las quitaremos al enemigo, respondía Máximo Gómez a Martí cuando este le detallaba la confiscación, por parte del gobierno estadounidense, de las tres embarcaciones repletas de armas con que se planeó reiniciar nuestra guerra de independencia contra España.
¿No había armas, no había recursos para adquirir las armas?
En los meses previos al Moncada gustaba decir Fidel:
Pero si hay lugares donde hay más de cincuenta M-1; hay lugares donde hay mil fusiles engrasados, guardaditos, no hay que comprarlos, no hay que traerlos, no hay que engrasarlos, no hay que hacer nada; lo único que hay que hacer es ocuparlos...".
   
   
(5)¿No había armas, no había recursos para adquirir armas? Sería necesario entonces quitárselas al enemigo. Así lo habían hecho una y mil veces las huestes mambisas en el siglo XIX. Así, prácticamente se había desarrollado la invasión hacia el occidente del país en 1895 y la fabulosa campaña del General Antonio, cercado en Pinar del Río. Se las quitaremos al enemigo, respondía Máximo Gómez a Martí cuando este le detallaba la confiscación, por parte del gobierno estadounidense, de las tres embarcaciones repletas de armas con que se planeó reiniciar nuestra guerra de independencia contra España.
¿No había armas, no había recursos para adquirir las armas?
En los meses previos al Moncada gustaba decir Fidel:
Pero si hay lugares donde hay más de cincuenta M-1; hay lugares donde hay mil fusiles engrasados, guardaditos, no hay que comprarlos, no hay que traerlos, no hay que engrasarlos, no hay que hacer nada; lo único que hay que hacer es ocuparlos...".
Es decir: las armas estaban en los cuarteles del enemigo.
Y si este era un ejemplo que podía extraerse del estudio de nuestra historia, constituía al mismo tiempo una experiencia concreta vivida por Fidel en Colombia durante los primeros días de abril de 1948. Había participado junto al pueblo colombiano en el asalto de cuarteles y, de esa manera, consiguió las armas con las que participó en el bogotazo.
De esta forma, no es de extrañar que ante los intentos fallidos de sumarse a otros proyectos, primero, y para obtener armas de organizaciones y personalidades supuestamente comprometidas a combatir la tiranía, después, esta vanguardia incipiente —pero inindesmayable en sus objetivos— terminara rompiendo esas inútiles supeditaciones y comenzara a elaborar, detalle a detalle, un vasto plan de insurrección popular, de lucha armada revolucionaria, a partir de una acción inicial, la toma de uno de los principales bastiones militares de la tiranía
   
   Y si este era un ejemplo que podía extraerse del estudio de nuestra historia, constituía al mismo tiempo una experiencia concreta vivida por Fidel en Colombia durante los primeros días de abril de 1948. Había participado junto al pueblo colombiano en el asalto de cuarteles y, de esa manera, consiguió las armas con las que participó en el bogotazo.
De esta forma, no es de extrañar que ante los intentos fallidos de sumarse a otros proyectos, primero, y para obtener armas de organizaciones y personalidades supuestamente comprometidas a combatir la tiranía, después, esta vanguardia incipiente —pero inindesmayable en sus objetivos— terminara rompiendo esas inútiles supeditaciones y comenzara a elaborar, detalle a detalle, un vasto plan de insurrección popular, de lucha armada revolucionaria, a partir de una acción inicial, la toma de uno de los principales bastiones militares de la tiranía
(1) Fidel Castro: Discurso del 26 de julio de 1966. Ob. cit.
   
(2) Ídem.
(3) Ídem.
(4) La dirección del movimiento no se ciñó exclusivamente al estudio de estas obras. Alfredo Guevara relató al autor que días antes del Moncada acompañó a Fidel a la librería del Partido Socialista Popular, en la avenida de Carlos III (hoy Salvador Allende). Fidel estaba interesado en la adquisición de libros relacionados con las campañas militares del ejército soviético durante la Segunda Guerra Mundial.
   
   
(2) Ídem.
(3) Ídem.
(4) La dirección del movimiento no se ciñó exclusivamente al estudio de estas obras. Alfredo Guevara relató al autor que días antes del Moncada acompañó a Fidel a la librería del Partido Socialista Popular, en la avenida de Carlos III (hoy Salvador Allende). Fidel estaba interesado en la adquisición de libros relacionados con las campañas militares del ejército soviético durante la Segunda Guerra Mundial.
(5) Fidel Castro: El Partido Unido de la Revolución 
   Socialista. Noveno Ciclo de la Universidad Popular. Obra 
   Revolucionaria. Imprenta Nacional de Cuba, no. 46. 1 de diciembre de 
   1961, p. 15.
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